Responsable de una filmografía extraordinaria que le ha otorgado los mayores reconocimientos del mundo cinematográfico, el cineasta canadiense hoy presenta la continuación de la saga más ambiciosa de su vida: Dune: Part Two; la película que nutrió el imaginario de su adolescencia y lo motivó a tomar el reto de adaptarla con justicia donde otros fallaron.
Los haces dorados apenas permiten vislumbrar el horizonte desértico donde la supervivencia es casi imposible. El silencio sepulcral es interrumpido por un feroz viento que mueve la arena a su antojo. Un pequeño artefacto clavado al suelo golpea incesantemente para atraer lo inefable. Algo que solo los maestros se han atrevido a llamar…
Denis Villeneuve sonríe, posiblemente como nunca lo había hecho. Sus recuerdos se alejan del desierto para atender a su público, el cual atestigua la hazaña cinematográfica más grande de su vida. La Ciudad de México —y el esplendor del Auditorio Nacional— sirvió como escenario para el estreno mundial de la secuela de una adaptación literaria que, por años, se pensó imposible de filmar.
A mediados de los años setenta, Alejandro Jodorowsky fracasó en rodar un ambicioso proyecto con Orson Welles como antagonista y musicalizado por Pink Floyd, en un mundo labrado por el artista gráfico y escultor H. R. Giger y con la presencia e influencia del icónico pintor español Salvador Dalí. Ocurrió de igual forma cuando Ridley Scott abandonó la adaptación que eventualmente filmaría David Lynch en 1984 y cuyo fracaso en taquilla —acompañado por una feroz crítica— aniquilaría cualquier plan a futuro sobre esta historia.
Cuatro décadas más tarde, Villeneuve corrió con mejor suerte. Además de la recepción de la primera parte de Dune (2021) —que recaudó más de 400 millones de dólares en taquilla mundial, recibió diez nominaciones al Oscar en 2022 y ganó en seis categorías—, el cineasta triunfó en materializar un sueño adolescente: llevar a la pantalla grande, y de la forma más respetuosa posible, el libro que le cambió la vida para siempre.
La poderosa influencia de un libro
En esos momentos en los que uno tiene toda la vida por delante y es capaz de imaginar que nada es imposible, un joven Denis Villeneuve quedó maravillado al instante por la portada de un libro. Dune (1965), de Frank Herbert, llevó a ese adolescente de trece años a un mundo distópico donde la escalada del poder se mezclaba con una intensa pugna de la raza humana por sobrevivir. En la mente de este chico originario de Bécancour, Quebec, cientos de personajes, escenas, paisajes y batallas incubaron con la promesa de materializarse de alguna u otra forma.
“Era un momento de mi vida en el que me interesaba mucho la ciencia ficción”, le dijo el cineasta a CBC Radio en 2021. “Yo leía todo lo que podía encontrar [sobre el género]. Dune me atrapó con su portada llamativa y me enamoré de forma espontánea [de la historia]. Hay algo [muy interesante] sobre el viaje del personaje principal, Paul Atreides: el sentimiento de aislamiento con el que estaba luchando, la carga que le significaba su herencia, todo ese peso sobre sus hombros y la forma en que finalmente encuentra la libertad cuando entra en contacto con otra cultura. Pensé que todo ello era una idea hermosa. Y cuando conocí el libro, fue al mismo tiempo en el que yo estaba descubriendo lo que significa el trabajo de un cineasta”.
Con una vida marcada hasta entonces por el cine de Steven Spielberg o George Lucas, Villeneuve fue adentrándose —una película a la vez— en el trabajo que materializaba estas historias que, desde la pantalla grande, le volaban la mente. “Cada vez me interesaba más lo que ocurría detrás de la cámara”, afirmó el cineasta en la entrevista mencionada. “Así que hay una especie de coincidencia entre descubrir Dune con el momento en que empecé a soñar con hacer películas. Era toda una fantasía. Y me tomó un largo tiempo el llegar a pensar que, un día, podría llevar esta película a la pantalla”.
Sin acceso a una cámara de cine, en ese entonces Denis y un amigo de su infancia llamado Nicolas Kadima, comenzaron a bocetar el mundo de Arrakis para darle forma en su imaginario con cada página leída de la obra de Herbert. Mientras trazaba esos sueños, el Villeneuve de trece años —guiado por el oráculo del séptimo arte— un buen día entró al cine para atestiguar el estreno de la secuela de una historia galáctica que sintió emparentada con el libro: El Episodio V de Star Wars (1980).
La cumbre de una duna cinematográfica
Con una filmografía que inició formalmente en 1998 con el largometraje Un 32 août sur terre, que lo ha llevado a ser parte de los festivales más importantes del planeta —como Cannes, Berlín o Sundance—, también le ha valido tres nominaciones al Oscar y casi un centenar de premios en todo el mundo. Hoy Villeneuve quizá obtuvo el reconocimiento de mayor valía en su historia: en el marco del lanzamiento de Dune: Part Two (2024), Christopher Nolan, responsable de algunas de las cintas más elogiadas de las últimas décadas —desde Following (1998) hasta Oppenheimer (2023)— catalogó la secuela cinematográfica del mundo de Arrakis como “El Imperio contraataca” de la filmografía de Villeneuve.
“Empire Strikes Back es una película icónica”, afirma Villeneuve con solemnidad al preguntarle sobre el elogio de Nolan. “Y es muy importante para mí porque está vinculada con el nacimiento de mi amor por el cine. Es una cinta que adoro absolutamente desde mi infancia. [Esta afirmación], viniendo de Chris, es un cumplido enorme”.
Pero hay algo en esa sonrisa suya que solo puede entenderse tras escuchar las palabras que Denis compartió con la prensa de Latinoamérica en el marco del estreno de su cinta más reciente: “Francamente, creo que Dune: Part Two es la película para la que nací. Es una historia en donde puse absolutamente cada centímetro y cada segundo de mi vida. ¡Y voilá! Es una película que quería que fuera más poderosa y con más acción; donde Paul Atreides finalmente se convierte en un hombre y esto lo coloca en una gran encrucijada: ¿vengará a su padre?, ¿seguirá su destino y, con ello, creará el caos?, ¿o cuál es el camino correcto?”.
Josh Brolin, a su lado, gesticula en desacuerdo. Y en su turno al hablar, el actor de Sicario —filme de 2015 en donde Denis exploró la brutalidad de los cárteles de droga y de la lucha de poder en la frontera entre México y Estados Unidos—, afirma: “La única imprecisión que expresó Denis es que él nació para hacer esta película. En realidad, él nació para hacer cada película que ha filmado. Él solo ha ido mejorando”. El director agradece sus palabras y coloca su mano en la espalda del actor. “Es verdad”, afirma el histrión mirando hacia la prensa. “Su talento ha crecido y él se reta a sí mismo cada vez. Hay muy pocos directores que lo hacen; especialmente cuando crece su figura de celebridad. Yo nunca he visto a alguien profundizar tanto en su trabajo [como Denis lo hace] y es maravilloso. Sicario fue una obra maestra en sí misma. Dune: Part One también lo fue. Y algo [similar] pasó en esta ocasión. No sé qué, pero creo que todos lo percibieron. Y es increíble ser parte de ello”.
Un café con Denis Villeneuve
Como los mejores estrategas, Denis Villeneuve posee una jugada maestra para cuando está en busca de los colaboradores que lo ayudarán a materializar las imágenes de su mente. En este caso, se trata de una simple taza de café. Y de la conversación que surge alrededor de ella. En conferencia de prensa sobre Dune: Part Two, Florence Pugh (Midsommar) y Austin Butler (Elvis) descubrieron que, gracias a una charla con el director y acompañados de esta bebida, fue que se incorporaron a la segunda parte de esta ambiciosa franquicia.
Al tener a Villeneuve frente a mí, le comento que la entrevista debió ocurrir en una cafetería. Él, suelta una carcajada cuando agrego que suceden cosas increíbles cuando se reúne con alguien para tomar algo. ¿Qué es eso que ocurre cuando compartimos un café con él? Villeneuve recobra la serenidad de un cineasta en toda la extensión de la palabra: “Todo es con la intención de generar una conexión íntima y directa con ellos”. Durante el proceso de selección del elenco de su próximo proyecto, relata, pasa el tiempo “estudiando el trabajo [de los actores] y lo que han hecho en el pasado. Y cuando te reúnes con ellos, trato de crear un entorno en el que estaré en contacto con un ser humano, no con alguien que intente complacerme o ser una imagen [que no es]. Es ahí donde intentamos conectar y puedo sentir si podré comunicarme con este artista con el que quiero trabajar”.
Este proceso no solo ocurre con las estrellas que protagonizan sus historias, sino también con aquellos colaboradores que, con su magia, contribuirán a la materialización de una nueva gran película dirigida por Denis Villeneuve. “Cuando me embarqué en este viaje, justo al inicio de todo, antes que cualquier otra cosa, tomé un café con Hans Zimmer porque sabía que él tenía la misma relación con el libro que yo. Él había leído el libro cuando era joven y le tiene el mismo amor, además del mismo conocimiento, sobre esta historia”.
Viejo colaborador de Nolan, Hans Zimmer —encargado de algunos de los scores más icónicos de la historia del cine— abandonó la composición sonora de Tenet (2020) para musicalizar aquel mundo distópico árido y desolado de Villeneuve; un trabajo que, eventualmente, le valdría el segundo Oscar de su brillante filmografía. “Hans me dijo: ‘dame una advertencia. ¿Es buena idea lo que estamos tratando de hacer? ¿Es una buena idea acercarnos a los sueños de nuestra infancia y de esta forma? ¿Estábamos destinados a hacer esto o estaremos condenados a fallar? ¿Será una decepción? ¿Destruiremos la belleza de esos sueños?’”, las dudas del propio Zimmer eran compartidas por el cineasta. “En cierto modo, él tenía razón al hacerse todas esas preguntas. Hay algo un poco imposible de hacer [aquí]. Y debo decir que la alegría que me provoca ver ambas películas ahora, es que hay momentos que realmente capturan el espíritu y la poesía del libro. Lo logramos. Eso está ahí y eso me da mucha alegría. Por supuesto que hay otros momentos que son diferentes debido al trabajo de adaptación y también por el ser humano que soy hoy. Esas diferencias crean una sensación extraña que tendré que digerir por muchos años. Pero, sin duda, hay muchas imágenes que son muy cercanas al sueño inicial que tuve y eso me llena de alegría”.
Así, cuando el café se termina y la buena charla a su alrededor ha logrado su cometido, Villeneuve coloca al frente de todo el respeto por la historia que desea contar; especialmente si se trata de la adaptación del libro que motivó varios de sus sueños.
Entre el poder y la locura
Cuando la desesperanza ataca, el miedo busca convertirse en la única alternativa. Con la humanidad a punto del colapso, en un mundo donde el dominio de la especia —una poderosa droga que altera la mente pero que, además, es vital para la supervivencia de la población— se ha convertido en sinónimo de un poder absoluto, la clarividencia y el linaje de Paul Atreides lo convierten en la única esperanza de supervivencia. Un líder que ambiciona la venganza y el ser una figura oscura al límite de lo mesiánico frente a quienes lo perdieron todo.
“Eso es exactamente lo que Frank Herbert quería mostrar con el primer libro”, afirma Denis Villeneuve. “Pero cuando su novela fue publicada, se dio cuenta que el público estaba leyendo algo diferente a lo que pretendía contar. Él sintió que la gente veía a Paul como un héroe, que lo hizo sentirse triste y aterrorizado. Por eso él decide escribir Dune Messiah (1969) para asegurarse que las cosas quedaran claras, que Paul es un antihéroe. Y yo, sabiendo eso, intenté transmitir esa idea con mi adaptación. Espero que el autor [fallecido en 1986] pudiera sentirse complacido con la dirección que tomé. Porque siempre traté de estar lo más cerca posible a sus intenciones”.
Para el director era elemental el respeto no solo al legado y la trascendencia que la saga literaria de Dune ha tenido en incontables generaciones; también era fundamental respetar aquello que le cautivó como espectador. Quizá por ello, en 2017, Denis Villeneuve logró algo que parecía imposible: continuar el legado de una joya cinematográfica como Blade Runner. En el filme protagonizado por Ryan Gosling y Harrison Ford, el cineasta canadiense nos llevó una vez más al mundo de replicantes donde el gran Ridley Scott catapultó el ciberpunk a la cultura pop. Ahora, tras el éxito de la primera entrega de Dune y con el esperado estreno de esta secuela, Villeneuve se resiste a pensar en el futuro que le depara a esta franquicia y, sobre todo, si ese destino continuará en sus manos.
“Lo ideal sería hablar sobre Dune: Part Two, porque, en realidad, Dune: Messiah no existe en este momento. Y lo que pase después… no lo sé. Estas películas son largas de hacer. Pasé muchos años en el desierto, fue un privilegio pero odio la arena. Sin embargo, creo que tengo la energía y la alegría para volver una vez más, solo una más. Y después de eso, ya veremos. Pero creo que es absolutamente lógico hacer una trilogía a partir de los dos primeros libros. Sería como completar un círculo y tendría todo el sentido hacerlo. Pero después de eso, no sé”.
Hoy, el panorama sobre el futuro cinematográfico de Dune se ve invisibilizado por una densa tormenta de arena que solo se despejará cuando el público, la crítica y las decisiones tiranas de los ejecutivos a cargo de los grandes estudios de Hollywood, decidan lo que ocurrirá con la que es ya una de las sagas más ambiciosas de la historia del cine.
Finalmente, la criatura ha emergido de las profundidades del desierto. Ese monstruo llamado Dune que, hasta ahora, parecía imposible de domar, fue sometido por un maestro de las artes cinematográficas que hoy sonríe como posiblemente nunca lo había hecho. Un hombre que nació para filmar esta y todas las películas que la vida y su mente le permitan materializar.