Las películas “malas” de la Navidad

Las películas “malas” de la Navidad

20
.
12
.
23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
National Lampoon's Christmas Vacation, Jeremiah S. Chechik (1989). (Facebook)

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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National Lampoon's Christmas Vacation, Jeremiah S. Chechik (1989). (Facebook)

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23
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En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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Archivo Gatopardo

Las películas “malas” de la Navidad

Las películas “malas” de la Navidad

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En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

National Lampoon's Christmas Vacation, Jeremiah S. Chechik (1989). (Facebook)

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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National Lampoon's Christmas Vacation, Jeremiah S. Chechik (1989). (Facebook)

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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Las películas “malas” de la Navidad

Las películas “malas” de la Navidad

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
20
.
12
.
23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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Las películas “malas” de la Navidad

Las películas “malas” de la Navidad

Texto de
Fotografía de
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20
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12
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23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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National Lampoon's Christmas Vacation, Jeremiah S. Chechik (1989). (Facebook)
20
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Las películas “malas” de la Navidad

Las películas “malas” de la Navidad

Texto de
Fotografía de
Realización de
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Traducción de

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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Las películas “malas” de la Navidad

Las películas “malas” de la Navidad

20
.
12
.
23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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Las películas “malas” de la Navidad

Texto de
Fotografía de
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National Lampoon's Christmas Vacation, Jeremiah S. Chechik (1989). (Facebook)
20
.
12
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23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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Las películas “malas” de la Navidad

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20
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En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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Las películas “malas” de la Navidad

Las películas “malas” de la Navidad

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
National Lampoon's Christmas Vacation, Jeremiah S. Chechik (1989). (Facebook)
20
.
12
.
23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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Las películas “malas” de la Navidad

Las películas “malas” de la Navidad

20
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AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

En el cine de esta temporada hay un derroche extravagante de todo tipo de títulos, que emocionan a muy pocos. Invitamos a Erick Estrada a analizar cuáles serían las peores películas navideñas que sí valdría la pena revisitar. Pocos las consideran parte del canon navideño, inundado siempre de finales felices. Quizás podamos descubrir maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca del 25 de diciembre.

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El mundo vio nacer en 1978 el especial para la televisión The Star Wars Holiday Special (1978), una de las peores expresiones de la cultura pop para las épocas decembrinas, cruza forzada entre los personajes de una de las cintas más taquilleras de fin del siglo XX, como lo es Star Wars (1977) y la navidad occidental en su estado más puro. La única idea era incrementar la popularidad —y las ganancias— de la saga espacio-operística que nacía en esos años y, quizá por ello ese mazacote, que se transmitió no convenció, no convence aún y tampoco convencerá ni a los fans más fieles del universo creado por George Lucas. ¿Será que la navidad ató de manos al mundo wookiee con esa felicidad impostada y por eso, 45 años después, el Holiday Special no es considerado siquiera un material de culto? ¿Es culpa de la navidad o de una pésima estrategia de mercado?

Sin restarle culpa a la navidad —responsable de festejos que pueden rayar en lo bizarro, inspiración de sátiras descabelladas con tormentas de poliestireno expandido— el enfoque del famoso especial erró en todo momento, careció de inspiración y, sobre todo, se tomó muy en serio a sí mismo. Sin querer disculpar ese traspié también podríamos preguntarnos si alrededor de la navidad se pueden generar ideas realmente originales. El cuestionamiento es válido, así como hay fans de hueso colorado que defienden cánones como el del universo Star Wars, también hay otros que consideran necesaria la inclusión de Santa Claus en las películas de esta época, canciones mezcla de villancicos e historias lacrimógenas y, siempre, definitivamente, un final feliz forzado a más no poder: una representación de las cenas de Nochebuena, pues.

Esta no es precisamente una temporada que me ilusione. Por eso, cuando el tema decembrino y el cine saltan a la mesa, mi gusto siempre defenderá a las extravagancias del inicio del invierno, esas películas que en sus cinco sentidos pocos radicales aceptarían como tradicionales, sino todo lo contrario: las llamarían malas para proteger al canon navideño inundado de finales felices y paz universal. Si uno se aventura un poco más, si se aprovecha la oportunidad de revisar viejas películas de navidad a través de los ojos de la posmodernidad contemporánea, pueden descubrirse maravillas que nos ayuden a saborear de mejor manera la resaca de la mañana del 25 de diciembre y esa insufrible (para algunos) ensalada de manzana.

The Star Wars Holiday Special, Steve Binder, David Acomba (1978).

¿Qué sería del mundo sin Santa Claus (1959)? Esta película mexicana fue dirigida por René Cardona, paladín del cine popular, autor directo e indirecto de películas de entretenimiento que hoy trascienden gracias a su honestidad. El director la escribió al lado de Adolfo Torres Portillo y no solo es una película que hoy puede valorarse por su extravagancia, por sus genes camp, digamos. Pongámoslo así: el mundo actual peca de racionalizar todo y de hacerlo de forma muy superficial. Santa Claus nos da la oportunidad de escapar de ese enfoque sin necesidad de complacer a los amantes del realismo mágico —adjudicado en automático al cine latinoamericano— sino todo lo contrario, ofreciendo una experiencia casi psicotrópica que nada le pide un cine tan lejano —pero que se parece tanto a esta película— como el del gran Ben Watley. Don René Cardona barajó en su película de navidad al Santa Claus más famoso del cine mexicano (interpretado por un siempre genial José Elías Moreno), a un Satanás tan tradicional como apocalíptico, al Mago Merlín, niñas pobres, niños ricos, niños malos y niños buenos. Estereotipos a tope para que ahora, a los ojos del siglo XXI y con un mundo tan fuera de órbita como el que vivimos, la película tenga sabor a libertad absoluta, antes que ser considerada como un bodrio sin sentido.

Santa Claus, René Cardona (1959). (Wikimedia Commons)

Si antes de la cena familiar (esas odas a los desencuentros pasivo-agresivos) alguien tiene la fortuna de ver National Lampoon’s Christmas Vacation (1989) disfrutará un gran momento. No solo porque probablemente nadie más le acompañe en la experiencia sino porque debajo del prejuicio alrededor de la serie de películas National Lampoon’s este despropósito dirigido por Jeremiah S. Chechik (quien debutaba con Chevy Chase en el papel central) se soporta en realidad por el guion de John Hughes, quien no solo es el responsable de clásicos navideños unánimemente aplaudidos como Home Alone (1990), sino que, surgido de National Lampoon’s (la revista) y sabiendo cómo transportar ese espíritu a historias para el cine, le dio a esta cinta un toque cínico y crítico tanto a la cultura tradicional de los Estados Unidos como a una de sus celebraciones favoritas: la navidad.

Christmas Vacation nació con el estigma de ser la séptima película de la serie National Lampoon’s. Sin embargo cuenta con una personalidad gratamente identificable y es, como debía de ser al transcurrir en esa fecha, una dosis centrada de slapstick (ese humor de “pastelazo”, como se le llama despectiva y equivocadamente), punchlines de bajo impacto (por aquello de lo pasivo-agresivo de estas fiestas), bromas incorrectas y mucha inteligencia en el ritmo que, al contrario de Home Alone, no busca desbordarse sino sumar la tensión del confinamiento obligado en la Nochebuena, lo irrisorio de las “tradiciones” en la cena y las mecánicas familiares en Estados Unidos. John Hughes lo entendió a la perfección y en su guion dibujó una película tan incómoda como la navidad contemporánea. Tan incómoda y tan navideña que hasta el mismo Frank Capra habría reído. Un toque de genialidad sarcástica.

Tenemos que admitir, por supuesto, que la navidad no es la misma en todos lados y que para muchos su muy anticipada llegada se transforma en una espera dolorosa, llena de trajín y sin sentidos. Y nadie nos prepara para ello. Por eso la mejor representación de esa espera es, para muchos, El día de la bestia (1995): una aventura abigarrada e incluso blasfema que tiene en su centro al Anticristo y no al niño Jesús.

El día de la bestia, Álex de la Iglesia (1995).

Esperpéntica, exagerada, mañosa, metalera y satánica, la película de Álex de la Iglesia es demasiado escandalosa para las navidades tradicionales: los Reyes Magos mueren acribillados y un cura se pasea por Madrid haciendo el mal. Pero, a nivel cinematográfico, es una lluvia de ataques a la doble moral cristiana acentuada en la bonhomía forzosa de las navidades y, en su discurso, es lo suficientemente hereje como para ponerle atención extra. ¿Cuál es el problema de que aquí nos importe más el nacimiento del mal que del hijo de Dios? ¿Por qué se ve mal que don Quijote y Sancho Panza se transformen en un cura conspiranoico y un metalero de Carabanchel? ¿En la navidad está prohibido el humor negro y la brujería con rebanadas de pan Bimbo? Álex de la Iglesia crea un mundo con todos esos ingredientes y remata esta anécdota —un cura maligno busca el lugar de nacimiento del Anticristo— en la estatua del Ángel Caído en pleno centro de Madrid, como si anunciara un nuevo Apocalipsis después de posponer el de esta historia. Demasiado escándalo para quien gusta de los villancicos. Por eso, al contrario de quien piensa que la película es una exageración nada potable, hay que verla como lo que es, un garbanzo de libra en medio de un caos maquillado con ángeles bañados en diamantina.

Jingle All The Way, Brian Levant (1996). (Facebook)

Incomprensible resulta también el rechazo, año tras año, a reprogramar en tele o en cines Jingle All the Way (1996). Absurda la llama unos. Insípida la tachan otros. Poco creíble apunta alguien como si la navidad tuviera un discurso realista.

Lo cierto es que desde que Arnold Schwarzenegger se enfocó en abandonar la imagen de héroe americano entregó varias comedias de tono mediano que hoy, entre el culto y el mérito propio, podrían englobarse en un muy entretenido y musculoso cine club. La cinta está entre ellas no solo porque es, entre muchas otras cosas, un ejercicio meta sobre la idea y la imagen del héroe (una idea que se había explotado más descaradamente en Last Action Hero de 1993), sino porque de paso rasura la navidad con tal suavidad que, para muchos, pasa desapercibido el discurso sutilmente anticonsumista (un padre busca a toda costa el regalo que lo reconcilie con el hijo al que ha abandonado emocionalmente) que construye en una comedia. Esta, por momentos, conecta con el slapstick de Christmas Vacation y, por otros, con una aventura ligera de transparencia casi adulta, como la que podemos ver en The Goonies (1985), escrita por Chris Columbus, productor de Jingle All the Way.

Si esta película es divertida se debe a que las dosis de navidad están reducidas al mínimo. La misma anécdota podría narrarse en el cumpleaños del niño, en una fiesta de bienvenida, en una celebración de graduación de la primaria con desfile del 4 de julio. La navidad, aunque se vea y se escuche de forma inevitable, está casi como escenario, una decoración que le da a la película el marco para venderse de mejor forma (de ahí se explica la prisa con la que la película se realizó). Hoy podríamos verla en cualquier temporada.

No se trata de una película perfecta. Ninguna de las mencionadas hasta aquí lo es. Pero al parecer y según las críticas de la época (“Schwarzenegger jamás hará buena comedia”, “hay personajes que sobran por completo”) se le pedía que lo fuera, que de entrada se ganara la simpatía de las audiencias y, en especial, las de la crítica.

¿Esas exigencias surgen de la necesidad de los amantes de la navidad, de que todo en la temporada sea perfecto y de color oro? ¿O es que no alcanzaron a detectar que, por muy héroe que haya sido Schwarzenegger y por emblemática que sea su misión en la película, en realidad atestiguamos la redención de un antihéroe que logra llevar a su familia de un sufrimiento promedio a un nivel más empático? ¿Será esta entonces la única de estas “malas” películas de navidad —convertidas en excepciones rabiosas de temporada— con un final cercano a lo feliz?

Revisar estas películas de navidad no les hará ningún mal, especialmente porque de villancicos, en estas, hay poco. Menos de lo necesario.

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