Agnès Varda hizo una de las carreras más envidiables en la historia del cine. Cada una de sus películas fue refrescante, novedosa y propositiva, y aunque hay un ADN claramente reconocible en su trabajo (temas sobre feminismo, desempoderados y un acercamiento a misma medida simpático y experimental), ninguna es similar a la anterior. Varda por Agnès, su último trabajo, estrenado mundialmente en Festival de Cine de Berlín, es el testamento fílmico de la artista: un largometraje que recorre libremente el andar y pensamiento de Agnès Varda alrededor del cine, el arte y las personas con quienes colaboró.“Trabajamos mucho sobre la construcción de la película”, reveló para Gatopardo Rosalie Varda, hija de la cineasta y productora de Varda por Agnès. “Tomamos fragmentos de trabajos anteriores, aunque no todos, y también enfatizamos su transición de lo análogo a lo digital, que cambió su forma de filmar e incluso la llevó al arte contemporáneo”. Esta transición fue clave, pues a partir del siglo XXI, Agnès Varda se volcó en plenitud hacia el cine documental con los medios a su alcance, como handycams y cámaras pequeñas. No fue sino hasta 2017 que hizo una película con una cámara de cine digital “profesional”.Varda por Agnès es fiel seguidora del último estilo cinematográfico de Agnès, donde el cine directo (es decir, cine que captura la realidad) convive con montajes de ficción, y el resultado invita a la reflexión artística. Por ejemplo, cuando habla de Sin Techo ni Ley, Varda se encuentra sobre un carrito “dolly”, mientras habla directamente a la cámara y describe las situaciones que trató de recrear para esa película. Eventualmente, sobre ese mismo carrito dolly, Varda entrevista a Sandrine Bonnaire, protagonista del largometraje, mientras ambas se cubren de la lluvia con un par de paraguas. [caption id="attachment_241702" align="alignnone" width="620"]
Rosalie Varda presentando Varda por Agnès en el Festival Internacional de Cine de Morelia / Foto vía FICM[/caption]Varda por Agnès es un perfil autobiográfico de la cineasta, enmarcado en una serie de pláticas que otorgó a lo largo del mundo, donde discutía ejemplo por ejemplo su aproximación al cine, que ella sustenta en tres conceptos: “inspiración, creación y compartir”. En su elegía para un artista en vida, el crítico David Ehrlich se cuestiona: “¿Alguien ha muerto con tanta felicidad como Agnès Varda?”, un cuestionamiento pertinente, ante el trabajo de una artista que incluso en sus películas más radicales y problemáticas, logró generar un discurso entre lo juguetón, esperanzador y amable. “Ella aceptó hacer portadas de revistas de moda muy glamorosas y varias entrevistas que a lo mejor, antes no hubiera aceptado, pero hoy le divertían”, recuerda Rosalie, quien trabajó con su madre las dos últimas décadas de su vida, “Me di cuenta que al haber puesto mucho de su voz y pensamiento en sus películas, la gente la conocía y era muy amada en las calles, incluso cuando no habían visto su trabajo, o apenas un pedazo en Youtube. Yo tenía ganas de hacer proyectos con ella y viajamos mucho”.Hacia el final de la carrera de su madre, Rosalie se volvió su impulsora en varios sentidos. No sólo la motivó a hacer instalaciones para museos —como una realizada a partir de papas germinadas (derivada de su película del año 2000, Los Cosechadores y Yo) o una casa hecha con partes de la película de La Felicidad, uno de sus más celebrados y coloridos largometrajes, sino que también produjo y llevó a cabo las conexiones para otras películas. Rostros y Lugares, que Varda filmó con el fotógrafo JR visitando pequeñas ciudades pequeñas de la campiña francesa, fue idea de Rosalie Varda, quien puso a ambos artistas en contacto. “Entre más proyectos hubiera, mejor” dice Rosalie con una sonrisa simpática en el rostro. “A veces yo pensaba ‘No, ese proyecto no lo vamos a tomar’, pero en cuanto podía leerlo, ella decía muy emocionada ‘¡Sí sí sí sí!’”.[caption id="attachment_241703" align="alignnone" width="620"]
Agnès Varda y JR en la película Rostros y Lugares[/caption]Como lo retrata Varda por Agnès, cuando la directora cumplió 80 años estaba aterrada: se dio cuenta que había llegado al final de su vida. Grabó una película, titulada Las Playas de Agnès (misma que promocionó en la Ciudad de México) y la proclamó su último largometraje. Por fortuna, aquello no se hizo realidad y en Varda por Agnès, la directora revela que al cumplir 90 años, la invadió un sentimiento opuesto al de la década anterior: uno lleno de vida y aceptación. Varda por Agnès retrata una cineasta en necesidad de explicar su filmografía, recorriendo temas como las Panteras Negras, aborto, feminismo e identidad, que han hecho a sus películas memorables. Al presentar la película Varda por Agnès en el Festival Internacional de Cine de Morelia, Rosalie Varda hizo un puntual comentario: “Estoy muy interesada en la educación audiovisual, y esta película es un esfuerzo en ese sentido. El mensaje y las imágenes nos tienen que transmitir emociones. Deben provocar un deseo de mirar”. Varda le llamaba “cinescritura” al proceso de hacer una película, que concebía como un proceso llevado cabo en conjunto, nunca en soledad. A su forma de verlo, cada trabajo debía estar escrito de tal forma que todo el mundo pudiera comprendiera. Las películas de Varda triunfaron porque, a pesar de ser curiosos juegos experimentales, siempre le hablaron directamente al público, a través de imágenes y sonido simples. Si hay un hilo conductor en la filmografía de Agnés Varda es la empatía. “Yo quería que en sus últimos años de vida, mi madre hiciera muchas cosas, que hiciera otra carrera prácticamente, para que se dirigiera hacia la luz con más fuerza de la que ya había mostrado”, agrega Rosalie Varda. A lo largo de la película, la directora demuestra una lucidez absoluta al relatar los aspectos importantes de su obra. La película podría considerarse un último masterclass al mundo, no sólo por lo que cuenta, sino por la manera en que está editada por la propia Agnès, saltando de un periodo a otro en su vida.
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