La mítica casa joyera celebra el centenario de su anillo Trinity, símbolo de amor y diversidad. Con nuevas creaciones de la colección, Cartier reinterpreta el icónico diseño sin perder su elegancia característica.
Tres bandas entrelazadas, de oro amarillo, rosado y blanco, fluyen como si fueran una sola para convertirse en uno de los anillos más icónicos: Trinity de Cartier. Desde que fue creado, en 1924, su silueta es inconfundible, y ha sido una representación de la diversidad y el amor en todas sus formas. Concebida por Louis Cartier, esta pieza simboliza tres elementos esenciales: la unión con sus hermanos Pierre y Jacques, la cifra mágica del número tres y la historia de la maison. Su diseño fue un quiebre en la tradición de la época y marcó un antes y un después en el mundo de la joyería. Este año, Trinity de Cartier cumple un siglo de ser un símbolo de elegancia y la marca se ha encargado de celebrar a lo grande.
Como homenaje a la colección original, Cartier creó nuevos diseños que capturan la esencia atemporal de Trinity, mientras exploran otras fronteras en su confección. A lo largo de los años, la línea se ha reinventado varias veces, principalmente al jugar con su volumen, pero siempre ha estado a la vanguardia. En su historia, figuras emblemáticas de la cultura, como el poeta Jean Cocteau, el actor Gary Cooper y la princesa Grace Kelly, portaron esta colección con orgullo, lo que ayudó a cimentar su estatus de ícono. Es por eso que, para su centenario, los diseñadores se enfrentaron al reto de pensar en maneras innovadoras de honrar a un clásico sin perder su esencia.
“Para reinventar Trinity empezamos por el principio: tres oros para tres anillos independientes, aunque inseparablemente entrelazados. Tres en uno y uno en tres. Guiados por estos valores sagrados, quisimos capturar la esencia absoluta del original mediante una fórmula única y aún más creativa”, explica Marie-Laure Cérède, directora creativa de Joyería y Relojería de Cartier.
Con esto en mente, la reinterpretación de Trinity resultó en una colección en igual medida clásica e innovadora. Así, con nuevas versiones del tamaño extragrande y dos iteraciones más del diseño original, la colección cobra vida con su inesperado movimiento.
Por un lado, la maison optó por darle un “empujón” más a la versión extragrande de la pulsera y el anillo, los cuales fueron objetos de culto en la primera década del siglo XXI. Con sus nuevas dimensiones, este juego se consolida como el más potente de la colección, lo que asegura su estatus en las siguientes generaciones.
Por otro, Trinity de Cartier se presenta en dos nuevas variaciones: una geométrica y la modular Trinity One. La primera, un cuadrado con las esquinas redondeadas, es una verdadera hazaña de diseño, pues mantiene su fluidez y elegancia a pesar del cambio de forma. En la segunda, los anillos están especialmente diseñados para entrelazarse entre sí y crear una sola silueta, o separarlos para revelar los deslumbrantes diamantes escondidos en el interior. Ambas versiones ofrecen una interpretación fresca y audaz del clásico anillo, con lo que se adaptan a los gustos y tendencias del siglo XXI.
Para mantener su linaje disruptivo, Cartier eligió a cinco jóvenes artistas que están revolucionando la industria con su talento y espíritu creativo. El cantante británico Labrinth, la cantante surcoreana Jisoo, la actriz estadounidense Yara Shahidi, el actor irlandés Paul Mescal y el rapero chino Jackson Wang son los protagonistas de esta impactante campaña, que muestra a los embajadores en la salina de la Camarga, en Francia, y nos brinda una oportunidad de ver las piezas en acción y entender cómo Cartier sigue moldeando la cultura de hoy.
A 100 años de su creación, Trinity de Cartier aún es una fuente de inspiración para aquellos que buscan celebrar los lazos del amor en todas sus formas. Con materiales de la más alta calidad y un meticuloso trabajo artesanal, esta colección es una obra maestra de la joyería moderna, destinada a perdurar por generaciones. Hoy Cartier brilla con más intensidad que nunca, lo que nos recuerda que lo sublime puede surgir de las formas más sencillas.