Federico Fellini: el artesano que se inventó a sí mismo - Gatopardo
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Federico Fellini, el artesano

El director italiano que vivió su vida para contarla, murió un día como hoy, hace 25 años.

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Durante sus últimos días de vida, en una de las largas jornadas de insomnio a las que la edad lo había orillado, el  director italiano Federico Fellini hizo algo a lo que había expuesto a la mayoría de sus personajes: recordar su vida y los estragos que todas sus acciones habían ocasionado en su obra. Ahí, el cineasta que se había descrito a sí mismo como un “artesano que no tenía nada que decir pero sabía cómo decirlo”, descubrió que había dado tanto de su vida al cine, que ahora no podía separar uno del otro.

“Me parece haber nacido a los 22 años. De todo lo anterior no recuerdo casi nada, fragmentos; lo sustancial me lo he inventado todo. Después he realizado un trabajo que ha especulado tanto con esta memoria inventada que hasta mis padres, en Rímin, no sé si serán ya capaces de distinguir”, contó al diario La Repubblica en 1990, tres años antes de su muerte el 31 de octubre de 1993. “Quien tiene un trabajo como el mío, a veces es llevado a pensar que la vida le fue dada para contarla”.

Lo cierto es que Fellini, nacido en el seno de una familia de clase media italiana el 20 de enero de 1920, siempre tomó inspiración de lo que vivía para su trabajo artístico, incluso cuando éste sólo se limitaba a hacer dibujos y caricaturas en los cuadernos de su escuela. Después de terminar la secundaria, el joven Fellini consiguió un espacio para presentar sus obras pictográficas en periódicos y revistas italianas. Como parte de su trabajo editorial, el artista europeo se involucraría en la creación de historias y contenidos originales, participando como guionista en tiras cómicas clásicas del país mediterráneo y licencias extranjeras que habían dejado de ser distribuidas en Italia, ante el bloqueo comercial impuesto por el gobierno fascista encabezado por Benito Mussolini.

Curiosamente, los métodos proteccionistas delineados por el gobierno impulsaron al cine italiano, que ante el incremento en la demanda, comenzó a requerir la entrada de profesionales en otras aéreas paralelas a la producción cinematográfica. Fellini fue uno de ellos, contratado por la compañía productora Alleanza Cinematográfica Italiana (ACI) de Vittorio Mussolini (hijo del mandatario fascista) para trabajar como dibujante publicitario. Ese fue el primer contacto que Fellini tuvo con el cine. Ahí conocería al cineasta Roberto Rossellini y al músico Nino Rota, quien lo acompañaría por el resto de su carrera.

Marcello Mastroianni en 8 1/2 (1963) / Vía WikimediaCommons

Poco después, tras una breve etapa como escritor de guiones radiofónicos en el Ente Italiano Audizioni Radiofoniche (EIAR), Fellini debutó en el cine con el argumento de Lo vedi come sei… Lo vedi come sei? (1939), de Mario Mattoli. A su currículum, a lo largo de la década de los cuarenta, también se sumaron los guiones de Apparizione (1943), de Jean de Limur; Chi l’ha visto? (1945) de Goffredo Alessandrini; El amor (L’amore, 1948) de Rossellini y, especialmente, Roma, ciudad abierta (Roma citta aperta, 1945), considerada como una de las máximas obras del neorrealismo italiano. La película, inspirada en la historia del sacerdote italiano Luigi Morosini, torturado y asesinado por los nazis por ayudar a la resistencia, fue reconocida por la Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes y le dio a Fellini la confianza necesaria para llevar a la pantalla una de sus historias.

En 1951, tras presentar junto a Alberto Lattuda la película Luces de variedades (Luci del varieta, 1950), Fellini debutó en la dirección con la sátira El jeque blanco (Lo sceicco bianco), protagonizada por Alberto Sordi  y escrita en colaboración con Michelangelo Antonioni y Ennio Flaiano. Desde entonces, Fellini se convirtió en uno de los nombres más importantes del cine italiano y del mundo, conquistando a la prensa europea y al público con películas como La Strada (1954), Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957), La dolce vita (La Dolce Vita, 1960), 8 1/2 (Otto e mezzo, 1963), Satiricón (Satyricon, 1968) y Amarcord (1973).

Federico Fellini, int1

Anita Ekberg y Marcello Mastroianni en La dolce vita (1960) / Vía Wikimedia Commons

Su estilo, siempre conciso en la corriente del neorrealismo que supo aprovechar durante toda su carrera, su potente mirada y capacidad para descubrir a talentos como Anita Ekberg (protagonista, junto al inseparable Marcello Mastroianni, de La Dolce Vita) y Claudia Cardinale, además de su habilidad por retratar historias cercanas, inspiradas en su día a día, lo convirtieron en un cineasta indispensable para entender y comprender el sentir de la comunidad europea. Especialmente la sociedad italiana, después de los periodos de guerra del siglo XX.  “Tengo la impresión de habérmelo inventado todo: infancia, personalidad, nostalgias, recuerdos, por el placer de  poder contarlos”, señaló en una de sus últimas entrevistas.

Con cuatro premios Oscar y una Palma de Oro en su impresionante carrera, que abarca más de una veintena de cintas, Fellini falleció el 31 de octubre de 1993, dando paso al nacimiento de una leyenda que se mantiene presente en el espíritu del cine europeo de nuestros tiempos.

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