Cuando un boxeador se levanta
Tonas Lima
Fotografía de Ale Cen
En una noche calurosa de Mérida, como todas las noches de Mérida, dos boxeadores profesionales se enfrentan en una pelea que ambos merecen ganar porque los acerca un poco más al futuro que aspiran: ser campeones del mundo, como lo son y han sido tantos boxeadores mexicanos; un camino en el que todas las peleas cuentan y de todos los contrincantes se aprende.
«¡Es ahora o nunca, cabrón!», grita desde la esquina azul Rudy López, el entrenador y excampeón mundial originario de Quintana Roo. Es el tercer round. Su boxeador Asbel “Chocolatito” Bolaina acaba de caer a la lona por segunda vez en la pelea.
Chocolatito se levanta de inmediato. Es bajito, delgado y de piel morena oscura. Limpia el sudor de su frente con el guante y abre bien los ojos para mirar a Russel Acosta, su rival. Sus grandes ojos negros casi se salen de la órbita en un gesto de fúrica concentración. Levanta la guardia adelantando la mano derecha. Es un boxeador zurdo. Parece una mantis calando la distancia a la que está de Russel para arrancarle la cabeza de una sola mordida.
Russel también está concentrado. Da brinquitos sobre la punta de sus pies y se mueve hacia la derecha; sabe que girando en sentido contrario a las manecillas del reloj encontrará un punto débil en el Chocolatito para conectarle una derecha poderosa, el golpe con el que se le gana a los peleadores zurdos.
La pelea está pactada a seis rounds en peso minimosca (48 kilos), la misma categoría en la que fue campeón del mundo el boxeador mexicano Ricardo “el Finito” López en 1990. La misma que le ha dado cuatro campeones mundiales al boxeo yucateco. Miguel Canto fue el más importante de ellos.
Russel conecta jab, derecha y upper, con su guardia bien puesta, casi impenetrable. Chocolatito mueve la cintura y tira ganchos durísimos al hígado y las costillas de Russel. Este es un enfrentamiento de dos estilos diferentes: Russel, el estilista; Chocolatito, el fajador que contragolpea. Dos localidades distintas: Chocolatito de Cancún y Russel de Yucatán. Esta noche de junio de 2024 la pelea sucede en Mérida, Yucatán. Es la segunda función de boxeo profesional del año en el estado y la primera con peleas de grandísima calidad.
El público grita “¡Vamos, Russel! ¡Vamos, Russel! ¡Noquéalo!”. Se siente la felicidad del público al ver a una de las próximas grandes figuras del boxeo yucateco, que pelea por primera vez tras una lesión en su mano izquierda que lo inhabilitó por casi año y medio. La tradición boxística de Yucatán pone un gran peso en los hombros de Russel; es el heredero de un legado de campeones minimosca de los años setenta: Chato Castillo y Lupe Madera. Pero el cancunense no pone las cosas fáciles. Lo lleva hacia las cuerdas y lo mete en aprietos. Suena el aviso de los últimos diez segundos del 6to round, el último. Chocolatito le dice “ven” con el guante después de haber recibido una fuerte combinación de golpes en el rostro. Es bravo y el público está en su contra. Está lejos de su casa. No tiene nada que perder. Russel sí, es el invicto (10-0, 5 KO). Chocolatito ya conoce la derrota, en 2023 perdió contra Diego Briseño, un invicto boxeador de la Ciudad de México.
Todos sospechan el resultado final.
Herederos de una tradición
Russel proviene de una familia de boxeadores. Su tío, José Cacho Silveira, fue Campeón del Mundo de la asociación IBA en peso gallo en el 2011. Sus primeros recuerdos del boxeo se remontan a cuando era niño y asistía a las peleas de sus tíos José y Diego Silveira. Comenzó a entrenar a los ocho años y en su carrera como boxeador amateur logró 60 peleas, 50 victorias y 10 derrotas. Obtuvo una medalla de bronce en los Juegos Nacionales CONADE (el torneo amateur más importante a nivel nacional) y un cinturón del Consejo Mundial de Boxeo al quedar campeón de un torneo organizado en Mérida.
Ahora tiene 24 años y las “orejas de coliflor”, con el cartílago endurecido y deforme que tienen todos los peleadores. Es la marca del oficio de los golpes. Russel es originario de Kanasín, un municipio del sur de Yucatán, a media hora de la capital, conocido por la rudeza de sus habitantes y por ser “La capital del panucho”, una comida típica yucateca hecha con tortilla frita. “Soy orgullosamente kanasinero”, repite Russel en cada oportunidad.
Desde hace cuatro años entrena en el gimnasio San Francisco de Asís, un gimnasio de boxeadores profesionales conocido como “la cuna de campeones”, porque de ese lugar han salido cinco de los siete campeones del mundo yucatecos. Sus entrenadores son Chucho Basto y Nicanor Peniche.
Su prometedora carrera profesional se detuvo cuando se lesionó la mano en un sparring, a finales del año 2022. Su mano izquierda impactó en la frente de su rival y los tendones se le inflamaron. Luce unos puños deformes, sobre todo en el nudillo de en medio.
—Durante ese año y medio que estuve en recuperación hubo momentos en los que quería dejar el box —cuenta Russel—. Me sentía desesperado, pensaba “¿qué voy a hacer si mi nudillo ya no va a quedar bien?”. Pero creo que la motivación de la familia, cuando me dijeron “lucha por tus sueños” me hizo seguir aquí.
Hace seis meses le habían programado una pelea. Pensó que sus nudillos ya se habían recuperado, pero en un sparring nuevamente el dolor regresó. La rehabilitación ha tenido que cubrirla de su sueldo como encuestador del gobierno de Yucatán. De lunes a viernes Russel recorre las calles de Kanasín haciendo encuestas a sus vecinos, con el calor de 30 a 40 grados que llega a hacer en Yucatán. De sus peleas a seis rounds ha llegado a ganar hasta 12 mil pesos, de los cuales debe pagar el 30% a sus entrenadores, como es la costumbre en el box profesional. Sumando otros gastos que hay que hacer durante una pelea, como el costo del vendaje, le quedan unos ocho mil pesos libres. Es por esto que muchos boxeadores suelen buscar patrocinios de pequeños comercios o empresas. Russel tiene siete patrocinadores, entre los que están la herrería de su padre y una taquería. Los patrocinadores le ofrecen $1500 por combate y a veces le ayudan a pagar vitaminas o pasajes.
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La historia del Chocolatito Bolaina es diferente. Él es originario de la colonia El Trébol, a las afueras de la ciudad de Cancún. Es un lugar sin pavimentación ni alumbrado público, “pero sin malandros”, dice Chocolatito. Su padre es taxista y su madre ama de casa. El boxeo llegó a su vida cuando de niño vio en la televisión una pelea del Canelo, antes de que fuera Campeón del Mundo. Quedó fascinado por el aguante y la dureza del boxeador tapatío. Él y su hermano, aún siendo niños, se ponían unos guantes que tenía su padre y en el patio de la casa se agarraban a golpes entre risas. Pero fue hasta que tuvo 16 años que decidió entrar a un gimnasio de boxeo: el World Champions.
La carrera amateur del Chocolatito fue corta. En tan solo tres años logró convertirse en campeón estatal, regional y subcampeón nacional de los Juegos Nacionales CONADE 2022. Pero su meta siempre fue ser boxeador profesional y para lograrlo tuvo que cambiar de gimnasio y de entrenador. Actualmente entrena en Pygmakhia, uno de los gimnasios más importantes de Quintana Roo, y su entrenador es Rudy López, el primer campeón mundial del estado. Chocolatito ve en Rudy una figura a seguir, las historias que le cuenta sobre sus peleas las absorbe como si fueran las historias de un superhéroe.
Antes su apodo era “el Chocorrol”, así lo conocen en su colonia. Pero su entrenador le dijo “tú vas a ser el Chocolatito, vas a tener el apodo de varias leyendas del boxeo”, como el excampeón mundial nicaragüense en peso minimosca Román “Chocolatito” González.
El cariño de la gente
Antes de la pelea, en los vestidores, Chocolatito y Rudy se abrazan. Rezan. Piden bajar bien del cuadrilátero, que la divinidad los proteja de las lesiones y que el público se encariñe de su forma de pelear. Ambos usan uniforme plateado con negro. Brillan desde la lejanía. El short del Chocolatito tiene flequillo en el cinturón y en los costados, esos cientos de hilos plateados se mueven con él, dándole un efecto vistoso y particular.
Russel hace sombra en un rincón oscuro, alejado de todos. Se mira concentrado. Dice que está ansioso por regresar al ring y probarse a sí mismo. Confía en sus puños.
Llega la hora del combate. Arriba del ring el presentador anuncia sus nombres y récords. Una multitud le aplaude a Russel, la estrella, la promesa. Solo unos cuántos aplauden al Chocolatito. Su familia viajó cinco horas para venir a apoyarlo.
En el último round Chocolatito le conecta a Russel un volado de izquierda en la quijada. Por primera vez se le asoma un gesto de dolor. “¡Ése le dolió!”, grita Rudy. Chocolatito le tira ganchos que caen en su guardia. Russel ha dejado de tirar golpes con su mano lesionada. Parece que el dolor regresó. Su mano izquierda solo le sirve para mantener la distancia, esperando el fallo para volver a conectarle una derecha que lo tumbe. Los dos tiran combinaciones cortas. Upper, volado y derecha impactan en la cara de Choco. Él lo llama con el guante. La gasolina se les termina de a poco, pero siguen tirando. Es el último jalón.
Suena la campana. Parece el fin de una canción intensa. Los boxeadores se abrazan. Hay alivio en sus rostros porque la pelea terminó.
El presentador declara la victoria para Russel Acosta por decisión unánime. Chocolatito levanta las manos al público en agradecimiento. La gente se pone de pie para aplaudirle porque se levantó dos veces de la lona, porque dio guerra, porque aún en esa soledad que es no pelear en casa, cuando un boxeador se levanta de la lona, se gana el cariño de la gente.
TONAS LIMA. Iztapalapa, 1999. Escritor y periodista. Su trabajo parte del interés en las historias de la gente, de sus conflictos y deseos. Desde 2021 escribe sobre boxeo. Fue becario de la segunda generación de la Unidad de Investigaciones Periodistas de la UNAM. Miembro de la 7ma generación de la Red LATAM. Residente del programa Simbiosis de la Revista Gatopardo y la Walter Cronkite School of Journalism and Mass Communication de Arizona State University, escribió una crónica sobre la lucha del boxeo amateur en Yucatán.
ALEJANDRA VARGAS CEN. Fotógrafa y videógrafa yucateca con más de 7 años de experiencia en la fotografía editorial y moda.
Apasionada de la fotografía documental, encuentra en ella otra manera de contar historias.
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