La PrEP, promesa de prevención para el VIH
La PrEP llegará a México a finales de 2018. ¿Cuáles son sus promesas?
Cada que Javier se hace una prueba de VIH la angustia le recorre el cuerpo. Cualquiera que se haya hecho un análisis médico barajea en lo más profundo de la mente la posibilidad de que el resultado no sea favorable y Javier se enfrenta, al menos dos veces al año, a esa terrible espera en uno de los pasillos de la Clínica Condesa. Lo hace consciente de que “siempre es mejor saber con tiempo y tratarse, que enterarse cuando ya no se puede hacer nada”.
Con los músculos menos tensos tras recibir un diagnóstico “no-reactivo”, Javier siente como si hubiera vuelto a nacer. Él pertenece a uno de los grupos más vulnerables al contagio del VIH en el país, según el CENSIDA: los hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH). Entre los grupos vulnerables se encuentran también las mujeres transgénero, además de las y los trabajadores sexuales. Los derechos educativos y sexuales de muchos se han visto limitados por políticas públicas que simplemente los ignoran y los dejan vulnerables ante las enfermedades de transmisión sexual (ETS).
Desde hace un par de semanas Javier se convirtió en una de las primeras personas en México que son parte de un protocolo de prevención de VIH, llamado PrEP o Profilaxis pre-exposición. Este método revolucionó desde el 2012 la batalla que se tiene contra esta pandemia en Estados Unidos y algunos países de Europa. “Cualquier persona que este usando la profilaxis puede reducir hasta en un 92% las probabilidades de contagio al tener un encuentro sexual de riesgo”, dice en entrevista para Gatopardo, José Luis Montenegro, coordinador de Comunicaciones del Protocolo ImPrEP en México del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). “Pero es importante decir que la PrEP no es un método de sustitución del preservativo”, enfatiza. La organización a la que pertenece implementará en México a finales del 2018, junto con instancias de gobierno y organizaciones de la sociedad civil, esta estrategia de prevención contra el VIH.
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A pesar de que uno de los rituales de Javier, que es maestro de Salud en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, es el uso del condón, decidió tomar la PrEP por recomendación de una de sus parejas, que es VIH positiva. Javier respondió a una convocatoria del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias que buscaba voluntarios para probar este protocolo. Los voluntarios que fueron aceptados y que reciben de manera gratuita este tratamiento —que en farmacias puede valer hasta 13 mil pesos— recibieron también la noticia de que durante un año sus pruebas y consultas médicas formarían parte de un protocolo de investigación que pretende analizar los impactos que la PrEP tiene en la salud y la psique de quien lo toma.
Además de realizarse pruebas sanguíneas y de detección de VIH, Javier tuvo que comprobar que sus huesos, sus riñones y su hígado se encuentran en perfecto estado, pues la Truvada (nombre comercial del medicamento) y sus componentes pueden causar problemas como la descalcificación ósea y el daño permanente en estos órganos vitales. Mientras cuenta esto me muestra una serie de documentos y parámetros médicos, entre ellos, una densitometría ósea que comprueba que el maestro se encuentra en perfectas condiciones.
“Como parte de este protocolo de investigación me extirparon un ganglio, pues los infectólogos del INER, intentarán determinar si existe alguna relación entre estos agregados celulares y el desarrollo de la enfermedad”, dice Javier orgulloso, con el tono de un niño. “No me dolió nada”, cuenta mientras me señala una pequeña cicatriz en su nuca, de donde le extrajeron este pequeño órgano con forma de esfera. Mientras guarda los papeles me dice que, “como investigador está feliz de formar parte de este proyecto científico.”
El protocolo que traerá a México el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), en conjunto con instituciones como el Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH y el sida (CENSIDA), Clínicas Especializadas Condesa, el Instituto Nacional de Salud Pública, y organizaciones de la sociedad civil como Letra Ese y Fundación México Vivo, ofrecerán este tratamiento en la Ciudad de México, Jalisco y Yucatán y en una primera fase beneficiará a 3 mil personas, además de que intentará influir en las políticas públicas para que más personas en los próximos años puedan acceder al tratamiento de forma gratuita. Aún no está del todo decidida la estrategia de distribución, pero se entregará de forma gratuita a quienes cumplan con el perfil del Protocolo ImPreP-México en algunas zonas del país, donde las estadísticas de contagio son más altas. Según José Luis Montenegro, se trata de un programa que ya se probó con éxito en Brasil.
Javier, que en la mesa del comedor ha dispuesto todos los medicamentos que tendrá que tomar de ahora en adelante, me explica que el único cambio significativo en su vida —al menos en los 15 días que lleva en el tratamiento— ha sido tener que tomarse puntualmente las pastillas. Primero, una dosis de Truvada, una pastilla color azul que acompaña con un vaso de agua, luego otras cuatro que prometen reducir al mínimo cualquier daño o reacción secundaria, que no ha tenido hasta el momento, pero que el medicamento principal podría generar en su delgada anatomía. “A pesar de los efectos secundarios, la tranquilidad y la reducción del riesgo de contraer el virus que me hizo perder a uno de mis mejores amigos en el año 2000, lo vale”, asegura.
Este virus que ha cobrado innumerables víctimas a lo largo del mundo, no ha decrecido sus cifras en el país, sino todo lo contrario. La realidad es que las cifras son alarmantes. De acuerdo al Informe de Vigilancia Epidemiológica, entre 2010 y 2017 la población seropositiva del país ha incrementado en un 84%.
“La PrEP puede resultar un gran medida para reducir las cifras”, dice Rodrigo, un estudiante de Criminología que desde hace un par de años es portador del VIH. Dice que llegada de la PrEP al país puede ser una oportunidad histórica, pero teme que muchos usen este método como una excusa para tener sexo sin protección. Rodrigo, que apenas tiene 22 años, dice que su generación le perdió el miedo al VIH por que pasó de ser una enfermedad mortal, a ser solo una enfermedad crónica. “Para prevenir esto”, dice “la única forma es garantizar una educación sobre el uso del preservativo”.
Recientemente, en México, un grupo de padres conservadores intentó eliminar los contenidos de educación sexual de los libros de texto de las secundarias públicas. ¿Podrá la PrEP combatir la enfermedad en un contexto así?
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