Ruth Bader Ginsburg: el poder de disentir
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Ruth Bader Ginsburg: el poder de disentir

Ser pionero es, de alguna forma, ser un disidente de la historia y disentir era una forma de vida para Ruth Bader Ginsburg, quien desde niña se dedicó a retar los moldes que le imponía la historia por ser mujer.

Tiempo de lectura: 10 minutos

Los escalones frente a la Suprema Corte se poblaron lentamente. Con pies pesados y la mirada perdida, poco a poco llegaron jóvenes cargando flores a un funeral que nadie convocó. La gente llegó hasta ahí atraída por su propio dolor y en busca de otros con quienes compartirlo. Dos mujeres envueltas en una bandera LGBT+ se abrazaban llorando en silencio mientras veían las veladoras consumirse frente a ellas.

“Descansa en paz”. “Lucharemos para proteger tu legado”. “Gracias”. Los mensajes a los pies del imponente edificio de mármol esa noche eran sobrios.

Los rostros de los presentes reflejaban soledad. Nunca es buen momento para una mala noticia, pero sí hay momentos peores que otros. La muerte de Ruth Bader Ginsburg llegó en el peor de todos y el sentimiento en esa plaza era de orfandad.

Había personas que rezaban sentadas, en voz baja y en hebreo. Algunos se levantaban de pronto a prender las velas extintas por el viento con encendedores que sacaban de sus mochilas. Otros buscaban espacios para acomodar los ramos de flores que seguían llegando con el paso de las horas y empezaban a cubrir los carteles. El escenario sugería el homenaje de un ícono cultural o un líder social, mas que el de una jueza constitucional. El trabajo que Ginsburg realizó durante décadas fue revolucionario y su legado la convirtió en líder e ícono para millones.

Ruth Bader Ginsburg nació el 15 de marzo de 1933 en el núcleo de una familia judía de Brooklyn. Su hermana mayor murió a los 6 años, cuando Ruth apenas había cumplido uno. Su padre, Nathan, era fabricante y comerciante de camisas, pieles y sombreros. En su casa no faltaba el dinero, pero tampoco había demasiado. La infancia de Ruth podría haberse parecido a la de cualquier niña americana de su época, marcada por la guerra y sin muchos referentes femeninos a quienes ver como modelo, si no hubiera sido por su madre.

“Tengo un último agradecimiento. Es para mi madre, Celia Amster Bader, la persona más valiente y fuerte que he conocido, quien me fue arrebatada demasiado pronto. Rezo por algún día ser todo lo que ella hubiera sido, de haber vivido en una época en la que las mujeres pudieran aspirar y lograr, y que las hijas fueran apreciadas tanto como los hijos”, dijo Ginsburg frente a la prensa el día que el presidente Bill Clinton anunció su nominación a la Suprema Corte el 14 de junio de 1993.

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