Carlos Monsiváis escribió que Manzanero hacía “del trabajo constante su fuente de inspiración, de la inspiración uno más de sus recursos estilísticos y de los tres o cuatro minutos de cada canción, el paisaje donde la melodía compleja y las frases sencillas hacen inevitable el enamoramiento del amor”. Y era eso, la capacidad que sus canciones tenían para “reforzar el ser romántico y sensible del mexicano contemporáneo”.
En 2014, al concluir una entrevista con Alejandro Millán Valencia para la BBC, Manzanero respondió una pregunta sobre el futuro de la música romántica: «Por supuesto que va a sobrevivir, porque hay una cosa muy importante para nosotros los latinoamericanos, mientras las parejas necesiten decir ‘te amo’, no se lo van a decir con reguetón».
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Al hablar de su vida sentimental en una entrevista para Imagen Televisión, en 2019 , recalcó: “no se lo recomiendo a nadie y no es nada de lo que uno se pueda sentir orgulloso y, mucho menos, presumir. La gente que tiene suerte en la vida se casa una sola vez, porque la primera vez que se casa, encuentra a la gente que lo soporta, que lo entiende, que le aguanta sus tonteras…”. Sin embargo, entre sus múltiples relaciones, hay una en particular que lo inspiró a escribir varios temas que han quedado plasmados en la historia de la música latinoamericana, cuando conoció a una cantante entonces desconocida: Laura del Castillo.
En entrevista con Gatopardo, a sus 86 años de edad, Laura recuerda que “desde chica me gustaba cantar. A mi mamá le gustaba que le cantara mientras hacía quehaceres de la casa, pero ya de grande, cuando trabajaba en una revista, me dijeron de un pianista que daba clases de canto y comencé a ir. Durante mi hora de comida en el trabajo, me iba a las clases; era en un rumbo feo pero no me importaba, yo iba en los ratitos que tenía».
Poco tiempo después de la muerte de su padre, telegrafista, ingresó al internado Mier y Pesado, en la Ciudad de México. “Desde ahí veíamos las peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe; también un día vimos pasar desde la ventana a Miguel Alemán Valdés, entonces presidente de México. ¡Quién iba a decir que, años después, mi representante me llevaría a cantar a una comida en dónde iba a estar él! Recuerdo muy bien que me pidió que le cantara “Tú me acostumbraste”, del cubano Frank Domínguez, y se la canté”, dice.
En los inicios de su carrera, cuando poco a poco empezaba a trabajar en varios espacios, «surgieron contratos en los bares de los mejores hoteles de la república. En la ciudad, por ejemplo, trabajé en el Hotel Continental, en el St. Regis y en el desaparecido Hotel del Prado, en Avenida Juárez”. Laura siempre interpretó canciones románticas y boleros.
Laura del Castillo cantando en un programa de televisión en 1970 / Fotografía cortesía de Laura del Castillo.
A finales de 1966, en la Ciudad de México, Laura del Castillo tenía 30 años. Venía regresando de una gira en Centroamérica. “Mi representante me dijo que había un lugar, La Calandria, donde buscaban a una cantante, y aunque no quería salir ese día, él insistió diciéndome que ahí tocaba Armando Manzanero. Con eso me convenció”. Ese día sucedieron dos acontecimientos cruciales: conoció al que se convertiría en un símbolo de los boleros mexicanos, y consiguió un empleo como cantante en aquel sitio.
“Fue así que comencé a cantar en La Calandria acompañada de Armando Manzanero. Nunca me hubiera imaginado que eso iba a pasar”. La música del maestro aún no cobraba la fama que tiene ahora, “solo era conocido en el medio artístico: Angélica María ya le había grabado dos canciones, una de ellas, “Eddy, Eddy”, y la otra, “Paso a pasito”. Esas eran las que sonaban en ese entonces, pero famoso, no era. En ese momento solo componía, no cantaba”, señala Laura. Una relación amorosa inició tiempo después y duró menos de un año pero, a pesar del corto tiempo, recuerda con cariño varias anécdotas de su tiempo juntos y en entrevista desde Aguascalientes, con el apoyo de su hija Laura Gabriela, las narra por primera vez.
Folleto del restaurante La Calandria, 1966 / Fotografía cortesía de Laura del Castillo.
“Yo quería que él mismo interpretara sus canciones, ya que les daba un estilo especial. Es por esto que lo convencí de que era importante que cuidara su imagen. Un día llamé a la chica que me arreglaba las manos y le pedí que se las arreglara a él. ¡Se puso furioso!, pero sí se las arregló; también lo animé a vestirse mejor y tuve el gusto de comprarle las primeras cuatro camisas con las que debutó en El Quid, ya con el éxito de las primeras canciones”. Después de conocer a Manzanero, comenzó a interpretar sus canciones y, a partir de eso, se volvieron su repertorio como cantante.
En febrero de 2020, durante los primeros minutos del programa Noche, boleros y son del Canal Once, con Rodrigo de la Cadena, Armando Manzanero contó la anécdota detrás de la canción “Contigo aprendí”, una de sus canciones más famosas y con uno de los versos más icónicos: “aprendí / que la semana tiene más de siete días, / a hacer mayores mis contadas alegrías / y a ser dichoso, yo contigo, lo aprendí”. En ese programa, reconoció que Laura siempre creyó en él y lo empujó a grabar sus propias canciones y a mejorar su imagen como artista. El maestro relató que él conocía a una mujer hermosa que cantaba muy bello y que un día, cuando ella lo invitó a comer ostiones, le preguntó por qué lo había invitado a comer en lunes. Y ella le respondió, “porque los días no tienen nombres, los hombres le pusieron nombre a los días, pero para usted y para mí, que hemos pasado un rato muy agradable, para mí es domingo; para usted, que sea sábado”.
Con nostalgia, Laura envía fotografías de los recuerdos que tiene del tiempo que compartió con Manzanero. Entre ellos, hay un papel con la letra original de aquella canción. Ésta es su versión: “Una vez que salimos en lunes, me preguntó que por qué andábamos de paseo entre semana. A esto yo le respondí que, para mí, todos los días con él eran especiales, como los domingos”.
Letra original de la canción “Contigo aprendí” / Fotografía cortesía de Laura del Castillo.
Entre las canciones inspiró Laura del Castillo, se encuentran: “Ésta tarde vi llover”, “Mía”, “Adoro”, “ Tengo”, “Felicidad”, “Eso eres para mí”, “Te amaré” y “Te extraño”, entre muchas más.
“Me regaló muchas letras en servilletas, en programas de espectáculos en recibos o en cualquier cosa que tuviera a mano, con dedicatorias llenas de amor”. Y también le regaló su primer disco, A mi amor con mi amor, que aún conserva, enmarcado, en su casa. También conserva las letras originales de varias canciones, pero la de “Adoro”, por ejemplo, no la tiene, porque cuando Manzanero enfrentó una demanda por plagio, Laura le envió la letra original para ayudarlo a comprobar que la acusación era falsa.
Según el blog de Francisco Xavier Romero Muñoz, en 1969, el cantante Raúl Hernández de la Rosa demandó al compositor por haber plagiado la música de su canción “Una pena” para musicalizar la primera parte del tema “Adoro”. Laura explica que “en su libro, en el capítulo donde habla sobre mí, [Manzanero] dice que yo me presenté en el juicio, pero eso no sucedió así, sino como lo digo aquí: solo le envié el original”. Se refiere al libro Armando Manzanero: la última canción. Remembranzas, (APP, 2013).
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Letra original de “Perdóname” / Fotografía cortesía de Laura del Castillo.
“Aquel señor” es una de las canciones favoritas de Laura del Castillo, por la historia que lleva detrás. “Me la escribió cuando yo estaba de gira. Habla de que me regalaba flores seguido y siempre se las compraba al mismo señor, pero cuando yo me fui de gira, el señor le pregunta que por qué ya no ha pasado a comprarle”.
Así nace la canción: “aquel señor/ a quien compraba las flores que te daba / me preguntó por ti, / que qué pasaba, que por qué no te llevaba;/ le tuve que decir que no te veo más, / que ya no sé de ti, / que te fuiste de mí”.
La canción tiene más adelante una frase que dice: “los árboles aún se inclinan para verte caminar”; Manzanero se refería a los árboles que están sobre avenida Río Churubusco ya que, en ese entonces, ella vivía por ahí. También cuenta que la letra de “Perdóname” nace de una pelea que tuvieron: “Me la escribió una vez arrepentido por sus rabietas, ya que siempre me celaba, ése era su defecto, de todo se ponía celoso. En aquel tiempo me regalaban muchas orquídeas después de mis actuaciones y él se ponía furioso. Una vez juntó todas las orquídeas que me habían dado, las puso en el suelo y las pisó con su auto. Ésta fue una de las cosas que me alejaron”.
“Perdóname / por malograr todo lo bueno que me has dado, / por provocar la cosas malas que han pasado. / Hoy me arrepiento de no haberlas evitado”, dice la canción.
Laura del Castillo dejó la vida artística porque estaba cansada de los viajes. Aunque era agradable ensayar, cantar y conocer gente, después del espectáculo, cuando regresaba a su habitación de hotel y sentía el silencio, se sentía sola. Su última presentación fue en 1982. Después tuvo dos hijos: a Gilberto, con su primer esposo, y a Laura Gabriela, con su segundo y último matrimonio. Tiene cuatro nietos, pero sus nietas, Alina y Aminta, son una de las razones por las que decidió contar su historia. “Armando contó esta historia algunas veces, pero faltaba la mía. Por eso he decidido contarla ahora, además de que mis nietas querían escucharla de mi voz y que públicamente se supiera que yo fui inspiradora de muchas y hermosas canciones. Siempre lo recordaré y me quedan las canciones que me escribió para jamás olvidarlo”.
La última vez que Laura y Armando Manzanero se vieron fue en el 2004: “Mi amiga, Lucy Andiano, se lo encontró en la Sociedad de Autores y Compositores en México, y Armando le pidió mi teléfono para invitarme a comer. En ese mismo momento delante de ella me marcó; cuando escuché su voz en el teléfono casi me caigo de la cama, no lo podía creer”.
Manzanero llegó a Aguascalientes en la mañana, a 500 kilómetros de distancia de la Ciudad de México; le llamó para avisarle que había llegado y le preguntó por un lugar dónde podía comprar algunas artesanías de deshilado. “Le recomendé un lugar que está de camino del aeropuerto y después llegó a mi casa. Salimos a comer a un lugar que desafortunadamente ya no existe, La Mezcalina. Al terminar, me llevó a casa y se fue”.