Lo que para la fotógrafa Christina Simons comenzó como un trabajo de una sola vez para Médicos sin Fronteras, se transformó en una búsqueda personal para encontrar la raíz de la violencia que engloba el viaje de los migrantes y refugiados centroamericanos.
Luis tiene 47 años y es de Guatemala. Dos meses antes, fue perseguido por agentes de migración cerca del río y se cayó por el acantilado. Después de nueve días se despertó en el hospital con la mitad de la cara paralizada y cuatro fracturas de cráneo. Quiere ir a Estados Unidos para encontrar a su hijo que está en el ejército, pero no sabe cómo buscarlo. Se lamenta: “Este accidente y este viaje han cambiado mi vida para siempre”. (portada)Aquí reposan los refugiados ilegales que encuentran muertos en Texas en su intento por hallar refugio en Estados Unidos.
Un pequeño grupo de refugiados viaja a través del río Suchiate que se encuentra entre la frontera de Ciudad Hidalgo, Chiapas, México y Tecún Umán, Guatemala. Navegan en una balsa artesanal, fabricada con dos tubos interiores gigantes y tablas de madera. El río está muy cerca del puente internacional, la entrada para acceder legalmente a México.
Karla Mariana viajó a Tenosique desde Honduras. Ella se ha sentido mal durante su embarazo, por lo que está descansando en un piso de concreto. Dos de sus cinco hijos duermen cerca de ella.
Elisabeth y David se sientan juntos por la mañana, antes de que el joven se vaya a vender mandarinas. Ella es la madre de David, un chico muy inteligente que las maras querían reclutar en El Salvador, por lo que les tocó huir con sólo cinco dólares. Durmieron en las calles y viajaron a pie durante 40 días. Fueron deportados de Tapachula una vez. A lo largo de su viaje, dos hombres centroamericanos los asaltaron con cuchillo. Los hombres se llevaron todo su dinero y agredieron sexualmente a Elisabeth. Esperan vivir en la Ciudad de México. Ella quiere ser chef y enviar a su hijo a la escuela.[read more]
Laura Ávila tiene 51 años y es de Honduras. Hace un año perdió su pierna cuando se cayó del tren “La Bestia” en Torreón, Coahuila. Cuenta: “Me fui de mi país para tener una vida mejor y estoy volviendo peor”. Tiene cuatro hijas y muchos nietos.
Emérita de Jesús Palma tiene 79 años. Hace tres meses viajó sola desde El Salvador a México para hallar a su hijo que trabaja en una plantación de bananos en Chiapas, pero se perdió en el camino. Debido a su edad, está solicitando una visa humanitaria como refugiada vulnerable y espera que las autoridades le ayuden a encontrar a su hijo.
Un refugiado hondureño continúa su viaje después de descansar en un albergue en Ixtepec, Oaxaca, donde ha trabajado en Médicos Sin Fronteras (msf), para prestar asistencia médica a los migrantes que durante su tránsito sufrieron situaciones de violencia como asaltos, robos, violencia sexual contra mujeres y menores, extorsiones y secuestros.
Migrantes a bordo de “La Bestia”, un tren de carga que atraviesa México desde el sur hasta las fronteras del norte del país. El viaje está plagado de peligros. Muchos se caen y sufren lesiones graves durante la ruta que, además, está custodiada por la policía migratoria, militares y carteles de droga que buscan explotarlos económicamente.
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