Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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Tiempo de Lectura: 00 min

La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ilustración de Fernanda Jiménez.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ilustración de Fernanda Jiménez.

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Texto de
Fotografía de
Realización de
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Traducción de

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

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Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

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Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Archivo Gatopardo

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Ilustración de Fernanda Jiménez.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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Ilustración de Fernanda Jiménez.

La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ilustración de Fernanda Jiménez.
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07
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Tiempo de Lectura: 00 min

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Texto de
Fotografía de
Realización de
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Traducción de

La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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Tiempo de Lectura: 00 min

La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ilustración de Fernanda Jiménez.
17
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07
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AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ilustración de Fernanda Jiménez.
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La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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2023
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La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

inundaciones
Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

inundaciones
Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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Ilustración de Fernanda Jiménez.

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

Ya es temporada de inundaciones en la CDMX: ¿pueden ayudarnos los árboles?

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La temporada de lluvias provocará inundaciones en la CDMX. Parte de la solución está en los árboles urbanos, pues la sucesión de copas detiene el agua e impide que gran parte llegue al suelo. Los árboles, además, mejoran la tasa de infiltración del agua en la tierra y, encima, la succionan: un solo roble, por ejemplo, puede absorber casi 400 litros al día. No solo hay que plantar árboles, para obtener beneficios ambientales de ellos es imprescindible mantenerlos sanos: algo en lo que han fallado los gobiernos capitalinos.

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Las inundaciones son uno de los problemas más persistentes de la Ciudad de México. Tenochtitlan se anegaba en tiempos prehispánicos y al menos padeció tres inundaciones mayores que “provocaron el abandono de las construcciones por parte de sus habitantes”, según el geólogo Manuel Reyes Cortés. Nosotros, desde finales de mayo y hasta octubre, cada año cruzamos los dedos para que la temporada de lluvias no vuelva más caótica nuestra ciudad. A pesar de que el problema está bien identificado, las inundaciones en avenidas y calles y las desbordadas alcantarillas siguen colmando las noticias. Las pantallas de nuestros celulares no dejan de reproducir videos de las colonias golpeadas por la lluvia de la noche anterior. Lo peor del caso es que la desigualdad económica se traduce en mayor vulnerabilidad ante las catástrofes naturales, es decir: la gente con menos recursos tiene menos capacidad de hacer frente a las inundaciones o de prevenir que estas afecten sus hogares, su salud y sus vidas.

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Probabilidad diaria de precipitación en la CDMX en 2023.

¿Cómo se distribuyen las inundaciones en la Ciudad de México? Según la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC), de 2016 a 2020 Iztapalapa padeció 420 inundaciones (20.3% de las que hubo en la capital), lo que la convierte en la alcaldía más afectada por este fenómeno; se ubica en el primer lugar y por mucho, pues Tlalpan —el segundo lugar— registró 280 inundaciones en el mismo periodo (13.5% del total en la ciudad, pero solo dos terceras partes de las que hubo en Iztapalapa). El tercer lugar lo ocupa la GAM con 201 inundaciones en esos años (9.7% del total en la Ciudad de México). En contraste Milpa Alta tuvo siete inundaciones, la Magdalena Contreras tuvo veintiocho y Cuajimalpa treinta y uno.

Recurrencia de encharcamientos e inundaciones por alcaldía de la CDMX.

La misma SGIRPC elaboró un mapa que muestra el grado de peligro por inundaciones en cada área geoestadística básica (AGEB) de la Ciudad de México,* el cual se puede visualizar fácilmente gracias a Jorge Juvenal Campos Ferreira, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas. De acuerdo con Campos Ferreira, las “zonas de muy alto y alto peligro están en Iztapalapa, Coyoacán, la GAM, Xochimilco, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Venustiano Carranza”.

¿Qué podría ayudar a estas alcaldías, y en general a la Ciudad de México, a contrarrestar las inundaciones? Lo siguiente no debe entenderse como una respuesta mágica al problema, pues las inundaciones se deben a varias causas (por ejemplo, a que la capital del país se ubica en lo que antes fue un lago, a que hemos construido asentamientos en zonas que se hunden varios centímetros cada año y, en gran medida, a que la acumulación de basura obstruye la salida del agua), sin embargo, vale la pena considerarlo: plantar árboles puede contribuir a enfrentar la situación. Ya se sabe que los árboles purifican el aire, mejorando su calidad —que en la capital suele ser mala—, pero sus aportaciones van más allá: de hecho, los árboles son nuestros mejores aliados para combatir inundaciones.

Gracias a su dosel —es decir, las copas de muchos árboles—, ayudan a reducir las inundaciones. Los troncos, las hojas y las ramas frenan el impacto de las lluvias en los suelos. Sin ellos, el golpeteo constante del agua va erosionando poco a poco el suelo. Con los árboles y su follaje un buen porcentaje del agua se evapora sin llegar jamás al suelo. De acuerdo con un artículo de Forestal Maderero, si bien todos los árboles cumplen esta función, los nativos lo hacen de mejor manera que los exóticos gracias a su adaptación al clima del Valle de México y a que su cubierta crece en función de la temporada de lluvias.

Además, en los bosques las tasas de infiltración del agua llegan a ser hasta 30% más altas que en zonas sin vegetación, según un artículo de EFEverde. Esta tasa se reduce en lugares cubiertos de asfalto y hormigón, donde el agua suele no tener más opción que irse por las cañerías, sin embargo —como hemos visto tantas veces y como ya mencioné—, a causa de la basura y la saturación del drenaje, el agua se queda sobre las calles. La SGIRPC asegura que el 50% de las inundaciones a las que estamos acostumbrados en la Ciudad de México se debe a la acumulación de basura.

Para remediarlo, ¿necesitamos demoler alcaldías enteras y que un bosque recupere todo el territorio? Una solución tan extrema sería inviable por utópica. Hay, en cambio, soluciones para las ciudades densamente pobladas, como la nuestra, que podrían implementarse.

Dos de ellas son los parques urbanos y la recuperación de cajetes o alcorques —pequeños cuadros de tierra que muchas veces están vacíos, pero donde se pueden sembrar árboles—. Ambas medidas son factibles en varias partes de la Ciudad de México y, sobre todo, tendrían un efecto benéfico en la disminución de inundaciones en temporada de lluvias. De acuerdo con un artículo de Princeton Tree Care, un solo roble puede captar 378 litros de agua diarios y una secuoya gigante puede absorber 1,892 litros en el mismo tiempo.

En cambio, según el ingeniero Félix Hérnandez Gamundi, citado en una nota reciente de La Jornada, la “deforestación brutal” favorece los escurrimientos hacia las zonas urbanas del Valle de México y más allá. Conviene citarlo extensamente: “Tula recibe toda el agua de esta cuenca y de otras subcuencas; son escurrimientos instantáneos, ‘para los cuales la infraestructura hidráulica no es suficiente’. Con lluvias extraordinarias, donde ya no hay bosques ‘los escurrimientos se dan a gran velocidad en un tiempo corto y no hay posibilidades de tomar medidas preventivas, como evacuar de forma ordenada’. A esto se agregan los asentamientos en los márgenes de los cauces, sin respetar la zona de reserva del río, como en Tula, o en la punta de los cerros. ‘Es por la situación de pobreza que la gente se asienta en sitios de riesgo’”.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla como parece. En parte, porque no basta con plantar árboles, también es necesario escoger los adecuados para cada tipo de suelo y capacitar a las cuadrillas en el correcto manejo de las herramientas, el buen trato a los árboles y la realización adecuada de podas. En suma, es necesario que las cuadrillas asistan a cursos impartidos por especialistas que les indiquen cómo beneficiar las áreas verdes y no solo manejarlas de forma estética. Conservar a los árboles sanos es crucial si pretendemos obtener beneficios ambientales de ellos.

Encima, la Ciudad de México tiene que lidiar con un problema de fondo: la escasez de áreas verdes en muchas de sus zonas marginadas. El crecimiento de la población en la capital, los asentamientos irregulares creados por la necesidad de encontrar vivienda, los desarrollos inmobiliarios a costa de los árboles y la falta de políticas de planeación urbana generaron, a lo largo de los años, espacios donde el concreto y el asfalto sepultaron el suelo. En contraste, las colonias donde vive la gente con mayor poder adquisitivo tienen muchas más áreas verdes en forma de parques, camellones, calles arboladas y hasta dentro de sus conjuntos residenciales —hay algunos que incluso tienen dentro una parte del bosque de Tlalpan.

En la ciudad debemos hablar de “desigualdades verdes”. Al respecto, un reporte de la organización chilena Ciudades Verdes menciona lo siguiente: “En nuestras ciudades, cada vez más densas y urbanizadas, las áreas verdes reducen las tasas de mortalidad, mejoran la salud física y mental, promueven mayor cohesión social. Lamentablemente, no todas las personas que habitan la ciudad tienen las mismas oportunidades de acceso al verde urbano [...] Existen marcadas desigualdades”.

En el caso de la Ciudad de México, este acceso es claramente desigual. A partir de los resultados del Inventario de Áreas Verdes Urbanas 2017 de la Secretaria del Medio Ambiente de la capital y de la Encuesta Intercensal del Inegi de 2015, se puede advertir que el área verde por cada habitante capitalino es de 7.54 metros cuadrados.

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Superficie de áreas verdes por alcaldía.

Con todo, es importante analizar esta información por alcaldía. Antes de hacerlo, quiero resaltar que estos datos no distinguen entre las áreas verdes urbanas y las no urbanas —es decir, muestran indiscriminadamente el total por alcaldía, aunque haya zonas no urbanizadas—. Otra precaución: las “áreas verdes” no se refieren únicamente a los árboles urbanos, sino también a los pastos y a lugares con helechos y arbustos (“área verde”, en este caso, significa “toda superficie cubierta por vegetación natural o inducida que se localice en la Ciudad de México”). Miguel Hidalgo tiene 15.4 metros cuadrados de áreas verdes, seguida de Coyoacán, con 15. En las antípodas se encuentran Milpa Alta y Benito Juárez (ambas con 2.2), y luego está la Cuauhtémoc (con 3.6).

A primera vista, parece que estos datos indican que no existen las desigualdades verdes. La alcaldía Cuauhtémoc concentra buena parte de la producción de la Ciudad de México, es decir, no es una zona marginada, sin embargo, aparece muy abajo en cuanto a metros cuadrados de áreas verdes por habitante. En cambio, Tláhuac y Tlalpan, a pesar de ser alcaldías muy distintas, tienen casi el mismo número de áreas verdes per cápita (8.4 y 9.6 metros cuadrados).

Para mostrar mejor el problema, es necesario usar el censo de árboles en suelo urbano que hizo en 2009 la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT). Iztapalapa y Tláhuac no superaban, en ese año, los 3.2 metros cuadrados de árboles por habitante, mientras que otras con mayor poder adquisitivo, como Álvaro Obregón o Tlalpan, rebasaban los diecinueve metros cuadrados por persona. Con todo, hay que tener en cuenta que hay desigualdades muy marcadas dentro de las alcaldías más marginadas y de las más prósperas, aunque tampoco puede obviarse que Iztapalapa, como ya dije, es la alcaldía con el mayor número de inundaciones entre 2016 y 2020.

Estadísticas generales de áreas verdes en el suelo urbano.

El censo realizado por la PAOT tiene catorce años de antigüedad, un periodo muy largo como para realmente contar los árboles urbanos. Otras fuentes sobre la cobertura arbórea son útiles, como la de Global Forest Watch, que usa imágenes satelitales para contar las pérdidas y ganancias de árboles de más de cinco metros de altura. Entre 2001 y 2020 la GAM, por ejemplo, perdió 0.23% de cobertura arbórea (0.218 hectáreas), pero ganó siete hectáreas en el mismo periodo. Para Iztapalapa, el mapa no muestra muchos datos, sin embargo, su mayor pulmón, el Cerro de la Estrella está amenazado por los asentamientos ilegales y la deforestación histórica del 90% de esta área natural protegida, según un reportaje de Contralínea.

Si bien las medidas en hectáreas o metros cuadrados son la norma para los análisis a nivel macro, también vale la pena considerar la regla 3-30-300. Desde el hogar de cada persona se deberían ver tres árboles como mínimo, cada manzana debería tener al menos 30% de cobertura verde y estar a no menos de trescientos metros de un área de esparcimiento verde. Si bien varias zonas de la Ciudad de México reprobarían, es un buen inicio para empezar a planear ciudades resilientes ante los desastres naturales y dignas para sus habitantes.

Es ahí donde plantar árboles —y cuidarlos— puede ser parte de la solución. Hay que entender que las inundaciones son, sobre todo, un problema ambiental. Nos conviene buscar soluciones basadas en la naturaleza (SBN). De acuerdo con World Wildlife, una organización ambiental con presencia en más de cien países, las SBN son “un conjunto de acciones o políticas que aprovechan el poder de la naturaleza para abordar algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes”.

Las SBN son versátiles, pueden aplicarse tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños espacios —por ejemplo, aprovechando los cajetes en la Ciudad de México para poner árboles—. Otro ejemplo se puede ver en Barcelona: ahí se busca plantar árboles y plantas de especies nativas que funjan como pequeños hábitats para que atraigan fauna silvestre y generen un control natural de plagas. Esta SBN, además, promueve la educación ambiental entre la ciudadanía y demuestra que con cambios pequeños, consistentes y sumados, se puede contribuir a mitigar el cambio climático.

Al respecto, las inundaciones, aunque históricas en la capital de México, son también un problema ocasionado por el cambio climático: y cada vez habrá más —es importante comprender que este cambio no solo implica más sequías, sino también más inundaciones, de mayor intensidad y atípicas—. Ante este panorama, debemos aumentar la resiliencia de las ciudades. Mina Khodadad, Ismael Aguilar-Barajas y Ahmed Z. Khan, en un artículo publicado en Water, lo explican: “La resiliencia de los ambientes urbanos puede incrementarse combinando apropiadamente intervenciones de infraestructura verde [como las SBN] en lugar de medidas de un solo uso”. Esto puede llevar a las ciudades a “hacer frente a las inundaciones y otros peligros”.

Por supuesto, plantar árboles no es la panacea —como he insistido a lo largo de este texto—. La basura, el drenaje y en general el sistema hidráulico son parte de la ecuación. Una de las respuestas recientes de las autoridades fue el Túnel Emisor Oriente (TEO), una obra de casi setenta kilómetros que en 2019, tras más de una década de construcción, comenzó a operar en su totalidad con el objetivo de reducir la saturación del drenaje profundo y de los sistemas de alcantarillado de la Ciudad de México. Aunque en buena medida logró su propósito, el TEO demostró no ser una solución total y acarreó varias consecuencias, particularmente, en el estado de Hidalgo. El excedente de agua de la capital se deposita en el río Tula, lo que causa gran contaminación e inundaciones allá, como las que hace un par de años azotaron a la localidad del mismo nombre, algo que investigó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: en 2021 murieron diecisiete personas ahí y setenta mil perdieron su patrimonio; la tragedia no fue causada por las lluvias más intensas en ese lugar, sino por el exceso de agua que “llegó de los túneles que desatascan el Valle de México”. Los problemas que por tanto tiempo han aquejado a los capitalinos se llevaron a otros sitios. En ese sentido, el TEO es como una alfombra bajo la que se esconden las aguas de la Ciudad de México.

Todo esto demuestra que una solución, por ambiciosa que sea y aunque se le destine una inversión considerable, no termina de remediar el problema, en especial, uno tan complejo como las inundaciones. Si partimos de que las soluciones deben complementarse, entonces plantar árboles —esto es, mejorar la infraestructura verde de las ciudades— debería ser una prioridad. Hay que dejar de pensar a las áreas verdes como algo estético, para entenderlas como lo que son: un elemento imprescindible. Las áreas verdes son un derecho, no un privilegio. El arbolado urbano no solo le hace frente a las inundaciones, sino que también puede mejorar la calidad de vida de las poblaciones marginadas.

Espero que en un futuro cercano vivamos en ciudades más verdes y que empecemos, poco a poco, a advertir las desigualdades en este ámbito como uno de los peores problemas de la actualidad y de los tiempos por venir. Una y otra vez se repite que esta es la última oportunidad que tiene la humanidad para hacer bien las cosas. Agarrar la pala y colocar árboles es un paso que yo doy en #CiudadBosque porque, como me dijo un maestro, hay que ver en la incertidumbre una oportunidad para crear un futuro mejor. Creo firmemente que los árboles son una de las respuestas para ese futuro.

*Según el Coneval, el Inegi define una AGEB urbana como “un área geográfica ocupada por un conjunto de manzanas perfectamente delimitadas por calles, avenidas, andadores o cualquier otro rasgo de fácil identificación en el terreno y cuyo uso del suelo es principalmente habitacional, industrial, de servicios, comercial, etcétera, y solo son asignadas al interior de las zonas urbanas, que son aquellas con población mayor o igual a 2,500 habitantes y en las cabeceras municipales”.

Actualización: Este texto fue corregido el 18 de julio de 2023, para eliminar la afirmación de que la OMS recomienda 16 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, pues el sitio Chequeado se puso en contacto con la organización, la cual no encontró ningún registro de que hubiera emitido esa recomendación.

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