Malcolm Little firmaba con una X su apellido, en símbolo de todos aquellos que ignoraban su nombre oficial era El-Hajj Malik El-Shabazz.
“¿Su nombre? X. ¿Y el de aquel hermano que quema sus días en una cárcel de Alabama? X. ¿Y el de aquella hermana que sólo encontró consuelo en una ración de crack? X. ¿Y el del burócrata sin futuro, el abogado sin clientes, el estudiante sin estímulos, el deportista sin cerebro, la madre abandonada, el niño sin escuela, el joven con pistola, el soldado sin medallas, el intelectual sin esperanza? X, X,X, X, X, X, X, X, X. Todos los negros, blacks, afroamericanos de Estados Unidos se llaman X desde que Malcolm Little comprendió que X era el único nombre adecuado para aquellos que ignoran su verdadero origen y firman hoy Johnson o Washington porque el amo de su bisabuelo esclavo decidió bautizarles así”, escribió Antonio Caño después de que Spike Lee estrenó la película de Malcolm X.
Pero muchísimo antes de la película, 67 años antes, nació el niño que se convertiría en una de las influencias más necesarias y poderosas en la historia de los afroamericanos y de los musulmanes estadounidenses.
Era 19 de mayo de 1925, en Omaha, Nebraska, Estados Unidos –una ciudad famosa por ser uno de los lugares más importantes durante la colonización de ese país–, cuando llegó al mundo ese niño de piel oscura, hijo de Louisa Norton, y de Earl Little. Ambos trabajaban en la Asociación Universal de Desarrollo Negro de Marcus Garvey, él como líder y ella como escribana. El padre había visto a sus tres hermanos morir por culpa de hombres blancos, y todos sus hijos estaban muy involucrados en la independencia y empoderamiento de la diáspora africana.
Malcolm X creció en una familia perseguida por supremacías blancas, en una realidad en la que él no podía ser abogado, porque ese no era "ningún objetivo realista para un negro". Su padre murió en una circunstancia extraña que nunca se aclaró. La policía dijo que había sido un accidente en el que Little resbaló y cayó debajo de un tranvía. Las aseguradoras dijeron que había sido un suicidio, pero la comunidad negra denunció que había sido culpa del grupo Black Legion, a quien Earl Little había culpado antes por el incendio de su casa.
Siete años después su madre fue internada a un hospital psiquiátrico por una crisis nerviosa. Los 11 hijos que tuvo (tres de un primer matrimonio, siete con Little y uno más, después de la muerte del papá de Malcolm) fueron separados y llevados a distintas casas hogar, en diferentes estados del país.
En el 41, después de muchas casas y familias distintas, Malcolm llegó a Boston, para vivir con su hermanastra, la más grande de todos. Había dejado la escuela hacía ya varios años y se dedicaba a conseguir trabajos breves, brincando de una profesión a otra, a veces en los ferrocarriles y luego como limpiabotas, a veces en Boston y luego en Nueva York.
Malcolm tenía 18 años y no era aceptado en prácticamente ningún lugar. Pero en la hampa siempre buscan hermanos y las calles de Harlem lo nombraron Detroit Red, haciendo alusión a los rojos chinos que definían su peinado. Trabajaba en un bar, Small’s Paradise Bar, donde las apuestas corrían todos los días. Ahí conoció a varios "empresarios" que lo bienvenían al negocio sin muchos reparos.
Narcotráfico, apuestas, chuleando, robando. Así ganaba dinero y formaba parte de una comunidad en la que, de alguna forma, encajaba muy bien. Todos eran minorías, gente escupida por las hegemonías blancas de Estados Unidos.
“Lo que estaba aprendiendo era la primera regla de la sociedad apresurada: que nunca confiaras en nadie fuera de tu propio círculo cerrado, y que seleccionaras con tiempo y cuidado antes de hacer intimidad incluso entre estos”, le platicó una vez Malcolm X a su amigo, el periodista y escritor Alex Haley, que se dedicó a reunir los testimonios del gran activista en una autobiografía.
Un día, el 12 de enero de 1946, pasó a recoger un reloj que había llevado a arreglar, pero el dueño de la tienda, sabiendo que se iba a aparecer, llamó a la policía, pues no le parecía lógico que él tuviera esa joya. Sí la había robado y todos los joyeros de la ciudad habían sido alertados, describiendo específicamente cuáles eran las reparaciones que necesitaba.
Para intentar ser tratado con indulgencia, el joven les avisó que cargaba con una pistola y se entregó. Dos días después lo acusaron por posesión de arma de fuego, y después por hurto y allanamiento de morada, lo que le resultó en una sentencia de ocho a diez años en la prisión estatal de Massachusetts.
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“Después, cuando aprendí toda la verdad del hombre blanco, reflexioné en varias ocasiones que la sentencia promedio por un robo de primera incidencia, como lo éramos nosotros, era como de dos años. Pero no nos iban a dar el promedio, no por nuestro crimen”, contó Malcolm, después de narrar que cuando lo arrestaron, los policías habían también arrestado a dos mujeres blancas. “Todo lo que podían ver era que nos habíamos quedado con las mujeres de los hombres blancos”.
Su apodo cambió cuando entró a la cárcel. Pasó de Red Detroit, por sus rulos rojizos, a Satán, por sus constantes y fuertes comentarios en contra de la religión. Curioso que fuera ahí mismo, en el lugar en el que más maldijo a Dios, donde adoptó la religión que lo llevaría a elegir su apellido y a perseguir sus ideales políticos.
Estuvo siete años en prisión, y después del primero, que pasó prácticamente drogado, enojado y buscando una manera de vender mercancía ilegal, empezó a pasar la mayor parte de su tiempo en la biblioteca, retomando los estudios que dejó muchos años antes, y escribiéndose con Elijah Muhammad, el líder de los musulmanes afroamericanos.
Cuando salió de prisión, en 1953, fue a visitar al líder de la Nación del Islam, Muhammad, se unió a la religión y se cambió el apellido. "La 'X' musulmana simboliza el verdadero apellido africano que él nunca podría conocer. Para mí, mi 'X' reemplaza el apellido del amo blanco, Little, que algún diablo de ojos azules llamado Little impuso a mis antepasados paternos”.
Un año después se declaró públicamente comunista, con lo cual llamó la atención del FBI pero también de las minorías a las que, poco a poco, comenzaba a representar. Pero no fue hasta 1959, en la transmisión televisiva que se hizo en la ciudad de Nueva York llamada El odio que produce el odio, que Malcolm X comenzó a ser realmente famoso.
Sus fuertes y contundentes opiniones lo volvieron líder, además de haber también adquirido un puesto muy importante en la Nación del Islam. Malcolm X se empezó a volver uno de los hombres con más voz en Estados Unidos y también como referencia a nivel internacional, a pesar de ser la peor pesadilla para el gobierno: musulmán, comunista y negro.
Sus inclinaciones políticas eran constantemente percibidas como una amenaza que había que silenciar, incluso por la Nación del Islam, de la cual renunció en 1964, por constantes desacuerdos con Muhammad, el líder. Después de eso fundó la Muslim Mosque, Inc., una organización religiosa, y la Organización de la Unidad Afroamericana, un grupo secular que aboga por el nacionalismo negro.
Sus controversias llegaban incluso a los oídos de Martin Luther King Jr, a quien criticaba porque, a su parecer, sólo intentaba que los afroamericanos fueran aceptados por las razas blancas, en lugar de buscar justicia racial. Muchos consideraban que sus tendencias políticas caían en el racismo, que quería suprimir a las hegemonías blancas.
Después de que se salió de la Nación del Islam, infiltrados del FBI en la congregación notificaron que Malcolm X tenía una marca para ser asesinado, y después de varios intentos, el líder de opinión dejó de salir sin sus guardaespaldas.
El 21 de febrero de 1965, durante una plática pública en Nueva York, un grupo de hombres se le acercaron. Uno gritó “¡Negro, quítame las manos de encima!” y le disparó con una escopeta, estando a menos de un metro de distancia. A ese le siguieron otros 14 disparos.
El activista de 39 años fue declarado muerto al llegar al Hospital Presbiteriano de Columbia, en Nueva York. Los 15 balazos que lo mataron fueron consecuencia de la ignorancia, el rechazo a aquel que es diferente y el miedo a la potente y radical voz que hablaba por minorías que nadie escuchaba.
Fotografía de portada:Brooklyn Institute for Social Research