Aunque el Festival Internacional de Cine de la UNAM (FICUNAM) lleva casi una década como uno de los principales escaparates para el mejor cine experimental internacional, en su novena edición —que sigue en actividades— el certamen se interesó en opciones que, si bien no resultaban tan singulares como aquellas que se programaban en los tiempos de Eva Sangiorgi (antigua directora del festival), logran capturar el estado del cine en nuestro país y más allá de nuestras fronteras.
Prueba de ello es la interesante programación, descrita por sus responsables como la "más abierta y plural" en la historia del festival universitario, que día a día ha llenado las salas del Centro Cultural Universitario. Desde su inauguración FICUNAM se mostró decidido a mostrar que el cine puede abordar todas las historias, desde las fantasiosas que llegan al espacio, las dramáticas que surgen de los libros o las reales que golpean la agenda mexicana. Aquí un par de ellas:
High Life
Siempre es curioso cuando un autor consagrado pasea por los terrenos de la ciencia ficción. Pasó con Tarkovsky en Solaris y Stalker, con Kubrick en 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Oddysey) y con decenas de directores más, por eso no extraña que la experimentada cineasta francesa Claire Denis haya, después de una impresionante carrera, decidido ingresar al género y lo hace con High Life, una extraña película que dice más en su discurso que en su historia.
En la película, estrenada en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, Denis presenta inicialmente a un hombre (Robert Pattinson) que quedó solo en una nave especial junto a una bebé. Aunque la película no especifica la relación que hay entre los únicos tripulantes, el espectador se va por lo obvio, es un padre e hija intentando sobrevivir en la inmensidad del espacio.
Al poco tiempo la cineasta abunda más en su vida, el hombre, un taciturno sujeto llamado Monte, es uno de una decena de reos que aceptaron conmutar sus sentencias participando en una misión que tenía como destino un agujero negro cercano a la Tierra.
Aunque esta parezca ser una trama similar a muchas de las que hay en el género, Denis le da un giro (o varios) en su argumento, lleno de algunas de las inquietudes que han perseguido la cineasta en sus 30 años de carrera: el comportamiento humano en condiciones extremas y la sexualidad, especialmente cuando un extraño personaje, interpretado por Juliette Binoche aparece en escena.
Aunque con un ritmo un tanto tedioso, High Life es un experimento sociológico de la propia autora francesa pues, al igual que sus personajes, parece haber salido con más dudas que certezas en este ejercicio cinematográfico.
Burning
Pero si de sorpresas se trata, nada mejor que Quemado (Burning), cinta del director surcoreano Lee Chang-dong, de la que es mejor no saber mucho previamente.
Basada en un cuento corto del escritor japonés Haruki Murakami, la cinta sigue un misterio planteado con recelo. Lee Jongsu (Ah-in Yoo), es un joven desempleado con tendencias de escritor cuya única misión en la vida es hacerse cargo de la decadente granja de su padre y sortear los problemas que ésta atrae. Un día, mientras camina por las calles de Seúl, se encuentra con Hae-mi (Jeon Jong Seo), una de sus vecinas de la infancia. Del encuentro fortuito surge una relación que es interrumpida sólo por un viaje de Hae-mi al continente africano. Sin embargo aún queda un lazo que los une, pues la chica le ha pedido a su amigo de la infancia que se haga cargo de su casa y su gato mientras está fuera del país.
A su regreso, ella trae una sorpresa poco esperada por él: Ben (Steven Yeun), un joven de clase alta que parece ser perfecto. Al involucrarse en este extraño e imprevisto triángulo sentimental, Jongsu comenzará a descubrir cosas que pondrán su mundo de cabeza.
Con precisión quirúrgica Chang-dong presenta un thriller psicológico donde, aparentemente, todo está mal. Aunque su duración es amplia, cada una de las escenas presentadas logran atrapar al espectador y, al igual que el protagonista de la historia, mantenerlo cautivo de todas las acciones, sutiles o agresivas, que aquí se plantean. Por si fuera poco, la cinta está llena de planteamientos sociales que aderezan aún más este inquietante y apasionante trabajo de uno de los artesanos más importantes de la cinematografía asiática.
Tarde para morir joven
No resulta extraño que el tercer largometraje de la directora chilena Dominga Sotomayor se sienta tan auténtico y perfecto como los recuerdos que cada uno tenemos de nuestra infancia. Inspirándose en sus propias memorias, la cineasta realiza un interesante juego narrativo en el que cuenta la historia de tres adolescentes de una comunidad rural y sus primeros encuentros el amor, las fricciones con los padres y el miedo al porvenir. Todo sucede en el periodo de liberación que llegó a Chile tras el fin de la dictadura.
Sotomayor retrata a sus personajes con tanta delicadeza —y belleza técnica, responsabilidad principal del cinefotógrafo Inti Briones— que los vuelve universales, una muestra coral de la adolescencia en todo su esplendor.
Antes del olvido
Hablando de historias corales, la realizadora mexicana Iria Gómez Concheiro regresa al cine con Antes del olvido, una cinta que toma como pretexto el probable desalojo de un viejo edificio del Centro Histórico de la Ciudad de México para presentar un curioso acercamiento a todos los personajes que allí habitan. A lo largo del filme, la directora cede el espacio necesario para desarrollar brevemente —o superficialmente, depende de como se vea— las historias que ocultan todos los habitantes de la vecindad, desde un solitario diablero (interpretado por el siempre correcto Leonardo Alonso) hasta un grupo de adolescentes que se convierten en el brazo activo de la pequeña sociedad capitalina a la que tendrán que defender del despojo. El clímax de la película, que honestamente llega un tanto rezagado y deja con antojo de más en la cinta, quedará en la mente del espectador aún después de los créditos finales.
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