Lo llamaron Dios en un grafiti que apareció afuera del metro Islington, en Londres, y poco después ese grafiti comenzó a aparecer en las calles de la ciudad de los sesenta. El blues fue el eterno retorno y última parada de Eric Clapton. Un músico que se apropió del blues, del dolor y la soledad.
Eric Clapton a sus nueve años entendió por qué su tío Adrian bromeaba con llamarlo “pequeño bastardo”. Cada domingo, su familia tenía reuniones para actualizar los chismes de Ripley, un pueblo al sur de Inglaterra cuya población en 1945 no alcanzaba ni los dos mil habitantes. Estas conversaciones entre sus diversos parientes se llevaban a cabo cada semana frente a Eric como si no existiera y entre susurros. Un domingo, después de entretejer varias de estas conversaciones y chismes, una tía preguntó “¿y saben algo de su madre?”, y ahí fue cuando entendió que ser llamado “pequeño bastardo” no era broma alguna.
Clapton, nacido el 30 de marzo de 1945, creció creyendo que su madre y padre eran Rose y Jack Clapp, pero en realidad eran sus abuelos. Su madre biológica, Patricia, tenía 15 años cuando tuvo a Eric y el padre del recién nacido regresó a Canadá, en donde tenía esposa e hijos. Patricia, le dio a Eric el apellido de su padre biológico fallecido, el soldado Reginald Cecil Clapton. Sin embargo, ella siguió su vida y crecieron como hermanos.
Aunque era común en Ripley nacer bajo la ilegalidad por todos los soldados que llegaron a Inglaterra al final de la Segunda Guerra Mundial, aún era visto como un estigma. Clapton se enteró del secreto familiar cuando tuvo nueve años y reconfiguró su confianza que le depositaba al mundo. “Me confundió intensamente mi posición y mi profundo amor por mi familia, entre el cual existía una sospecha de que aún en un lugar tan pequeño yo era una vergüenza para ellos que siempre tendrían que explicar”, escribió en su autobiografía publicada en 2007.
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Para Clapton la música era lo único que importaba, además del sexo. El blues era algo primitivamente suave que sentía directo en su sistema nervioso. El blues era el único lugar al que sentía que pertenecía. El blues fue el eterno retorno y última parada de Clapton, cada que alcanzaba más fama como uno de los principales moldeadores del rock & roll.
Tenía 18 años cuando conoció a los integrantes de la banda The Yardbirds quienes eran famosos localmente y tocaban con frecuencia en el club Crawdaddy. Clapton aceptó unirse a ellos porque tocaban canciones de bluesistas afroamericanos como Bo Diddley y Howlin’ Wolf o al jazzista Django Reinhardt y significaba que podría dedicar a la música por primera vez como trabajo de tiempo completo.
Para 1964, la banda ya tenía un contrato firmado con el sello Columbia e hicieron 200 presentaciones. Al grabar su sencillo más exitoso, “For Your Love”, Clapton sabía que era el inicio de su fin con ellos. “For Your Love” los llevó a una espontánea fama, a la que Clapton renunció por el sonido comercial, porque era bailable, lejos del blues y él sintió que vendía su alma por la fama. Clapton dejó The Yardbirds con un LP grabado en vivo y su primer álbum en estudio con una banda, For Your Love.
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En 1965, el guitarrista ascendió a ser considerado una deidad en nombre del blues con la banda de John Mayall, Bluesbreakers, a quienes se unió después de The Yardbirds. Las grabaciones con poca producción que hizo con los Bluesbreakers son blues y rock & roll en un estado natural, llevaban dedicatoria a sus maestros de la soledad, las leyendas del blues Muddy Waters o B. B. King.
“Dios”, lo llamaron en un graffiti que apareció en la estación del metro londinense Islington, que decía “Clapton is God” (Clapton es Dios en su traducción) sin autoría alguna. Más mensajes parecidos comenzaron a aparecer en las calles de Londres y hasta apenas unos años surgió un nombre, Hamish Grimes, posiblemente el autor del graffitti y que trabajaba para el manager de los Yardbirds.
En 1966, Clapton formó Cream junto al baterista Ginger Baker y el bajista Jack Bruce. Clapton estuvo con ellos durante dos años y grabó tres discos, pero bastó solo con ese legado para voltear de cabeza al rock estadounidense. Clapton no abandonó totalmente el blues y por el contrario lo incorporó al estilo de la banda.
El trío llegó a su hit popular con riffs inconfundibles y repetitivos de rock psicodélico, “Sunshine of your love”, incluido en el segundo álbum de Cream, Disraeli Gears. Un éxito musical era otra decepción para Clapton porque tampoco era blues. De nuevo sentía que la banda se había vendido a los grandes conciertos, a la producción masiva de álbumes, a las drogas fáciles y a la popularidad con las mujeres.
El blues fue el eterno retorno y última parada de Clapton, cada que alcanzaba más fama como uno de los principales moldeadores del rock & roll.
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Clapton se enamoró o encaprichó con Pattie Boyd, una modelo y fotógrafa que estaba casada con el Beatle, George Harrison. A ella la conoció por George después de que lo invitaran a grabar juntos la canción “While My Guitar Gently Weeps” con el resto de los integrantes de The Beatles en Abbey Road. Clapton admitió también que codiciaba a Pattie porque “pertenecía” a un hombre que parecía tener todo lo que él quería.
Clapton en su carrera quería paz y alejarse de los reflectores. De vuelta al blues y a un aura de anonimato, lo logró por unos años con Derek and the Dominos, la banda que formó, y así regresar a sus raíces musicales y presentaciones secretas ante un público de no más de 70 personas.
Inspirado en la historia árabe de Layla y Majnun, así como en frases que solo él y Pattie Boyd intercambiaban, Clapton escribió “Layla”, “I Looked Away” y “Bell Bottom Blues” para tocar con Derek and the Dominoes. Clapton estaba tan convencido de que una vez que Pattie escuchara esas canciones en el álbum Layla and Other Assorted Love Songs, con todas las referencias, se sentiría conmovida por su llanto de amor y dejaría a George para estar con él al fin.
El poema desesperado se convirtió en un chantaje porque, aunque ella escuchó el disco, no tuvo el efecto que el guitarrista esperaba y las siguientes semanas, él la amenazaba con tomar heroína si ella no dejaba al Beatle.
La audiencia tampoco respondió al disco y se convirtió en un fracaso comercial. Clapton, con o sin Pattie no fue por el camino del blues, sino por de las drogas y esta vez fue durante un par de años.
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Que sus influencias más fuertes para tocar, fuera de músicos negros, no lo eximían de ser racista. En 1976, Clapton se justificó bajo su alcoholismo —ya no la heroína— para decir que el Reino Unido debería “correr” a las personas que migraban desde África, India y el Mediterráneo y que había que “mantener a Inglaterra blanca”. Tiempo después admitió en su autobiografía que su racismo surgió por un episodio de acoso que vivió Pattie con un miembro de la familia real Saudí.
Tras marcar su regreso a la música después de tratar su adicción, el camino de Clapton como solista fue como siempre lo quiso desde que pidió a sus diecisiete años una guitarra Gibson para imitar a sus bluesistas ideales. Por un momento parecía que lograba todo lo que quería, prueba de ello fue su matrimonio con Pattie Boyd en 1979 con quien duró 10 años hasta que finalmente la bajó del pedestal en el que la tenía. La engañó y abandonó en su proceso para embarazarse, pero él sí vio su paternidad lograda junto a Lori Santos, una modelo con quien estuvo a la vez que con Patti, al tener a Conor.
Conor de 4 años de edad falleció en 1991 al caer de un piso 52 en Nueva York. El siguiente año, Clapton presentó en su concierto acústico Unplugged para el canal MTV, la canción que le dedicó a su hijo “Tears in Heaven”. Una balada melancólica que en conjunto con el disco de ese convierto en vivo le ganó un Grammy.
“Layla”, el himno de amor de los rechazados, también fue reconocida con un Grammy en 1992 como la mejor canción de rock en su versión acústica en su disco Unplugged.
En el 2000, Clapton tuvo el privilegio de grabar el álbum Riding with the king, al lado con su mismísimo héroe, B.B. King. Dos mil millones de personas en la Tierra han sido testigos de los lamentos del blues de Clapton en más de sus tres mil conciertos que dedicadamente ha ofrecido en su carrera.
Sobre si su destino hubiera sido diferente, y si no hubiera crecido con sus abuelos y en su lugar otra familia lo hubiera adoptado, Eric Clapton reconoce que no habría crecido con un complejo de inferioridad. “Y no habría música”, concluye en su documental Eric Clapton: Life In 12 Bars (2017), apropiado ya del blues, del dolor y la soledad.
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