La resistencia de Eduardo y Gabriela frente a Máximo Bistrot

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Traducción de

El proyecto del restaurante Máximo, que llevan el Chef Eduardo García y Gabriela López, ha sabido conjuntar lo mejor de los productos locales con una cocina fresca y espectacular. La suya es una historia de optimismo en medio de la adversidad.

En un restaurante se ensamblan una infinidad de intenciones, de propósitos y de anhelos. El plato que llega a la mesa es la consumación de un sueño que comienza mucho tiempo antes. En algunos casos, años antes. Es el caso de los platillos que los comensales piden y disfrutan en Máximo Bistrot, el restaurante que el Chef Eduardo García y Gabriela López dirigen. Las ilusiones y el proyecto comenzaron hace mucho tiempo, antes incluso de los diez años que tiene el proyecto Máximo Bistrot.Después de conocerse y trabajar en la ciudad, decidieron salir de la zona de confort. “Nos fuimos a vivir a la selva, a Yelapa, una bahía chiquita en la Bahía de Banderas y ahí trabajamos en un hotelito que se llamaba Verana, por nueve meses”, cuenta Gabriela. “Según nosotros, nos fuimos para pensar qué era lo que queríamos hacer. Lo que encontramos ahí fue que los productos que llegaban a la cocina, muchos venían de Vallarta.” La falta de frescura en los productos resultaba desconcertante, pero también fue un momento de inspiración. Se les ocurrió mejor tejer una red cercana de contactos. “Mejor hay que ir y buscar al pescador local y platicar con él. Fue un ensayo de lo que íbamos a hacer después, buscar los productos más locales, lo que está en temporada y con eso Lalo hacia un menú diferente todos los días”, comenta.Esa convicción de localía y de frescura llegó a la Colonia Roma en noviembre de 2011. El lugar no era lo que es ahora, y había solo unos cuantos restaurantes con oferta gastronómica interesante. Aunque han cambiado los sueldos y los costos, y el proyecto de ambos se transformó de un local pequeño a tener un nuevo local espacioso y cómodo en la calle Álvaro Obregón, y pasaron de 4 empleados a 120 empleados al momento, el sueño sigue siendo el mismo. "Venimos haciendo la misma ideología, el mismo sueño de productores mexicanos, producto espectacular”, dice Eduardo. Y es que la convicción de trabajar con productos locales, naturales, no obstante que cuesten más caro o que sean menos voluminosos ha sido algo que persiste desde el comienzo. En aquel restaurante de playa entablaron relaciones con los pescadores locales para proveerse del producto más fresco. Ahora, en la ciudad, la idea era la misma. "Desde el principio a Lalo le interesaba trabajar con la gente de las chinampas, empezó a ir a la central de abastos y ahí empezó a conocer a los productores". Esa relación ha cristalizado de tal manera que el restaurante va adecuando su carta dependiendo de lo que los productores tendrán disponible.[read more]

“Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo de alguien más.”

Esta relación así de cercana con quienes les proveen de insumos es similar a la que tienen con sus comensales, con sus clientes. Y justamente el terrible año de 2020 fue el momento de darse cuenta del nivel de cercanía y de arraigo que tienen en el barrio. La pandemia que mandó a cerrar a tantos restaurantes y que llevó a la quiebra a muchos negocios, en el caso de Máximo, no los agarró tan por sorpresa. Ya los conocidos y amigos de otros lados del mundo les habían advertido a los dos, que la crisis sanitaria venía muy fuerte. “Fue un martes, el 19 de marzo, cuando aquí en México se cerró. Nosotros ya teníamos nuestro menú listo, y ese día vendimos 80 menus para llevar. Y no nos despegábamos, decidimos que seríamos 8 personas, y los primeros 4 meses fue así.” Y es que no tenían opción: dos años y medio atrás decidieron comprar un local nuevo, mucho más grande. “Nosotros no teníamos opción. Si nos hubiésemos quedado como estábamos, no teníamos dinero, porque acabábamos de hacer una inversión gigante.” Y son muy enfáticos ambos al hablar de lo que los ha ayudado a salvar este momento. No ha sido un esfuerzo individual. Todo lo contrario. Así lo explica el Chef Eduardo: “Es un hecho que nosotros no nos íbamos a quedar con los brazos cruzados, pero una cosa es que hagas algo, y otra cosa es que te lo compren. Si no hubiese sido por los clientes, si no hubiese sido por las marcas a las que veníamos comprando desde hace 9 años y que dijeron, 'claro, lo que necesites'.“Es más, ni los buscábamos y de repente nos llegaban cajas, por si te ayuda en algo”, dice Gabriela. “Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo Bistrot de alguien más.”Uno de los secretos del éxito del restaurante está en la complementariedad. “La diferencia entre nosotros y muchas personas que están intentando hacer lo mismo es que nosotros somos un equipo”, dice el chef Eduardo. “Yo y ella siempre hemos trabajado 50/50. Para nosotros se nos hace más sencillo, especialmente para mí, porque no tengo que preocuparme de la otra mitad de este negocio.”Tequila Don Julio ha decidido sumarse a las acciones de apoyo a la industria de la hospitalidad, y ante esfuerzos llenos de resiliencia como el del equipo de Máximo Bistrot, “se quita el sombrero” para honrar, inspirar y retribuirle a la comunidad que sigue imponiéndose a las adversidades que se le presentan.[/read]

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El proyecto del restaurante Máximo, que llevan el Chef Eduardo García y Gabriela López, ha sabido conjuntar lo mejor de los productos locales con una cocina fresca y espectacular. La suya es una historia de optimismo en medio de la adversidad.

En un restaurante se ensamblan una infinidad de intenciones, de propósitos y de anhelos. El plato que llega a la mesa es la consumación de un sueño que comienza mucho tiempo antes. En algunos casos, años antes. Es el caso de los platillos que los comensales piden y disfrutan en Máximo Bistrot, el restaurante que el Chef Eduardo García y Gabriela López dirigen. Las ilusiones y el proyecto comenzaron hace mucho tiempo, antes incluso de los diez años que tiene el proyecto Máximo Bistrot.Después de conocerse y trabajar en la ciudad, decidieron salir de la zona de confort. “Nos fuimos a vivir a la selva, a Yelapa, una bahía chiquita en la Bahía de Banderas y ahí trabajamos en un hotelito que se llamaba Verana, por nueve meses”, cuenta Gabriela. “Según nosotros, nos fuimos para pensar qué era lo que queríamos hacer. Lo que encontramos ahí fue que los productos que llegaban a la cocina, muchos venían de Vallarta.” La falta de frescura en los productos resultaba desconcertante, pero también fue un momento de inspiración. Se les ocurrió mejor tejer una red cercana de contactos. “Mejor hay que ir y buscar al pescador local y platicar con él. Fue un ensayo de lo que íbamos a hacer después, buscar los productos más locales, lo que está en temporada y con eso Lalo hacia un menú diferente todos los días”, comenta.Esa convicción de localía y de frescura llegó a la Colonia Roma en noviembre de 2011. El lugar no era lo que es ahora, y había solo unos cuantos restaurantes con oferta gastronómica interesante. Aunque han cambiado los sueldos y los costos, y el proyecto de ambos se transformó de un local pequeño a tener un nuevo local espacioso y cómodo en la calle Álvaro Obregón, y pasaron de 4 empleados a 120 empleados al momento, el sueño sigue siendo el mismo. "Venimos haciendo la misma ideología, el mismo sueño de productores mexicanos, producto espectacular”, dice Eduardo. Y es que la convicción de trabajar con productos locales, naturales, no obstante que cuesten más caro o que sean menos voluminosos ha sido algo que persiste desde el comienzo. En aquel restaurante de playa entablaron relaciones con los pescadores locales para proveerse del producto más fresco. Ahora, en la ciudad, la idea era la misma. "Desde el principio a Lalo le interesaba trabajar con la gente de las chinampas, empezó a ir a la central de abastos y ahí empezó a conocer a los productores". Esa relación ha cristalizado de tal manera que el restaurante va adecuando su carta dependiendo de lo que los productores tendrán disponible.[read more]

“Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo de alguien más.”

Esta relación así de cercana con quienes les proveen de insumos es similar a la que tienen con sus comensales, con sus clientes. Y justamente el terrible año de 2020 fue el momento de darse cuenta del nivel de cercanía y de arraigo que tienen en el barrio. La pandemia que mandó a cerrar a tantos restaurantes y que llevó a la quiebra a muchos negocios, en el caso de Máximo, no los agarró tan por sorpresa. Ya los conocidos y amigos de otros lados del mundo les habían advertido a los dos, que la crisis sanitaria venía muy fuerte. “Fue un martes, el 19 de marzo, cuando aquí en México se cerró. Nosotros ya teníamos nuestro menú listo, y ese día vendimos 80 menus para llevar. Y no nos despegábamos, decidimos que seríamos 8 personas, y los primeros 4 meses fue así.” Y es que no tenían opción: dos años y medio atrás decidieron comprar un local nuevo, mucho más grande. “Nosotros no teníamos opción. Si nos hubiésemos quedado como estábamos, no teníamos dinero, porque acabábamos de hacer una inversión gigante.” Y son muy enfáticos ambos al hablar de lo que los ha ayudado a salvar este momento. No ha sido un esfuerzo individual. Todo lo contrario. Así lo explica el Chef Eduardo: “Es un hecho que nosotros no nos íbamos a quedar con los brazos cruzados, pero una cosa es que hagas algo, y otra cosa es que te lo compren. Si no hubiese sido por los clientes, si no hubiese sido por las marcas a las que veníamos comprando desde hace 9 años y que dijeron, 'claro, lo que necesites'.“Es más, ni los buscábamos y de repente nos llegaban cajas, por si te ayuda en algo”, dice Gabriela. “Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo Bistrot de alguien más.”Uno de los secretos del éxito del restaurante está en la complementariedad. “La diferencia entre nosotros y muchas personas que están intentando hacer lo mismo es que nosotros somos un equipo”, dice el chef Eduardo. “Yo y ella siempre hemos trabajado 50/50. Para nosotros se nos hace más sencillo, especialmente para mí, porque no tengo que preocuparme de la otra mitad de este negocio.”Tequila Don Julio ha decidido sumarse a las acciones de apoyo a la industria de la hospitalidad, y ante esfuerzos llenos de resiliencia como el del equipo de Máximo Bistrot, “se quita el sombrero” para honrar, inspirar y retribuirle a la comunidad que sigue imponiéndose a las adversidades que se le presentan.[/read]

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En un restaurante se ensamblan una infinidad de intenciones, de propósitos y de anhelos. El plato que llega a la mesa es la consumación de un sueño que comienza mucho tiempo antes. En algunos casos, años antes. Es el caso de los platillos que los comensales piden y disfrutan en Máximo Bistrot, el restaurante que el Chef Eduardo García y Gabriela López dirigen. Las ilusiones y el proyecto comenzaron hace mucho tiempo, antes incluso de los diez años que tiene el proyecto Máximo Bistrot.Después de conocerse y trabajar en la ciudad, decidieron salir de la zona de confort. “Nos fuimos a vivir a la selva, a Yelapa, una bahía chiquita en la Bahía de Banderas y ahí trabajamos en un hotelito que se llamaba Verana, por nueve meses”, cuenta Gabriela. “Según nosotros, nos fuimos para pensar qué era lo que queríamos hacer. Lo que encontramos ahí fue que los productos que llegaban a la cocina, muchos venían de Vallarta.” La falta de frescura en los productos resultaba desconcertante, pero también fue un momento de inspiración. Se les ocurrió mejor tejer una red cercana de contactos. “Mejor hay que ir y buscar al pescador local y platicar con él. Fue un ensayo de lo que íbamos a hacer después, buscar los productos más locales, lo que está en temporada y con eso Lalo hacia un menú diferente todos los días”, comenta.Esa convicción de localía y de frescura llegó a la Colonia Roma en noviembre de 2011. El lugar no era lo que es ahora, y había solo unos cuantos restaurantes con oferta gastronómica interesante. Aunque han cambiado los sueldos y los costos, y el proyecto de ambos se transformó de un local pequeño a tener un nuevo local espacioso y cómodo en la calle Álvaro Obregón, y pasaron de 4 empleados a 120 empleados al momento, el sueño sigue siendo el mismo. "Venimos haciendo la misma ideología, el mismo sueño de productores mexicanos, producto espectacular”, dice Eduardo. Y es que la convicción de trabajar con productos locales, naturales, no obstante que cuesten más caro o que sean menos voluminosos ha sido algo que persiste desde el comienzo. En aquel restaurante de playa entablaron relaciones con los pescadores locales para proveerse del producto más fresco. Ahora, en la ciudad, la idea era la misma. "Desde el principio a Lalo le interesaba trabajar con la gente de las chinampas, empezó a ir a la central de abastos y ahí empezó a conocer a los productores". Esa relación ha cristalizado de tal manera que el restaurante va adecuando su carta dependiendo de lo que los productores tendrán disponible.[read more]

“Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo de alguien más.”

Esta relación así de cercana con quienes les proveen de insumos es similar a la que tienen con sus comensales, con sus clientes. Y justamente el terrible año de 2020 fue el momento de darse cuenta del nivel de cercanía y de arraigo que tienen en el barrio. La pandemia que mandó a cerrar a tantos restaurantes y que llevó a la quiebra a muchos negocios, en el caso de Máximo, no los agarró tan por sorpresa. Ya los conocidos y amigos de otros lados del mundo les habían advertido a los dos, que la crisis sanitaria venía muy fuerte. “Fue un martes, el 19 de marzo, cuando aquí en México se cerró. Nosotros ya teníamos nuestro menú listo, y ese día vendimos 80 menus para llevar. Y no nos despegábamos, decidimos que seríamos 8 personas, y los primeros 4 meses fue así.” Y es que no tenían opción: dos años y medio atrás decidieron comprar un local nuevo, mucho más grande. “Nosotros no teníamos opción. Si nos hubiésemos quedado como estábamos, no teníamos dinero, porque acabábamos de hacer una inversión gigante.” Y son muy enfáticos ambos al hablar de lo que los ha ayudado a salvar este momento. No ha sido un esfuerzo individual. Todo lo contrario. Así lo explica el Chef Eduardo: “Es un hecho que nosotros no nos íbamos a quedar con los brazos cruzados, pero una cosa es que hagas algo, y otra cosa es que te lo compren. Si no hubiese sido por los clientes, si no hubiese sido por las marcas a las que veníamos comprando desde hace 9 años y que dijeron, 'claro, lo que necesites'.“Es más, ni los buscábamos y de repente nos llegaban cajas, por si te ayuda en algo”, dice Gabriela. “Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo Bistrot de alguien más.”Uno de los secretos del éxito del restaurante está en la complementariedad. “La diferencia entre nosotros y muchas personas que están intentando hacer lo mismo es que nosotros somos un equipo”, dice el chef Eduardo. “Yo y ella siempre hemos trabajado 50/50. Para nosotros se nos hace más sencillo, especialmente para mí, porque no tengo que preocuparme de la otra mitad de este negocio.”Tequila Don Julio ha decidido sumarse a las acciones de apoyo a la industria de la hospitalidad, y ante esfuerzos llenos de resiliencia como el del equipo de Máximo Bistrot, “se quita el sombrero” para honrar, inspirar y retribuirle a la comunidad que sigue imponiéndose a las adversidades que se le presentan.[/read]

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En un restaurante se ensamblan una infinidad de intenciones, de propósitos y de anhelos. El plato que llega a la mesa es la consumación de un sueño que comienza mucho tiempo antes. En algunos casos, años antes. Es el caso de los platillos que los comensales piden y disfrutan en Máximo Bistrot, el restaurante que el Chef Eduardo García y Gabriela López dirigen. Las ilusiones y el proyecto comenzaron hace mucho tiempo, antes incluso de los diez años que tiene el proyecto Máximo Bistrot.Después de conocerse y trabajar en la ciudad, decidieron salir de la zona de confort. “Nos fuimos a vivir a la selva, a Yelapa, una bahía chiquita en la Bahía de Banderas y ahí trabajamos en un hotelito que se llamaba Verana, por nueve meses”, cuenta Gabriela. “Según nosotros, nos fuimos para pensar qué era lo que queríamos hacer. Lo que encontramos ahí fue que los productos que llegaban a la cocina, muchos venían de Vallarta.” La falta de frescura en los productos resultaba desconcertante, pero también fue un momento de inspiración. Se les ocurrió mejor tejer una red cercana de contactos. “Mejor hay que ir y buscar al pescador local y platicar con él. Fue un ensayo de lo que íbamos a hacer después, buscar los productos más locales, lo que está en temporada y con eso Lalo hacia un menú diferente todos los días”, comenta.Esa convicción de localía y de frescura llegó a la Colonia Roma en noviembre de 2011. El lugar no era lo que es ahora, y había solo unos cuantos restaurantes con oferta gastronómica interesante. Aunque han cambiado los sueldos y los costos, y el proyecto de ambos se transformó de un local pequeño a tener un nuevo local espacioso y cómodo en la calle Álvaro Obregón, y pasaron de 4 empleados a 120 empleados al momento, el sueño sigue siendo el mismo. "Venimos haciendo la misma ideología, el mismo sueño de productores mexicanos, producto espectacular”, dice Eduardo. Y es que la convicción de trabajar con productos locales, naturales, no obstante que cuesten más caro o que sean menos voluminosos ha sido algo que persiste desde el comienzo. En aquel restaurante de playa entablaron relaciones con los pescadores locales para proveerse del producto más fresco. Ahora, en la ciudad, la idea era la misma. "Desde el principio a Lalo le interesaba trabajar con la gente de las chinampas, empezó a ir a la central de abastos y ahí empezó a conocer a los productores". Esa relación ha cristalizado de tal manera que el restaurante va adecuando su carta dependiendo de lo que los productores tendrán disponible.[read more]

“Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo de alguien más.”

Esta relación así de cercana con quienes les proveen de insumos es similar a la que tienen con sus comensales, con sus clientes. Y justamente el terrible año de 2020 fue el momento de darse cuenta del nivel de cercanía y de arraigo que tienen en el barrio. La pandemia que mandó a cerrar a tantos restaurantes y que llevó a la quiebra a muchos negocios, en el caso de Máximo, no los agarró tan por sorpresa. Ya los conocidos y amigos de otros lados del mundo les habían advertido a los dos, que la crisis sanitaria venía muy fuerte. “Fue un martes, el 19 de marzo, cuando aquí en México se cerró. Nosotros ya teníamos nuestro menú listo, y ese día vendimos 80 menus para llevar. Y no nos despegábamos, decidimos que seríamos 8 personas, y los primeros 4 meses fue así.” Y es que no tenían opción: dos años y medio atrás decidieron comprar un local nuevo, mucho más grande. “Nosotros no teníamos opción. Si nos hubiésemos quedado como estábamos, no teníamos dinero, porque acabábamos de hacer una inversión gigante.” Y son muy enfáticos ambos al hablar de lo que los ha ayudado a salvar este momento. No ha sido un esfuerzo individual. Todo lo contrario. Así lo explica el Chef Eduardo: “Es un hecho que nosotros no nos íbamos a quedar con los brazos cruzados, pero una cosa es que hagas algo, y otra cosa es que te lo compren. Si no hubiese sido por los clientes, si no hubiese sido por las marcas a las que veníamos comprando desde hace 9 años y que dijeron, 'claro, lo que necesites'.“Es más, ni los buscábamos y de repente nos llegaban cajas, por si te ayuda en algo”, dice Gabriela. “Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo Bistrot de alguien más.”Uno de los secretos del éxito del restaurante está en la complementariedad. “La diferencia entre nosotros y muchas personas que están intentando hacer lo mismo es que nosotros somos un equipo”, dice el chef Eduardo. “Yo y ella siempre hemos trabajado 50/50. Para nosotros se nos hace más sencillo, especialmente para mí, porque no tengo que preocuparme de la otra mitad de este negocio.”Tequila Don Julio ha decidido sumarse a las acciones de apoyo a la industria de la hospitalidad, y ante esfuerzos llenos de resiliencia como el del equipo de Máximo Bistrot, “se quita el sombrero” para honrar, inspirar y retribuirle a la comunidad que sigue imponiéndose a las adversidades que se le presentan.[/read]

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En un restaurante se ensamblan una infinidad de intenciones, de propósitos y de anhelos. El plato que llega a la mesa es la consumación de un sueño que comienza mucho tiempo antes. En algunos casos, años antes. Es el caso de los platillos que los comensales piden y disfrutan en Máximo Bistrot, el restaurante que el Chef Eduardo García y Gabriela López dirigen. Las ilusiones y el proyecto comenzaron hace mucho tiempo, antes incluso de los diez años que tiene el proyecto Máximo Bistrot.Después de conocerse y trabajar en la ciudad, decidieron salir de la zona de confort. “Nos fuimos a vivir a la selva, a Yelapa, una bahía chiquita en la Bahía de Banderas y ahí trabajamos en un hotelito que se llamaba Verana, por nueve meses”, cuenta Gabriela. “Según nosotros, nos fuimos para pensar qué era lo que queríamos hacer. Lo que encontramos ahí fue que los productos que llegaban a la cocina, muchos venían de Vallarta.” La falta de frescura en los productos resultaba desconcertante, pero también fue un momento de inspiración. Se les ocurrió mejor tejer una red cercana de contactos. “Mejor hay que ir y buscar al pescador local y platicar con él. Fue un ensayo de lo que íbamos a hacer después, buscar los productos más locales, lo que está en temporada y con eso Lalo hacia un menú diferente todos los días”, comenta.Esa convicción de localía y de frescura llegó a la Colonia Roma en noviembre de 2011. El lugar no era lo que es ahora, y había solo unos cuantos restaurantes con oferta gastronómica interesante. Aunque han cambiado los sueldos y los costos, y el proyecto de ambos se transformó de un local pequeño a tener un nuevo local espacioso y cómodo en la calle Álvaro Obregón, y pasaron de 4 empleados a 120 empleados al momento, el sueño sigue siendo el mismo. "Venimos haciendo la misma ideología, el mismo sueño de productores mexicanos, producto espectacular”, dice Eduardo. Y es que la convicción de trabajar con productos locales, naturales, no obstante que cuesten más caro o que sean menos voluminosos ha sido algo que persiste desde el comienzo. En aquel restaurante de playa entablaron relaciones con los pescadores locales para proveerse del producto más fresco. Ahora, en la ciudad, la idea era la misma. "Desde el principio a Lalo le interesaba trabajar con la gente de las chinampas, empezó a ir a la central de abastos y ahí empezó a conocer a los productores". Esa relación ha cristalizado de tal manera que el restaurante va adecuando su carta dependiendo de lo que los productores tendrán disponible.[read more]

“Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo de alguien más.”

Esta relación así de cercana con quienes les proveen de insumos es similar a la que tienen con sus comensales, con sus clientes. Y justamente el terrible año de 2020 fue el momento de darse cuenta del nivel de cercanía y de arraigo que tienen en el barrio. La pandemia que mandó a cerrar a tantos restaurantes y que llevó a la quiebra a muchos negocios, en el caso de Máximo, no los agarró tan por sorpresa. Ya los conocidos y amigos de otros lados del mundo les habían advertido a los dos, que la crisis sanitaria venía muy fuerte. “Fue un martes, el 19 de marzo, cuando aquí en México se cerró. Nosotros ya teníamos nuestro menú listo, y ese día vendimos 80 menus para llevar. Y no nos despegábamos, decidimos que seríamos 8 personas, y los primeros 4 meses fue así.” Y es que no tenían opción: dos años y medio atrás decidieron comprar un local nuevo, mucho más grande. “Nosotros no teníamos opción. Si nos hubiésemos quedado como estábamos, no teníamos dinero, porque acabábamos de hacer una inversión gigante.” Y son muy enfáticos ambos al hablar de lo que los ha ayudado a salvar este momento. No ha sido un esfuerzo individual. Todo lo contrario. Así lo explica el Chef Eduardo: “Es un hecho que nosotros no nos íbamos a quedar con los brazos cruzados, pero una cosa es que hagas algo, y otra cosa es que te lo compren. Si no hubiese sido por los clientes, si no hubiese sido por las marcas a las que veníamos comprando desde hace 9 años y que dijeron, 'claro, lo que necesites'.“Es más, ni los buscábamos y de repente nos llegaban cajas, por si te ayuda en algo”, dice Gabriela. “Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo Bistrot de alguien más.”Uno de los secretos del éxito del restaurante está en la complementariedad. “La diferencia entre nosotros y muchas personas que están intentando hacer lo mismo es que nosotros somos un equipo”, dice el chef Eduardo. “Yo y ella siempre hemos trabajado 50/50. Para nosotros se nos hace más sencillo, especialmente para mí, porque no tengo que preocuparme de la otra mitad de este negocio.”Tequila Don Julio ha decidido sumarse a las acciones de apoyo a la industria de la hospitalidad, y ante esfuerzos llenos de resiliencia como el del equipo de Máximo Bistrot, “se quita el sombrero” para honrar, inspirar y retribuirle a la comunidad que sigue imponiéndose a las adversidades que se le presentan.[/read]

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“Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo de alguien más.”

Esta relación así de cercana con quienes les proveen de insumos es similar a la que tienen con sus comensales, con sus clientes. Y justamente el terrible año de 2020 fue el momento de darse cuenta del nivel de cercanía y de arraigo que tienen en el barrio. La pandemia que mandó a cerrar a tantos restaurantes y que llevó a la quiebra a muchos negocios, en el caso de Máximo, no los agarró tan por sorpresa. Ya los conocidos y amigos de otros lados del mundo les habían advertido a los dos, que la crisis sanitaria venía muy fuerte. “Fue un martes, el 19 de marzo, cuando aquí en México se cerró. Nosotros ya teníamos nuestro menú listo, y ese día vendimos 80 menus para llevar. Y no nos despegábamos, decidimos que seríamos 8 personas, y los primeros 4 meses fue así.” Y es que no tenían opción: dos años y medio atrás decidieron comprar un local nuevo, mucho más grande. “Nosotros no teníamos opción. Si nos hubiésemos quedado como estábamos, no teníamos dinero, porque acabábamos de hacer una inversión gigante.” Y son muy enfáticos ambos al hablar de lo que los ha ayudado a salvar este momento. No ha sido un esfuerzo individual. Todo lo contrario. Así lo explica el Chef Eduardo: “Es un hecho que nosotros no nos íbamos a quedar con los brazos cruzados, pero una cosa es que hagas algo, y otra cosa es que te lo compren. Si no hubiese sido por los clientes, si no hubiese sido por las marcas a las que veníamos comprando desde hace 9 años y que dijeron, 'claro, lo que necesites'.“Es más, ni los buscábamos y de repente nos llegaban cajas, por si te ayuda en algo”, dice Gabriela. “Es muy importante decir que Máximo no se quedó con los brazos cruzados, pero si no hubiese sido por el comensal, por los empleados, que nos aguantaron con sueldos bajos, a lo mejor esto sería Máximo Bistrot de alguien más.”Uno de los secretos del éxito del restaurante está en la complementariedad. “La diferencia entre nosotros y muchas personas que están intentando hacer lo mismo es que nosotros somos un equipo”, dice el chef Eduardo. “Yo y ella siempre hemos trabajado 50/50. Para nosotros se nos hace más sencillo, especialmente para mí, porque no tengo que preocuparme de la otra mitad de este negocio.”Tequila Don Julio ha decidido sumarse a las acciones de apoyo a la industria de la hospitalidad, y ante esfuerzos llenos de resiliencia como el del equipo de Máximo Bistrot, “se quita el sombrero” para honrar, inspirar y retribuirle a la comunidad que sigue imponiéndose a las adversidades que se le presentan.[/read]

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