“Enamorarse de un incendio” o las preguntas que prenden la flama
La puesta en escena “Enamorarse de un incendio” lleva a una reflexión sobre el amor como una actividad, más que como un sentimiento.
“¿Qué es el amor?”, se preguntan cuatro guionistas de televisión a quienes les aprobaron su proyecto con la única condición de que se vea una historia amorosa. Esa misma pregunta acosa a la humanidad desde que tiene conciencia: ¿El amor lo abarca todo? En su intento por responder, los personajes de la puesta en escena Enamorarse de un incendio, descubren que el amor tiene un poder de salvación bastante universal.
Para el director de Enamorarse de un incendio, en una reflexión profunda dice que el amor, más que un sentimiento es una actividad. El chileno Eduardo Pavez Goye, escritor y realizador de la puesta en escena (ganador en seis ocasiones consecutivas en la Muestra Nacional de Dramaturgia en su país), es audaz y desafiante con el espectador. A propósito, la actriz Itari Marta, quien es la principal cómplice de Pavez para levantar el proyecto, explica esta postura en entrevista con Gatopardo:
“El amor es una actividad. Es decir, qué es lo que haces que demuestra tu amor al otro. Para poder hacer eso debes poder amarte a ti mismo. Lo que plantea la obra es que para poder amarse los unos a los otros, tenemos que volver a hacernos preguntas fundamentales”, expresó la actriz.
“La reflexión es que el amor es un caleidoscopio lleno de posibilidades y lecturas. El autor habla sobre la imposibilidad de mantener un diálogo sobre el amor para definirlo, porque entre más nos esforzamos por acotarlo, nos damos cuenta de que el amor no puede tener una etiqueta. El amor es una actividad que se practica, y que por cada persona, circunstancia o situación va a cambiar”, explicó en su turno Luis Miguel Lombana, un experimentado histrión que también forma parte del elenco de Enamorarse de un incendio.
Ambos actores comparten escenario con Verónica Merchant y Hamlet Ramírez, quienes dan vida a los cuatro guionistas que buscan escribir la historia más compleja y profunda sobre el amor. Sin embargo, el desarrollo de la puesta en escena está cargado de sorpresas y los mismos actores tienen que dar vida a otros personajes en otros relatos, que parece nada tienen que ver con la discusión central: Por un lado la historia de una joven que regresa a casa de sus padres después de 15 años para robar un cuadro valioso, y por el otro el de un pintor de naturaleza muerta que debe retratar a la mujer de su único cliente y amigo, pero sólo pinta flores.
“La obra ha conectado con el público de una forma extraña y atípica porque no se puede prever para dónde va, es un texto lleno de sorpresas. Se va desmenuzando sutilmente y el público no se da cuenta de lo que va a suceder, ni cuál es el derrotero del drama, por lo que el espectador imperceptiblemente se engancha desde una emoción inesperada: no es un melodrama, no es una farsa, no es una tragedia, no es una comedia, es una obra sorprendente”, explica el actor Luis Miguel Lombana.
El director de la obra es provocador desde el origen. En principio se trata de una adaptación distorsionada de Romeo y Julieta, de William Shakespeare, que poco nos la recuerda, “cuando empezamos a dar ideas sobre el tema buscábamos algo que fuera afín a los lugares en donde trabajábamos. Nos dimos que esa característica era la violencia y que si queríamos hacer un reflejo de nuestro presente teníamos que hablar de eso, pero en un acto de rebeldía preferimos hablar del amor porque eso inevitablemente nos iba a llevar también a la violencia, como ocurre en Romeo y Julieta, que más que una historia de amor es una tragedia violenta”, explicó Itari Marta.
La obra no esconde nada. Todo es evidente e incluso no se preocupa de que el espectador tenga la posibilidad de ver el vestuario y como los actores se van preparando para entrar a escena. Todo ocurre en un pequeño cuarto de una casa apenas adornada por un cuadro y mientras ocurre la actuación, dos cámaras proyectan en una pantalla superior todo lo que pasa en el desarrollo del drama, en un juego de ironía sobre la incapacidad que tenemos para ver todo lo que ocurre pues solo vemos lo que pasa en un encuadre.
La obra no es dulce ni aduladora con el público, más bien se vuelve un reto emocional que deja más preguntas que respuestas: “lo que pasa es que los seres humanos tenemos que categorizar el amor, es decir, ponerle etiquetas y ponerlo en diferentes cajones; ni modo que yo me bese, sexualmente hablando, con mi mamá. Puede que nos deje algo claro pero esa situación nos ha alejado de ser libres de comunicarnos, porque si decimos que amamos a alguien se vuelve un conflicto para pensar qué tipo de amor sentimos…”, agrega Itari Marta.
“La obra invita a preguntarnos sobre esas categorizaciones, sobre esas ideas que son telarañas en la cabeza, porque hay casos como los de hombres que golpean a su mujer y dicen ‘es que yo la amo’ y no hay una lógica en eso”, reflexiona la actriz.
Finalmente, Luis Miguel Lombana es quien tiene, quizás las palabras más certeras para definir la experiencia de Enamorarse de un incendio: “El espectador tiene su propio discurso, su propio drama y experiencia sobre el amor. No verán esta obra los mismos ojos de una mujer que ya amó, pero que ahora tiene ese sentimiento como una presencia lejana, que los de alguien que tiene amor a otra cosa en ese momento…
“¿Qué se lleva el espectador de esta obra? Se lleva un ejercicio valiente, desenfadado y divertido sobre lo que significa el amor. Se lleva la sorpresa de la dramaturgia con una estructura diferente y también se llevará un sentimiento que difícilmente podrá definir entre estar conmovido y conmocionado”.
Enamorarse de un incendio, continúa en su tercera temporada en el Foro Shakespeare, con funciones los lunes y martes a las 20:30 horas, hasta el 26 de abril.
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