Los abismos de las mujeres según Pilar Quintana

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Detrás de la novela que ganó el Premio Alfaguara, hubo varios intentos y borradores que no dejaban satisfecha a la autora hasta que, finalmente, encontró la manera de contar la historia de una niña y su madre en Cali.

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Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Una palma de saludables hojas puntiagudas crece en una maceta junto a un ventanal por el que entra la luz de la mañana. Desde su casa en Bogotá, en entrevista por Zoom el 31 de marzo de 2021, la escritora colombiana Pilar Quintana dice que cuando busca un sitio para mudarse –algo que ha hecho con relativa frecuencia–, lo más importante es que haya al menos un árbol en la calle donde vivirá. La portada de su más reciente novela, Los abismos, está ilustrada con un vericueto de plantas. “En el apartamento había tantas plantas que le decíamos la selva”, narra Claudia, una mujer que intenta dar sentido a los recuerdos de su infancia en Cali, la ciudad al suroccidente de Colombia donde Pilar Quintana nació en 1972.

El pasado 21 de enero Los abismos fue anunciada como la ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela entre 2,428 participantes. Cuando sonó el teléfono con la buena noticia de la editorial desde España, Pilar Quintana dormía. Faltaba poco para las cinco de la mañana, pero su esposo, el escritor Eduardo Otálora, ya estaba despierto y contestó.

—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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Una palma de saludables hojas puntiagudas crece en una maceta junto a un ventanal por el que entra la luz de la mañana. Desde su casa en Bogotá, en entrevista por Zoom el 31 de marzo de 2021, la escritora colombiana Pilar Quintana dice que cuando busca un sitio para mudarse –algo que ha hecho con relativa frecuencia–, lo más importante es que haya al menos un árbol en la calle donde vivirá. La portada de su más reciente novela, Los abismos, está ilustrada con un vericueto de plantas. “En el apartamento había tantas plantas que le decíamos la selva”, narra Claudia, una mujer que intenta dar sentido a los recuerdos de su infancia en Cali, la ciudad al suroccidente de Colombia donde Pilar Quintana nació en 1972.

El pasado 21 de enero Los abismos fue anunciada como la ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela entre 2,428 participantes. Cuando sonó el teléfono con la buena noticia de la editorial desde España, Pilar Quintana dormía. Faltaba poco para las cinco de la mañana, pero su esposo, el escritor Eduardo Otálora, ya estaba despierto y contestó.

—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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Una palma de saludables hojas puntiagudas crece en una maceta junto a un ventanal por el que entra la luz de la mañana. Desde su casa en Bogotá, en entrevista por Zoom el 31 de marzo de 2021, la escritora colombiana Pilar Quintana dice que cuando busca un sitio para mudarse –algo que ha hecho con relativa frecuencia–, lo más importante es que haya al menos un árbol en la calle donde vivirá. La portada de su más reciente novela, Los abismos, está ilustrada con un vericueto de plantas. “En el apartamento había tantas plantas que le decíamos la selva”, narra Claudia, una mujer que intenta dar sentido a los recuerdos de su infancia en Cali, la ciudad al suroccidente de Colombia donde Pilar Quintana nació en 1972.

El pasado 21 de enero Los abismos fue anunciada como la ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela entre 2,428 participantes. Cuando sonó el teléfono con la buena noticia de la editorial desde España, Pilar Quintana dormía. Faltaba poco para las cinco de la mañana, pero su esposo, el escritor Eduardo Otálora, ya estaba despierto y contestó.

—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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Una palma de saludables hojas puntiagudas crece en una maceta junto a un ventanal por el que entra la luz de la mañana. Desde su casa en Bogotá, en entrevista por Zoom el 31 de marzo de 2021, la escritora colombiana Pilar Quintana dice que cuando busca un sitio para mudarse –algo que ha hecho con relativa frecuencia–, lo más importante es que haya al menos un árbol en la calle donde vivirá. La portada de su más reciente novela, Los abismos, está ilustrada con un vericueto de plantas. “En el apartamento había tantas plantas que le decíamos la selva”, narra Claudia, una mujer que intenta dar sentido a los recuerdos de su infancia en Cali, la ciudad al suroccidente de Colombia donde Pilar Quintana nació en 1972.

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—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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El pasado 21 de enero Los abismos fue anunciada como la ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela entre 2,428 participantes. Cuando sonó el teléfono con la buena noticia de la editorial desde España, Pilar Quintana dormía. Faltaba poco para las cinco de la mañana, pero su esposo, el escritor Eduardo Otálora, ya estaba despierto y contestó.

—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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El pasado 21 de enero Los abismos fue anunciada como la ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela entre 2,428 participantes. Cuando sonó el teléfono con la buena noticia de la editorial desde España, Pilar Quintana dormía. Faltaba poco para las cinco de la mañana, pero su esposo, el escritor Eduardo Otálora, ya estaba despierto y contestó.

—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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Una palma de saludables hojas puntiagudas crece en una maceta junto a un ventanal por el que entra la luz de la mañana. Desde su casa en Bogotá, en entrevista por Zoom el 31 de marzo de 2021, la escritora colombiana Pilar Quintana dice que cuando busca un sitio para mudarse –algo que ha hecho con relativa frecuencia–, lo más importante es que haya al menos un árbol en la calle donde vivirá. La portada de su más reciente novela, Los abismos, está ilustrada con un vericueto de plantas. “En el apartamento había tantas plantas que le decíamos la selva”, narra Claudia, una mujer que intenta dar sentido a los recuerdos de su infancia en Cali, la ciudad al suroccidente de Colombia donde Pilar Quintana nació en 1972.

El pasado 21 de enero Los abismos fue anunciada como la ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela entre 2,428 participantes. Cuando sonó el teléfono con la buena noticia de la editorial desde España, Pilar Quintana dormía. Faltaba poco para las cinco de la mañana, pero su esposo, el escritor Eduardo Otálora, ya estaba despierto y contestó.

—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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Una palma de saludables hojas puntiagudas crece en una maceta junto a un ventanal por el que entra la luz de la mañana. Desde su casa en Bogotá, en entrevista por Zoom el 31 de marzo de 2021, la escritora colombiana Pilar Quintana dice que cuando busca un sitio para mudarse –algo que ha hecho con relativa frecuencia–, lo más importante es que haya al menos un árbol en la calle donde vivirá. La portada de su más reciente novela, Los abismos, está ilustrada con un vericueto de plantas. “En el apartamento había tantas plantas que le decíamos la selva”, narra Claudia, una mujer que intenta dar sentido a los recuerdos de su infancia en Cali, la ciudad al suroccidente de Colombia donde Pilar Quintana nació en 1972.

El pasado 21 de enero Los abismos fue anunciada como la ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela entre 2,428 participantes. Cuando sonó el teléfono con la buena noticia de la editorial desde España, Pilar Quintana dormía. Faltaba poco para las cinco de la mañana, pero su esposo, el escritor Eduardo Otálora, ya estaba despierto y contestó.

—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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Una palma de saludables hojas puntiagudas crece en una maceta junto a un ventanal por el que entra la luz de la mañana. Desde su casa en Bogotá, en entrevista por Zoom el 31 de marzo de 2021, la escritora colombiana Pilar Quintana dice que cuando busca un sitio para mudarse –algo que ha hecho con relativa frecuencia–, lo más importante es que haya al menos un árbol en la calle donde vivirá. La portada de su más reciente novela, Los abismos, está ilustrada con un vericueto de plantas. “En el apartamento había tantas plantas que le decíamos la selva”, narra Claudia, una mujer que intenta dar sentido a los recuerdos de su infancia en Cali, la ciudad al suroccidente de Colombia donde Pilar Quintana nació en 1972.

El pasado 21 de enero Los abismos fue anunciada como la ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela entre 2,428 participantes. Cuando sonó el teléfono con la buena noticia de la editorial desde España, Pilar Quintana dormía. Faltaba poco para las cinco de la mañana, pero su esposo, el escritor Eduardo Otálora, ya estaba despierto y contestó.

—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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—Vi a mi esposo afuera y dije: ¿A esta hora con quién estará hablando? Luego entró al cuarto con cara de acontecimiento y pensé: ‘Se murió alguien’. Entonces me pasó a Héctor Abad Faciolince, el presidente del jurado, que cantó “Las mañanitas” y yo muda —dice Quintana al otro lado de la pantalla con una voz cálida que de inmediato da una sensación de confianza.

Su vida, vista a la distancia, ha sido profusa: una infancia de clase media alta en Cali, en un paisaje urbano, pero exuberante –el río, las ceibas gigantes, los pájaros–, con un padre amante de la naturaleza que en los viajes en carro señalaba el valle, la montaña, el océano Pacífico a lo lejos, tras la cordillera. Una infancia, sin embargo, constreñida por las normas de la sociedad conservadora sobre las mujeres y el ideal de la belleza rubia y de ojos claros en una ciudad donde la mayoría de la población es mestiza y afrodescendiente.

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