Gatopardo cumplió 18 años y como parte de las celebraciones recreó el espacio perfecto para su público en un lugar inesperado: una pista de carreras espectacular en la Ciudad de México. La experiencia Gatopardo Autos reunió, en diferentes expresiones —automovilismo, diseño, periodismo, charlas especializadas, coctelería—, la esencia de la revista.El espacio que resaltó los principios estéticos de la publicación fue, sin duda, el Departamento Gatopardo, una suite acondicionada con las piezas de mobiliario modernista más icónicas de Herman Miller.
La línea era clara: elementos simples, funcionales y sofisticados que reflejan el estilo de vida de los lectores de Gatopardo. Entre muchas texturas y colores sobrios, el departamento transmitía una sensación de comodidad absoluta.La Eames Lounge Chair and Ottoman, de la famosa pareja de diseñadores Charles y Ray Eames, fue el lugar favorito de muchos al momento de escuchar alguna charla, y no era para menos, pues esta silla, además muy cómoda, es en realidad una pieza de arte.El toque festivo lo puso el hipnótico Nelson Marshmallow Sofa, un love seat de 18 cojines circulares que dan la apariencia de flotar en el aire. Esta pieza representa la imaginación explosiva de George Nelson —quien fuera el director de diseño de Herman Miller— y es conocida como el exponente más distintivo del estilo atomista.
Otros clásicos del siglo XX también aparecieron por el departamento: la silla Nelson Coconut, el vistoso descansa pies rojo de Alexander Girard y la hermosa y sencilla silla Saiba, que, como sus propios creadores lo dicen, resulta muy familiar a la vista y, por su sencillez, se adapta a cualquier espacio; al usarla, sin embargo, manifiesta sus verdaderas cualidades: curvas suaves, perfectamente logradas, que la convierten en la silla más cómoda en la que alguien pueda sentarse.En cada rincón del departamento se hacía presente la impecable curaduría de diseño, sencilla y elegante. La experiencia de vivir el lujo en casa, de que una obra de arte sea parte de la decoración de tu espacio, fue algo definitorio en la experiencia que Gatopardo y Herman Miller les regalaron a los asistentes.