La tragedia de Pasta de Conchos: así se trabaja en las minas mexicanas

El carbón y la entraña

Así se trabaja en las minas mexicanas aún después de la tragedia de Pasta de Conchos.

Tiempo de lectura: 36 minutos

Minas de Barroterán

Este pueblo empezó hace años su camino hacia la destrucción y, de no ser rescatado de la ruina, en unas décadas desaparecerá de la Tierra como otros pueblos de la Región Carbonífera. Minas de Barroterán sobrevive a una guerra que no se ha librado nunca: los pozos de carbón se convierten en tumbas adornadas con cruces de hierro y flores de plástico; hombres mutilados deambulan por las calles apoyados en bastones o montados en sillas de ruedas. El río está envenenado, torbellinos de polvo surcan sus cielos y taludes de ceniza se acumulan sobre la tierra ociosa, porque en la Región Carbonífera de Coahuila —al noreste de México— todo es desechable: los brazos y las piernas de los mineros; los escombros que algún día fueron cines, parques y albercas; las minas y los pozos de carbón y, sobre todo, la vida de los hombres. Lo saben las grandes empresas mineras y los caciques locales que hacen negocio con el mineral: cada vez que un minero muere asfixiado, ahogado o sepultado, su hijo se dispondrá a bajar a los «pocitos» a rascar las entrañas del planeta a cambio de un sueldo jodido y jugándose el pellejo en cada palada de carbón.

La madrugada del 19 de febrero de 2006, una explosión de gas sepultó a sesenta y cinco mineros en la Unidad 8 de Pasta de Conchos, una mina situada en el municipio de San Juan de Sabinas. Desde entonces, otros noventa y cuatro hombres han muerto en la minería del carbón en la Región Carbonífera de Coahuila. Rutinariamente, las tragedias del subsuelo dejan uno o dos muertos. Pero a veces las cifras crecen, como el 3 de mayo de 2011, cuando una explosión en el pocito número III de Beneficios Internacionales del Norte (BINSA) mató a catorce mineros y dejó lisiado —sin un brazo— a un niño de catorce años de edad que trabajaba como ganchero.

Los registros históricos alimentan la estadística: en 1889, 300 muertos en la mina El Hondo; 1908, 200 muertos en la mina 3 de Rosita y 100 en la mina 2 de Palaú; 1910, 300 en la mina 2 de Esperanzas; 1925, 41 en la mina 4 de Palaú; 1934, 57 en la mina 6 de Rosita; 1939, 67 en la mina 5 de Palaú; 1969, 153 en la mina Guadalupe de Barroterán; 1988, 37 mineros en la mina 4.5 de Esperanzas; 2001, 12 muertos en La Morita, y 2002, 13 muertos en el pozo La Espuelita, sólo por mencionar cifras de dos dígitos en adelante. En todos los casos se han recuperado los cuerpos, salvo en los siniestros de 1889 y en la mina 8 de Pasta de Conchos de febrero de 2006.

De la Región Carbonífera de Coahuila se extraen arriba de tres mil millones de toneladas de carbón al año. Con la mayor parte de ese carbón, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) genera 10% de su energía. El gobierno del estado de Coahuila funge como intermediario entre los productores y la CFE por medio de la empresa paraestatal Promotora para el Desarrollo Minero (Prodemi). De acuerdo con la Organización Familia Pasta de Conchos (OFPC), sesenta y nueve de las setenta y una empresas registradas en la Prodemi incumplen con alguna regulación laboral.

La Región Carbonífera de Coahuila abarca unos dieciséis mil kilómetros cuadrados al norte de la entidad. La conforman los municipios de Sabinas, San Juan de Sabinas, Melchor Múzquiz, Progreso y Piedras Negras; 90% de las reservas mexicanas de carbón yacen debajo de esta región.

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