Siendo la única persona al interior de un museo en plena pandemia, el artista le dará forma a sus ideas desde su rol como trabajador del engranaje cultural en un momento de búsqueda, de repensar las instituciones y el trabajo de los artistas, pero esta vez, bajo la mirada de espectadores virtuales.
Cuando Mario García Torres busca tener una conversación consigo mismo acude a los museos. Va lo mismo al de Antropología, en la Ciudad de México, que a uno de arte contemporáneo. El artista se entrega a sus dudas en estos espacios amplios en los que la concentración adquiere para él la dimensión de la meditación, como si de repente se trasladara a las salas silenciosas de algún templo remoto. “Voy en los momentos de intranquilidad, de búsqueda. Puedo reflexionar rodeado de dosis pequeñas de información, que serían las obras de arte y todo lo que pasa ahí dentro”, dice por teléfono el artista conceptual, quien busca entrar en diálogo con la fotografía, el cine, canales de audio, textos y cualquier otra forma de arte para engancharse en discusiones creativas que después se traducen en obra. En días recientes comenzó una campaña personal para reabrir los museos a una persona a la vez, la idea era clara: aprovechar estos recintos para ahuyentar los fantasmas que alteran la salud emocional de aquellos que han podido permanecer en casa durante la pandemia de Covid-19. “Nos haría mucho bien a todos los que estamos viviendo en espacios limitados, junto con un número de miembros de nuestra familia, y que batallamos para tener espacios personales”, dice el artista, quien nació en Monclova, Coahuila, donde hace años se enteró de la existencia del arte contemporáneo gracias al Museo Pape, uno de los primeros museos de su tipo en México. García Torres plantea que la cultura y el arte pueden tener una función ampliada en estos momentos de angustia y encontró eco en el Museo Jumex. Luego de hablar con el curador concluyeron que el artista sería el conejillo de indias de su propio experimento, Solo, que sucede en la Galería 1 del museo, desde el 2 de junio y hasta que las puertas del museo se abran de nuevo al público, junto con "la nueva normalidad".
“Yo no trabajo con una metodología muy precisa. Esto no es un trabajo robótico, sino que asume esa impredictibilidad, asume los accidentes, lo aleatorio”.
Fiel a su manera de entender el arte como un proceso continuo que ocurre en la creación misma, las cámaras de vigilancia de la Galería 1 transmitirán en vivo a través de internet todo lo que realice de martes a domingo, de 10 de la mañana a 7 de la tarde, que sería el horario habitual del museo. Si el arte es para él un “gesto, el registro de un movimiento, algo activo, algo que sucede, un verbo”, deberá quedar constancia de ello. “La idea de las cámaras tiene que ver con transparentar los procesos que suceden dentro de un museo. Además es una forma de mantener la institución funcionando públicamente, aunque no sea a través de una visita física”, dice el artista, quien tiene piezas en las colecciones del MoMA de Nueva York, el Centro Pompidou de París y el Tate Modern en Londres. Solo, se trata de utilizar el museo como estudio para cuestionar también la idea romántica que existe del artista poseído por la inspiración, que pasa todo el día creando. “Esos clichés no los reproduciré, lo que se verá es a alguien haciendo trabajo administrativo, teniendo conversaciones, escribiendo, leyendo y una parte eso será ejecutar físicamente las ideas”, puntualiza. García Torres llegará en diferentes horarios y algunas veces permanecerá ahí después de que las cámaras se apaguen, si es que la inspiración lo sorprende en algún momento de la noche. “Yo no trabajo con una metodología muy precisa. Esto no es un trabajo robótico, sino que asume esa impredictibilidad, asume los accidentes, lo aleatorio”, señala.
“La idea de las cámaras tiene que ver con transparentar los procesos que suceden dentro de un museo. Además es una forma de mantener la institución funcionando públicamente, aunque no sea a través de una visita física”.
En Solo le dará forma a sus ideas mientras se sitúa en su rol como trabajador del engranaje cultural en un momento de búsqueda, de repensar lo que sucederá con las instituciones y el trabajo de los artistas, pero esta vez, bajo la mirada de espectadores virtuales. “Cada vez que hago un proyecto tomo en cuenta la naturaleza del mismo, el marco teórico, la geografía, la historia de la institución en la que estoy. En esta ocasión eso sucederá en vivo. Será un momento para transparentar mi cotidianidad”, apunta. El artista tendrá consigo libros, computadoras, bastidores y su guiño personal: el polvo de tóner. “Es lo más matérico con lo que trabajo, podré tener esto como excusa para discusiones, y a partir de estos materiales iré definiendo el proyecto”, dice. Cada vez que hace cuadros realiza un diseño muy arbitrario con el polvo y luego trata de reproducirlo, como si fuera una fotocopiadora. Este elemento humano implica que las copias nunca sean exactas. “Me interesa negociar esa intersección, ese accidente, aceptar que las cosas no son siempre como uno quisiera”. Lo que sucederá al interior de esa sala, es hoy tan impredecible como el comportamiento de ese polvo volátil.