Dos clásicos: uno reinventado y ¿otro?
La cartelera se llena de clásicos anglosajones con “Noche de reyes” y “Un tranvía llamado deseo”. Dos teatros, misma hora, mismas fechas… dos resultados.
Tenemos dos noticias: una buena y otra mala. ¿Por cuál empezamos? Como no sé si llegarán hasta el final de esta entrada, comenzaré por la buena: Noche de reyes, de William Shakespeare. No cabe duda, aquello que hizo reír al público londinense hace más de 400 años, llega con nuevos bríos al Foro Shakespeare y no piensa decepcionarnos.
En este espacio hemos hablado ya del dramaturgo inglés y su inmortalidad, pero si un director joven se atreve a “transgredirlo” un poco y darle un toque personal, la obra adquiere esa cualidad de lo único e irrepetible. Del aquí y el ahora. La hazaña es de Alonso Íñiguez, director de tan solo 31 años, quien decidió darle una chispa gótica-cómica, eligió excelentes músicos para escucharlos en vivo y trajo a colación de una forma inteligente y sutil temas de género, sin pancartas ni proselitismo. ¿Quiénes somos? ¿Si cambiáramos de género, de cuerpo, nos convertiríamos en alguien más? ¿Quién tiene la última palabra sobre cómo debemos amar y a quién?
Las obras literarias pueden interpretarse de mil maneras, tantas como personas las lean, y a menos de que uno esté haciendo un trabajo universitario o quiera convertirse en académico, puede acercarse a una función y con toda libertad del mundo hacerse la pregunta: ¿qué me dijo esta obra a mí?
Desconozco las intenciones del autor, y quizá sólo se trataba de la manera más honesta que encontró para hacer una obra de enredos para las celebraciones de la Noche de Reyes que se celebra 12 días después de Navidad, por ahí del 1600. Sin embargo, “algo más” que risas subyace esta comedia: ¿Qué es realmente “amor”? Acaso los solitarios de corazón nos enamoramos del amor o es a él a quien le gusta jugar con nosotros… ¿Por qué los seres humanos tenemos esa obsesión por mirar y mirar a quien no va a correspondernos? No se trata acaso del miedo a la rutina, al abaratamiento, al peligro de que esas deliciosas maripositas no vuelvan jamás…
Un breve sumario de Noche de reyes, para quienes desconozcan la trama: En la costa de Iliria naufraga un barco. Uno de los supervivientes es una mujer llamada Viola, quien cree perdido durante el siniestro a su hermano gemelo Sebastián. Ella consigue llegar a la playa con la ayuda de Fiestas (bufón de la corte del duque Orsino). Haciéndose pasar por un joven llamado Cesario, se convierte en sirviente del duque, personaje que está desesperadamente enamorado de la princesa Olivia. Después de tantos rechazos, Orsino utiliza a Cesario como mensajero y, para su mala suerte, Olivia comienza a enamorarse de él y éste último —que en realidad es Viola— de Orsino. Suena rebuscado, pero en la obra todo resplandece clarito como el agua.
Para nuestra fortuna, dos borrachines y una criada sui generis espolvorean chilito piquín en medio de tanto caramelo amoroso. Pero las verdaderas palmas de la obra se las lleva Malvolio, el mayordomo de Olivia, interpretado por Carlos Aragón, quien encarnara a Ricardo III el año pasado, y participara también en Medida por medida. Su capacidad de reinventarse y la cantidad de registros que maneja me parecen un buen pretexto para quitarse el sombrero.
¿Un descubrimiento más? Adriana Montes de Oca. No recuerdo haberla visto antes, pero su trabajo se saca un diez. Ella se encarga de que cuando el personaje Fiestas esté en el escenario, no podamos quitarle los ojos de encima. Incluso si los protagonistas recitan sus líneas principales. Sin duda, de lo mejor que hemos visto este año.
El otro lado de la moneda
Advertencia: la culpa no la tiene Tennessee Williams. Los mismos días y en el mismo horario, sólo que en el Helénico, se presenta Un tranvía llamado deseo. Uno de los clásicos más entrañables de la dramaturgia estadounidense. Desde su estreno en los años 40 no ha dejado de exhibirse en algún lugar del mundo. Y claro que el título suena súper tentador como para reservar un sábado en la noche con cena y amigos de por medio. Pero no. Desgraciadamente la obra se queda en la medianía, y con un texto tan potente, resulta válido preguntarse: ¿por qué los actores transmiten tan poco?
Los asistentes comienzan a moverse en sus asientos cansados, y los momentos de tensión se desdibujan. Las palabras salen de la boca, pero no del estómago, ni del cerebro, ni del corazón. Por eso, los diálogos se sienten forzados y el final llega sin emoción.
Mónica Dionne interpreta a Blanche, el personaje principal, una mujer madura que lo ha perdido todo y que llega a Nueva Orleáns a casa de su hermana Stella y su cuñado Stanley, para descalificar todo su mundo y confrontarse consigo misma. Ahí se entabla todo un panorama de cuestionamientos, de conflictos interiores, de alguien a quien la vida le ha apagado ya la última vela. Una historia que retrata el machismo exacerbado y el papel de la mujer en una sociedad donde no se le permite ser. Las sombras de las apariencias, las luces de las mentiras y el sol como desesperanza.
Pero no. Las directoras no logran conmover, el escenario y la utilería parecen grandilocuentes, aunque carecen de sentido. El problema principal: las actuaciones, sobre todo de la protagonista.
Así es el teatro, una experiencia, un riesgo y, finalmente, el espectador tendrá la última palabra cuando se cierre el telón.
Noche de reyes de William Shakespeare
Hasta el 7 de mayo de 2017
Viernes 20:30 horas, sábado 18:00 y 20:30 horas, domingo 18:00 horas
Dirección y adaptación: Alonso Iñiguez
Zamora 7, Col. Condesa, CDMX.
foroshakespeare.com
Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams
Hasta el 30 de abril de 2017
Viernes 20:30 horas, sábado 18:00 y 20:30 horas, domingo 18:00 horas
Dirección: Iona Weissberg y Aline de la Cruz
Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn, CDMX
helenico.gob.mx
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