La historia de Vidiadhar Surajprasad Naipaul empezó en el siglo XIX, en las planicies del Ganghes. Fue de ahí y en esa época que sus abuelos escaparon de la India para llegar a Trinidad y Tobago. Pero en realidad su historia empezó mucho antes; empezó cuando Inglaterra y España tenían colonias repartidas por todo el mundo, o quizá cuando llegaron a conquistar aquellos territorios.
Él nació en 1932, en Chaguanas, un municipio al noreste de la isla caribeña. Su papá, Seepersad Naipaul, fue la primer generación de ese linaje en ir a la universidad y después se convirtió en periodista, aunque suspiraba y aspiraba por la literatura. Su hijo cumplió con esa parte y ganó una de las cuatro becas que el gobierno colonial daba a estudiantes de Trinidad y Tobago. En 1953, Vidia (como se le dice por simplicidad y de cariño) se había graduado de la Universidad de Oxford con licenciatura en artes y cuatro años después publicó el primero –escribió más de 30– de sus libros. El masajista místico (The Mystic Masseur, que también a veces se traduce como El sanador místico) fue la introducción a lo que iba a hacer el resto de su vida.
Ganesh Ramsurai es la voz que narra sobre el asenso social y el descubrimiento de la cultura, de la escritura; cuenta del mundo colonial, la falsedad de las políticas que se instauran en los países que se independizaron y de la ternura de la vida cotidiana. Esas fueron las bases y la voz que Naipaul escogió para introducir al mundo sobre lo que el premio Nobel de Literatura del 2001 iba a hacer.Pero cómo podía hacer otra cosa, si V.S Naipaul fue el hijo, el nieto, el sobrino, el abuelo, el tío del imperialismo. Los recorridos familiares iban acompañados del asta de bandera inglesa, y después él la regresó a la institución de cultura y lengua inglesa más antigua del mundo. En sus libros escribió de esos viajes, de cómo era ser un extraño en todas partes, sin arraigo a ninguna nación, porque sus naciones se habían arraigado al fantasma de la prosperidad brindado por los colonizadores.
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“De niño había sido un extraño como miembro de la minoría india en esta colonia británica; de joven fue un extraño como indio estudiante en Inglaterra; y de adulto se encuentra de repente en un país desconocido para él en el que sin embargo es uno más. Y ese desarraigo es, reconoce, el motor de su literatura”, escribió una vez Berna González Harbour sobre una entrevista que le hizo al escritor. En el 2001 le otorgaron el Premio Nobel de Literatura “por haber conjuntado una narrativa perceptiva y un escrutinio incorruptible en obras que nos empujan a ver la presencia de historias suprimidas”, que es un resumen de haber escrito sobre los indígenas de Trinidad, la toponimia de su ciudad natal, la población hindú que ya no sabe hablar hindi y los musulmanes de la isla que no saben de dónde vino su apellido, entre otros temas. Contó las historias de los que se perdieron en traducciones y en rezos que no entienden, pero también de los que creyeron que otro idioma les iba a salvar la vida.
Escribió ficción y no ficción. Fue famoso por sus “libros de viaje”, término que detestaba, seguramente por su soberbia literaria. Fue famoso, también, por su irascible personalidad: fue terriblemente misógino e irrespetuoso con su primer esposa, y no consta que no lo haya sido con la segunda, o con sus amantes. También era sincero hasta lastimar, y no reparaba en nimiedades, como si alguna de sus acciones tenía el potencial de latimar a algún amigo. Fue famoso porque su vida eran sus libros, porque “al fin y al cabo lo ha dedicado todo a ellos. A costa de la bondad. Y de los demás”.