La última Primera Dama de ensueño
Nancy Reagan fue republicana, conservadora y la «esposa perfecta».
El día que murió Nancy Reagan, el 6 de marzo de 2016, acabó una era en la política estadounidense. Ella no era sólo la primera dama, era la mujer que aconsejaba a uno de los presidentes más cuestionados de la historia de ese país (y eso que la competencia es ardua). Fue ella también quien decidió que en esa Casa Blanca se mantendría la elegancia, el estilo y el recato. Fue la última primera dama que se comprometió con el american dream.
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Anne Frances Robbins nació el 6 de julio de 1921. Se cambió el nombre a Nancy, porque desde chica le decían así en su familia, y al apellido a Davis, porque le pareció más adecuado adoptar el apellido de su padrastro que el de su padre biológico. Su mamá, actriz de profesión, necesitaba cierta independencia para buscar trabajo después de separarse de su primer esposo y mandó a Nancy a vivir con sus tíos Virginia Luckett y Audley Gailbraith en Maryland, hasta que cumplió 8 años, que madre e hija se mudaron a Chicago con Loyal Edward Davis, un famoso y conservador neurocirujano.
Nancy adoraba a su padrastro y él la adoptó oficialmente en 1935 (cuando se cambió el apellido a Davis). En una entrevista que dio para The New York Times describió a su padrastro como “un hombre de enorme integridad que ejemplifica valores clásicos”.
Su abuela materna también había sido actriz y siguiendo los pasos de las mujeres de su familia, tras graduarse de la Escuela Latina para niñas de Chicago, estudió Letras inglesas y Teatro en el Smith College, en Massachusetts. Después se mudó a Nueva York consiguiendo algunos papeles secundarios y luego a California, con un contrato de siete años con Metro-Goldwyn-Mayer Studios Inc (MGM), aunque eso no le quitó la dificultad de conseguir roles; era muy atractiva, con grandes y lindos ojos, pero era también muy seria, correcta y discreta.
Participó en una decena de filmes y también hizo algunos papeles para televisión. Las críticas que recibía se mantenían en el canon de “Nancy Davis es encantadora como una gentil, simple y comprensiva esposa” (The New York Times, 1950) y “Es espléndida como la viuda comprensiva” (The Washington Post, 1951). Pero ella misma le contó una vez a Lou Cannon –quien hizo la biografía de Ronald Reagan, publicada en el 2001– que a ella en realidad no le había interesado mucho ser actriz, lo que ella quería era casarse: “Yo en realidad nunca fui una mujer de carrera, me convertí en una solamente porque no había encontrado el hombre con el que me quería casar. No podía sentarme sin hacer nada, así que me convertí en actriz”.
Nancy Davis conoció a Ronald Reagan, también actor, porque la habían puesto en la lista negra de actrices de Hollywood. Él era presidente del Gremio de Actores de Pantalla en 1949 y ella necesitaba que la sacaran de ahí para seguir trabajando. Le dijo que la habían confundido con otra actriz con el mismo nombre y empezaron a salir.
Los tabloides del momento se llenaron con sus nombres, alguna vez descritos como “la pareja sin vicios”. Se casaron después de tres años de ser novios en una boda sencilla y privada, diseñada para evitar a la prensa. Su primer hija, Patti Davis, nació ocho meses después de la boda.
A lo largo del matrimonio, siempre perseguido por la prensa, Reagan y Davis eran descritos como la pareja perfecta. Durante la presidencia de Reagan (1981 – 1989) se escribió incontables veces sobre la mirada de amor que mantenían, el afectuoso trato, las manos que no se soltaban y la forma en que ella lo llamaba «Ronnie», aún en público.
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En 1968 Nancy fue designada por Los Angeles Times como “la mujer del año” por ser una “Primera Dama modelo”, que regresó la Casa Blanca a la época de los Kennedy con la moda y el estilo que imponía en todos los arreglos. Se convirtió en vocera y embajadora de la organización Programa de Abuelos Adoptivos y la volvió famosa en Estados Unidos y Australia. Además, en 1982 publicó su libro To Love a Child (Amar a un hijo), en el que cuenta su experiencia al ser adoptada pero también al adoptar a los hijos del primer matrimonio de Reagan. La pareja que formó junto al presidente en turno, también era famosa por las cenas que organizaban para veteranos y prisioneros de guerra.
Uno de los actos como Primera Dama que le dio más reconocimiento fue su campaña “Just Say No”, con la que recorrió todo el país profesando conciencia sobre el peligro de las drogas. En sus discursos decía: “entender lo que las drogas le pueden hacer a tus hijos, entender la presión social y entender por qué acuden a las drogas es el primer paso para resolver el problema”.
En 1981, 69 días después de asumir la presidencia, Ronald Reagan sufrió un atentado afuera del hotel Hilton en Washington y su esposa decidió que se volvería su “protectora no oficial”. Entre las muchas cosas que hizo (como romperse una costilla para evitar que le tomaran una foto en el hospital), la que más furor causó en la época fue la contratación de una astróloga personal para orientarla en los consejos que le daba al presidente. Donald Thomas Regan –el Secretario de Estado durante la presidencia de Reagan– escribió en su libro de memorias For the Record: From Wall Street to Washington…
“Virtualmente, cada una de las grandes decisiones que tomaron los Reagan durante mi tiempo en la Casa Blanca era antes aprobada por una mujer en San Francisco (la astróloga), que dibujaba horóscopos para asegurarse que los planetas estaban alineados favorablemente para el cometido”.
Cuando se le diagnosticó Alzheimer a Ronald Reagan, Nancy se volcó por completo al cuidado de su esposo, afiliándose a la Asociación Nacional de Alzheimer y encargándose del desarrollo del Instituto de Investigación Ronald y Nancy Reagan. Durante su vida mantuvo ideales conservadores, republicanos y de derecha, salvo en el momento en el que se enfermó su esposo y se confrontó al Partido Republicano en defensa de la investigación con células madre, aún cuando años antes la pareja hizo lo imposible por no reconocer el SIDA como una epidemia, negando las investigaciones que hubieran encontrado la cura.
Sus hijos se quejaron públicamente de que fue una mala madre y la prensa la tomó como una orate por consultar con una astróloga las decisiones del gobierno. Pero lo que nunca se le negó fue haber sido la “esposa perfecta”, desde sus papeles en Hollywood, hasta que lo hacía en el cuarto oval. Con sus sombreritos y el altísimo presupuesto para llenar su clóset, Nancy Reagan fue la última Primera Dama de ensueño.
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