«Ser actor es una profesión ingenua, pues permite un escape hacia un mundo irreal», dijo alguna vez Kirk Douglas. La estrella de eterno carisma y encanto superó el siglo de vida para demostrar que el cine es una gran forma de sobrellevar la realidad.
Kirk Douglas tenía el clásico rostro de una estrella de cine. De brillantes ojos azules y barba partida, su presencia en pantalla marcó para siempre la historia del cine, especialmente el Hollywood antiguo. Su hijo, Michael Douglas heredero de buena parte de su galantería, confirmó a través de una publicación en Facebook el final de la larga vida de su padre. Kirk Douglas tenía 103 años de edad y era uno de los últimos sobrevivientes de la época dorada de Hollywood, que vio nacer estrellas de la talla de Fred Astaire, Katherine Hepburn, Marilyn Monroe o Greta Garbo, y de la cual quedan pocos emblemas, como Sidney Poitier u Olivia de Havilland.
A través su característico rostro puntiagudo, amplio rango de actuación y personajes icónicos, Kirk Douglas marcó la memoria fílmica de varias generaciones dentro y fuera de su país. La gente le seguía gritando «¡Espártaco!» cuando lo encontraba por la calle, a pesar de que había pasado ya cinco décadas desde que interpretó al protagonista de aquella memorable película.
Douglas comenzó su carrera interpretando personajes moralmente ambiguos. En una carrera que duró cerca de siete décadas, se caracterizó por un carisma de doble filo, con la capacidad de hablar tanto de honor como de mezquindad.
Kirk Douglas nació el 9 de diciembre de 1916 en Amsterdam, Nueva York, hijo de migrantes judíos provenientes de lo hoy que hoy Bielorrusia. Su verdadero nombre era Issur Danielovitch, mismo que cambió cuando se enlistó para participar en la Segunda Guerra Mundial. Creció en una familia pobre y siendo el único hombre entre sus hermanas. Desde niño mostró una sólida ambición por convertirse en actor y financió sus estudios para lograrlo haciendo trabajos desde limpieza y mantenimiento, hasta participaciones en la radio y la publicidad, pero siempre con la mirada puesta con colocar su nombre en las marquesinas de Broadway. Sin embargo, no fue sino hasta después de la guerra que Douglas comenzó una inolvidable carrera en el cine.
El salto hacia la pantalla grande fue gracias a una amiga suya, un ícono de la época dorada de Hollywood: Betty Joan Perkse, mejor conocida como Lauren Bacall. Ella recomendó a Douglas con Hal B. Wallis, uno de los productores más importantes del momento, responsable de películas como Casablanca o Las Aventuras de Robin Hood. Fue él quien le dio su primer papel en cine junto a Barbara Stanwyck en The Strange Love of Martha Andrews, estrenada en 1946. En la cinta, interpretó a un hombre alcohólico y debilucho construido en torno a un perfil de villano. Sin embargo, sus siguientes papeles transitaron entre claroscuros, entre el carisma y la inmoralidad. “Me atraen los personajes sinvergüenzas. La virtud no es fotogénica”, le confesó alguna vez al New York Times.
Su carrera continuó con Out of the Past, junto a Robert Mitchum y Jane Greer, en una de las mejores películas de film noir de la historia. Para 1949, Kirk Douglas recibiría su primera nominación al Oscar por su papel en Champion, una película sobre un boxeador dispuesto a todo por alcanzar el estrellato.
Para este punto el actor se codeaba con artistas de la talla de Burt Lancaster, y trabajaba con directores innovadores como Michael Curtiz o Billy Wilder. En 1951 protagonizó Ace in the Hole, coescrita y dirigida por Billy Wilder en uno de sus más icónicos roles protagónicos, interpretando a un periodista sin escrúpulos, dispuesto a aprovechar una tragedia para avanzar su carrera entre mentiras y deshonestidad. El año 1956 le trajo otro rol icónico, esta vez interpretando al atormentado pintor Vincent Van Gogh en Lust for Life, una de las interpretaciones más memorables de su vida.
Pero la influencia de Douglas fue más allá de la actuación. Su apoyo fue determinante en el rumbo que tomaría la carrera de otra futura leyenda: Stanley Kubrick. Douglas y el joven Kubrick —de 28 años— se conocieron para hacer Paths of Glory (conocida en México como Patrulla Infernal), una película sobre la Primera Guerra Mundial donde el actor interpreta a un oficial que defiende a tres chivos expiatorios de muerte segura en corte marcial.
Kubrick se acercó directamente a Douglas con el guión y él, fascinado, contestó: “Stanley, esta película no va a recaudar ni un centavo, pero tenemos que hacerla”. Douglas levantó un millón de dólares para hacer la película, una cantidad baja para una producción hollywoodense. Sin embargo, hoy es considerada no sólo el primer éxito de Stanley Kubrick, sino un clásico del cine contemporáneo y una de las primeras incursiones de Douglas en la producción fílmica. “Es una película que siempre va a ser buena, incluso años después. No tengo que esperar 50 años para saberlo”, dijo el actor, en 1967, diez años después del estreno de su largometraje.
La segunda colaboración entre Kubrick y Douglas fue Espartaco, una vez que el actor y productor despidió al director Anthony Mann, antes de tomar otra decisión clave: darle crédito a Dalton Trumbo, un escritor vetado al interior de Hollywood por sus ideas comunistas. Esta simple acción fue una de muchas que ayudó a ponerle fin a esta persecución ideológica al interior de Estados Unidos. El que la película también tratara de un individuo luchando contra el aparato gubernamental no fue coincidencia, sino una no tan velada protesta contra la censura en la industria cinematográfica de es país.
Tras sus colaboraciones con Kubrick, Douglas cosechó éxitos en taquilla con una racha de casi tres películas por año.
«Luego dejé de ser Kirk Douglas y me convertí en el papá de Michael Douglas”, dijo alguna vez. De su carrera posterior, destacan westerns y algunas comedias, pero ninguna con el impacto del trabajo que hizo en la década de los cincuenta.
Kirk Douglas gozó de buena salud hasta 2006, cuando un derrame cerebral lo dejó sin la capacidad de hablar, y no recuperó sino a través de un largo tratamiento. En 2011 hizo una última aparición pública en los premios Oscar, coqueteando sobre el escenario con Anne Hathaway y retrasando con mucha gracia la entrega del premio a Mejor Actriz de Reparto. Douglas, estrella de eterno carisma y encanto, superó el siglo de vida para demostrar que el cine es una efectiva forma de sobrellevar la realidad.
«Ser actor es una profesión ingenua que permite un escape hacia un mundo irreal», dijo alguna vez.
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