El siglo de las mujeres en las letras
María Fernanda Ampuero habla sobre sus cuentos brutales y la voz de las mujeres en la literatura.
Es indudable, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2018 proyectó un fenómeno que está en asenso desde hace tiempo: la escritura femenina; libros, historias… voces extraordinarias que siempre han existido pero que injustamente fueron relegadas por los atavismos de la sociedad patriarcal. Cuánto ganamos con las obras de maravillosas mujeres que escribieron contra y a pesar de todo, pero cuánto perdimos con el falso y absurdo capricho de que ellas no podían publicar como los hombres. Por fortuna el castillo de naipes se derrumba y las clásicas reviven entre los lectores mientras que las autoras contemporáneas están renovando la literatura con textos de inmenso valor.
Nombres hay muchos: las mexicanas, Valeria Luiselli, Guadalupe Nettel y Fernanda Melchor; las argentinas Samanta Schweblin, Claudia Piñeiro y Agustina Bazterrica; la cubana Wendy Guerra, la puertorriqueña Mayra Santos-Febres, la española Milena Busquets… vaya, la lista es infinita. Y es en ese infinito que se encuentra un nombre al cual debemos prestar atención: el de la ecuatoriana María Fernanda Ampuero. Nacida en Guayaquil en 1976, esta periodista, cronista y escritora, acaba de publicar un brutal y fascinante libro: Pelea de gallos (Páginas de Espuma), conjunto de cuentos cuya polifonía íntima construye una atmósfera tormentosa y bella, una prosa feminista que trastoca temas urgentes como la violencia hacia las mujeres y el desdén hacia ellas que urge detener. Los vínculos familiares y las relaciones interpersonales son los cimientos de las historias, tramas que sacuden al lector con líneas –ya se dijo- brutales: “Debes tener fe, le dijo a Marta, fe, Marta, fe, antes de desaparecer en el desierto. A Marta esa palabra ya le sabía a mierda en la lengua.”
En el marco de la FIL Guadalajara 2018, Ampuero conversó en exclusiva para Gatopardo sobre Pelea de gallos. Aquí la entrevista:
Jaime Garba: Sobre el género del libro. Me parece hubo una época dorada del cuento –con grandes exponentes y grandiosos trabajos- que en cierto tiempo decayó en calidad, lectores e inclusive en el interés de las editoriales por publicar libros de cuentos ante el boom de ventas de las novelas. Sin embargo, desde hace algunos años se ha editado más cuento y se han otorgado prestigiosos premios a cuentistas (Alice Munro fue premio Nobel); vaya, creo que el género ha retomado el lugar que le corresponde. ¿Qué piensas al respecto? ¿Cómo te sientes escribiendo cuento?
María Fernanda Ampuero: Siento que el género fuerte en América el día de hoy es el cuento y que está siendo escrito por mujeres. Creo que hay una voz femenina en Latinoamérica poderosísima, que encuentra su camino natural de expresión en el cuento. Me gusta mucho acercar el cuento a la poesía más que a la narrativa larga, a pesar de que la gente lo vincula mucho porque ambos son narrativa. Creo que el cuento tiene alma de la poesía en cuanto a buscar que cada palabra sea importante, que nada sobre y que cada palabra recree en el lector una explosión de significados. He querido hacer eso con los cuentos, que no sólo estés enterándote de algo sino que vayas sintiendo con las palabras o su ausencia una desesperación. Sobre todo en este libro he querido que haya una especie de pena (tristeza), soledad, negrura que lo atraviesa todo; y creo que eso se logra en los géneros en los que cada palabra es fundamental.
JG: Ya lo decía Cortázar: el cuento se gana por knock out y tus cuentos ganan a los pocos segundos. Has logrado en Pelea de gallos cuentos perfectos de principio a fin, con la justa tensión, con personajes arquetípicos y situaciones sumamente creativas que tienen un trasfondo crítico. Pero sobre todo me llaman la atención los finales, talón de Aquiles de muchos cuentistas. Los tuyos no tienen parangón, por ello me pregunto: ¿cómo construiste las historias de este libro?
MFA: No lo construí como un libro, fui trabajando cada cuento sin una intención de cosmos, no era mi idea. Cada cuento significó un esfuerzo brutal, me da risa y me sorprende la gente que piensa que la novela es lo verdaderamente titánico. (En el cuento) tienes que construir una cosa de tres o cuatro páginas donde exista todo. Sostener la tensión en el punto justo de que sea insoportable pero al mismo tiempo quieras seguir leyendo y trabajar con el lector. Creo que, salvo en la poesía, el cuento es un género en el que no existes de ninguna manera si no confías en la inteligencia de tu lector, porque tu lector tiene que rellenar todos los espacios vacíos, es tan importante lo que dices como lo que no dices y ese equilibrio requiere un esfuerzo descomunal, de no decir de más porque le estás quitando el trabajo al lector y eso no le gusta. En el caso de mis cuentos, cada uno tiene su propio organismo, funciona de maneras misteriosas.
JG: Un personaje que aparece reiteradamente es la mujer, la mujer en dos partes: niña-adulta. Tiene presencia en historias crudas, como víctima de acoso, con momentos de desvalorización en la infancia que después repercuten en su identidad madura. Son presencias directas con un trasfondo difícil pero que retratas con trazo magistral. ¿Cuál era tu intención con esa presencia?
MFA: No quería hacer un libro tibio. Partiendo de allí, en mi vida soy muy feminista porque creo que es la única opción que hay. Deseaba hacer buenos cuentos. Supe desde muy pronto que un cuento planfletario y pedagógico, con moraleja, no era lo que quería hacer. No es lo que leo, ni lo que me gusta, ni admiro. Meter un dogma es como mostrar las costuras, no es un traje perfectamente hecho. El cuento es un género en el que debes respetar la inteligencia del lector. Tu gran fe tiene que ser la inteligencia del lector. Yo no puedo maltratar al lector metiendo mi ideología, pero claro que está allí de alguna manera, son mis obsesiones y por supuesto que el tema de la mujer es mi obsesión, me sorprende que no sea la obsesión de todos que maten a las mujeres, no puedo no hablar… aullar, no sé cómo no se ha parado este país, no sé cómo no se ha parado el mundo, esto que está ocurriendo tiene proporciones de genocidio.
JG: Pelea de gallos es brutal, apenas comienzas y uno se encuentra con cuentos que son ganchos al hígado. ¿El estilo de estos cuentos es el de tu literatura en general? De ser así, ¿cómo lo has desarrollado? ¿Quiénes son tus influencias?
MFA: Soy poeta frustrada. He leído poesía toda mi vida. Si yo pudiera tener la potestad de hermanar mi libro con alguno, con toda la humildad del mundo, me sentiría muy feliz de hacerlo remotamente con César Vallejo en Los heraldos negros. A Vallejo lo leo como plegaria, tengo muy pocas cosas sagradas y creo que la literatura es una de ellas; creo que muchas cosas salen del aullido de los poetas. Me gusta mucho la generación del 27 española, leo mucho a Sor Juana Inés de la Cruz, es mi adoración desde que era muy joven que comencé a estudiar literatura; creo que son los poetas, la poesía, en quien me sostengo. Me gusta mucho también, que no sé si llamarla influencia, me siento hermana de Mariana Enríquez, encuentro coincidencias en mis búsquedas y las suyas, en la manera de narrar la desigualdad social, con elementos de terror, que no la vemos porque está por todos lados. Al día de hoy, con otra ecuatoriana: Mónica Ojeda, que tiene unos libros donde habla del incesto, de las sectas, del peligro de ser mujer, de la destrucción de la inocencia, de todos los peligros que rodean a la infancia; creo que las dos tenemos obsesiones muy parecidas.
JG: Por tu edad es un poco inevitable hablar de “generaciones”. Perteneces a una contemporánea de autores latinoamericanos que cada día están cobrando mayor fuerza, renovando –tal vez podríamos decir- la narrativa en español. ¿Qué piensas de esta generación de autores como Antonio Ortuño, Andrés Neuman, Santiago Roncagliolo, entre otros?
MFA: Sin desmerecer a los escritores que mencionas, siento que la literatura latinoamericana de hoy está siendo escrita por mujeres, creo que el Bolaño de esta generación son muchas mujeres, como Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Mónica Ojeda, Guadalupe Nettel, Fernada Melchor, Andrea Jeftanovic, Sara Mesa, Leila Guerriero, Verónica Gerber… son ellas quienes están escribiendo la gran obra literaria polifónica pero con voz de mujer. Estoy convencida de que este siglo es el de la literatura de mujeres y me parece bien, siempre las hubo pero había un movimiento muy centrado en los hombres.
*María Fernanda Ampuero colabora con numerosos medios internacionales y hasta la fecha ha publicado dos libros de crónicas, “Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia”. En 2016 ganó el premio Cosecha Eñe de relato.
*Fotografía de portada de Isabel Wagemann vía Páginas de Espuma
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