El primer ministro de Etiopía fue reconocido por su importante labor en la solución de conflictos
“El pájaro de la paz acaba de aterrizar en Asmara”, anunció Ethiopian Airlines cuando el vuelo ET0312 llegó a la capital eritrea. Por primera vez en dos décadas, una nave etíope voló de su capital, Adís Abeba, hasta Asmara. Aquel miércoles 18 de julio de 2018, Etiopía y Eritrea celebraron en grande. La disputa territorial que había mantenido a las dos naciones africanas en profunda rivalidad desde 1998 parecía estar llegando a su fin. Una semana previa al histórico día, Abiy Ahmed Ali, primer ministro etíope, se reunió con el presidente eritreo Isaias Afwerk y sellaron el acuerdo que marcó una nueva época en la relación entre los dos países del cuerno de África.
Poco más de un año después, el 11 de octubre de 2019, Abiy Ahmed recibió el Premio Nobel de la Paz. El Comité Noruego decidió reconocer los esfuerzos del primer ministro etíope por poner fin al conflicto. Ahmed, de 43 años, se convirtió en primer ministro del país africano en abril de 2018 y con su llegada vinieron una serie de reformas que sacudieron a una nación que por años había vivido bajo un control extremo. Los ideales progresistas del joven político se reflejaron en cada una de sus decisiones, que si bien fueron recibidas de manera positiva por un gran sector de la población, en una de las naciones más pobladas de África, también se enfrentaron a una serie de críticas.
Entre sus primeras decisiones, recurrió a liberar de la cárcel a miles de activistas opositores y periodistas, permitió que disidentes exiliados regresaran a casa y denunció su tortura. Abiy Ahmed cimbró al país al reunirse con la oposición y la sociedad civil para discutir las reformas. El papel de la mujer en la política adquirió singular importancia y el primer ministro reforzó su compromiso con la igualdad de género al generar paridad en su equipo y nombrar mujeres para la mitad de su gabinete. Su agenda progresista fue genuinamente celebrada entre la comunidad internacional.
Consciente de estar al frente de una de las economías más débiles, Abiy Ahmed ha concentrado sus esfuerzos en implementar proyectos que permitan alejar al país de los monopolios estatales en busca de una economía liberalizada. Sin embargo, sus esfuerzos son muy recientes y para ver un verdadero cambio, aún se requiere mucho tiempo. Etiopía sigue siendo un país donde cientos de personas abandonan sus hogares en busca de mejores condiciones de vida. No solo huyen por cuestiones económicas, sino porque aún se trata de uno de los países más inseguros del mundo.
Nacido en la ciudad de Beshasha, Abiy Ahmed es el decimotercer hijo de su padre y el sexto y más joven de su madre. La religión siempre estuvo presente durante su niñez y estudiar era algo que disfrutaba mucho, desde temprana edad supo que la educación sería un puente para lograr éxito en su vida. La política siempre fue una opción a alcanzar. Vivió el proceso de transición de su país tras la guerra civil, que abarcó hasta 1991, con el fin de la República Democrática Popular de Etiopía. Aquella época tuvo un gran impacto en la familia del ahora primer ministro, pues su padre y su hermano mayor fueron arrestados junto a decenas de etíopes. En ese mismo año se unió a la lucha armada contra el régimen marxista-leninista de Mengistu Haile Mariam, líder del Consejo Administrativo militar.
Años más tarde, en 1993, Abiy Ahmed sirvió en la actual Fuerza de Defensa Nacional de Etiopía. Seguía en activo durante el conflicto entre Etiopía y Eritrea, que estalló en mayo de 1998 y se calcula que murieron entre 53 mil y 300 mil personas. Fue dos años después que ambos países alcanzaron un acuerdo de paz que, sin embargo, jamás se implementó hasta la llegada del actual primer ministro, quien convencido de lograr un cambio positivo se reunió con el presidente eritreo Isaias Afwerk el año pasado.
A raíz de la resolución del conflicto con Eritrea, el primer ministro ha participado en otros procesos de paz y reconciliación en el norte y oeste del continente africano como el proceso de reconciliación con Yibuti en septiembre de 2018. Asimismo, medió entre Kenia y Somalia para la resolución de su prolongado conflicto sobre los derechos a un área marina en disputa. Su más reciente logro ocurrió el pasado mes de abril cuando fue pieza clave en la mediación para que el régimen militar y la oposición en Sudán hayan retomado las negociaciones con miras a una transición pacífica a un gobierno civil.
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