Tiempo de lectura: 3 minutosJames Baldwin supo que iba a ser escritor cuando murió su padre. Antes de eso pensó que quizá podía dedicarse a algo más: “quería ser músico, pensé en ser pintor, pensé en ser actor”, dijo en 1984 para la revista Paris Review.
Su padre, David Baldwin, fue predicador. James, el mayor de nueve hijos, también lo fue durante tres años. Se dedicó a ello entre los catorce a los diecisiete y asegura que fue en ese lapso en que, aún sin saberlo, se formó como escritor. Su padre adoptivo (al biológico nunca lo conoció) murió cuando tenía diecinueve años.
Sin embargo,, según Baldwin, ser predicador y escritor requiere personalidades contrarias. “Ambos roles son completamente independientes. Cuando estas parado en el púlpito debes de sonar como que sabes de lo que hablas. Cuando estás escribiendo, estás intentando averiguar algo que no sabes. El lenguaje de la escritura para mí es descubrir lo que no sabes, lo que no quieres descubrir”.
James Baldwin nació el 2 de agosto de 1924 en Harlem, Nueva York. Tenía los ojos muy grandes y redondos, apenas contenidos por la piel de los párpados. Sus labios, con el labio superior formando una marcada letra m, estaban delineados naturalmente con por un tono más claro que el resto de su oscuro color de piel.
Ese tono cobrizo, marrón, comúnmente definido tan sólo como negro y su lugar de nacimiento, fueron las banderas que marcaron la vida James Baldwin, insignias que cargó todos los días de su vida, aunque no siempre con gusto.
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James Baldwin, 1969 / Wikimedia Commons
Su carrera literaria comenzó en los últimos años de la segregación legislada. Es decir, cuando en Estados Unidos estaba legalmente permitido separar a la gente por su color de piel. Ve y dilo en la montaña –una sensación literaria– fue su primer libro publicado. Antes de eso, viviendo en Greenwich Village, en Nueva York, publicaba ensayos, críticas y cuentos cortos en periódicos y revistas.
Para escribir su primer libro tuvo que viajar a Francia, porque en Estados Unidos, aseguró una vez en el 62 “mi color de piel es una barrera entre mi ser y yo”. Aunque la mayor parte de su literatura siempre fue una protesta ante los abusos y desigualdad que victimizaba a los afroamericanos, personalmente su color de piel le provocó un conflicto interno. Mientras su raza lo definía en su país natal, cuando se fue de él se encontró sin definición: había caído en la trampa del hombre blanco.
“Creo que no vale la pena vivir una vida sin autoexaminación, y el escritor definitivamente no se puede permitir ningún autoengaño pues su sujeto es sí mismo y el mundo en el que está”, le explicó Baldwin a al periodista W.J Weatherby poco antes de que su primer libro de ensayos y notas, Notes of a native son saliera a la venta en 1955.
La introspección de la que habla Baldwin es la razón por la que este hijo de una familia afroamericana de Harlem se volvería un emblema en la batalla de los Derechos Civiles que definió la historia de Estados Unidos. Él, en su contemplación interna, en su proceso de resolución de conflictos, cuestionó su color de piel, el de los blancos (Notes of a Native Son), su homosexualidad (La habitación de Giovanni) y la religión que lo castigaba por ser él mismo, pero que también ayudó a convertirlo en el hombre que fue (Ve y dilo en la montaña). Baldwin cuestionó como nadie el sueño americano que sólo podía suceder si los descendientes de aquellos soñadores provenían de Europa y no de África (La próxima vez el fuego).
Se exilió en Francia 18 años; 8 en París y el resto en Saint-Paul-de-Vence, una comuna francesa en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. Regresó varias veces a Nueva York, sin embargo, en Estados Unidos no podía examinarse a profundidad, pues corría peligro de ser asesinado, como sus amigos Martin Luther King Jr, Malcom X y Medgar Evers. “Lo que la gente blanca no sabe de los Negroes revela, inexorablemente, lo que no saben sobre ellos mismos”, escribió en 1962. Asesinaban por ignorancia.
James Baldwin se murió el 1 de diciembre de 1987, pues el cáncer de estómago acabó con él, pero dejó uno de los legados más importantes en la historia de Estados Unidos. No por nada, sus postulados y relatos se han utilizado para comprender, desde las políticas racistas de Donald Trump, hasta el movimiento Black Lives Matter. Él fue capaz de articular lo que significaba ser estadounidense y afroamericano con la elocuencia de ningún otro.
Para el crítico de arte Benjamin DeMott, Baldwin «tiene un lugar en un grupo extremadamente selecto: ese compuesto por los pocos, genuinamente indispensables, escritores estaodunidenses».