No items found.
No items found.
No items found.
No items found.
Ilustración de Tania Nieto.
Los incrementos al salario mínimo causan preocupación: se dice que hacen que suba la inflación y que aumenten el desempleo y el empleo informal. Esta columna reúne la evidencia que existe hasta el momento.
Hace unos días se decidió que el salario mínimo aumente en 20% tanto en la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN) como en el resto de México, lo que ha causado controversia sobre el costo que puede tener para la economía —algunos mencionan que, en las condiciones actuales del país, la medida tiene más costos que beneficios—. Aunque ya discutí el tema en una columna anterior, vuelvo a hacerlo dada la relevancia del incremento.
Primero, hay que recordar que el artículo 123 de nuestra Constitución política es clara en señalar que el salario mínimo debe bastar para cubrir las necesidades de un jefe de familia y para que provea la educación de sus hijos. Como dije en aquella columna, el salario mínimo en el resto del país todavía no es suficiente para una familia de cuatro integrantes, en la que uno de sus miembros trabaje; con este ingreso aún se considera que están en pobreza extrema. En otras palabras, el salario mínimo todavía no alcanza para que una familia de este tipo compre lo básico en alimentación, y mucho menos para que cubra sus necesidades de vestido, transportación y ocio, entre otras. En este sentido, resulta positivo que se esté recuperando el poder adquisitivo del salario mínimo, y que se proponga cumplir con lo pactado en nuestra Constitución.
El reto es cómo lograr esta mejoría sin que los costos superen los beneficios. Mi lectura, a partir de los resultados académicos que tenemos disponibles, es que los beneficios siguen siendo mayores. Empiezo por el tema de la inflación. Al respecto, suele argumentarse que los aumentos en el salario mínimo se trasladan a los precios que pagan los consumidores. Todavía se cree —erróneamente— que si el salario mínimo sube en 20%, todos los precios aumentarán en 20%. Sin embargo, durante el sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto se decidió que el salario mínimo dejara de ser la referencia para las multas, las pensiones y las becas, entre otras cosas, y se creó la Unidad de Medida (UMA), lo que ha permitido que crezca el salario mínimo sin afectar otros precios.
Además, los estudios académicos muestran que el salario mínimo tiene un efecto relativamente bajo o nulo en la inflación. En conjunto con Gerardo Esquivel, hice una relación para saber qué tanta inflación se observó en la ZLFN cuando se duplicó el salario mínimo, en comparación con el resto del país. No encontramos evidencia de que el salario mínimo causara inflación. En otro estudio del Banco de México se calculó que el mismo episodio “llevó a un incremento estimado de 1.2% en el índice de precios al consumidor en la ZLFN” (p. 2). Por lo tanto, si hacemos un promedio de ambas estimaciones, esperaríamos que el aumento de 20% en el salario mínimo se refleje en la inflación en alrededor de 0.14% (con un intervalo que va del 0% al 0.28%). Es decir, el potencial efecto en la inflación es mínimo o inexistente.
Otra posible consecuencia negativa de esta política es que genere desempleo o empleo informal, pero los estudios que tenemos hasta el momento indican que ninguna de las dos cosas sucede. Por ejemplo, uno podría haber esperado que al duplicar el salario mínimo en la ZLFN en 2019, se afectaría el empleo. Pero cuando comparamos el total de empleo formal registrado en el IMSS o el total de empleo (formal e informal), no hay cambios sustanciales (al menos que se puedan detectar estadísticamente) entre la ZLFN y otras regiones similares.
En otro estudio, Gerardo Esquivel y yo seguimos las trayectorias de los trabajadores registrados en el IMSS, antes y después de la subida del salario mínimo en 2019. Gracias a ello pudimos saber cuántas personas, en noviembre de 2018, tenían un ingreso diario menor a 176.72 pesos, monto que habría de ser el nuevo salario mínimo dentro de la ZLFN en 2019. Estos trabajadores fueron los más beneficiados porque su salario tuvo que crecer para cumplir con la nueva medida y, efectivamente, encontramos que el salario promedio de este grupo de trabajadores se incrementó 35% en comparación con otros trabajadores similares de otras regiones. Sin embargo, eso no ocasionó despidos laborales: la proporción de trabajadores empleados en la ZLFN no es diferente de la proporción observada en otras regiones parecidas. Tampoco observamos que los salarios de los trabajadores con ingresos altos disminuyeran. Al respecto, una posibilidad de ajuste para las empresas es reducir los salarios mayores para poder incrementar los salarios bajos, pero no encontramos que los trabajadores de ingreso bajo o alto fueran afectados por dicha política.
En cambio, un beneficio potencial del salario mínimo, si no causa efectos en el empleo, es que reduzca la pobreza. De nuevo, en coautoría con Gerardo Esquivel, estimamos qué tanto el aumento en 2019 del salario mínimo en la ZLFN redujo la pobreza laboral (solo tomamos en cuenta los ingresos laborales). Encontramos que la pobreza se redujo alrededor de 2.8 puntos porcentuales, o bien 12% con respecto al nivel que tenía. Esta reducción se debe a los hogares que tienen estabilidad en un empleo formal, son los hogares más cercanos a la mediana de los ingresos familiares. Del otro lado de la moneda, tampoco observamos que el salario mínimo beneficie a las familias en las que no hay miembros que trabajen de forma remunerada o a aquellas que obtienen muy bajos ingresos en el sector informal. Es decir, otras políticas públicas son necesarias para reducir la pobreza más extrema en México.
Si las empresas no reducen el empleo y no trasladan el cambio del salario mínimo a los precios finales, entonces ¿cómo se ajustan? No lo sabemos con certidumbre. En diversos estudios, hechos en otros países, se ha encontrado que se disminuyen los gastos relacionados a la rotación laboral. Al tener un salario mayor, los trabajadores de bajos ingresos tienden a quedarse más tiempo en el mismo empleo, lo que disminuye el costo laboral y compensa de cierta forma el aumento del salario mínimo. También puede ser que la productividad de esos mismos trabajadores sea mayor: que falten menos al trabajo o que sean más puntuales, entre otros aspectos. Finalmente, es posible que la rentabilidad de la empresa cambie. No obstante, no tenemos evidencia para confirmar que existen esos mecanismos en México, aunque dados los cambios mencionados se esperaría que algunos sean relevantes en nuestro contexto.
En suma, el incremento anunciado del salario mínimo es positivo. Debemos buscar, como país, que tener un empleo formal de tiempo completo cumpla con lo marcado por nuestra Constitución. Los estudios empíricos, hasta ahora, señalan que su impacto es nulo o mínimo en la inflación, nulo en el empleo y, además, reduce la pobreza laboral. Sigamos estudiando las consecuencias de los aumentos en el salario mínimo; solo así podremos distinguir en qué momento sus costos serán mayores que sus beneficios, aunque por el momento no lo sean.
Los incrementos al salario mínimo causan preocupación: se dice que hacen que suba la inflación y que aumenten el desempleo y el empleo informal. Esta columna reúne la evidencia que existe hasta el momento.
Hace unos días se decidió que el salario mínimo aumente en 20% tanto en la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN) como en el resto de México, lo que ha causado controversia sobre el costo que puede tener para la economía —algunos mencionan que, en las condiciones actuales del país, la medida tiene más costos que beneficios—. Aunque ya discutí el tema en una columna anterior, vuelvo a hacerlo dada la relevancia del incremento.
Primero, hay que recordar que el artículo 123 de nuestra Constitución política es clara en señalar que el salario mínimo debe bastar para cubrir las necesidades de un jefe de familia y para que provea la educación de sus hijos. Como dije en aquella columna, el salario mínimo en el resto del país todavía no es suficiente para una familia de cuatro integrantes, en la que uno de sus miembros trabaje; con este ingreso aún se considera que están en pobreza extrema. En otras palabras, el salario mínimo todavía no alcanza para que una familia de este tipo compre lo básico en alimentación, y mucho menos para que cubra sus necesidades de vestido, transportación y ocio, entre otras. En este sentido, resulta positivo que se esté recuperando el poder adquisitivo del salario mínimo, y que se proponga cumplir con lo pactado en nuestra Constitución.
El reto es cómo lograr esta mejoría sin que los costos superen los beneficios. Mi lectura, a partir de los resultados académicos que tenemos disponibles, es que los beneficios siguen siendo mayores. Empiezo por el tema de la inflación. Al respecto, suele argumentarse que los aumentos en el salario mínimo se trasladan a los precios que pagan los consumidores. Todavía se cree —erróneamente— que si el salario mínimo sube en 20%, todos los precios aumentarán en 20%. Sin embargo, durante el sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto se decidió que el salario mínimo dejara de ser la referencia para las multas, las pensiones y las becas, entre otras cosas, y se creó la Unidad de Medida (UMA), lo que ha permitido que crezca el salario mínimo sin afectar otros precios.
Además, los estudios académicos muestran que el salario mínimo tiene un efecto relativamente bajo o nulo en la inflación. En conjunto con Gerardo Esquivel, hice una relación para saber qué tanta inflación se observó en la ZLFN cuando se duplicó el salario mínimo, en comparación con el resto del país. No encontramos evidencia de que el salario mínimo causara inflación. En otro estudio del Banco de México se calculó que el mismo episodio “llevó a un incremento estimado de 1.2% en el índice de precios al consumidor en la ZLFN” (p. 2). Por lo tanto, si hacemos un promedio de ambas estimaciones, esperaríamos que el aumento de 20% en el salario mínimo se refleje en la inflación en alrededor de 0.14% (con un intervalo que va del 0% al 0.28%). Es decir, el potencial efecto en la inflación es mínimo o inexistente.
Otra posible consecuencia negativa de esta política es que genere desempleo o empleo informal, pero los estudios que tenemos hasta el momento indican que ninguna de las dos cosas sucede. Por ejemplo, uno podría haber esperado que al duplicar el salario mínimo en la ZLFN en 2019, se afectaría el empleo. Pero cuando comparamos el total de empleo formal registrado en el IMSS o el total de empleo (formal e informal), no hay cambios sustanciales (al menos que se puedan detectar estadísticamente) entre la ZLFN y otras regiones similares.
En otro estudio, Gerardo Esquivel y yo seguimos las trayectorias de los trabajadores registrados en el IMSS, antes y después de la subida del salario mínimo en 2019. Gracias a ello pudimos saber cuántas personas, en noviembre de 2018, tenían un ingreso diario menor a 176.72 pesos, monto que habría de ser el nuevo salario mínimo dentro de la ZLFN en 2019. Estos trabajadores fueron los más beneficiados porque su salario tuvo que crecer para cumplir con la nueva medida y, efectivamente, encontramos que el salario promedio de este grupo de trabajadores se incrementó 35% en comparación con otros trabajadores similares de otras regiones. Sin embargo, eso no ocasionó despidos laborales: la proporción de trabajadores empleados en la ZLFN no es diferente de la proporción observada en otras regiones parecidas. Tampoco observamos que los salarios de los trabajadores con ingresos altos disminuyeran. Al respecto, una posibilidad de ajuste para las empresas es reducir los salarios mayores para poder incrementar los salarios bajos, pero no encontramos que los trabajadores de ingreso bajo o alto fueran afectados por dicha política.
En cambio, un beneficio potencial del salario mínimo, si no causa efectos en el empleo, es que reduzca la pobreza. De nuevo, en coautoría con Gerardo Esquivel, estimamos qué tanto el aumento en 2019 del salario mínimo en la ZLFN redujo la pobreza laboral (solo tomamos en cuenta los ingresos laborales). Encontramos que la pobreza se redujo alrededor de 2.8 puntos porcentuales, o bien 12% con respecto al nivel que tenía. Esta reducción se debe a los hogares que tienen estabilidad en un empleo formal, son los hogares más cercanos a la mediana de los ingresos familiares. Del otro lado de la moneda, tampoco observamos que el salario mínimo beneficie a las familias en las que no hay miembros que trabajen de forma remunerada o a aquellas que obtienen muy bajos ingresos en el sector informal. Es decir, otras políticas públicas son necesarias para reducir la pobreza más extrema en México.
Si las empresas no reducen el empleo y no trasladan el cambio del salario mínimo a los precios finales, entonces ¿cómo se ajustan? No lo sabemos con certidumbre. En diversos estudios, hechos en otros países, se ha encontrado que se disminuyen los gastos relacionados a la rotación laboral. Al tener un salario mayor, los trabajadores de bajos ingresos tienden a quedarse más tiempo en el mismo empleo, lo que disminuye el costo laboral y compensa de cierta forma el aumento del salario mínimo. También puede ser que la productividad de esos mismos trabajadores sea mayor: que falten menos al trabajo o que sean más puntuales, entre otros aspectos. Finalmente, es posible que la rentabilidad de la empresa cambie. No obstante, no tenemos evidencia para confirmar que existen esos mecanismos en México, aunque dados los cambios mencionados se esperaría que algunos sean relevantes en nuestro contexto.
En suma, el incremento anunciado del salario mínimo es positivo. Debemos buscar, como país, que tener un empleo formal de tiempo completo cumpla con lo marcado por nuestra Constitución. Los estudios empíricos, hasta ahora, señalan que su impacto es nulo o mínimo en la inflación, nulo en el empleo y, además, reduce la pobreza laboral. Sigamos estudiando las consecuencias de los aumentos en el salario mínimo; solo así podremos distinguir en qué momento sus costos serán mayores que sus beneficios, aunque por el momento no lo sean.
Ilustración de Tania Nieto.
Los incrementos al salario mínimo causan preocupación: se dice que hacen que suba la inflación y que aumenten el desempleo y el empleo informal. Esta columna reúne la evidencia que existe hasta el momento.
Hace unos días se decidió que el salario mínimo aumente en 20% tanto en la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN) como en el resto de México, lo que ha causado controversia sobre el costo que puede tener para la economía —algunos mencionan que, en las condiciones actuales del país, la medida tiene más costos que beneficios—. Aunque ya discutí el tema en una columna anterior, vuelvo a hacerlo dada la relevancia del incremento.
Primero, hay que recordar que el artículo 123 de nuestra Constitución política es clara en señalar que el salario mínimo debe bastar para cubrir las necesidades de un jefe de familia y para que provea la educación de sus hijos. Como dije en aquella columna, el salario mínimo en el resto del país todavía no es suficiente para una familia de cuatro integrantes, en la que uno de sus miembros trabaje; con este ingreso aún se considera que están en pobreza extrema. En otras palabras, el salario mínimo todavía no alcanza para que una familia de este tipo compre lo básico en alimentación, y mucho menos para que cubra sus necesidades de vestido, transportación y ocio, entre otras. En este sentido, resulta positivo que se esté recuperando el poder adquisitivo del salario mínimo, y que se proponga cumplir con lo pactado en nuestra Constitución.
El reto es cómo lograr esta mejoría sin que los costos superen los beneficios. Mi lectura, a partir de los resultados académicos que tenemos disponibles, es que los beneficios siguen siendo mayores. Empiezo por el tema de la inflación. Al respecto, suele argumentarse que los aumentos en el salario mínimo se trasladan a los precios que pagan los consumidores. Todavía se cree —erróneamente— que si el salario mínimo sube en 20%, todos los precios aumentarán en 20%. Sin embargo, durante el sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto se decidió que el salario mínimo dejara de ser la referencia para las multas, las pensiones y las becas, entre otras cosas, y se creó la Unidad de Medida (UMA), lo que ha permitido que crezca el salario mínimo sin afectar otros precios.
Además, los estudios académicos muestran que el salario mínimo tiene un efecto relativamente bajo o nulo en la inflación. En conjunto con Gerardo Esquivel, hice una relación para saber qué tanta inflación se observó en la ZLFN cuando se duplicó el salario mínimo, en comparación con el resto del país. No encontramos evidencia de que el salario mínimo causara inflación. En otro estudio del Banco de México se calculó que el mismo episodio “llevó a un incremento estimado de 1.2% en el índice de precios al consumidor en la ZLFN” (p. 2). Por lo tanto, si hacemos un promedio de ambas estimaciones, esperaríamos que el aumento de 20% en el salario mínimo se refleje en la inflación en alrededor de 0.14% (con un intervalo que va del 0% al 0.28%). Es decir, el potencial efecto en la inflación es mínimo o inexistente.
Otra posible consecuencia negativa de esta política es que genere desempleo o empleo informal, pero los estudios que tenemos hasta el momento indican que ninguna de las dos cosas sucede. Por ejemplo, uno podría haber esperado que al duplicar el salario mínimo en la ZLFN en 2019, se afectaría el empleo. Pero cuando comparamos el total de empleo formal registrado en el IMSS o el total de empleo (formal e informal), no hay cambios sustanciales (al menos que se puedan detectar estadísticamente) entre la ZLFN y otras regiones similares.
En otro estudio, Gerardo Esquivel y yo seguimos las trayectorias de los trabajadores registrados en el IMSS, antes y después de la subida del salario mínimo en 2019. Gracias a ello pudimos saber cuántas personas, en noviembre de 2018, tenían un ingreso diario menor a 176.72 pesos, monto que habría de ser el nuevo salario mínimo dentro de la ZLFN en 2019. Estos trabajadores fueron los más beneficiados porque su salario tuvo que crecer para cumplir con la nueva medida y, efectivamente, encontramos que el salario promedio de este grupo de trabajadores se incrementó 35% en comparación con otros trabajadores similares de otras regiones. Sin embargo, eso no ocasionó despidos laborales: la proporción de trabajadores empleados en la ZLFN no es diferente de la proporción observada en otras regiones parecidas. Tampoco observamos que los salarios de los trabajadores con ingresos altos disminuyeran. Al respecto, una posibilidad de ajuste para las empresas es reducir los salarios mayores para poder incrementar los salarios bajos, pero no encontramos que los trabajadores de ingreso bajo o alto fueran afectados por dicha política.
En cambio, un beneficio potencial del salario mínimo, si no causa efectos en el empleo, es que reduzca la pobreza. De nuevo, en coautoría con Gerardo Esquivel, estimamos qué tanto el aumento en 2019 del salario mínimo en la ZLFN redujo la pobreza laboral (solo tomamos en cuenta los ingresos laborales). Encontramos que la pobreza se redujo alrededor de 2.8 puntos porcentuales, o bien 12% con respecto al nivel que tenía. Esta reducción se debe a los hogares que tienen estabilidad en un empleo formal, son los hogares más cercanos a la mediana de los ingresos familiares. Del otro lado de la moneda, tampoco observamos que el salario mínimo beneficie a las familias en las que no hay miembros que trabajen de forma remunerada o a aquellas que obtienen muy bajos ingresos en el sector informal. Es decir, otras políticas públicas son necesarias para reducir la pobreza más extrema en México.
Si las empresas no reducen el empleo y no trasladan el cambio del salario mínimo a los precios finales, entonces ¿cómo se ajustan? No lo sabemos con certidumbre. En diversos estudios, hechos en otros países, se ha encontrado que se disminuyen los gastos relacionados a la rotación laboral. Al tener un salario mayor, los trabajadores de bajos ingresos tienden a quedarse más tiempo en el mismo empleo, lo que disminuye el costo laboral y compensa de cierta forma el aumento del salario mínimo. También puede ser que la productividad de esos mismos trabajadores sea mayor: que falten menos al trabajo o que sean más puntuales, entre otros aspectos. Finalmente, es posible que la rentabilidad de la empresa cambie. No obstante, no tenemos evidencia para confirmar que existen esos mecanismos en México, aunque dados los cambios mencionados se esperaría que algunos sean relevantes en nuestro contexto.
En suma, el incremento anunciado del salario mínimo es positivo. Debemos buscar, como país, que tener un empleo formal de tiempo completo cumpla con lo marcado por nuestra Constitución. Los estudios empíricos, hasta ahora, señalan que su impacto es nulo o mínimo en la inflación, nulo en el empleo y, además, reduce la pobreza laboral. Sigamos estudiando las consecuencias de los aumentos en el salario mínimo; solo así podremos distinguir en qué momento sus costos serán mayores que sus beneficios, aunque por el momento no lo sean.
Los incrementos al salario mínimo causan preocupación: se dice que hacen que suba la inflación y que aumenten el desempleo y el empleo informal. Esta columna reúne la evidencia que existe hasta el momento.
Hace unos días se decidió que el salario mínimo aumente en 20% tanto en la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN) como en el resto de México, lo que ha causado controversia sobre el costo que puede tener para la economía —algunos mencionan que, en las condiciones actuales del país, la medida tiene más costos que beneficios—. Aunque ya discutí el tema en una columna anterior, vuelvo a hacerlo dada la relevancia del incremento.
Primero, hay que recordar que el artículo 123 de nuestra Constitución política es clara en señalar que el salario mínimo debe bastar para cubrir las necesidades de un jefe de familia y para que provea la educación de sus hijos. Como dije en aquella columna, el salario mínimo en el resto del país todavía no es suficiente para una familia de cuatro integrantes, en la que uno de sus miembros trabaje; con este ingreso aún se considera que están en pobreza extrema. En otras palabras, el salario mínimo todavía no alcanza para que una familia de este tipo compre lo básico en alimentación, y mucho menos para que cubra sus necesidades de vestido, transportación y ocio, entre otras. En este sentido, resulta positivo que se esté recuperando el poder adquisitivo del salario mínimo, y que se proponga cumplir con lo pactado en nuestra Constitución.
El reto es cómo lograr esta mejoría sin que los costos superen los beneficios. Mi lectura, a partir de los resultados académicos que tenemos disponibles, es que los beneficios siguen siendo mayores. Empiezo por el tema de la inflación. Al respecto, suele argumentarse que los aumentos en el salario mínimo se trasladan a los precios que pagan los consumidores. Todavía se cree —erróneamente— que si el salario mínimo sube en 20%, todos los precios aumentarán en 20%. Sin embargo, durante el sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto se decidió que el salario mínimo dejara de ser la referencia para las multas, las pensiones y las becas, entre otras cosas, y se creó la Unidad de Medida (UMA), lo que ha permitido que crezca el salario mínimo sin afectar otros precios.
Además, los estudios académicos muestran que el salario mínimo tiene un efecto relativamente bajo o nulo en la inflación. En conjunto con Gerardo Esquivel, hice una relación para saber qué tanta inflación se observó en la ZLFN cuando se duplicó el salario mínimo, en comparación con el resto del país. No encontramos evidencia de que el salario mínimo causara inflación. En otro estudio del Banco de México se calculó que el mismo episodio “llevó a un incremento estimado de 1.2% en el índice de precios al consumidor en la ZLFN” (p. 2). Por lo tanto, si hacemos un promedio de ambas estimaciones, esperaríamos que el aumento de 20% en el salario mínimo se refleje en la inflación en alrededor de 0.14% (con un intervalo que va del 0% al 0.28%). Es decir, el potencial efecto en la inflación es mínimo o inexistente.
Otra posible consecuencia negativa de esta política es que genere desempleo o empleo informal, pero los estudios que tenemos hasta el momento indican que ninguna de las dos cosas sucede. Por ejemplo, uno podría haber esperado que al duplicar el salario mínimo en la ZLFN en 2019, se afectaría el empleo. Pero cuando comparamos el total de empleo formal registrado en el IMSS o el total de empleo (formal e informal), no hay cambios sustanciales (al menos que se puedan detectar estadísticamente) entre la ZLFN y otras regiones similares.
En otro estudio, Gerardo Esquivel y yo seguimos las trayectorias de los trabajadores registrados en el IMSS, antes y después de la subida del salario mínimo en 2019. Gracias a ello pudimos saber cuántas personas, en noviembre de 2018, tenían un ingreso diario menor a 176.72 pesos, monto que habría de ser el nuevo salario mínimo dentro de la ZLFN en 2019. Estos trabajadores fueron los más beneficiados porque su salario tuvo que crecer para cumplir con la nueva medida y, efectivamente, encontramos que el salario promedio de este grupo de trabajadores se incrementó 35% en comparación con otros trabajadores similares de otras regiones. Sin embargo, eso no ocasionó despidos laborales: la proporción de trabajadores empleados en la ZLFN no es diferente de la proporción observada en otras regiones parecidas. Tampoco observamos que los salarios de los trabajadores con ingresos altos disminuyeran. Al respecto, una posibilidad de ajuste para las empresas es reducir los salarios mayores para poder incrementar los salarios bajos, pero no encontramos que los trabajadores de ingreso bajo o alto fueran afectados por dicha política.
En cambio, un beneficio potencial del salario mínimo, si no causa efectos en el empleo, es que reduzca la pobreza. De nuevo, en coautoría con Gerardo Esquivel, estimamos qué tanto el aumento en 2019 del salario mínimo en la ZLFN redujo la pobreza laboral (solo tomamos en cuenta los ingresos laborales). Encontramos que la pobreza se redujo alrededor de 2.8 puntos porcentuales, o bien 12% con respecto al nivel que tenía. Esta reducción se debe a los hogares que tienen estabilidad en un empleo formal, son los hogares más cercanos a la mediana de los ingresos familiares. Del otro lado de la moneda, tampoco observamos que el salario mínimo beneficie a las familias en las que no hay miembros que trabajen de forma remunerada o a aquellas que obtienen muy bajos ingresos en el sector informal. Es decir, otras políticas públicas son necesarias para reducir la pobreza más extrema en México.
Si las empresas no reducen el empleo y no trasladan el cambio del salario mínimo a los precios finales, entonces ¿cómo se ajustan? No lo sabemos con certidumbre. En diversos estudios, hechos en otros países, se ha encontrado que se disminuyen los gastos relacionados a la rotación laboral. Al tener un salario mayor, los trabajadores de bajos ingresos tienden a quedarse más tiempo en el mismo empleo, lo que disminuye el costo laboral y compensa de cierta forma el aumento del salario mínimo. También puede ser que la productividad de esos mismos trabajadores sea mayor: que falten menos al trabajo o que sean más puntuales, entre otros aspectos. Finalmente, es posible que la rentabilidad de la empresa cambie. No obstante, no tenemos evidencia para confirmar que existen esos mecanismos en México, aunque dados los cambios mencionados se esperaría que algunos sean relevantes en nuestro contexto.
En suma, el incremento anunciado del salario mínimo es positivo. Debemos buscar, como país, que tener un empleo formal de tiempo completo cumpla con lo marcado por nuestra Constitución. Los estudios empíricos, hasta ahora, señalan que su impacto es nulo o mínimo en la inflación, nulo en el empleo y, además, reduce la pobreza laboral. Sigamos estudiando las consecuencias de los aumentos en el salario mínimo; solo así podremos distinguir en qué momento sus costos serán mayores que sus beneficios, aunque por el momento no lo sean.
Ilustración de Tania Nieto.
Los incrementos al salario mínimo causan preocupación: se dice que hacen que suba la inflación y que aumenten el desempleo y el empleo informal. Esta columna reúne la evidencia que existe hasta el momento.
Hace unos días se decidió que el salario mínimo aumente en 20% tanto en la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN) como en el resto de México, lo que ha causado controversia sobre el costo que puede tener para la economía —algunos mencionan que, en las condiciones actuales del país, la medida tiene más costos que beneficios—. Aunque ya discutí el tema en una columna anterior, vuelvo a hacerlo dada la relevancia del incremento.
Primero, hay que recordar que el artículo 123 de nuestra Constitución política es clara en señalar que el salario mínimo debe bastar para cubrir las necesidades de un jefe de familia y para que provea la educación de sus hijos. Como dije en aquella columna, el salario mínimo en el resto del país todavía no es suficiente para una familia de cuatro integrantes, en la que uno de sus miembros trabaje; con este ingreso aún se considera que están en pobreza extrema. En otras palabras, el salario mínimo todavía no alcanza para que una familia de este tipo compre lo básico en alimentación, y mucho menos para que cubra sus necesidades de vestido, transportación y ocio, entre otras. En este sentido, resulta positivo que se esté recuperando el poder adquisitivo del salario mínimo, y que se proponga cumplir con lo pactado en nuestra Constitución.
El reto es cómo lograr esta mejoría sin que los costos superen los beneficios. Mi lectura, a partir de los resultados académicos que tenemos disponibles, es que los beneficios siguen siendo mayores. Empiezo por el tema de la inflación. Al respecto, suele argumentarse que los aumentos en el salario mínimo se trasladan a los precios que pagan los consumidores. Todavía se cree —erróneamente— que si el salario mínimo sube en 20%, todos los precios aumentarán en 20%. Sin embargo, durante el sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto se decidió que el salario mínimo dejara de ser la referencia para las multas, las pensiones y las becas, entre otras cosas, y se creó la Unidad de Medida (UMA), lo que ha permitido que crezca el salario mínimo sin afectar otros precios.
Además, los estudios académicos muestran que el salario mínimo tiene un efecto relativamente bajo o nulo en la inflación. En conjunto con Gerardo Esquivel, hice una relación para saber qué tanta inflación se observó en la ZLFN cuando se duplicó el salario mínimo, en comparación con el resto del país. No encontramos evidencia de que el salario mínimo causara inflación. En otro estudio del Banco de México se calculó que el mismo episodio “llevó a un incremento estimado de 1.2% en el índice de precios al consumidor en la ZLFN” (p. 2). Por lo tanto, si hacemos un promedio de ambas estimaciones, esperaríamos que el aumento de 20% en el salario mínimo se refleje en la inflación en alrededor de 0.14% (con un intervalo que va del 0% al 0.28%). Es decir, el potencial efecto en la inflación es mínimo o inexistente.
Otra posible consecuencia negativa de esta política es que genere desempleo o empleo informal, pero los estudios que tenemos hasta el momento indican que ninguna de las dos cosas sucede. Por ejemplo, uno podría haber esperado que al duplicar el salario mínimo en la ZLFN en 2019, se afectaría el empleo. Pero cuando comparamos el total de empleo formal registrado en el IMSS o el total de empleo (formal e informal), no hay cambios sustanciales (al menos que se puedan detectar estadísticamente) entre la ZLFN y otras regiones similares.
En otro estudio, Gerardo Esquivel y yo seguimos las trayectorias de los trabajadores registrados en el IMSS, antes y después de la subida del salario mínimo en 2019. Gracias a ello pudimos saber cuántas personas, en noviembre de 2018, tenían un ingreso diario menor a 176.72 pesos, monto que habría de ser el nuevo salario mínimo dentro de la ZLFN en 2019. Estos trabajadores fueron los más beneficiados porque su salario tuvo que crecer para cumplir con la nueva medida y, efectivamente, encontramos que el salario promedio de este grupo de trabajadores se incrementó 35% en comparación con otros trabajadores similares de otras regiones. Sin embargo, eso no ocasionó despidos laborales: la proporción de trabajadores empleados en la ZLFN no es diferente de la proporción observada en otras regiones parecidas. Tampoco observamos que los salarios de los trabajadores con ingresos altos disminuyeran. Al respecto, una posibilidad de ajuste para las empresas es reducir los salarios mayores para poder incrementar los salarios bajos, pero no encontramos que los trabajadores de ingreso bajo o alto fueran afectados por dicha política.
En cambio, un beneficio potencial del salario mínimo, si no causa efectos en el empleo, es que reduzca la pobreza. De nuevo, en coautoría con Gerardo Esquivel, estimamos qué tanto el aumento en 2019 del salario mínimo en la ZLFN redujo la pobreza laboral (solo tomamos en cuenta los ingresos laborales). Encontramos que la pobreza se redujo alrededor de 2.8 puntos porcentuales, o bien 12% con respecto al nivel que tenía. Esta reducción se debe a los hogares que tienen estabilidad en un empleo formal, son los hogares más cercanos a la mediana de los ingresos familiares. Del otro lado de la moneda, tampoco observamos que el salario mínimo beneficie a las familias en las que no hay miembros que trabajen de forma remunerada o a aquellas que obtienen muy bajos ingresos en el sector informal. Es decir, otras políticas públicas son necesarias para reducir la pobreza más extrema en México.
Si las empresas no reducen el empleo y no trasladan el cambio del salario mínimo a los precios finales, entonces ¿cómo se ajustan? No lo sabemos con certidumbre. En diversos estudios, hechos en otros países, se ha encontrado que se disminuyen los gastos relacionados a la rotación laboral. Al tener un salario mayor, los trabajadores de bajos ingresos tienden a quedarse más tiempo en el mismo empleo, lo que disminuye el costo laboral y compensa de cierta forma el aumento del salario mínimo. También puede ser que la productividad de esos mismos trabajadores sea mayor: que falten menos al trabajo o que sean más puntuales, entre otros aspectos. Finalmente, es posible que la rentabilidad de la empresa cambie. No obstante, no tenemos evidencia para confirmar que existen esos mecanismos en México, aunque dados los cambios mencionados se esperaría que algunos sean relevantes en nuestro contexto.
En suma, el incremento anunciado del salario mínimo es positivo. Debemos buscar, como país, que tener un empleo formal de tiempo completo cumpla con lo marcado por nuestra Constitución. Los estudios empíricos, hasta ahora, señalan que su impacto es nulo o mínimo en la inflación, nulo en el empleo y, además, reduce la pobreza laboral. Sigamos estudiando las consecuencias de los aumentos en el salario mínimo; solo así podremos distinguir en qué momento sus costos serán mayores que sus beneficios, aunque por el momento no lo sean.
No items found.