Verónica Peña entiende el mundo a través del olfato. De su infancia quedaron impregnados en su memoria los aromas que desprendían las flores del jardín de su abuela, especialmente la flor de la noche, un capullo color de luna que crece en el cáctus trepador y que, al caer el sol, comienza a florecer y muere antes de los primeros destellos del alba.
Verónica recuerda las noches especiales en el jardín de su abuela, cuando los nietos y la familia se juntaban, cada temporada de floración, a oler la fragancia fuerte y vital de esta flor. Y aunque años después se dedicó a otros asuntos, los recuerdos quedaron muy presentes, tanto así que este año lanza su propia línea de perfumes.
Su nombre es Xinú, una palabra de origen otomí y que significa nariz. Para desarrollar el concepto, se juntó con otros tres genios: Héctor Esrawe y Nacho Cadena, fundadores del despacho de diseño E+C (Esrawe+Cadena Concept Designe), donde ella misma trabaja, y para la combinación de los botánicos invitaron al maestro perfumero Rodrigo Flores-Roux, un consentido de marcas como Calvin Klein, Donna Karan y John Varvatos, entre otros.
Hasta ahora Xinú tiene cuatro fragancias: Aguamadera, OroNardo, Copala y Monstera. Para conocer estas creaciones hay que vivir toda una experiencia: ir al showroom ubicado en Alejandro Dumas 161, en Polanco, y oler cada uno de ellos. Y es justo lo que hicimos.
Como parte de una de las experiencias de Club Travesías, Verónica, junto con Esrawe y Nacho, reveló a los socios la magia detrás de estas delicias olfativas. Para entender cómo se llegó a cada una de las fórmulas, Verónica nos insistió en que debíamos oler al menos tres de los elementos que las componen.
Así, por ejemplo, para entender por qué OroNardo es una fragancia floral y dorada, había que saber que en su ADN lleva naranjo, absoluto de flor de azahar, absoluto de nardo y absoluto de cempasúchil. El resultado es irresistible, luminoso y elegante, pero al mismo tiempo opulento.
Otro perfume es Aguamadera, para el cual se utilizó lentisco —que tiene un aroma muy vegetal—, gálbano —una resina quemada que le da un tono ahumado como del mezcal— y semillas de abelmosco, cuya utilización es cada vez menos frecuente en la industria perfumera. Al final, se obtiene una fragancia fresca, refinada y transparente, que convive perfecto con los claroscuros de sus notas.
Muchos de los elementos que integran las fragancias de Xinú son mexicanos, como la vainilla y el nardo. El problema es que muchos de ellos sólo se cultivan en el extranjero. Y por eso una de las cosas que Verónica se propone es enaltecer la botánica de nuestra tierra, difundir su verdadero origen y que la gente conozca las texturas y los aromas que México lleva a flor de piel.Más experiencias de Club Travesías:Libreros y librerías de la RomaAnte la crisis alimentaria, huertos urbanosSíguenos en twitter