¿Quién fue Joseph Pulitzer?
A pesar de haber sido el creador de la prensa amarilla hoy su apellido es símbolo de gran prestigio
La primera vez que se otorgó un premio Pulitzer fue en 1917, desde entonces ese nombre de origen húngaro, se convirtió en una marca de prestigio que muchos periodistas, escritores y hasta algunos músicos ambicionan. Este premio en forma de medalla dorada, se otorga cada año en 21 categorías. Si los trabajos presentados no tienen el nivel suficiente, la categoría de ese año se cancela, por lo que también se ha convertido en un sello de calidad irrebatible.
Joseph Pulitzer, murió un 29 de octubre de 1911, a bordo de su yate en el mar atlántico. Muerto y casi en el olvido consiguió la inmortalidad, dejando cerca de 250 mil dólares e instrucciones a la Universidad de Columbia en Nueva York para establecer un premio que pudiera ser considerado el más prestigioso del periodismo, un reconocimiento que tenía que llevar su apellido.
A pesar de que muchos saben de la importancia del galardón, pocos conocen la vida de este hombre que cambió el periodismo y que puso la primera piedra en ese género despreciado por muchos, la prensa amarillista, la más consumida del mundo.
Nacido al sur de Hungría en 1847, emigró siendo un adolescente hacía los Estados Unidos. Lo hizo porque quería ser parte del ejército austriaco, una profesión que podría ayudarle a cambiar su vida y la de su familia, pero sus ojos no se lo permitieron. Pulitzer padecía astigmatismo y miopía, por lo que fue rechazado de la institución castrense. Ya en suelo norteamericano, como si la guerra fuera parte de su destino, participó en el bando republicano durante la Guerra Civil Norteamericana.
Esta experiencia marcó severamente a Pulitzer y cuando por fin acabó, encontró en el periodismo un estilo de vida lo suficientemente atractivo, otra manera de mantenerse cercano al conflicto. Establecido en el Medio Oeste Norteamericano encontró trabajo en un periódico de lengua alemana, el Westlicht Post. Veinte años después de su primera nota ya era un millonario. Con una extraordinaria suma, compró el hoy desaparecido New York World.
El diario, detestado por la crítica, se agotaba como pan caliente cada mañana de los kioskos. Con ese poder económico y empresarial, fue elegido para ser parte de la Cámara de Representantes, pero tras unas semanas el cargo. renunció para volver a su verdadera pasión: el periodismo.
En la cima del mundo y de su carrera, y viviendo en la ciudad insignia del modernismo, encontró una fórmula infalible para garantizar ventas altísimas. Ofrecía a sus lectores, después de analizarlos, una serie de historias diarias que lo mismo contaban los crímenes callejeros, que la escandalosa vida privada de los neoyorquinos. Durante ese tiempo trabajó de cerca con la primera reportera del periodismo de investigación, Nellie Bly, una mujer que además rompió el record de dar la vuelta al mundo en tan solo ocho días.
En esa etapa de la vida de Pulitzer, la de su mayor éxito, encontró a uno de sus más grandes rivales en William R. Hearst. Esa competencia sin precedentes, detonó entre ambos empresarios una guerra de publicación de historias que a veces caían en lo extraordinario o en lo paranormal, sólo para obtener ventas. Entonces la credibilidad de ambos cayó en un abismo, y su guerra llegó a la arena de lo público.
Aunque el periódico de Pulitzer se vendía bien, encontró tiempos mejores tras inaugurar una tradición que se conoce como la “hoja dominical”. En esa página se imprimían cómics o tiras de dibujos, y los lectores le tomaron cariño casi de inmediato.
La primera que llegó a esas páginas y quizá por la que el periodismo escandaloso tiene ese color, fue la tira cómica El Chico Amarillo, dibujada Richard F. Outcault. Dividida en viñetas contaba la historia de un niño con una sonrisa extraña que usaba un enorme camisón amarillo. La historia se convirtió también en parte de la disputa de estos dos empresarios, quienes imprimían domingo a domingo una versión distinta de la misma, cada uno de sus periódicos. La estocada final de esta guerra fue por parte de Hearst, quien le ofreció más dinero a Outcault, para que trabajara exclusivamente para él y dejara su trabajo con Pulitzer
Hearst, ganador de la batalla, logró moldear a los tabloides, la prensa rosa y amarilla, como ahora la conocemos. Logró tener muchísimo poder, a través de un creciente número de medios: su familia aún maneja 300 revistas de todo el mundo y la llamativa Torre Hearst aún resguarda su empresa en Nueva York.
Vencido, durante los últimos años de su vida intentó regresar con fuerza a los medios, sin éxito. Sin embargo, aún totalmente desprestigiado y acusado de charlatán, Pulitzer cobró venganza haciendo de su nombre un sinónimo de prestigio. Bien dicen que la venganza es un plato que se come frío.
Recomendaciones Gatopardo
Más historias que podrían interesarte.