'Los delincuentes' buscará arrebatar un Oscar para Argentina

‘Los delincuentes’, la película que busca arrebatar un Oscar para Argentina

La más reciente película del director Rodrigo Moreno puede verse ya en salas cinematográficas. Esta historia sobre el trabajador de un banco que decide robarlo, pasar un tiempo en prisión y disfrutar del resto de su vida en retiro, es más que una simple revisión de un clásico del cine argentino: es un ejemplo del riesgo y la originalidad del cine argentino.

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Un repaso frívolo al cine argentino actual demuestra que Buenos Aires es hoy lo que hace ya sesenta años fue París: la capital de la cinefilia. Aunque, como en todo el mundo, también existen ahí un cine popular basado en el humor televisivo y los éxitos convencionales desafiados por la crítica más inteligente, hay que fijarse sobre todo en las imágenes que se producen al margen de aquello, todas valientes y decididas a explorar más allá de los horizontes visibles. Por dar algunos ejemplos, Lucrecia Martel y Lisandro Alonso exploran con soltura las narrativas contenidas en los silencios, los tiempos y los espacios; César González y Albertina Carri destruyen toda norma para crear un cine marginal en estilo y temas; los cineastas del colectivo El Pampero Cine —Alejo Moguillansky, Laura Citarella y Mariano Llinás— se divierten mezclando cine de género y la más elevada teoría fílmica para dar gusto a todos y a nadie; Matías Piñeiro reinventa las posibilidades de la adaptación literaria y, de paso, al cine mismo.

Ya era hora de que una película como las que hacen estas figuras recibiera el reconocimiento de las instituciones cinematográficas, usualmente más inclinadas al convencionalismo de Santiago Mitre, Damián Szifron o Lucía Puenzo. Quién sabe cuál haya sido el criterio para elegir Los delincuentes (2023), de Rodrigo Moreno, como la representante de Argentina para competir por el Oscar a Mejor Película Internacional, pero el fallo permite darle mayor difusión a una de las expresiones más emocionantes de la cinefilia argentina: una trama que es al mismo tiempo varias y que, así como se compone de imágenes, encuentra en la literatura un recurso cinematográfico; también es un recuento discreto de la historia del cine y una lucha expresada como narrativa. Es posible que Los delincuentes no gane nada porque no pacta con las formas que le gustan a la Academia de Hollywood, pero, en cambio, se compromete con su público y las posibilidades de la imagen.

Rodrigo Moreno, Los delincuentes

Los Delincuentes, Rodrigo Moreno (2023).

La narrativa empieza con un robo a un banco y quizá por eso la describan seguido como una película de atraco, pero si el largometraje más querido de este género es Heat (1995), abundante en balaceras y melodrama, prometer tal cosa es impreciso, aunque no enteramente falso. El director de Los delincuentes, Rodrigo Moreno, se basó en el clásico Apenas un delincuente (1949), de Hugo Fregonese, una película habitada también por decisiones peculiares, como empezar cuando el protagonista es atrapado después de una emocionante persecución en coche; inmediatamente después la narrativa nos manda al pasado, cuando su robo fue cometido sin un arma de por medio, y luego, en el presente, buena parte del metraje se sitúa en la cárcel que, en un film noir como este, sería un destino fuera de cuadro. Sobre todo, en la película de Fregonese hay una idea política que permanece en Los delincuentes y que pareciera inspirada en una frase de Bertolt Brecht: “Robar un banco es un delito, pero más delito es fundarlo”.

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Los protagonistas de ambas películas, apellidados Morán, son empleados bancarios que se preguntan por qué trabajar en un empleo cansado y repetitivo para obtener un sueldo apenas suficiente. Sus planes también son similares: aprovechar su posición en el banco para cometer un robo que amerita una sentencia breve en la cárcel, esconder el dinero y no volver a trabajar nunca. Es en la realización en la que vemos la diferencia entre ambas películas: la de Fregonese sostiene un tono intrigante a lo largo de todo el metraje, mientras que la de Moreno es parsimoniosa desde el comienzo. No parece en las primeras imágenes que este nuevo Morán (Daniel Elías) vaya a hacer algo fuera de lo normal: Rodrigo Moreno muestra su traje colocado en una silla desde la noche anterior para ahorrar tiempo al despertar y luego observamos su desayuno escueto en una cafetería. El día en el banco empieza con una clienta que firma exactamente igual que otro cuentahabiente, como si fuera un problema menor, aunque insólito, pero en esa idea de la copia se sugiere ya una simbología cinéfila. Las películas de Rodrigo Moreno y Fregonese son como aquellas firmas: iguales en esencia, pero claramente representan imaginarios distintos.

Rodrigo Moreno, Los delincuentes

Los Delincuentes, Rodrigo Moreno (2023).

En una maniobra discreta y minuciosamente observada por la cámara, Morán logra robar el dinero y salir del banco con él. Rodrigo Moreno contempla sus gestos de nerviosismo —a menudo mira hacia atrás, pensando que lo siguen—, combinados con una sonrisa contenida porque logró el robo. El protagonista de Fregonese era más vivo y más egoísta: un apostador dispuesto a hacer a su familia perder por él. Este otro Morán está solo y por ello le pide a un colega que esconda el dinero para que se lo repartan cuando salga de prisión. A partir de este punto el protagonismo se diluye y comienza a brotar una extrañeza como de fábula: el cómplice de Morán se llama Román (Esteban Bigliardi) —una forma anagramática de su nombre— y este, al salir de la ciudad para esconder el dinero cerca de un río, se hace de nuevos amigos: Ramón (Javier Zoro Sutton), Morna (Cecilia Rainero) y Norma (Margarita Molfino) —anagramas otra vez—; esta última se convierte en su amante.

Así como existen dos películas con más o menos la misma trama, Los delincuentes contiene en su interior dos partes que expresan formas paralelas de hacer cine: la primera, más o menos clásica, en la que sucede el robo, y la segunda, en la que se diluye el aspecto policial y Rodrigo Moreno comienza a explorar más allá de los límites de la trama y del lenguaje fílmico. Cuando Román conoce a sus nuevos amigos, se le ocurre hablar de una rima infantil que un día escuchó incompleta y le obsesiona: “Eran tres: dos polacos y un francés…”. Incapaces de completarla, los demás lo invitan a vivir con el misterio —en realidad nos lo piden también a los espectadores— y a partir de ese momento ya no importa la intriga sino los placeres que experimenta Román en un paraíso cuyo verdor y personajes en días de campo hablando sin consecuencia evoca el cine de Éric Rohmer. La cinefilia como placer y como medio de creación se aparece también en el gusto mismo de ir al cine: en una escena como extraída de Goodbye Dragon Inn (2003), Román ve L’Argent (1983), de Robert Bresson, rodeado por otros espectadores en unos planos, pero completamente solo en otros. Hay fantasmas en la sala viendo un clásico, tal como en la película de Tsai Ming-liang.

Rodrigo Moreno, Los delincuentes

Los Delincuentes, Rodrigo Moreno (2023).

Mientras tanto, en la cárcel Morán se envilece y añora la libertad. Un prisionero que lo extorsiona le habla de cómo la gente afuera cree ser libre cuando en realidad está esclavizada por las pantallas. Encerrados, estos hombres tienen al fin lo que no existe afuera: tiempo. Esto, sin embargo, no significa que Moreno idealice la prisión; al contrario, así como Fregonese veía en su Morán un bandido antisistema, Los delincuentes nos habla, en medio de su lirismo, de un sistema punitivista que pervierte a la gente, en vez de enderezarla; de unas vidas insoportables en la supuesta libertad —“Solo vivimos para trabajar”, dice uno de los protagonistas al recordar que tiene dos semanas de vacaciones en un año de 365 días—, y de la posibilidad, la urgencia, de romper las cadenas mediante el placer: el sexo, que Moreno filma con dulzura al mostrarnos a Román y su esposa dando vueltas en la cama, como si fuera infinita, y el arte, que le da un respiro a Morán cuando lee “La gran Salina”, un largo poema de Ricardo Zelarayán. La película cierra con una canción de Pappo, llamada “¿Adónde está la libertad?”.

Al mostrarnos a sus protagonistas desencadenados, a diferencia del funesto Fregonese, Rodrigo Moreno compone una pequeña insurgencia en imágenes para complacer a todos los trabajadores: los que dejan de sufrir dentro de la pantalla y los que la ven. El cine es un acto alegremente subversivo que nos invita a sumarnos a la revolución.

Mira el trailer de Los delincuentes:


ALONSO DÍAZ DE LA VEGA. Crítico cinematográfico para Gatopardo. En 2015 fue el primer crítico mexicano convocado por Berlinale Talents, la cumbre de jóvenes talentos del Festival Internacional de Cine de Berlín. Ha escrito sobre cine en La TempestadRevista AmbulanteTierra AdentroFrenteButaca Ancha Cuadrivio. En televisión participó en el programa Mi cine, tu cine, de Canal Once. A lo largo de su carrera ha participado como miembro del jurado en el Festival Internacional de Cine de Róterdam, FICUNAM, Festival del Nuevo Cine Mexicano de Durango, Shorts México y Doqumenta.


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