Bienes raíces industriales con conciencia
Olinka Valdez
Ilustraciones de Jimena Estíbaliz
Vesta es la primera empresa mexicana que a través de una serie de buenas prácticas emite un bono vinculado a ESG.
La pandemia ha traído retos inéditos para la forma de hacer negocios en el mundo. Esta nueva realidad reforzó la convicción de que, en el futuro, las empresas que pongan al centro las cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza serán más resistentes y estarán mejor preparadas para sobrevivir en tiempos de crisis.
Vesta, empresa dedicada al desarrollo, arrendamiento, compra, venta y administración de bienes raíces industriales se convirtió en mayo de 2021 en la primera firma del sector en emitir un bono vinculado a ESG (Environmental, Social and Governance) en América Latina, por 350 mdd. Como instrumento financiero, éste permitió a la firma obtener recursos para refinanciar su deuda y, a cambio, ésta se comprometió a elevar sus estándares de sostenibilidad medioambiental, social y gobernanza para que, en diez años, 28% de su superficie arrendable —hoy en más de tres millones de metros cuadrados— tenga edificios con certificación Leadership in Energy and Environmental Design (lEED).
La compañía ha invertido en acciones ambientales, sociales y de gobernanza desde sus inicios; en 2012 empezó a cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores y hoy es referente en ESG en toda América Latina.
Los bonos ESG son relativamente nuevos. Los primeros se emitieron en 2019, pero avanzan con rapidez. De acuerdo con el Observatorio de la Inversión Socialmente Responsable, publicado en marzo de este año, los mayores gestores de activos a nivel mundial avanzan rumbo a la integración casi completa de los factores ESG en las políticas de inversión.1
“¿Qué es lo que más valoran tus inversionistas? Empresas sanas, con una buena razón de negocios, con ganancias crecientes y que sean prudentes financieramente. Además, en los últimos años han sido muy claros en que quieren invertir su dinero en empresas que tengan un objetivo social, de gobernanza y de respeto al medio ambiente”, dice Juan Sottil, director de Finanzas de la firma. Esto significa que los edificios y parques industriales que buscan posicionarse deben ofrecer opciones innovadoras de eficiencia energética y consumo de agua, energías alternativas, manejo de desechos o selección de materiales. Es decir, deben ser edificios responsables con el medio ambiente.
lEED es un sistema de certificación de edificios sostenibles que, a través de la suma de puntos, ubica a los inmuebles en uno de cuatro posibles niveles: Certificación (40 a 49 puntos), Plata (50 a 59 puntos), Oro (60 a 79 puntos) y Platino (80 puntos o más). El último reporte de Vesta muestra que 11% de su superficie bruta arrendable cuenta con certificación lEED, pero no se trata de un proceso nuevo.2 El primer título se otorgó a las instalaciones de Bombardier J85, en Querétaro, en 2013. “Para el quinto año del bono tendremos 20% del área arrendable con certificación lEED”, explica Sottil.
Desarrollar edificios nuevos con estas características no es barato, pero no hacerlo es peor. Como dice Sottil, “hay un objetivo monetario muy importante para llegar a la meta”. ¿Es rentable? Más bien, es un paso obligado. La tendencia mundial va hacia la generación de indicadores ESG como complemento al desempeño financiero de las empresas. “Todo apunta a que, en los próximos años, los criterios ESG serán un antecedente financiero mundial. Yo creo que en los mercados internacionales y, eventualmente en el mercado mexicano, los agentes que prestan dinero no van a relacionarse con empresas que no tengan criterios ESG”, dice Sottil.
Las normas no son las mismas para cada empresa, sino que se configuran en el ramo de su especialidad. En el rubro de los bienes raíces deben cOlinkumplir con metodologías de construcción, eficiencia operativa medioambiental y prácticas responsables con las comunidades, que busquen su desarrollo en todos los aspectos, así como transparencia y rendición de cuentas en su gobierno corporativo. Cuando una empresa adopta prácticas de sostenibilidad, eleva sus criterios como proveedor y fortalece el vínculo con sus clientes, de tal suerte que es más problable que se relacione con otras empresas que también están dispuestas a elevar sus estándares. Se trata de un efecto en cadena o, más bien, de un círculo virtuoso.
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