El virus de PowerPaola
La célebre novela gráfica colombiana “Virus tropical” llega al cine como una bocanada de aire fresco para la animación de su país.
En una noche de tormenta, Hilda y Uriel se entrelazan, desnudos, en una habitación decorada con pequeños restos de sus vidas hasta ese momento. Conciben sin saberlo un pequeño milagro: una niña que nacería a pesar de que a su madre ya le hubieran ligado las trompas, a pesar de que su padre estuviera destinado al servicio de la iglesia católica. Los espermatozoides danzan a cuadro, en una carrera por fecundar el huevo primordial. Así empezó a mediados de los años setenta la existencia de Paola Gaviria, historietista ecuatoriana-colombiana quien estrenó en el 58º Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI) la película Virus tropical.
Para los médicos era imposible que fallara el método anticonceptivo, así que le dijeron a la madre de Paola que estaba enferma, que seguro lo que tenía era un virus tropical. Esa frase acompañó a la historietista durante décadas, hasta que se convirtió en el título de su primera novela gráfica, publicada primero como hojas sueltas en su blog y luego compiladas como volumen por La Silueta Ediciones en 2011. A la fecha, el libro se ha traducido al inglés y al francés y se ha publicado en Argentina (Editorial Común) y en España (Random House – Mondadori), con una próxima fecha de edición para México.
Aunque llegó a la vida casi como un accidente, Paola Gaviria, también conocida como PowerPaola, se ha convertido en una voz fuerte de la historieta colombiana y del ámbito de la ilustración en América Latina. Es, en efecto, un virus que se extiende por las artes visuales de la región. Sus sencillas memorias de una infancia latinoamericana mostraron que el cómic rebasa las aventuras de superhéroes y que no necesitas tener un nombre en la industria para producir una historia cautivadora.
Cuando Paola terminó de publicar en línea los 12 capítulos de su novela gráfica, su viejo amigo Santiago Caicedo le propuso adaptarla a película. En un país que ha producido apenas ocho largometrajes animados en 40 años, la idea parecía descabellada y titánica. Pero en un ánimo creativo, decidieron intentarlo. Después de cinco años de trabajo intenso, un equipo de artistas plásticos comandados por PowerPaola y Caicedo presentan en el FICCI esta sencilla joya de animación que ya pasó también por el Festival Internacional de Cine de Berlín.
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A simple vista, con su vestido rojo cubierto de flores y las enormes gafas oscuras que le cubren el rostro, Paola Gaviria podría ser cualquier turista extranjera caminando elegante por Cartagena. El cabello corto al mentón, la sonrisa de un rojo incandescente, cuando empieza a hablar se siente la energía contenida que habitualmente guarda para la hoja en blanco. Habla y es la Paola de los dibujos que sale en pantalla reclamando a su familia que no la traten como a una niña o que se encuentra a sí misma en el arte y en una pandilla de grafiteros nocturnos en Cali, lejos del aburrido mundillo donde su novio de adolescencia y sus otros amigos esnifan cocaína por no tener algo más interesante con qué entretenerse.
Con líneas negras y espacios en blanco, además de algunas texturas que recuerdan los bordes sin afinar de un dibujo incompleto, el equipo detrás de Virus tropical construye la vida de una niña curiosa, sensible y creativa. Una Paolita que desde niña aprende a expresarse con el arte y que acude al dibujo para protegerse de las circunstancias negativas que afectan su vida. Si su madre pelea a gritos con sus hermanas, ahí va Paola chica dibujando. Si la rechazan en su nueva escuela caleña por el acento ecuatoriano y la pinta de güera “gringa”, ahí va Paola a dibujar otra vez. Si se acaba el mundo, ahí sigue Paola, con lápiz en mano, dibujando.
“Yo creo que cada uno llena su vacío existencial como puede,” cuenta PowerPaola en entrevista durante el FICCI. “Algunos consumirán drogas, otros tomarán alcohol… Hay que llenar ese vacío como sea y a mí el dibujo me salva. Es liberador. Por más dura que sea una cosa, en el momento en que la dibujo, me hace sentir que la vida es mucho más expansiva y amplia de lo que mi mirada puede captar”.
Así, en Virus tropical vemos su camino geográfico de la mano de su crecimiento emocional. Paola nació en Ecuador pero dejó Quito en la adolescencia para mudarse a Cali, donde vivió los formativos años de su adolescencia –de ahí que también se identifique como colombiana–. Esta travesía, así como la compleja relación con su madre, la casi inexistente presencia de su padre en su vida y la filial cercanía de su hermana Patty, se desarrollan ante la mirada del espectador asistidos por el guión de Carlos Enrique Lozano, quien transformó la docena de episodios del cómic en cuatro bloques narrativos que no pierden la candidez y espontaneidad de su contraparte impresa.
La animación en 2D enfatiza esa sensación de construcción constante. Pareciera que con sus texturas y líneas que se salen del molde, ningún dibujo está pulido al cien por ciento. “Tiene un poquito de punk, como bocetos todavía, personajes que se van construyendo durante la película,” explica el director Santiago Caicedo, cuya premisa fue siempre ser fiel al material de origen. “Tuve que cuidar mucho esa voz de las mujeres, ponerme en el zapato de las chicas y hacer que estos personajes femeninos, poderosos e independientes capaces de pararse ante todas las adversidades y llevar su vida con mucho poder se mantuvieran fuertes y presentes durante todo el proceso”.
El saborcillo punk de Virus tropical también se percibe en su banda sonora. Si bien el cómic cuenta con referencias específicas a canciones de tantos géneros como facetas tienen sus protagonistas, costear los derechos de reproducción de las mismas era imposible . “La banda sonora la hizo Adriana García y se basó un poco en buscar el sonido de cada época por la que pasa el personaje,” explica Santiago Caicedo de las contagiosas y rítmicas melodías que acompañan las aventuras de Paola y su familia. Además de García, participan en la banda sonora las agrupaciones Malas Amistades y Amadeo González, quienes a su vez son ilustradores o dibujantes. “Esta película en su mayoría está hecha en su mayoría por artistas plásticos. Es muy del campo de dibujo, de las artes, tiene una sensibilidad muy hacia eso que se siente no solo a nivel gráfico”, agrega Caicedo.
Una de las mayores fortalezas de Virus tropical es la naturalidad en las personalidades de sus protagonistas. Al haberse criado en una familia fundamentalmente compuesta por mujeres, PowerPaola desarrolló una voz particular que resuena en cada viñeta y escena de la película. “Lo más importante de esa novela, además de su contenido es que fue hecha por una mujer y latinoamericana. Pero mujer sobre todo,” explica Maru Aguzzi, directora de la Feria de Ilustración Contemporánea Gran Salón [con versiones en México y Colombia]. “Ahora vemos más novelas de mujeres, más cosas, pero aunque parezca que no, hace unos 5 ó 6 años que salió Virus Tropical no había tantas cosas de mujeres en este mundo del cómic y de la historieta”.
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La última película animada que se presentó en competencia en el FICCI fue Desterrada (2014), de Diego Guerra, una cinta que experimentaba con distintos estilos de animación para contar la historia de una adolescente cercana a las consecuencias de la guerra colombiana. De acuerdo con Diana Bustamante Escobar, directora artística del FICCI, el que vuelva a haber un largometraje animado en el FICCI es síntoma de la buena salud de una industria que ha producido menos de una docena de largometrajes animados en cuatro décadas.
“Tener animación no es habitual para nosotros,” cuenta Bustamante en entrevista con Gatopardo. “Menos una en blanco y negro que sea una historia familiar, de mujeres, de casualidades, de abandono. Es muy emotiva y no solamente está a nivel de nuestra competencia, sino que va teniendo vida internacional”.
Para Bustamante, quien se emociona hasta las lágrimas al hablar de la evolución del cine colombiano contemporáneo, tener en la programación del FICCI una cinta como ésta es un regalo. “Cintas así se vuelven esperanzadoras para todas las personas que están tratando de hacer animación y ven con esto que sí se puede”, agrega. “Este equipo pasó cinco años haciendo esto y les tocó hacer una labor pedagógica con todos nosotros; les tocó enseñarnos cómo se come la animación”.
Este reto no pasó desapercibido para el equipo de Virus tropical, pues en palabras de Santiago Caicedo, hay tres cosas que desean lograr con la película. “Una es que se vea que pueden contar historias arriesgadas donde la técnica puede ser más rudimentaria pero va a funcionar; otra es que uno no tiene que tener un presupuesto exorbitante para poder hacer animación; y que puedes hacer también historias que sean tan importantes como las de cualquier otra película”.
La mayoría de los largometrajes colombianos animados ha seguido la tendencia norteamericana de contar cuentos infantiles, leyendas regionales o el ocasional relato más maduro. La historia que exhibe PowerPaola en la adaptación de su novela encontró una acogida natural en esta edición del FICCI, donde las películas de la selección oficial se enfocan en los lazos familiares y en cómo las generaciones más jóvenes lidian con las consecuencias de una violencia que ha disminuido con los años. Títulos como The Smiling Lombana (Daniela Abad), Matar a Jesús (Laura Mora) y Pickpockets (Peter Webber) complementan sus temas e integran un programa interesante para repasar los mismos.
“La programación se teje de forma misteriosa,” explica Diana Bustamante. “Este año está muy relacionada con la familia. Creo que se debe a que por fortuna somos un país diferente hoy y la gente se ha permitido soñar que es posible hacer cine”. Para ella, el cine de estos tiempos es una oportunidad para explorar de manera diferente las trazas de la guerra que formaron parte de la cotidianidad por tantos años. Así, en medio de una ilusión romántica de la PowerPaola adolescente la vemos esquivar una balacera en una plaza comercial de Cali y recorremos con ella en autobús las calles donde viven los narcos caleños en mansiones opulentas. Son elementos del contexto, pero nunca se apoderan de la vida de la familia Gaviria. “Cuando la guerra deja de ser nuestra prioridad, la siguiente tarea puede llegar a ser aprender a conocernos, reconocernos, narrarnos,” concluye Bustamante.
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Para Paola, mirar en pantalla las viñetas de su vida equivale a un acto de psicomagia con el que encuentra nuevas perspectivas para liberarse de complejos o para redescubrir su propio espíritu. Eso sí, sin reescribir el pasado. A fin de cuentas, la Paola dibujada es su alter ego pero también un personaje por sí misma, así como sus hermanas dibujadas no son la Claudia y la Patty de su vida de carne y hueso. “Desde que empecé traté de editarme pensando en función de la historia,” cuenta la autora. “Por un lado sí siento una cercanía inevitable con el material, pero ahora tienen voces nuevas, tienen vida propia y eso genera una distancia salvadora. Ya no son solo mis manos contando la historia,” concluye PowerPaola, lista para enfrentar una nueva sala del FICCI y mirar su infancia otra vez en pantalla. Quizá después de todo, los médicos tenían razón: lo que la mamá de Paola Gaviria tenía era un virus tropical que hoy infecta a su audiencia más fuerte que nunca.
Este trabajo fue producido en la Beca Gabo de Periodismo Cultural 2018, organizado por la FNPI, con el apoyo del Ministerio de Cultura de Colombia y The Cartago Foundation.
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