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En 2014, Guillermo Osorno publicó <i>Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay</i> (Debate, 2014). A pesar de las dudas iniciales de sus editores sobre la recepción del libro, la obra rápidamente se posicionó como un referente en la literatura LGBT. Aprovechando el reciente estreno de la serie basada en el libro, <i>Gatopardo</i> conversó con Osorno sobre su creación y su impacto.
Antes de convertirse en una serie de Amazon Prime, la crónica que cuenta Tengo que morir todas las noches fue una idea que le surgió a Guillermo Osorno luego de reencontrarse con Henri Donnadieu, el dueño del mítico bar El Nueve, uno de los primeros centros nocturnos de México abiertamente gay, y un espacio cultural importante durante la década de los ochenta.
Tras años de investigación, entrevistas y escritura, Osorno finalmente publicó Tengo que morir todas las noches en 2014. De inmediato, el libro se ganó un lugar importante dentro de la literatura LGBT en México y se convirtió en un éxito de ventas.
Además de periodista, Guillermo Osorno es fundador de la Editorial Mapas y la revista Travesías; también fue editor de Gatopardo y ha colaborado como articulista en Reforma, Letras Libres y Este País. A mediados de junio, en la cafetería Laguna de la colonia Doctores, conversó con Gatopardo sobre Tengo que morir todas las noches, a diez años de su publicación.
¿Cómo surgió la idea de escribir Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Surge cuando estaba editando la Revista DF (2002-0026), que era una revista sobre la Ciudad de México y nos interesamos en hacer un número sobre vida nocturna. Contacté a Charlie Cordero, que estaba al frente de un espacio de vida nocturna, pero que yo había conocido en El Nueve y hablando con él recordé otras épocas y le pregunté dónde estaba Henri [Donnadieu]. Resulta que estaba en México; yo pensaba que se había ido del país, incluso pensé que ya no estaba entre nosotros. Bueno, pues entonces fui a entrevistar a Henri porque me interesaba saber cómo estaba. Tiempo después, cuando ya era editor de la revista Gatopardo, quería hacer un artículo sobre el bar Nueve y le hice un par de entrevistas más a Henri. Me di cuenta que era bastante interesante lo que me estaba contando, que tal vez daba para un libro. En esa época no se había hecho o se había hecho poca crónica sobre sobre el tema LGBT; aunque obviamente había muy buenos antecedentes: están las memorias de Salvador Novo; notablemente Carlos Monsiváis tenía varios textos sobre la historia de los espacios de vida nocturna, también una historia del movimiento LGBT y había otros testimonios académicos sobre el tema. Pero nada como una crónica y eso fue, de hecho, lo que me interesó: me pareció que había un campo fértil y virgen ahí. Ese es el origen del libro: mi encuentro con Henri y el planteamiento de que tal vez sería interesante hacer una crónica sobre un tema del cual no se había hablado.
¿Cómo fue el proceso para construir el libro y todas las historias que lo integran?
Guillermo Osorno: La primera fuente fue Henri y su historia, pero en un sentido práctico esa historia llenaba como unas cincuenta cuartillas y no era suficiente para un libro. Entonces comencé a pensar cómo enriquecer la historia y me di cuenta que lo que tenía que hacer era ofrecer todo el contexto de la época. Obviamente entrevisté a otras personas; en el libro hay momentos en donde el propio Henri desaparece para que aparezcan otros personajes y otros momentos que son más protagónicos. Luego, cuando estaba escribiendo el contexto, me di cuenta que también se podía leer como una especie de historia de la democratización del país, no en el sentido de los votos o el conteo de votos o la creación del INE o de partidos, sino la historia de una comunidad que estaba tratando de encontrar un espacio de libertad a través de la vida nocturna. Ese fue el tercer elemento para enriquecer la crónica; y ya en una etapa bastante avanzada en la creación del libro, me di cuenta de que estaba muy implicado en la crónica y que se iba a entender mejor el espacio del Nueve si contaba la historia de cómo yo lo había descubierto y cómo El Nueve solucionaba un montón de cosas para un joven como yo, que estaba saliendo del clóset y que quería entrar a una nueva etapa. Eso. Mostrar lo que El Nueve significó para mí y para mi generación. Por eso el primer y el último capítulo del libro son más personales, pero en general traté de no aparecer después.
Me gustaría que hablaras sobre esto último que mencionas, lo de la representación, pero un poco más adelante. Pero antes quisiera hablar sobre la recepción que ha tenido el libro, porque se ha convertido en todo un fenómeno.
Guillermo Osorno: La editorial [Debate] no estaba muy segura de cómo se iba a recibir Tengo que morir todas las noches, tenían la idea de que el libro solo iba a ser bien recibido entre la gente de mi generación, entre el público LGBT que no acaban de entender muy bien por qué no había muchas otras publicaciones y ya. Entonces se hizo una impresión de solo 2 000 ejemplares. Pero de una manera muy rara, el día de la presentación, que fue en el Museo del Chopo, que está en el norte de la ciudad y tampoco es que esté como tan en el circuito cultural, empezó a llegar gente, mucha gente, y el director del Chopo nos pedía que atrasáramos la presentación porque había que abrir una sala más del museo y poner unas televisiones para que se pudiera ver la presentación en circuito cerrado y acabó siendo multitudinaria. Tengo que morir todas las noches se agotó en la primera edición casi a las 2 semanas, hubo que reimprimir. A partir de ese momento tanto la editorial como yo mismo nos empezamos a dar cuenta que era un fenómeno más grande de lo que parecía: una de las cosas que sucedió, que por eso creo que le ha ido bien, es porque las nuevas generaciones comenzaron a leer el libro y no solamente se quedó en el espacio pequeño de los viejos.
¿Esa es la contribución más importante de Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Las nuevas generaciones comenzaron a entender que esta historia era parte de su propia construcción de identidad. Sí creo que ha sido la más importante contribución del libro: la idea de que ayude a construir la identidad de un grupo en donde no hay muchas historias y no hay muchas investigaciones alrededor de su pasado.
¿Cómo surgió la idea de la serie?
Guillermo Osorno: Meses antes de que saliera el libro, me presentaron a alguien que entonces trabajaba en Televisión Azteca, se llama Jorge Tijerina; él acababa de llegar de hacer una maestría de guion en Estados Unidos, y cuando le platiqué casualmente la historia, se interesó y me dijo “esto puede ser una serie de televisión”; yo le dije “bueno, hay que esperar que salga el libro”. Y bueno, el libro apareció, a Jorge Tijerina se le quedó la idea, y conforme él vio cómo se recibía con fortuna el libro, pues ya se aplicó más en hacer la adaptación. Jorge propuso la idea a una compañía norteamericana grande y se la compraron; luego, y de manera muy inteligente buscó a Mónica Lozano que es la productora de Alebrije. Se hizo el primer desarrollo, pero luego Tinajera se cambió de trabajo y ya dejó ese desarrollo en manos de Ernesto Contreras y el equipo de Alebrije.
El desarrollo tuvo altas y bajas. A veces la productora sí estaba interesada, luego cambiaban al jefe y no estaba tan interesado y así estuvo hasta que finalmente Paramount, que en ese momento estaban muy decididos a instalarse en México, se animaron y ellos fueron los que produjeron la serie. Se filmó en 2022, 2021, no lo recuerdo bien. Pero se enlató, porque Paramount decidió salirse de México. La verdad es que yo pensé que la serie iba a estar enlatada mucho más tiempo, pero afortunadamente Amazon Prime la compró.
Te recomendamos leer: "Solitarios, enojados y asustados: ¿por qué algunos jóvenes se radicalizan?"
¿Qué tan cercano estuviste en el proceso de adaptación?
Guillermo Osorno: Yo no me involucré en la adaptación porque entendí desde el primer momento que se trataba de un asunto completamente distinto. En las primeras conversaciones yo veía que mis personajes reales los iban a convertir en personajes ficticios, cambiaban su fecha y lugar de nacimiento y comprimían muchas cosas que para mí eran muy queridas de esa historia real, periodística. Por eso pensé que no iba a contribuir, nada más iba a estorbar. Y la verdad es que no vi la serie sino hasta que se estrenó. Es decir, Ernesto Contreras y Mónica Lozano me invitaron a la filmación, y fue emocionante porque era como agarrar en tercera dimensión una cosa que yo había hecho. El día que fui se estaban filmando unas escenas del bar, y era interesante ver el signo del Nueve, el neón y todo lo que estaba pasando. Pero no me metí más que eso.
La serie tomó un camino muy diferente al libro. El personaje que construiste, el Guillermo que aparece en algunos capítulos del libro, en la adaptación se convierte en protagonista. ¿Cómo te sentiste con ese cambio?, ¿cómo ha sido para ti verte —de alguna forma— interpretado?
Guillermo Osorno: Había dos caminos para la adaptación de la serie. Una era la de tomar el punto de vista de Henri, o sea del dueño del bar; y el otro, el punto de vista del que escribe. Y eso sí Jorge Tijerina lo decidió casi desde el principio, porque el punto de vista del que escribe tiene un arco narrativo interesante, que es típico de la literatura, el coming of age, como le llaman. Si tomaba ese punto de vista y creaban ese personaje y lo insertaban en la historia, eso les ayudaba a conectar con nuevas generaciones, y siempre las historias sobre maduración son interesantes; yo creo que por eso decidieron tomar ese ese punto de vista. Lo que sí fue para mí una sorpresa, y eso sí lo supe casi en filmación, es que [al personaje principal] le pusieron Guillermo y era periodista.
Se hizo confusión chistosa porque mucha gente, amigos o actores o gente que aparecía o que estaba convocada en la filmación o estaba de alguna manera involucrada, pensaba que se estaba filmando mi biografía. Tenía que aclarar que no era mi biografía, que esa era una ficcionalización, que esa no era mi vida. Pero la verdad es que sí es halagador.
También todos los personajes como que en la ficción toman su vida propia y tuvieron sus propias tomas de decisiones, y eso me parece bien. Algunos personajes son una combinación de cosas que yo le platiqué a Tijerina, de cosas que están en el libro, cosas que tienen casi ninguna importancia en el libro adquieren mucha importancia en la adaptación. A Henri lo doblaron en dos personas, pusieron a un español y no un francés simplemente porque era más fácil para la producción: el acento tal vez no se iba a entender, a lo mejor tenía como algún atractivo en España la serie, entonces mejor un actor español, se tomaron libertades para desarrollar su personaje al final también es muy interesante que él hace un cameo en el último episodio de la serie, le hacen un pequeño homenaje, que se lo merece.
Creo que, al final, de manera inteligente la adaptación a televisión adopta un lenguaje más contemporáneo, no es exactamente como se pensaban las cosas en los ochenta; sí es más cercano a como se piensan las cosas en el 2024, esta idea de la fluidez de género, esta representación de tantos tipos de personas, y una idea que está en el libro más o menos dibujada, pero que está muy presente en la serie: la idea de las comunidades, de las familias elegidas.
Supongo que la serie ha revitalizado el libro…
Guillermo Osorno: Sí. El libro se agotó otra vez; de hecho, se está haciendo una reimpresión en este momento y pronto llega otra vez a librerías. Lo que provocó es una discusión otra vez sobre el libro, me han invitado a un montón de lugares para hablar de la historia real. Obviamente me ha dado mucha satisfacción, me ha sorprendido también la manera en que se ha recibido el libro. Al principio me costó trabajo pensar que lo que hacíamos en los ochenta era algo interesante; pero luego, en perspectiva, resultaba que sí era muy interesante porque estábamos sobre todo en un proceso de globalización, empeñados en un proceso de globalización, y nosotros éramos como una especie de correas de transmisión de ese proceso. También creo que en retrospectiva muchas de las cosas que se encuentran en el libro son la semilla de muchos aspectos de la cultura contemporánea de este país. Me siento muy satisfecho de haber construido esa historia y de haber, en cierto sentido, experimentado en un terreno formal pero también temático.
¿Has pensado en algún otro proyecto que se emparente con el libro?
Guillermo Osorno: Estoy desarrollando ahora un podcast documental sobre las comunidades vaqueras gays del norte del país. Ese tema me interesa mucho porque es lo contrario a Tengo que morir todas las noches. Si el libro es la historia de una comunidad gay globalizada con ganas de sentirse parte del mundo, los vaqueros del norte del país son lo contrario: son una comunidad gay súper nacional, cuyos códigos culturales son parte de una regionalidad que no se entiende en la Ciudad de México, pero que es súper rica en el norte de México y sur de Estados Unidos y que crea también muchas situaciones muy luminosas. También tengo muchas ganas de abordar, de otra manera, el desarrollo cultural de la Ciudad de México a partir de los noventa. Hacer una crónica centrada en esta parte de la ciudad, en la zona central, y de cómo se sentaron las bases para la Ciudad de México que es de ahora: una ciudad súper globalizada, llena de norteamericanos.
Aunque es lo contrario a Tengo que morir, parece que el podcast de los vaqueros es una intención de seguir cronicando la historia de la comunidad LGBT en México.
Guillermo Osorno: Conforme te vas haciendo más grande te vas dando cuenta, es un poco raro lo que voy a decir, pero vas dando cuenta para qué naciste, qué cosas puedes hacer que son tuyas y que te salen bien. Y una de ellas es adentrarme en estos submundos, en estas subculturas LGBT, que entiendo y que puedo también traducir en historias; ya sea para que alguien se pueda identificar, pueda encontrar como una historia común, pero también para que los otras que no son necesariamente de la comunidad los conozcan.
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En 2014, Guillermo Osorno publicó <i>Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay</i> (Debate, 2014). A pesar de las dudas iniciales de sus editores sobre la recepción del libro, la obra rápidamente se posicionó como un referente en la literatura LGBT. Aprovechando el reciente estreno de la serie basada en el libro, <i>Gatopardo</i> conversó con Osorno sobre su creación y su impacto.
Antes de convertirse en una serie de Amazon Prime, la crónica que cuenta Tengo que morir todas las noches fue una idea que le surgió a Guillermo Osorno luego de reencontrarse con Henri Donnadieu, el dueño del mítico bar El Nueve, uno de los primeros centros nocturnos de México abiertamente gay, y un espacio cultural importante durante la década de los ochenta.
Tras años de investigación, entrevistas y escritura, Osorno finalmente publicó Tengo que morir todas las noches en 2014. De inmediato, el libro se ganó un lugar importante dentro de la literatura LGBT en México y se convirtió en un éxito de ventas.
Además de periodista, Guillermo Osorno es fundador de la Editorial Mapas y la revista Travesías; también fue editor de Gatopardo y ha colaborado como articulista en Reforma, Letras Libres y Este País. A mediados de junio, en la cafetería Laguna de la colonia Doctores, conversó con Gatopardo sobre Tengo que morir todas las noches, a diez años de su publicación.
¿Cómo surgió la idea de escribir Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Surge cuando estaba editando la Revista DF (2002-0026), que era una revista sobre la Ciudad de México y nos interesamos en hacer un número sobre vida nocturna. Contacté a Charlie Cordero, que estaba al frente de un espacio de vida nocturna, pero que yo había conocido en El Nueve y hablando con él recordé otras épocas y le pregunté dónde estaba Henri [Donnadieu]. Resulta que estaba en México; yo pensaba que se había ido del país, incluso pensé que ya no estaba entre nosotros. Bueno, pues entonces fui a entrevistar a Henri porque me interesaba saber cómo estaba. Tiempo después, cuando ya era editor de la revista Gatopardo, quería hacer un artículo sobre el bar Nueve y le hice un par de entrevistas más a Henri. Me di cuenta que era bastante interesante lo que me estaba contando, que tal vez daba para un libro. En esa época no se había hecho o se había hecho poca crónica sobre sobre el tema LGBT; aunque obviamente había muy buenos antecedentes: están las memorias de Salvador Novo; notablemente Carlos Monsiváis tenía varios textos sobre la historia de los espacios de vida nocturna, también una historia del movimiento LGBT y había otros testimonios académicos sobre el tema. Pero nada como una crónica y eso fue, de hecho, lo que me interesó: me pareció que había un campo fértil y virgen ahí. Ese es el origen del libro: mi encuentro con Henri y el planteamiento de que tal vez sería interesante hacer una crónica sobre un tema del cual no se había hablado.
¿Cómo fue el proceso para construir el libro y todas las historias que lo integran?
Guillermo Osorno: La primera fuente fue Henri y su historia, pero en un sentido práctico esa historia llenaba como unas cincuenta cuartillas y no era suficiente para un libro. Entonces comencé a pensar cómo enriquecer la historia y me di cuenta que lo que tenía que hacer era ofrecer todo el contexto de la época. Obviamente entrevisté a otras personas; en el libro hay momentos en donde el propio Henri desaparece para que aparezcan otros personajes y otros momentos que son más protagónicos. Luego, cuando estaba escribiendo el contexto, me di cuenta que también se podía leer como una especie de historia de la democratización del país, no en el sentido de los votos o el conteo de votos o la creación del INE o de partidos, sino la historia de una comunidad que estaba tratando de encontrar un espacio de libertad a través de la vida nocturna. Ese fue el tercer elemento para enriquecer la crónica; y ya en una etapa bastante avanzada en la creación del libro, me di cuenta de que estaba muy implicado en la crónica y que se iba a entender mejor el espacio del Nueve si contaba la historia de cómo yo lo había descubierto y cómo El Nueve solucionaba un montón de cosas para un joven como yo, que estaba saliendo del clóset y que quería entrar a una nueva etapa. Eso. Mostrar lo que El Nueve significó para mí y para mi generación. Por eso el primer y el último capítulo del libro son más personales, pero en general traté de no aparecer después.
Me gustaría que hablaras sobre esto último que mencionas, lo de la representación, pero un poco más adelante. Pero antes quisiera hablar sobre la recepción que ha tenido el libro, porque se ha convertido en todo un fenómeno.
Guillermo Osorno: La editorial [Debate] no estaba muy segura de cómo se iba a recibir Tengo que morir todas las noches, tenían la idea de que el libro solo iba a ser bien recibido entre la gente de mi generación, entre el público LGBT que no acaban de entender muy bien por qué no había muchas otras publicaciones y ya. Entonces se hizo una impresión de solo 2 000 ejemplares. Pero de una manera muy rara, el día de la presentación, que fue en el Museo del Chopo, que está en el norte de la ciudad y tampoco es que esté como tan en el circuito cultural, empezó a llegar gente, mucha gente, y el director del Chopo nos pedía que atrasáramos la presentación porque había que abrir una sala más del museo y poner unas televisiones para que se pudiera ver la presentación en circuito cerrado y acabó siendo multitudinaria. Tengo que morir todas las noches se agotó en la primera edición casi a las 2 semanas, hubo que reimprimir. A partir de ese momento tanto la editorial como yo mismo nos empezamos a dar cuenta que era un fenómeno más grande de lo que parecía: una de las cosas que sucedió, que por eso creo que le ha ido bien, es porque las nuevas generaciones comenzaron a leer el libro y no solamente se quedó en el espacio pequeño de los viejos.
¿Esa es la contribución más importante de Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Las nuevas generaciones comenzaron a entender que esta historia era parte de su propia construcción de identidad. Sí creo que ha sido la más importante contribución del libro: la idea de que ayude a construir la identidad de un grupo en donde no hay muchas historias y no hay muchas investigaciones alrededor de su pasado.
¿Cómo surgió la idea de la serie?
Guillermo Osorno: Meses antes de que saliera el libro, me presentaron a alguien que entonces trabajaba en Televisión Azteca, se llama Jorge Tijerina; él acababa de llegar de hacer una maestría de guion en Estados Unidos, y cuando le platiqué casualmente la historia, se interesó y me dijo “esto puede ser una serie de televisión”; yo le dije “bueno, hay que esperar que salga el libro”. Y bueno, el libro apareció, a Jorge Tijerina se le quedó la idea, y conforme él vio cómo se recibía con fortuna el libro, pues ya se aplicó más en hacer la adaptación. Jorge propuso la idea a una compañía norteamericana grande y se la compraron; luego, y de manera muy inteligente buscó a Mónica Lozano que es la productora de Alebrije. Se hizo el primer desarrollo, pero luego Tinajera se cambió de trabajo y ya dejó ese desarrollo en manos de Ernesto Contreras y el equipo de Alebrije.
El desarrollo tuvo altas y bajas. A veces la productora sí estaba interesada, luego cambiaban al jefe y no estaba tan interesado y así estuvo hasta que finalmente Paramount, que en ese momento estaban muy decididos a instalarse en México, se animaron y ellos fueron los que produjeron la serie. Se filmó en 2022, 2021, no lo recuerdo bien. Pero se enlató, porque Paramount decidió salirse de México. La verdad es que yo pensé que la serie iba a estar enlatada mucho más tiempo, pero afortunadamente Amazon Prime la compró.
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¿Qué tan cercano estuviste en el proceso de adaptación?
Guillermo Osorno: Yo no me involucré en la adaptación porque entendí desde el primer momento que se trataba de un asunto completamente distinto. En las primeras conversaciones yo veía que mis personajes reales los iban a convertir en personajes ficticios, cambiaban su fecha y lugar de nacimiento y comprimían muchas cosas que para mí eran muy queridas de esa historia real, periodística. Por eso pensé que no iba a contribuir, nada más iba a estorbar. Y la verdad es que no vi la serie sino hasta que se estrenó. Es decir, Ernesto Contreras y Mónica Lozano me invitaron a la filmación, y fue emocionante porque era como agarrar en tercera dimensión una cosa que yo había hecho. El día que fui se estaban filmando unas escenas del bar, y era interesante ver el signo del Nueve, el neón y todo lo que estaba pasando. Pero no me metí más que eso.
La serie tomó un camino muy diferente al libro. El personaje que construiste, el Guillermo que aparece en algunos capítulos del libro, en la adaptación se convierte en protagonista. ¿Cómo te sentiste con ese cambio?, ¿cómo ha sido para ti verte —de alguna forma— interpretado?
Guillermo Osorno: Había dos caminos para la adaptación de la serie. Una era la de tomar el punto de vista de Henri, o sea del dueño del bar; y el otro, el punto de vista del que escribe. Y eso sí Jorge Tijerina lo decidió casi desde el principio, porque el punto de vista del que escribe tiene un arco narrativo interesante, que es típico de la literatura, el coming of age, como le llaman. Si tomaba ese punto de vista y creaban ese personaje y lo insertaban en la historia, eso les ayudaba a conectar con nuevas generaciones, y siempre las historias sobre maduración son interesantes; yo creo que por eso decidieron tomar ese ese punto de vista. Lo que sí fue para mí una sorpresa, y eso sí lo supe casi en filmación, es que [al personaje principal] le pusieron Guillermo y era periodista.
Se hizo confusión chistosa porque mucha gente, amigos o actores o gente que aparecía o que estaba convocada en la filmación o estaba de alguna manera involucrada, pensaba que se estaba filmando mi biografía. Tenía que aclarar que no era mi biografía, que esa era una ficcionalización, que esa no era mi vida. Pero la verdad es que sí es halagador.
También todos los personajes como que en la ficción toman su vida propia y tuvieron sus propias tomas de decisiones, y eso me parece bien. Algunos personajes son una combinación de cosas que yo le platiqué a Tijerina, de cosas que están en el libro, cosas que tienen casi ninguna importancia en el libro adquieren mucha importancia en la adaptación. A Henri lo doblaron en dos personas, pusieron a un español y no un francés simplemente porque era más fácil para la producción: el acento tal vez no se iba a entender, a lo mejor tenía como algún atractivo en España la serie, entonces mejor un actor español, se tomaron libertades para desarrollar su personaje al final también es muy interesante que él hace un cameo en el último episodio de la serie, le hacen un pequeño homenaje, que se lo merece.
Creo que, al final, de manera inteligente la adaptación a televisión adopta un lenguaje más contemporáneo, no es exactamente como se pensaban las cosas en los ochenta; sí es más cercano a como se piensan las cosas en el 2024, esta idea de la fluidez de género, esta representación de tantos tipos de personas, y una idea que está en el libro más o menos dibujada, pero que está muy presente en la serie: la idea de las comunidades, de las familias elegidas.
Supongo que la serie ha revitalizado el libro…
Guillermo Osorno: Sí. El libro se agotó otra vez; de hecho, se está haciendo una reimpresión en este momento y pronto llega otra vez a librerías. Lo que provocó es una discusión otra vez sobre el libro, me han invitado a un montón de lugares para hablar de la historia real. Obviamente me ha dado mucha satisfacción, me ha sorprendido también la manera en que se ha recibido el libro. Al principio me costó trabajo pensar que lo que hacíamos en los ochenta era algo interesante; pero luego, en perspectiva, resultaba que sí era muy interesante porque estábamos sobre todo en un proceso de globalización, empeñados en un proceso de globalización, y nosotros éramos como una especie de correas de transmisión de ese proceso. También creo que en retrospectiva muchas de las cosas que se encuentran en el libro son la semilla de muchos aspectos de la cultura contemporánea de este país. Me siento muy satisfecho de haber construido esa historia y de haber, en cierto sentido, experimentado en un terreno formal pero también temático.
¿Has pensado en algún otro proyecto que se emparente con el libro?
Guillermo Osorno: Estoy desarrollando ahora un podcast documental sobre las comunidades vaqueras gays del norte del país. Ese tema me interesa mucho porque es lo contrario a Tengo que morir todas las noches. Si el libro es la historia de una comunidad gay globalizada con ganas de sentirse parte del mundo, los vaqueros del norte del país son lo contrario: son una comunidad gay súper nacional, cuyos códigos culturales son parte de una regionalidad que no se entiende en la Ciudad de México, pero que es súper rica en el norte de México y sur de Estados Unidos y que crea también muchas situaciones muy luminosas. También tengo muchas ganas de abordar, de otra manera, el desarrollo cultural de la Ciudad de México a partir de los noventa. Hacer una crónica centrada en esta parte de la ciudad, en la zona central, y de cómo se sentaron las bases para la Ciudad de México que es de ahora: una ciudad súper globalizada, llena de norteamericanos.
Aunque es lo contrario a Tengo que morir, parece que el podcast de los vaqueros es una intención de seguir cronicando la historia de la comunidad LGBT en México.
Guillermo Osorno: Conforme te vas haciendo más grande te vas dando cuenta, es un poco raro lo que voy a decir, pero vas dando cuenta para qué naciste, qué cosas puedes hacer que son tuyas y que te salen bien. Y una de ellas es adentrarme en estos submundos, en estas subculturas LGBT, que entiendo y que puedo también traducir en historias; ya sea para que alguien se pueda identificar, pueda encontrar como una historia común, pero también para que los otras que no son necesariamente de la comunidad los conozcan.
En 2014, Guillermo Osorno publicó <i>Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay</i> (Debate, 2014). A pesar de las dudas iniciales de sus editores sobre la recepción del libro, la obra rápidamente se posicionó como un referente en la literatura LGBT. Aprovechando el reciente estreno de la serie basada en el libro, <i>Gatopardo</i> conversó con Osorno sobre su creación y su impacto.
Antes de convertirse en una serie de Amazon Prime, la crónica que cuenta Tengo que morir todas las noches fue una idea que le surgió a Guillermo Osorno luego de reencontrarse con Henri Donnadieu, el dueño del mítico bar El Nueve, uno de los primeros centros nocturnos de México abiertamente gay, y un espacio cultural importante durante la década de los ochenta.
Tras años de investigación, entrevistas y escritura, Osorno finalmente publicó Tengo que morir todas las noches en 2014. De inmediato, el libro se ganó un lugar importante dentro de la literatura LGBT en México y se convirtió en un éxito de ventas.
Además de periodista, Guillermo Osorno es fundador de la Editorial Mapas y la revista Travesías; también fue editor de Gatopardo y ha colaborado como articulista en Reforma, Letras Libres y Este País. A mediados de junio, en la cafetería Laguna de la colonia Doctores, conversó con Gatopardo sobre Tengo que morir todas las noches, a diez años de su publicación.
¿Cómo surgió la idea de escribir Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Surge cuando estaba editando la Revista DF (2002-0026), que era una revista sobre la Ciudad de México y nos interesamos en hacer un número sobre vida nocturna. Contacté a Charlie Cordero, que estaba al frente de un espacio de vida nocturna, pero que yo había conocido en El Nueve y hablando con él recordé otras épocas y le pregunté dónde estaba Henri [Donnadieu]. Resulta que estaba en México; yo pensaba que se había ido del país, incluso pensé que ya no estaba entre nosotros. Bueno, pues entonces fui a entrevistar a Henri porque me interesaba saber cómo estaba. Tiempo después, cuando ya era editor de la revista Gatopardo, quería hacer un artículo sobre el bar Nueve y le hice un par de entrevistas más a Henri. Me di cuenta que era bastante interesante lo que me estaba contando, que tal vez daba para un libro. En esa época no se había hecho o se había hecho poca crónica sobre sobre el tema LGBT; aunque obviamente había muy buenos antecedentes: están las memorias de Salvador Novo; notablemente Carlos Monsiváis tenía varios textos sobre la historia de los espacios de vida nocturna, también una historia del movimiento LGBT y había otros testimonios académicos sobre el tema. Pero nada como una crónica y eso fue, de hecho, lo que me interesó: me pareció que había un campo fértil y virgen ahí. Ese es el origen del libro: mi encuentro con Henri y el planteamiento de que tal vez sería interesante hacer una crónica sobre un tema del cual no se había hablado.
¿Cómo fue el proceso para construir el libro y todas las historias que lo integran?
Guillermo Osorno: La primera fuente fue Henri y su historia, pero en un sentido práctico esa historia llenaba como unas cincuenta cuartillas y no era suficiente para un libro. Entonces comencé a pensar cómo enriquecer la historia y me di cuenta que lo que tenía que hacer era ofrecer todo el contexto de la época. Obviamente entrevisté a otras personas; en el libro hay momentos en donde el propio Henri desaparece para que aparezcan otros personajes y otros momentos que son más protagónicos. Luego, cuando estaba escribiendo el contexto, me di cuenta que también se podía leer como una especie de historia de la democratización del país, no en el sentido de los votos o el conteo de votos o la creación del INE o de partidos, sino la historia de una comunidad que estaba tratando de encontrar un espacio de libertad a través de la vida nocturna. Ese fue el tercer elemento para enriquecer la crónica; y ya en una etapa bastante avanzada en la creación del libro, me di cuenta de que estaba muy implicado en la crónica y que se iba a entender mejor el espacio del Nueve si contaba la historia de cómo yo lo había descubierto y cómo El Nueve solucionaba un montón de cosas para un joven como yo, que estaba saliendo del clóset y que quería entrar a una nueva etapa. Eso. Mostrar lo que El Nueve significó para mí y para mi generación. Por eso el primer y el último capítulo del libro son más personales, pero en general traté de no aparecer después.
Me gustaría que hablaras sobre esto último que mencionas, lo de la representación, pero un poco más adelante. Pero antes quisiera hablar sobre la recepción que ha tenido el libro, porque se ha convertido en todo un fenómeno.
Guillermo Osorno: La editorial [Debate] no estaba muy segura de cómo se iba a recibir Tengo que morir todas las noches, tenían la idea de que el libro solo iba a ser bien recibido entre la gente de mi generación, entre el público LGBT que no acaban de entender muy bien por qué no había muchas otras publicaciones y ya. Entonces se hizo una impresión de solo 2 000 ejemplares. Pero de una manera muy rara, el día de la presentación, que fue en el Museo del Chopo, que está en el norte de la ciudad y tampoco es que esté como tan en el circuito cultural, empezó a llegar gente, mucha gente, y el director del Chopo nos pedía que atrasáramos la presentación porque había que abrir una sala más del museo y poner unas televisiones para que se pudiera ver la presentación en circuito cerrado y acabó siendo multitudinaria. Tengo que morir todas las noches se agotó en la primera edición casi a las 2 semanas, hubo que reimprimir. A partir de ese momento tanto la editorial como yo mismo nos empezamos a dar cuenta que era un fenómeno más grande de lo que parecía: una de las cosas que sucedió, que por eso creo que le ha ido bien, es porque las nuevas generaciones comenzaron a leer el libro y no solamente se quedó en el espacio pequeño de los viejos.
¿Esa es la contribución más importante de Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Las nuevas generaciones comenzaron a entender que esta historia era parte de su propia construcción de identidad. Sí creo que ha sido la más importante contribución del libro: la idea de que ayude a construir la identidad de un grupo en donde no hay muchas historias y no hay muchas investigaciones alrededor de su pasado.
¿Cómo surgió la idea de la serie?
Guillermo Osorno: Meses antes de que saliera el libro, me presentaron a alguien que entonces trabajaba en Televisión Azteca, se llama Jorge Tijerina; él acababa de llegar de hacer una maestría de guion en Estados Unidos, y cuando le platiqué casualmente la historia, se interesó y me dijo “esto puede ser una serie de televisión”; yo le dije “bueno, hay que esperar que salga el libro”. Y bueno, el libro apareció, a Jorge Tijerina se le quedó la idea, y conforme él vio cómo se recibía con fortuna el libro, pues ya se aplicó más en hacer la adaptación. Jorge propuso la idea a una compañía norteamericana grande y se la compraron; luego, y de manera muy inteligente buscó a Mónica Lozano que es la productora de Alebrije. Se hizo el primer desarrollo, pero luego Tinajera se cambió de trabajo y ya dejó ese desarrollo en manos de Ernesto Contreras y el equipo de Alebrije.
El desarrollo tuvo altas y bajas. A veces la productora sí estaba interesada, luego cambiaban al jefe y no estaba tan interesado y así estuvo hasta que finalmente Paramount, que en ese momento estaban muy decididos a instalarse en México, se animaron y ellos fueron los que produjeron la serie. Se filmó en 2022, 2021, no lo recuerdo bien. Pero se enlató, porque Paramount decidió salirse de México. La verdad es que yo pensé que la serie iba a estar enlatada mucho más tiempo, pero afortunadamente Amazon Prime la compró.
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¿Qué tan cercano estuviste en el proceso de adaptación?
Guillermo Osorno: Yo no me involucré en la adaptación porque entendí desde el primer momento que se trataba de un asunto completamente distinto. En las primeras conversaciones yo veía que mis personajes reales los iban a convertir en personajes ficticios, cambiaban su fecha y lugar de nacimiento y comprimían muchas cosas que para mí eran muy queridas de esa historia real, periodística. Por eso pensé que no iba a contribuir, nada más iba a estorbar. Y la verdad es que no vi la serie sino hasta que se estrenó. Es decir, Ernesto Contreras y Mónica Lozano me invitaron a la filmación, y fue emocionante porque era como agarrar en tercera dimensión una cosa que yo había hecho. El día que fui se estaban filmando unas escenas del bar, y era interesante ver el signo del Nueve, el neón y todo lo que estaba pasando. Pero no me metí más que eso.
La serie tomó un camino muy diferente al libro. El personaje que construiste, el Guillermo que aparece en algunos capítulos del libro, en la adaptación se convierte en protagonista. ¿Cómo te sentiste con ese cambio?, ¿cómo ha sido para ti verte —de alguna forma— interpretado?
Guillermo Osorno: Había dos caminos para la adaptación de la serie. Una era la de tomar el punto de vista de Henri, o sea del dueño del bar; y el otro, el punto de vista del que escribe. Y eso sí Jorge Tijerina lo decidió casi desde el principio, porque el punto de vista del que escribe tiene un arco narrativo interesante, que es típico de la literatura, el coming of age, como le llaman. Si tomaba ese punto de vista y creaban ese personaje y lo insertaban en la historia, eso les ayudaba a conectar con nuevas generaciones, y siempre las historias sobre maduración son interesantes; yo creo que por eso decidieron tomar ese ese punto de vista. Lo que sí fue para mí una sorpresa, y eso sí lo supe casi en filmación, es que [al personaje principal] le pusieron Guillermo y era periodista.
Se hizo confusión chistosa porque mucha gente, amigos o actores o gente que aparecía o que estaba convocada en la filmación o estaba de alguna manera involucrada, pensaba que se estaba filmando mi biografía. Tenía que aclarar que no era mi biografía, que esa era una ficcionalización, que esa no era mi vida. Pero la verdad es que sí es halagador.
También todos los personajes como que en la ficción toman su vida propia y tuvieron sus propias tomas de decisiones, y eso me parece bien. Algunos personajes son una combinación de cosas que yo le platiqué a Tijerina, de cosas que están en el libro, cosas que tienen casi ninguna importancia en el libro adquieren mucha importancia en la adaptación. A Henri lo doblaron en dos personas, pusieron a un español y no un francés simplemente porque era más fácil para la producción: el acento tal vez no se iba a entender, a lo mejor tenía como algún atractivo en España la serie, entonces mejor un actor español, se tomaron libertades para desarrollar su personaje al final también es muy interesante que él hace un cameo en el último episodio de la serie, le hacen un pequeño homenaje, que se lo merece.
Creo que, al final, de manera inteligente la adaptación a televisión adopta un lenguaje más contemporáneo, no es exactamente como se pensaban las cosas en los ochenta; sí es más cercano a como se piensan las cosas en el 2024, esta idea de la fluidez de género, esta representación de tantos tipos de personas, y una idea que está en el libro más o menos dibujada, pero que está muy presente en la serie: la idea de las comunidades, de las familias elegidas.
Supongo que la serie ha revitalizado el libro…
Guillermo Osorno: Sí. El libro se agotó otra vez; de hecho, se está haciendo una reimpresión en este momento y pronto llega otra vez a librerías. Lo que provocó es una discusión otra vez sobre el libro, me han invitado a un montón de lugares para hablar de la historia real. Obviamente me ha dado mucha satisfacción, me ha sorprendido también la manera en que se ha recibido el libro. Al principio me costó trabajo pensar que lo que hacíamos en los ochenta era algo interesante; pero luego, en perspectiva, resultaba que sí era muy interesante porque estábamos sobre todo en un proceso de globalización, empeñados en un proceso de globalización, y nosotros éramos como una especie de correas de transmisión de ese proceso. También creo que en retrospectiva muchas de las cosas que se encuentran en el libro son la semilla de muchos aspectos de la cultura contemporánea de este país. Me siento muy satisfecho de haber construido esa historia y de haber, en cierto sentido, experimentado en un terreno formal pero también temático.
¿Has pensado en algún otro proyecto que se emparente con el libro?
Guillermo Osorno: Estoy desarrollando ahora un podcast documental sobre las comunidades vaqueras gays del norte del país. Ese tema me interesa mucho porque es lo contrario a Tengo que morir todas las noches. Si el libro es la historia de una comunidad gay globalizada con ganas de sentirse parte del mundo, los vaqueros del norte del país son lo contrario: son una comunidad gay súper nacional, cuyos códigos culturales son parte de una regionalidad que no se entiende en la Ciudad de México, pero que es súper rica en el norte de México y sur de Estados Unidos y que crea también muchas situaciones muy luminosas. También tengo muchas ganas de abordar, de otra manera, el desarrollo cultural de la Ciudad de México a partir de los noventa. Hacer una crónica centrada en esta parte de la ciudad, en la zona central, y de cómo se sentaron las bases para la Ciudad de México que es de ahora: una ciudad súper globalizada, llena de norteamericanos.
Aunque es lo contrario a Tengo que morir, parece que el podcast de los vaqueros es una intención de seguir cronicando la historia de la comunidad LGBT en México.
Guillermo Osorno: Conforme te vas haciendo más grande te vas dando cuenta, es un poco raro lo que voy a decir, pero vas dando cuenta para qué naciste, qué cosas puedes hacer que son tuyas y que te salen bien. Y una de ellas es adentrarme en estos submundos, en estas subculturas LGBT, que entiendo y que puedo también traducir en historias; ya sea para que alguien se pueda identificar, pueda encontrar como una historia común, pero también para que los otras que no son necesariamente de la comunidad los conozcan.
En 2014, Guillermo Osorno publicó <i>Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay</i> (Debate, 2014). A pesar de las dudas iniciales de sus editores sobre la recepción del libro, la obra rápidamente se posicionó como un referente en la literatura LGBT. Aprovechando el reciente estreno de la serie basada en el libro, <i>Gatopardo</i> conversó con Osorno sobre su creación y su impacto.
Antes de convertirse en una serie de Amazon Prime, la crónica que cuenta Tengo que morir todas las noches fue una idea que le surgió a Guillermo Osorno luego de reencontrarse con Henri Donnadieu, el dueño del mítico bar El Nueve, uno de los primeros centros nocturnos de México abiertamente gay, y un espacio cultural importante durante la década de los ochenta.
Tras años de investigación, entrevistas y escritura, Osorno finalmente publicó Tengo que morir todas las noches en 2014. De inmediato, el libro se ganó un lugar importante dentro de la literatura LGBT en México y se convirtió en un éxito de ventas.
Además de periodista, Guillermo Osorno es fundador de la Editorial Mapas y la revista Travesías; también fue editor de Gatopardo y ha colaborado como articulista en Reforma, Letras Libres y Este País. A mediados de junio, en la cafetería Laguna de la colonia Doctores, conversó con Gatopardo sobre Tengo que morir todas las noches, a diez años de su publicación.
¿Cómo surgió la idea de escribir Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Surge cuando estaba editando la Revista DF (2002-0026), que era una revista sobre la Ciudad de México y nos interesamos en hacer un número sobre vida nocturna. Contacté a Charlie Cordero, que estaba al frente de un espacio de vida nocturna, pero que yo había conocido en El Nueve y hablando con él recordé otras épocas y le pregunté dónde estaba Henri [Donnadieu]. Resulta que estaba en México; yo pensaba que se había ido del país, incluso pensé que ya no estaba entre nosotros. Bueno, pues entonces fui a entrevistar a Henri porque me interesaba saber cómo estaba. Tiempo después, cuando ya era editor de la revista Gatopardo, quería hacer un artículo sobre el bar Nueve y le hice un par de entrevistas más a Henri. Me di cuenta que era bastante interesante lo que me estaba contando, que tal vez daba para un libro. En esa época no se había hecho o se había hecho poca crónica sobre sobre el tema LGBT; aunque obviamente había muy buenos antecedentes: están las memorias de Salvador Novo; notablemente Carlos Monsiváis tenía varios textos sobre la historia de los espacios de vida nocturna, también una historia del movimiento LGBT y había otros testimonios académicos sobre el tema. Pero nada como una crónica y eso fue, de hecho, lo que me interesó: me pareció que había un campo fértil y virgen ahí. Ese es el origen del libro: mi encuentro con Henri y el planteamiento de que tal vez sería interesante hacer una crónica sobre un tema del cual no se había hablado.
¿Cómo fue el proceso para construir el libro y todas las historias que lo integran?
Guillermo Osorno: La primera fuente fue Henri y su historia, pero en un sentido práctico esa historia llenaba como unas cincuenta cuartillas y no era suficiente para un libro. Entonces comencé a pensar cómo enriquecer la historia y me di cuenta que lo que tenía que hacer era ofrecer todo el contexto de la época. Obviamente entrevisté a otras personas; en el libro hay momentos en donde el propio Henri desaparece para que aparezcan otros personajes y otros momentos que son más protagónicos. Luego, cuando estaba escribiendo el contexto, me di cuenta que también se podía leer como una especie de historia de la democratización del país, no en el sentido de los votos o el conteo de votos o la creación del INE o de partidos, sino la historia de una comunidad que estaba tratando de encontrar un espacio de libertad a través de la vida nocturna. Ese fue el tercer elemento para enriquecer la crónica; y ya en una etapa bastante avanzada en la creación del libro, me di cuenta de que estaba muy implicado en la crónica y que se iba a entender mejor el espacio del Nueve si contaba la historia de cómo yo lo había descubierto y cómo El Nueve solucionaba un montón de cosas para un joven como yo, que estaba saliendo del clóset y que quería entrar a una nueva etapa. Eso. Mostrar lo que El Nueve significó para mí y para mi generación. Por eso el primer y el último capítulo del libro son más personales, pero en general traté de no aparecer después.
Me gustaría que hablaras sobre esto último que mencionas, lo de la representación, pero un poco más adelante. Pero antes quisiera hablar sobre la recepción que ha tenido el libro, porque se ha convertido en todo un fenómeno.
Guillermo Osorno: La editorial [Debate] no estaba muy segura de cómo se iba a recibir Tengo que morir todas las noches, tenían la idea de que el libro solo iba a ser bien recibido entre la gente de mi generación, entre el público LGBT que no acaban de entender muy bien por qué no había muchas otras publicaciones y ya. Entonces se hizo una impresión de solo 2 000 ejemplares. Pero de una manera muy rara, el día de la presentación, que fue en el Museo del Chopo, que está en el norte de la ciudad y tampoco es que esté como tan en el circuito cultural, empezó a llegar gente, mucha gente, y el director del Chopo nos pedía que atrasáramos la presentación porque había que abrir una sala más del museo y poner unas televisiones para que se pudiera ver la presentación en circuito cerrado y acabó siendo multitudinaria. Tengo que morir todas las noches se agotó en la primera edición casi a las 2 semanas, hubo que reimprimir. A partir de ese momento tanto la editorial como yo mismo nos empezamos a dar cuenta que era un fenómeno más grande de lo que parecía: una de las cosas que sucedió, que por eso creo que le ha ido bien, es porque las nuevas generaciones comenzaron a leer el libro y no solamente se quedó en el espacio pequeño de los viejos.
¿Esa es la contribución más importante de Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Las nuevas generaciones comenzaron a entender que esta historia era parte de su propia construcción de identidad. Sí creo que ha sido la más importante contribución del libro: la idea de que ayude a construir la identidad de un grupo en donde no hay muchas historias y no hay muchas investigaciones alrededor de su pasado.
¿Cómo surgió la idea de la serie?
Guillermo Osorno: Meses antes de que saliera el libro, me presentaron a alguien que entonces trabajaba en Televisión Azteca, se llama Jorge Tijerina; él acababa de llegar de hacer una maestría de guion en Estados Unidos, y cuando le platiqué casualmente la historia, se interesó y me dijo “esto puede ser una serie de televisión”; yo le dije “bueno, hay que esperar que salga el libro”. Y bueno, el libro apareció, a Jorge Tijerina se le quedó la idea, y conforme él vio cómo se recibía con fortuna el libro, pues ya se aplicó más en hacer la adaptación. Jorge propuso la idea a una compañía norteamericana grande y se la compraron; luego, y de manera muy inteligente buscó a Mónica Lozano que es la productora de Alebrije. Se hizo el primer desarrollo, pero luego Tinajera se cambió de trabajo y ya dejó ese desarrollo en manos de Ernesto Contreras y el equipo de Alebrije.
El desarrollo tuvo altas y bajas. A veces la productora sí estaba interesada, luego cambiaban al jefe y no estaba tan interesado y así estuvo hasta que finalmente Paramount, que en ese momento estaban muy decididos a instalarse en México, se animaron y ellos fueron los que produjeron la serie. Se filmó en 2022, 2021, no lo recuerdo bien. Pero se enlató, porque Paramount decidió salirse de México. La verdad es que yo pensé que la serie iba a estar enlatada mucho más tiempo, pero afortunadamente Amazon Prime la compró.
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¿Qué tan cercano estuviste en el proceso de adaptación?
Guillermo Osorno: Yo no me involucré en la adaptación porque entendí desde el primer momento que se trataba de un asunto completamente distinto. En las primeras conversaciones yo veía que mis personajes reales los iban a convertir en personajes ficticios, cambiaban su fecha y lugar de nacimiento y comprimían muchas cosas que para mí eran muy queridas de esa historia real, periodística. Por eso pensé que no iba a contribuir, nada más iba a estorbar. Y la verdad es que no vi la serie sino hasta que se estrenó. Es decir, Ernesto Contreras y Mónica Lozano me invitaron a la filmación, y fue emocionante porque era como agarrar en tercera dimensión una cosa que yo había hecho. El día que fui se estaban filmando unas escenas del bar, y era interesante ver el signo del Nueve, el neón y todo lo que estaba pasando. Pero no me metí más que eso.
La serie tomó un camino muy diferente al libro. El personaje que construiste, el Guillermo que aparece en algunos capítulos del libro, en la adaptación se convierte en protagonista. ¿Cómo te sentiste con ese cambio?, ¿cómo ha sido para ti verte —de alguna forma— interpretado?
Guillermo Osorno: Había dos caminos para la adaptación de la serie. Una era la de tomar el punto de vista de Henri, o sea del dueño del bar; y el otro, el punto de vista del que escribe. Y eso sí Jorge Tijerina lo decidió casi desde el principio, porque el punto de vista del que escribe tiene un arco narrativo interesante, que es típico de la literatura, el coming of age, como le llaman. Si tomaba ese punto de vista y creaban ese personaje y lo insertaban en la historia, eso les ayudaba a conectar con nuevas generaciones, y siempre las historias sobre maduración son interesantes; yo creo que por eso decidieron tomar ese ese punto de vista. Lo que sí fue para mí una sorpresa, y eso sí lo supe casi en filmación, es que [al personaje principal] le pusieron Guillermo y era periodista.
Se hizo confusión chistosa porque mucha gente, amigos o actores o gente que aparecía o que estaba convocada en la filmación o estaba de alguna manera involucrada, pensaba que se estaba filmando mi biografía. Tenía que aclarar que no era mi biografía, que esa era una ficcionalización, que esa no era mi vida. Pero la verdad es que sí es halagador.
También todos los personajes como que en la ficción toman su vida propia y tuvieron sus propias tomas de decisiones, y eso me parece bien. Algunos personajes son una combinación de cosas que yo le platiqué a Tijerina, de cosas que están en el libro, cosas que tienen casi ninguna importancia en el libro adquieren mucha importancia en la adaptación. A Henri lo doblaron en dos personas, pusieron a un español y no un francés simplemente porque era más fácil para la producción: el acento tal vez no se iba a entender, a lo mejor tenía como algún atractivo en España la serie, entonces mejor un actor español, se tomaron libertades para desarrollar su personaje al final también es muy interesante que él hace un cameo en el último episodio de la serie, le hacen un pequeño homenaje, que se lo merece.
Creo que, al final, de manera inteligente la adaptación a televisión adopta un lenguaje más contemporáneo, no es exactamente como se pensaban las cosas en los ochenta; sí es más cercano a como se piensan las cosas en el 2024, esta idea de la fluidez de género, esta representación de tantos tipos de personas, y una idea que está en el libro más o menos dibujada, pero que está muy presente en la serie: la idea de las comunidades, de las familias elegidas.
Supongo que la serie ha revitalizado el libro…
Guillermo Osorno: Sí. El libro se agotó otra vez; de hecho, se está haciendo una reimpresión en este momento y pronto llega otra vez a librerías. Lo que provocó es una discusión otra vez sobre el libro, me han invitado a un montón de lugares para hablar de la historia real. Obviamente me ha dado mucha satisfacción, me ha sorprendido también la manera en que se ha recibido el libro. Al principio me costó trabajo pensar que lo que hacíamos en los ochenta era algo interesante; pero luego, en perspectiva, resultaba que sí era muy interesante porque estábamos sobre todo en un proceso de globalización, empeñados en un proceso de globalización, y nosotros éramos como una especie de correas de transmisión de ese proceso. También creo que en retrospectiva muchas de las cosas que se encuentran en el libro son la semilla de muchos aspectos de la cultura contemporánea de este país. Me siento muy satisfecho de haber construido esa historia y de haber, en cierto sentido, experimentado en un terreno formal pero también temático.
¿Has pensado en algún otro proyecto que se emparente con el libro?
Guillermo Osorno: Estoy desarrollando ahora un podcast documental sobre las comunidades vaqueras gays del norte del país. Ese tema me interesa mucho porque es lo contrario a Tengo que morir todas las noches. Si el libro es la historia de una comunidad gay globalizada con ganas de sentirse parte del mundo, los vaqueros del norte del país son lo contrario: son una comunidad gay súper nacional, cuyos códigos culturales son parte de una regionalidad que no se entiende en la Ciudad de México, pero que es súper rica en el norte de México y sur de Estados Unidos y que crea también muchas situaciones muy luminosas. También tengo muchas ganas de abordar, de otra manera, el desarrollo cultural de la Ciudad de México a partir de los noventa. Hacer una crónica centrada en esta parte de la ciudad, en la zona central, y de cómo se sentaron las bases para la Ciudad de México que es de ahora: una ciudad súper globalizada, llena de norteamericanos.
Aunque es lo contrario a Tengo que morir, parece que el podcast de los vaqueros es una intención de seguir cronicando la historia de la comunidad LGBT en México.
Guillermo Osorno: Conforme te vas haciendo más grande te vas dando cuenta, es un poco raro lo que voy a decir, pero vas dando cuenta para qué naciste, qué cosas puedes hacer que son tuyas y que te salen bien. Y una de ellas es adentrarme en estos submundos, en estas subculturas LGBT, que entiendo y que puedo también traducir en historias; ya sea para que alguien se pueda identificar, pueda encontrar como una historia común, pero también para que los otras que no son necesariamente de la comunidad los conozcan.
En 2014, Guillermo Osorno publicó <i>Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay</i> (Debate, 2014). A pesar de las dudas iniciales de sus editores sobre la recepción del libro, la obra rápidamente se posicionó como un referente en la literatura LGBT. Aprovechando el reciente estreno de la serie basada en el libro, <i>Gatopardo</i> conversó con Osorno sobre su creación y su impacto.
Antes de convertirse en una serie de Amazon Prime, la crónica que cuenta Tengo que morir todas las noches fue una idea que le surgió a Guillermo Osorno luego de reencontrarse con Henri Donnadieu, el dueño del mítico bar El Nueve, uno de los primeros centros nocturnos de México abiertamente gay, y un espacio cultural importante durante la década de los ochenta.
Tras años de investigación, entrevistas y escritura, Osorno finalmente publicó Tengo que morir todas las noches en 2014. De inmediato, el libro se ganó un lugar importante dentro de la literatura LGBT en México y se convirtió en un éxito de ventas.
Además de periodista, Guillermo Osorno es fundador de la Editorial Mapas y la revista Travesías; también fue editor de Gatopardo y ha colaborado como articulista en Reforma, Letras Libres y Este País. A mediados de junio, en la cafetería Laguna de la colonia Doctores, conversó con Gatopardo sobre Tengo que morir todas las noches, a diez años de su publicación.
¿Cómo surgió la idea de escribir Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Surge cuando estaba editando la Revista DF (2002-0026), que era una revista sobre la Ciudad de México y nos interesamos en hacer un número sobre vida nocturna. Contacté a Charlie Cordero, que estaba al frente de un espacio de vida nocturna, pero que yo había conocido en El Nueve y hablando con él recordé otras épocas y le pregunté dónde estaba Henri [Donnadieu]. Resulta que estaba en México; yo pensaba que se había ido del país, incluso pensé que ya no estaba entre nosotros. Bueno, pues entonces fui a entrevistar a Henri porque me interesaba saber cómo estaba. Tiempo después, cuando ya era editor de la revista Gatopardo, quería hacer un artículo sobre el bar Nueve y le hice un par de entrevistas más a Henri. Me di cuenta que era bastante interesante lo que me estaba contando, que tal vez daba para un libro. En esa época no se había hecho o se había hecho poca crónica sobre sobre el tema LGBT; aunque obviamente había muy buenos antecedentes: están las memorias de Salvador Novo; notablemente Carlos Monsiváis tenía varios textos sobre la historia de los espacios de vida nocturna, también una historia del movimiento LGBT y había otros testimonios académicos sobre el tema. Pero nada como una crónica y eso fue, de hecho, lo que me interesó: me pareció que había un campo fértil y virgen ahí. Ese es el origen del libro: mi encuentro con Henri y el planteamiento de que tal vez sería interesante hacer una crónica sobre un tema del cual no se había hablado.
¿Cómo fue el proceso para construir el libro y todas las historias que lo integran?
Guillermo Osorno: La primera fuente fue Henri y su historia, pero en un sentido práctico esa historia llenaba como unas cincuenta cuartillas y no era suficiente para un libro. Entonces comencé a pensar cómo enriquecer la historia y me di cuenta que lo que tenía que hacer era ofrecer todo el contexto de la época. Obviamente entrevisté a otras personas; en el libro hay momentos en donde el propio Henri desaparece para que aparezcan otros personajes y otros momentos que son más protagónicos. Luego, cuando estaba escribiendo el contexto, me di cuenta que también se podía leer como una especie de historia de la democratización del país, no en el sentido de los votos o el conteo de votos o la creación del INE o de partidos, sino la historia de una comunidad que estaba tratando de encontrar un espacio de libertad a través de la vida nocturna. Ese fue el tercer elemento para enriquecer la crónica; y ya en una etapa bastante avanzada en la creación del libro, me di cuenta de que estaba muy implicado en la crónica y que se iba a entender mejor el espacio del Nueve si contaba la historia de cómo yo lo había descubierto y cómo El Nueve solucionaba un montón de cosas para un joven como yo, que estaba saliendo del clóset y que quería entrar a una nueva etapa. Eso. Mostrar lo que El Nueve significó para mí y para mi generación. Por eso el primer y el último capítulo del libro son más personales, pero en general traté de no aparecer después.
Me gustaría que hablaras sobre esto último que mencionas, lo de la representación, pero un poco más adelante. Pero antes quisiera hablar sobre la recepción que ha tenido el libro, porque se ha convertido en todo un fenómeno.
Guillermo Osorno: La editorial [Debate] no estaba muy segura de cómo se iba a recibir Tengo que morir todas las noches, tenían la idea de que el libro solo iba a ser bien recibido entre la gente de mi generación, entre el público LGBT que no acaban de entender muy bien por qué no había muchas otras publicaciones y ya. Entonces se hizo una impresión de solo 2 000 ejemplares. Pero de una manera muy rara, el día de la presentación, que fue en el Museo del Chopo, que está en el norte de la ciudad y tampoco es que esté como tan en el circuito cultural, empezó a llegar gente, mucha gente, y el director del Chopo nos pedía que atrasáramos la presentación porque había que abrir una sala más del museo y poner unas televisiones para que se pudiera ver la presentación en circuito cerrado y acabó siendo multitudinaria. Tengo que morir todas las noches se agotó en la primera edición casi a las 2 semanas, hubo que reimprimir. A partir de ese momento tanto la editorial como yo mismo nos empezamos a dar cuenta que era un fenómeno más grande de lo que parecía: una de las cosas que sucedió, que por eso creo que le ha ido bien, es porque las nuevas generaciones comenzaron a leer el libro y no solamente se quedó en el espacio pequeño de los viejos.
¿Esa es la contribución más importante de Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Las nuevas generaciones comenzaron a entender que esta historia era parte de su propia construcción de identidad. Sí creo que ha sido la más importante contribución del libro: la idea de que ayude a construir la identidad de un grupo en donde no hay muchas historias y no hay muchas investigaciones alrededor de su pasado.
¿Cómo surgió la idea de la serie?
Guillermo Osorno: Meses antes de que saliera el libro, me presentaron a alguien que entonces trabajaba en Televisión Azteca, se llama Jorge Tijerina; él acababa de llegar de hacer una maestría de guion en Estados Unidos, y cuando le platiqué casualmente la historia, se interesó y me dijo “esto puede ser una serie de televisión”; yo le dije “bueno, hay que esperar que salga el libro”. Y bueno, el libro apareció, a Jorge Tijerina se le quedó la idea, y conforme él vio cómo se recibía con fortuna el libro, pues ya se aplicó más en hacer la adaptación. Jorge propuso la idea a una compañía norteamericana grande y se la compraron; luego, y de manera muy inteligente buscó a Mónica Lozano que es la productora de Alebrije. Se hizo el primer desarrollo, pero luego Tinajera se cambió de trabajo y ya dejó ese desarrollo en manos de Ernesto Contreras y el equipo de Alebrije.
El desarrollo tuvo altas y bajas. A veces la productora sí estaba interesada, luego cambiaban al jefe y no estaba tan interesado y así estuvo hasta que finalmente Paramount, que en ese momento estaban muy decididos a instalarse en México, se animaron y ellos fueron los que produjeron la serie. Se filmó en 2022, 2021, no lo recuerdo bien. Pero se enlató, porque Paramount decidió salirse de México. La verdad es que yo pensé que la serie iba a estar enlatada mucho más tiempo, pero afortunadamente Amazon Prime la compró.
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¿Qué tan cercano estuviste en el proceso de adaptación?
Guillermo Osorno: Yo no me involucré en la adaptación porque entendí desde el primer momento que se trataba de un asunto completamente distinto. En las primeras conversaciones yo veía que mis personajes reales los iban a convertir en personajes ficticios, cambiaban su fecha y lugar de nacimiento y comprimían muchas cosas que para mí eran muy queridas de esa historia real, periodística. Por eso pensé que no iba a contribuir, nada más iba a estorbar. Y la verdad es que no vi la serie sino hasta que se estrenó. Es decir, Ernesto Contreras y Mónica Lozano me invitaron a la filmación, y fue emocionante porque era como agarrar en tercera dimensión una cosa que yo había hecho. El día que fui se estaban filmando unas escenas del bar, y era interesante ver el signo del Nueve, el neón y todo lo que estaba pasando. Pero no me metí más que eso.
La serie tomó un camino muy diferente al libro. El personaje que construiste, el Guillermo que aparece en algunos capítulos del libro, en la adaptación se convierte en protagonista. ¿Cómo te sentiste con ese cambio?, ¿cómo ha sido para ti verte —de alguna forma— interpretado?
Guillermo Osorno: Había dos caminos para la adaptación de la serie. Una era la de tomar el punto de vista de Henri, o sea del dueño del bar; y el otro, el punto de vista del que escribe. Y eso sí Jorge Tijerina lo decidió casi desde el principio, porque el punto de vista del que escribe tiene un arco narrativo interesante, que es típico de la literatura, el coming of age, como le llaman. Si tomaba ese punto de vista y creaban ese personaje y lo insertaban en la historia, eso les ayudaba a conectar con nuevas generaciones, y siempre las historias sobre maduración son interesantes; yo creo que por eso decidieron tomar ese ese punto de vista. Lo que sí fue para mí una sorpresa, y eso sí lo supe casi en filmación, es que [al personaje principal] le pusieron Guillermo y era periodista.
Se hizo confusión chistosa porque mucha gente, amigos o actores o gente que aparecía o que estaba convocada en la filmación o estaba de alguna manera involucrada, pensaba que se estaba filmando mi biografía. Tenía que aclarar que no era mi biografía, que esa era una ficcionalización, que esa no era mi vida. Pero la verdad es que sí es halagador.
También todos los personajes como que en la ficción toman su vida propia y tuvieron sus propias tomas de decisiones, y eso me parece bien. Algunos personajes son una combinación de cosas que yo le platiqué a Tijerina, de cosas que están en el libro, cosas que tienen casi ninguna importancia en el libro adquieren mucha importancia en la adaptación. A Henri lo doblaron en dos personas, pusieron a un español y no un francés simplemente porque era más fácil para la producción: el acento tal vez no se iba a entender, a lo mejor tenía como algún atractivo en España la serie, entonces mejor un actor español, se tomaron libertades para desarrollar su personaje al final también es muy interesante que él hace un cameo en el último episodio de la serie, le hacen un pequeño homenaje, que se lo merece.
Creo que, al final, de manera inteligente la adaptación a televisión adopta un lenguaje más contemporáneo, no es exactamente como se pensaban las cosas en los ochenta; sí es más cercano a como se piensan las cosas en el 2024, esta idea de la fluidez de género, esta representación de tantos tipos de personas, y una idea que está en el libro más o menos dibujada, pero que está muy presente en la serie: la idea de las comunidades, de las familias elegidas.
Supongo que la serie ha revitalizado el libro…
Guillermo Osorno: Sí. El libro se agotó otra vez; de hecho, se está haciendo una reimpresión en este momento y pronto llega otra vez a librerías. Lo que provocó es una discusión otra vez sobre el libro, me han invitado a un montón de lugares para hablar de la historia real. Obviamente me ha dado mucha satisfacción, me ha sorprendido también la manera en que se ha recibido el libro. Al principio me costó trabajo pensar que lo que hacíamos en los ochenta era algo interesante; pero luego, en perspectiva, resultaba que sí era muy interesante porque estábamos sobre todo en un proceso de globalización, empeñados en un proceso de globalización, y nosotros éramos como una especie de correas de transmisión de ese proceso. También creo que en retrospectiva muchas de las cosas que se encuentran en el libro son la semilla de muchos aspectos de la cultura contemporánea de este país. Me siento muy satisfecho de haber construido esa historia y de haber, en cierto sentido, experimentado en un terreno formal pero también temático.
¿Has pensado en algún otro proyecto que se emparente con el libro?
Guillermo Osorno: Estoy desarrollando ahora un podcast documental sobre las comunidades vaqueras gays del norte del país. Ese tema me interesa mucho porque es lo contrario a Tengo que morir todas las noches. Si el libro es la historia de una comunidad gay globalizada con ganas de sentirse parte del mundo, los vaqueros del norte del país son lo contrario: son una comunidad gay súper nacional, cuyos códigos culturales son parte de una regionalidad que no se entiende en la Ciudad de México, pero que es súper rica en el norte de México y sur de Estados Unidos y que crea también muchas situaciones muy luminosas. También tengo muchas ganas de abordar, de otra manera, el desarrollo cultural de la Ciudad de México a partir de los noventa. Hacer una crónica centrada en esta parte de la ciudad, en la zona central, y de cómo se sentaron las bases para la Ciudad de México que es de ahora: una ciudad súper globalizada, llena de norteamericanos.
Aunque es lo contrario a Tengo que morir, parece que el podcast de los vaqueros es una intención de seguir cronicando la historia de la comunidad LGBT en México.
Guillermo Osorno: Conforme te vas haciendo más grande te vas dando cuenta, es un poco raro lo que voy a decir, pero vas dando cuenta para qué naciste, qué cosas puedes hacer que son tuyas y que te salen bien. Y una de ellas es adentrarme en estos submundos, en estas subculturas LGBT, que entiendo y que puedo también traducir en historias; ya sea para que alguien se pueda identificar, pueda encontrar como una historia común, pero también para que los otras que no son necesariamente de la comunidad los conozcan.
En 2014, Guillermo Osorno publicó <i>Tengo que morir todas las noches. Una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay</i> (Debate, 2014). A pesar de las dudas iniciales de sus editores sobre la recepción del libro, la obra rápidamente se posicionó como un referente en la literatura LGBT. Aprovechando el reciente estreno de la serie basada en el libro, <i>Gatopardo</i> conversó con Osorno sobre su creación y su impacto.
Antes de convertirse en una serie de Amazon Prime, la crónica que cuenta Tengo que morir todas las noches fue una idea que le surgió a Guillermo Osorno luego de reencontrarse con Henri Donnadieu, el dueño del mítico bar El Nueve, uno de los primeros centros nocturnos de México abiertamente gay, y un espacio cultural importante durante la década de los ochenta.
Tras años de investigación, entrevistas y escritura, Osorno finalmente publicó Tengo que morir todas las noches en 2014. De inmediato, el libro se ganó un lugar importante dentro de la literatura LGBT en México y se convirtió en un éxito de ventas.
Además de periodista, Guillermo Osorno es fundador de la Editorial Mapas y la revista Travesías; también fue editor de Gatopardo y ha colaborado como articulista en Reforma, Letras Libres y Este País. A mediados de junio, en la cafetería Laguna de la colonia Doctores, conversó con Gatopardo sobre Tengo que morir todas las noches, a diez años de su publicación.
¿Cómo surgió la idea de escribir Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Surge cuando estaba editando la Revista DF (2002-0026), que era una revista sobre la Ciudad de México y nos interesamos en hacer un número sobre vida nocturna. Contacté a Charlie Cordero, que estaba al frente de un espacio de vida nocturna, pero que yo había conocido en El Nueve y hablando con él recordé otras épocas y le pregunté dónde estaba Henri [Donnadieu]. Resulta que estaba en México; yo pensaba que se había ido del país, incluso pensé que ya no estaba entre nosotros. Bueno, pues entonces fui a entrevistar a Henri porque me interesaba saber cómo estaba. Tiempo después, cuando ya era editor de la revista Gatopardo, quería hacer un artículo sobre el bar Nueve y le hice un par de entrevistas más a Henri. Me di cuenta que era bastante interesante lo que me estaba contando, que tal vez daba para un libro. En esa época no se había hecho o se había hecho poca crónica sobre sobre el tema LGBT; aunque obviamente había muy buenos antecedentes: están las memorias de Salvador Novo; notablemente Carlos Monsiváis tenía varios textos sobre la historia de los espacios de vida nocturna, también una historia del movimiento LGBT y había otros testimonios académicos sobre el tema. Pero nada como una crónica y eso fue, de hecho, lo que me interesó: me pareció que había un campo fértil y virgen ahí. Ese es el origen del libro: mi encuentro con Henri y el planteamiento de que tal vez sería interesante hacer una crónica sobre un tema del cual no se había hablado.
¿Cómo fue el proceso para construir el libro y todas las historias que lo integran?
Guillermo Osorno: La primera fuente fue Henri y su historia, pero en un sentido práctico esa historia llenaba como unas cincuenta cuartillas y no era suficiente para un libro. Entonces comencé a pensar cómo enriquecer la historia y me di cuenta que lo que tenía que hacer era ofrecer todo el contexto de la época. Obviamente entrevisté a otras personas; en el libro hay momentos en donde el propio Henri desaparece para que aparezcan otros personajes y otros momentos que son más protagónicos. Luego, cuando estaba escribiendo el contexto, me di cuenta que también se podía leer como una especie de historia de la democratización del país, no en el sentido de los votos o el conteo de votos o la creación del INE o de partidos, sino la historia de una comunidad que estaba tratando de encontrar un espacio de libertad a través de la vida nocturna. Ese fue el tercer elemento para enriquecer la crónica; y ya en una etapa bastante avanzada en la creación del libro, me di cuenta de que estaba muy implicado en la crónica y que se iba a entender mejor el espacio del Nueve si contaba la historia de cómo yo lo había descubierto y cómo El Nueve solucionaba un montón de cosas para un joven como yo, que estaba saliendo del clóset y que quería entrar a una nueva etapa. Eso. Mostrar lo que El Nueve significó para mí y para mi generación. Por eso el primer y el último capítulo del libro son más personales, pero en general traté de no aparecer después.
Me gustaría que hablaras sobre esto último que mencionas, lo de la representación, pero un poco más adelante. Pero antes quisiera hablar sobre la recepción que ha tenido el libro, porque se ha convertido en todo un fenómeno.
Guillermo Osorno: La editorial [Debate] no estaba muy segura de cómo se iba a recibir Tengo que morir todas las noches, tenían la idea de que el libro solo iba a ser bien recibido entre la gente de mi generación, entre el público LGBT que no acaban de entender muy bien por qué no había muchas otras publicaciones y ya. Entonces se hizo una impresión de solo 2 000 ejemplares. Pero de una manera muy rara, el día de la presentación, que fue en el Museo del Chopo, que está en el norte de la ciudad y tampoco es que esté como tan en el circuito cultural, empezó a llegar gente, mucha gente, y el director del Chopo nos pedía que atrasáramos la presentación porque había que abrir una sala más del museo y poner unas televisiones para que se pudiera ver la presentación en circuito cerrado y acabó siendo multitudinaria. Tengo que morir todas las noches se agotó en la primera edición casi a las 2 semanas, hubo que reimprimir. A partir de ese momento tanto la editorial como yo mismo nos empezamos a dar cuenta que era un fenómeno más grande de lo que parecía: una de las cosas que sucedió, que por eso creo que le ha ido bien, es porque las nuevas generaciones comenzaron a leer el libro y no solamente se quedó en el espacio pequeño de los viejos.
¿Esa es la contribución más importante de Tengo que morir todas las noches?
Guillermo Osorno: Las nuevas generaciones comenzaron a entender que esta historia era parte de su propia construcción de identidad. Sí creo que ha sido la más importante contribución del libro: la idea de que ayude a construir la identidad de un grupo en donde no hay muchas historias y no hay muchas investigaciones alrededor de su pasado.
¿Cómo surgió la idea de la serie?
Guillermo Osorno: Meses antes de que saliera el libro, me presentaron a alguien que entonces trabajaba en Televisión Azteca, se llama Jorge Tijerina; él acababa de llegar de hacer una maestría de guion en Estados Unidos, y cuando le platiqué casualmente la historia, se interesó y me dijo “esto puede ser una serie de televisión”; yo le dije “bueno, hay que esperar que salga el libro”. Y bueno, el libro apareció, a Jorge Tijerina se le quedó la idea, y conforme él vio cómo se recibía con fortuna el libro, pues ya se aplicó más en hacer la adaptación. Jorge propuso la idea a una compañía norteamericana grande y se la compraron; luego, y de manera muy inteligente buscó a Mónica Lozano que es la productora de Alebrije. Se hizo el primer desarrollo, pero luego Tinajera se cambió de trabajo y ya dejó ese desarrollo en manos de Ernesto Contreras y el equipo de Alebrije.
El desarrollo tuvo altas y bajas. A veces la productora sí estaba interesada, luego cambiaban al jefe y no estaba tan interesado y así estuvo hasta que finalmente Paramount, que en ese momento estaban muy decididos a instalarse en México, se animaron y ellos fueron los que produjeron la serie. Se filmó en 2022, 2021, no lo recuerdo bien. Pero se enlató, porque Paramount decidió salirse de México. La verdad es que yo pensé que la serie iba a estar enlatada mucho más tiempo, pero afortunadamente Amazon Prime la compró.
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¿Qué tan cercano estuviste en el proceso de adaptación?
Guillermo Osorno: Yo no me involucré en la adaptación porque entendí desde el primer momento que se trataba de un asunto completamente distinto. En las primeras conversaciones yo veía que mis personajes reales los iban a convertir en personajes ficticios, cambiaban su fecha y lugar de nacimiento y comprimían muchas cosas que para mí eran muy queridas de esa historia real, periodística. Por eso pensé que no iba a contribuir, nada más iba a estorbar. Y la verdad es que no vi la serie sino hasta que se estrenó. Es decir, Ernesto Contreras y Mónica Lozano me invitaron a la filmación, y fue emocionante porque era como agarrar en tercera dimensión una cosa que yo había hecho. El día que fui se estaban filmando unas escenas del bar, y era interesante ver el signo del Nueve, el neón y todo lo que estaba pasando. Pero no me metí más que eso.
La serie tomó un camino muy diferente al libro. El personaje que construiste, el Guillermo que aparece en algunos capítulos del libro, en la adaptación se convierte en protagonista. ¿Cómo te sentiste con ese cambio?, ¿cómo ha sido para ti verte —de alguna forma— interpretado?
Guillermo Osorno: Había dos caminos para la adaptación de la serie. Una era la de tomar el punto de vista de Henri, o sea del dueño del bar; y el otro, el punto de vista del que escribe. Y eso sí Jorge Tijerina lo decidió casi desde el principio, porque el punto de vista del que escribe tiene un arco narrativo interesante, que es típico de la literatura, el coming of age, como le llaman. Si tomaba ese punto de vista y creaban ese personaje y lo insertaban en la historia, eso les ayudaba a conectar con nuevas generaciones, y siempre las historias sobre maduración son interesantes; yo creo que por eso decidieron tomar ese ese punto de vista. Lo que sí fue para mí una sorpresa, y eso sí lo supe casi en filmación, es que [al personaje principal] le pusieron Guillermo y era periodista.
Se hizo confusión chistosa porque mucha gente, amigos o actores o gente que aparecía o que estaba convocada en la filmación o estaba de alguna manera involucrada, pensaba que se estaba filmando mi biografía. Tenía que aclarar que no era mi biografía, que esa era una ficcionalización, que esa no era mi vida. Pero la verdad es que sí es halagador.
También todos los personajes como que en la ficción toman su vida propia y tuvieron sus propias tomas de decisiones, y eso me parece bien. Algunos personajes son una combinación de cosas que yo le platiqué a Tijerina, de cosas que están en el libro, cosas que tienen casi ninguna importancia en el libro adquieren mucha importancia en la adaptación. A Henri lo doblaron en dos personas, pusieron a un español y no un francés simplemente porque era más fácil para la producción: el acento tal vez no se iba a entender, a lo mejor tenía como algún atractivo en España la serie, entonces mejor un actor español, se tomaron libertades para desarrollar su personaje al final también es muy interesante que él hace un cameo en el último episodio de la serie, le hacen un pequeño homenaje, que se lo merece.
Creo que, al final, de manera inteligente la adaptación a televisión adopta un lenguaje más contemporáneo, no es exactamente como se pensaban las cosas en los ochenta; sí es más cercano a como se piensan las cosas en el 2024, esta idea de la fluidez de género, esta representación de tantos tipos de personas, y una idea que está en el libro más o menos dibujada, pero que está muy presente en la serie: la idea de las comunidades, de las familias elegidas.
Supongo que la serie ha revitalizado el libro…
Guillermo Osorno: Sí. El libro se agotó otra vez; de hecho, se está haciendo una reimpresión en este momento y pronto llega otra vez a librerías. Lo que provocó es una discusión otra vez sobre el libro, me han invitado a un montón de lugares para hablar de la historia real. Obviamente me ha dado mucha satisfacción, me ha sorprendido también la manera en que se ha recibido el libro. Al principio me costó trabajo pensar que lo que hacíamos en los ochenta era algo interesante; pero luego, en perspectiva, resultaba que sí era muy interesante porque estábamos sobre todo en un proceso de globalización, empeñados en un proceso de globalización, y nosotros éramos como una especie de correas de transmisión de ese proceso. También creo que en retrospectiva muchas de las cosas que se encuentran en el libro son la semilla de muchos aspectos de la cultura contemporánea de este país. Me siento muy satisfecho de haber construido esa historia y de haber, en cierto sentido, experimentado en un terreno formal pero también temático.
¿Has pensado en algún otro proyecto que se emparente con el libro?
Guillermo Osorno: Estoy desarrollando ahora un podcast documental sobre las comunidades vaqueras gays del norte del país. Ese tema me interesa mucho porque es lo contrario a Tengo que morir todas las noches. Si el libro es la historia de una comunidad gay globalizada con ganas de sentirse parte del mundo, los vaqueros del norte del país son lo contrario: son una comunidad gay súper nacional, cuyos códigos culturales son parte de una regionalidad que no se entiende en la Ciudad de México, pero que es súper rica en el norte de México y sur de Estados Unidos y que crea también muchas situaciones muy luminosas. También tengo muchas ganas de abordar, de otra manera, el desarrollo cultural de la Ciudad de México a partir de los noventa. Hacer una crónica centrada en esta parte de la ciudad, en la zona central, y de cómo se sentaron las bases para la Ciudad de México que es de ahora: una ciudad súper globalizada, llena de norteamericanos.
Aunque es lo contrario a Tengo que morir, parece que el podcast de los vaqueros es una intención de seguir cronicando la historia de la comunidad LGBT en México.
Guillermo Osorno: Conforme te vas haciendo más grande te vas dando cuenta, es un poco raro lo que voy a decir, pero vas dando cuenta para qué naciste, qué cosas puedes hacer que son tuyas y que te salen bien. Y una de ellas es adentrarme en estos submundos, en estas subculturas LGBT, que entiendo y que puedo también traducir en historias; ya sea para que alguien se pueda identificar, pueda encontrar como una historia común, pero también para que los otras que no son necesariamente de la comunidad los conozcan.
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