La telenovela más exitosa en la historia vuelve para reafirmar el amor que el público del mundo tiene por un personaje que habita nuestros corazones desde 1999. ¿A qué se debe que aún en la actualidad —más allá de los cuestionamientos y funas a las series del pasado— siga vigente <i>Betty, la fea</i>?
El último integrante de la familia ha llegado a casa. “¿Ya empezó?”, pregunta, con la voz agitada, por correr desde lejos para estar a tiempo. “Apenas”, le responden, mientras suben el volumen del televisor con un control remoto enorme y rectangular, el cual debe levantarse en el aire, obligando a quien lo sostenga a deformar su mano para apuntar desde lo alto al viejo y tosco aparato receptor. “Buenos días”, dice, en la pantalla, una voz dulce pero temerosa. “A la orden”, le contesta otra, de forma altanera. “El doctor Roberto Mendoza me está esperando”, afirma la mujer a quien no vemos pero cuya mirada es emulada por la imagen a cuadro. “Ay, que pena, pero él no la puede atender porque está esperando a otra persona”, responde una secretaria de pelo rubio, minifalda y malos modales. “Me está esperando a mí”, agrega la mujer, de forma contundente. “No puede ser. Esa horrible voz yo la conozco…”, dice Patricia Fernández mirando con extrañeza a la cámara. “¡¿Usted es Betty?!”. La emoción frente a la TV es palpable. “La misma”, responde Beatriz Pinzón Solano y el público grita como si el equipo de fútbol más grande anotara el gol decisivo para ganar la copa del mundo.
Uno siempre regresa a donde fue feliz. Es un acto casi instintivo. Según las definiciones al respecto, la nostalgia es un sentimiento que nos estruja el corazón al recordar a personas, lugares o momentos que nos hicieron felices en el pasado. “Es sorprendente cómo Betty nos sigue acompañando”, dice Ana María Orozco en entrevista con Gatopardo, pocos días antes de estrenar la continuación de la historia que le cambió la vida. “Pasaba el tiempo y volvía otra oleada donde nuevas generaciones [descubrían la historia] y, bueno, es algo que uno no termina de entender. Yo me sigo sorprendiendo, y gratamente. Entonces, si bien no estaba dentro de mis planes volver, tampoco me sorprendió. Pero sí pienso que era el momento para mí, por lo menos pasados 25 años desde que empezamos a grabar —23, desde que terminamos— que era mucho más interesante regresar”.
Para Jorge Enrique Abello, el eterno Don Armando Mendoza, Betty “es como una amistad”. Con la mirada entrecerrada, y una sonrisa encantadora, nos plantea un escenario para imaginar lo que significa para él volver a la historia que lo puso en las pantallas del mundo. “Hace años que te ves con tu mejor amigo, con la gente que quieres y, de pronto, pasa… Te vuelves a emocionar tanto [como en el pasado] y todo es muy bonito”.
Creada en 1999 por Fernando Gaitán —leyenda colombiana responsable de títulos como Café con aroma de mujer o Hasta que la plata nos separe—, Yo soy Betty, la fea nos hizo parte de los sueños y aventuras de una brillante economista —interpretada por Ana María Orozco— de currículum envidiable y enormes capacidades a quien siempre se le descalificó por “ser muy fea”. Cuando el mundo estaba acostumbrado a ver telenovelas protagonizadas por mujeres de gran belleza y cuerpos esculturales, el melodrama al interior de la empresa Ecomoda se atrevió a presentarnos una historia liderada por una figura femenina poco agraciada, de vestimenta anticuada, grandes anteojos y prominentes brackets que contrastaba con ese mundo de modelos de pasarela y ropa de alta costura.
“Betty va en contra de la primera enmienda de las telenovelas”, dijo Fernando Gaitán en entrevista en el icónico late night colombiano Yo, José Gabriel, a inicios de la década de los 2000. Para él, las protagonistas de los melodramas siempre se tratan de “una mujer pobre, pero muy bella, metida en una zona rural que, por su belleza, logra conseguir un galán que la saca de la pobreza y la lleva a vivir al castillo. Y las mujeres de la audiencia sueñan a través de ese arquetipo de mujer que no corresponde a la realidad”.
“¿Qué tal si hacemos a una mujer de carne y hueso?”, se preguntó el guionista y productor fallecido en 2019. “En la mayoría de los países, las mujeres son feas y los hombres también. Y la audiencia sueña a través de [los protagonistas de las telenovelas]”, agregó en la citada entrevista con José Gabriel Ortiz, donde explicó que el nacimiento de Betty se debió a un experimento en donde se buscaba que “la gente no sueñe a través de una protagonista fea, sino que se vea reflejada en ella y en cómo sueña. El público mira con ilusión a las estrellas de la televisión. Ahora vamos a estar del otro lado, donde las modelos ni el diseño importan; [en Betty, la fea importa] más Hugo Lombardi y la forma en que una mujer fea ve el mundo de la belleza”.
El éxito de tal hazaña fue instantáneo. Y también inesperado. Betty se convirtió en la telenovela más exitosa en la historia de la televisión mundial que, a la fecha, ha sido transmitida en alrededor de 180 países, se ha doblado a 15 idiomas y, en 2023, obtuvo el récord Guinness de más adaptaciones de un melodrama a nivel mundial al sumar 28 remakes en países como Brasil, Rusia, Grecia y China. México tuvo su propia versión con La fea más bella, la cuál sumó más de 300 capítulos y tuvo un episodio final de tres horas de duración, el cuál fue visto por casi 20 millones de personas, quintuplicando el rating de la ceremonia del Oscar de 2007 a la que los tres amigos (Cuarón, Del Toro, González Iñárritu) habían sido nominados. Ugly Betty, por su parte, fue un remake estadounidense producido por Salma Hayek que contó con cuatro temporadas y convirtió a America Ferrera, su protagonista, en la única latina en ganar —a la fecha— un Emmy en más de 70 años de dicha premiación.
Pero el carisma, la inocencia, los anhelos y la risa ahogada de Betty, la original, sortearon los obstáculos del tiempo y encontraron ese misterioso e imposible camino de la inmortalidad; uno que muy pocas historias y personajes son capaces de hallar. De forma inmediata, posiblemente para siempre, el “moscorrofio” que trabajaba día y noche al interior de un viejo y polvoso clóset de Ecomoda, se ganó todo: la confianza de su jefe, el cariño de sus compañeras, el control de toda una empresa y los corazones del mundo.
Un reflejo de la realidad
La felicidad se respira en Bogotá. El vallenato se entremezcla con una ciudad vibrante y en constante cambio. A la Plaza de Bolívar, al Museo Botero y al Parque Metropolitano Simón Bolívar se une un sitio visitado por todos aquellos que llevan a la dueña de Terramoda en el corazón. Ubicada en el Barrio de La Soledad, a pocos minutos del centro de la capital colombiana, la casa de Betty se convirtió en una parada obligada para los turistas que amarían ser parte del cuartel de las feas.
Para Fernando Gaitán “los personajes en televisión, para que funcionen, tienen que haber sido vistos en la calle e identificarse con ellos y con su drama”. En entrevista con la revista Bocas en 2014, el escritor afirmó: “Yo saco muchas cosas de la vida real, por eso no me aíslo y salgo mucho”. Mirar el lugar que aún conserva la fachada mostrada en la televisión y luego echar la vista a los alrededores, permite conocer ese mundo que nutrió las historias de Gaitán y con el que confeccionó el universo de su Betty. “Mis novelas son de la calle, de la actualidad; son un reflejo casi inmediato de la realidad”, le contó Fernando a The New York Times en 2006. “Entonces toca conocerla bien; conocer las emociones de los seres humanos”.
Con una formación en el periodismo —que inició a los 19 años en el periódico colombiano El Tiempo— Gaitán fue un gran observador del mundo a su alrededor. Todo lo visto por sus ojos podía convertirse en una nueva gran historia. El origen de Betty, según la citada charla con NYT, tuvo lugar al interior de las oficinas de la cadena RCN, donde Gaitán “observó durante un tiempo a una secretaria menospreciada [...]. La tenían marginada. Imagínate [estar] en un canal [de televisión], rodeada de actrices bellas”, narró Gaitán al medio estadounidense. “Pero ella era muy eficiente; un día renunció y el jefe daba alaridos porque no podía vivir sin ella. Y yo, viendo aquello, dije: ‘Ahí está’”.
Con el tiempo, y apoyado de su incansable pluma y su gran imaginación, Fernando fue escribiendo la historia de una mujer poco agraciada que, el 25 de octubre de 1999, aparecería en la señal de RCN subiendo a un bus de vuelta a casa, en una calle llena de autos, personas caminando e, incluso, militares desfilando sobre el asfalto.
Una heroína incorruptible
La presidencia de Andrés Pastrana pasó a la historia por dos cosas: por los fallidos Diálogos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)... y por aparecer en Betty, la fea. “Coincidí con el expresidente hace muy poco, hace un par de meses”, dijo Ana María Orozco en una entrevista en Exa FM, “y me contó que todavía lo paran y le dicen: ‘¡Ay, es el de Betty!’”, refiriéndose al momento en el que el entonces mandatario saludó a la protagonista de esta historia durante un concurso de belleza en Cartagena.
Entre risas, Jorge Enrique Abello comentó ante los mismos micrófonos que, durante la transmisión original de la telenovela, “llamaba [a RCN] la directora de impuestos nacionales [de Colombia], el ministro de Hacienda, los economistas de las universidades del país y decían: ‘Sabemos cómo sacar a Ecomoda de la crisis’”. Pero eso es algo que solamente Betty sabía cómo lograr. El público anhelaba ser parte de tal hazaña, y hubo quienes tenían el poder suficiente de hacer algo para incidir en su camino.
Muy al inicio de su empleo como asistente de presidencia de Ecomoda, Betty vive una encrucijada cuando una empresa llamada Rag Tela le ofrece una atractiva suma de dinero para que convenza a su jefe, Armando Mendoza, de comprar telas e insumos con ellos. La suma del soborno ascendía a los 80 000 dólares y significaría un gran alivio económico para la familia Pinzón. La duda sobre aceptar o no dicha cantidad se extendió por algunos capítulos… provocando la ira de toda una nación.
“Fue muy curioso porque en un país donde se mueve la corrupción, se vino el mundo encima cuando se enteraron de que esta muchacha iba a recibir una comisión de la industria privada”, recordó Fernando Gaitán en entrevista con la revista Bocas. “Era una prueba de fuego para el personaje e iban a pasar ocho capítulos de suspenso sin que eso se resolviera. Me sorprendió mucho que se hubiera filtrado a todos los periódicos y las revistas, a los políticos y al presidente. Se acababan de robar Dragacol [un escándalo de corrupción entre el gobierno colombiano y una empresa privada por más de 26 mil millones de pesos] y no se aterran con eso pero sí con esto. Nos tocó retocar [el guion] y rehacer algunas escenas ya grabadas”.
Natalia Ramírez, quien da vida a Marcela Valencia en la historia, afirmó en su canal de YouTube que en el libreto original, Betty aceptaba el soborno y la escena había sido grabada. Sin embargo, el propio Andrés Pastrana llamó personalmente a Fernando Gaitán para evitar que esto se transmitiera. “Fernando recibe una llamada [del presidente] diciéndole que necesitaba que Betty no acepte el dinero”, recordó la actriz, “que él ya había visto el capítulo donde lo hacía y, según él, para la imagen de Colombia era importante que una heroína, como se le denominaba a Betty en ese momento, fuera a aceptar un soborno, que no era un buen ejemplo ni para el país ni para la ciudadanía ni para los niños y tampoco para toda la gente que estaba viendo la novela en ese momento”. La escena finalmente tuvo que ser regrabada y Betty le confiesa a Don Armando la situación, dejando a todos tranquilos… en la ficción y también en la realidad.
De vuelta a Ecomoda
En 2017, el público miraba con asombro y gran emoción al elenco de Betty en teatro. Casi dos décadas después del final de aquella telenovela que nunca dejaron de ver, la audiencia del Teatro Cafam, en Bogotá, aplaudía con enorme devoción a cada uno de los actores que aparecían en el escenario y que traían de vuelta a esos personajes que el mundo amó desde inicios de siglo. Detrás del telón, Fernando Gaitán veía con asombro la respuesta de la gente. A lo largo de los años, el rating de las incontables retransmisiones le indicaba el cariño hacia esta historia; lo mismo esos primeros lugares en plataformas de streaming, al igual que las millones de reproducciones de videos referentes a su Betty. Pero nada se comparaba con los suspiros, las lágrimas y las sonrisas de oreja a oreja frente a él. Fue ahí cuando Fernando supo que era hora de volver. Y había que hacerlo bien.
En tiempos donde la guerra del streaming no se mide por el número de suscriptores sino por las historias que forman parte de sus catálogos, Yo soy Betty, la fea fue uno de los títulos de mayor éxito y popularidad en las plataformas. En su segunda vuelta por Netflix, de 2019 a 2022 —exactamente en la era del covid—, la telenovela colombiana afianzó su permanencia en los corazones de México y Latinoamérica. La historia dio pie a la creación de incontables memes, stickers de WhatsApp, lip-sync en TikTok y se mantuvo por cuatro años consecutivos en el top ten de lo más visto en dicho servicio, hasta su salida en julio de aquel año.
A Betty se le rompió el corazón cuando leyó la siniestra carta de instrucciones de Mario Calderón, y al público lo mataron cuando la secretaria de presidencia de Ecomoda abandonó el catálogo de Netflix sin decir adiós. Tras fuertes rumores sobre una dura batalla de distintas plataformas por obtener los derechos de transmisión de la telenovela, Prime Video anunció no solo que se convertiría en el nuevo hogar del cuartel de las feas sino que, además, realizaría una inesperada —pero anhelada— continuación de esta emblemática historia.
“Es un honor para nosotros en Prime Video traer de regreso esta serie icónica sobre la fortaleza y determinación de las mujeres que se esfuerzan por desafiar los estereotipos, tanto en el ambiente laboral como en su vida personal”, comentó María Isabel Figueroa, directora de Prime Video Emerging LATAM a través de un comunicado de prensa. “El personaje de Betty ha impactado a audiencias de todo el mundo, y esta serie es un tributo a esas historias que cruzan fronteras y conectan audiencias globales, al mismo tiempo que celebran la diversidad y el talento que son únicos en nuestra región”.
Honrar la voz de Betty
Armando Mendoza grita desquiciado por los pasillos de Ecomoda. La situación ya no es anormal. Desde su llegada a la presidencia, el hombre no hace más que alzar la voz para mostrar la frustración que le han dejado sus malas decisiones al frente de la compañía. Pero hubo un día en que las cosas se salieron de control. Patricia Fernández (Lorna Cepeda) ignora al hombre que le grita a sus espaldas y él, exasperado, la toma del cabello, la levanta de su silla y la zarandea para exigirle que siga haciendo su trabajo.
Dos décadas después, Jorge Enrique Abello se cubre la cara cuando recuerda aquel momento. “Cuando lo hicimos, no fue tan fuerte para nosotros”, reveló en su canal de YouTube. “No por machistas, sino porque en ese momento no estaba tan fuerte el discurso [contra la violencia hacia la mujer]. Nosotros lo hicimos como un gag de comedia, no teníamos conciencia [...] y definitivamente nunca debió pasar así. Pero es una muestra perfecta de cómo, a finales de los noventa, la cultura se saltaba el respeto y la igualdad entre géneros”.
La permanencia de Betty en nuestras vidas hizo imposible que se le mire a ella, y a todo su universo, con los ojos del presente y se cuestione mucho de lo que nos divertía hace 25 años y lo que asumíamos como algo normal. “Pero todos cambiamos con el paso del tiempo y uno madura. Y los personajes también lo hicieron”, le dijo la actriz Luces Velásquez (Bertha) a Noticias RCN. En tiempos donde es más fácil cancelar una historia del pasado que analizarla y entenderla como un reflejo de su tiempo, el público de Betty, la fea ha sabido reconocer el machismo, la homofobia y la discriminación que fueron parte de su telenovela favorita, y en ese proceso de análisis, han encontrado una forma de conectar aún más con los personajes que tanto siguen disfrutando.
“Honestamente, al cuartel de las feas [no se le llamaba así] por el físico de sus integrantes sino porque ellas tenían todas las cosas que son rechazadas socialmente: el chisme, la gordura, la comida, la extrovertida, la madre soltera”, complementó Luces Velásquez.
Para Lorna Cepeda, “en medio de todo el éxito de Betty, todo el mundo se sintió identificado, de alguna u otra forma, con algún personaje o situación [presentada]. A mí, en los cientos de memes que hay [de la peliteñida], me han puesto cosas como: ‘Patricia: no te entendíamos antes, perdónanos. La vida de adulto es muy difícil’”, comentó la actriz, entre risas, a Produ.
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Con el refrendo del amor de su público, Betty vuelve una vez más a la pantalla chica, ahora en el mundo del streaming. Dejando de lado lo narrado en Ecomoda —secuela de solo 13 episodios estrenada en 2001—, Betty, la fea: la historia continúa nos sitúa dos décadas después de la conclusión de la icónica telenovela. En esta ocasión, nos muestra a su protagonista como una madre de familia, separada de su esposo y que trata de reconstruir la relación con su hija adolescente —llamada Mila (Juanita Molina)—. También es acompañada de una nueva transformación en su apariencia: Betty regresa a los chalecos opacos, a las faldas holgadas y a sus grandes gafas rojas para reconciliarse consigo misma y enmendar lo que considera una traición a sí misma en el look; 20 años atrás, aquello le llevó a tomar un camino que hoy ya no se vislumbra como el más adecuado.
Ante la notable ausencia de Fernando Gaitán, esta anticipada continuación recurrió a los guionistas Marta Betoldi (Ciega a citas), César Betancur (Rigo), Valeria Gómez (Manes) y Luis Carlos Ávila (La reina del flow) y también al director Mauricio Cruz Fortunato —responsable del remake de Café con aroma de mujer, de 2020— para preservar el legado y el espíritu de su creador.
Además, Ana María Orozco y Jorge Enrique Abello figuran como productores asociados, en un esfuerzo por “cuidar y acompañar todo el proceso creativo, de la historia y de los personajes”, dijo la actriz a Gatopardo. “Nosotros los conocemos y creo que lo hemos logrado. Hemos dado lo mejor para que así sea. Lo hemos hecho, además, con muchísimo respeto por todo el legado que nos ha dejado Fernando y, de alguna manera, lo hacemos también para honrarlo”.
“Sí, de alguna manera somos las voces, sin querer reemplazarlos, de los que no están”, complementa Jorge Enrique Abello. “Pero sí era importante para nosotros, tanto para Anita como para mí y todo el elenco, honrar a aquellas voces que ya no están. Y lo intentamos hacer con todo nuestro cariño”.
Al contar con el regreso de la mayoría de su elenco original, Betty, la fea: la historia continúa promete mantener la esencia de aquella historia que cautivó al mundo. “Si bien ya no está Fernando, este universo también lo creó junto con Mario Ribero”, dice Ana María sobre el director de los 335 capítulos de la telenovela original. “Y esta vez tuvimos la oportunidad de contar con él en los ensayos y de encontrar a los personajes en la actualidad. Fue un proceso muy bonito. Partimos del mismo lugar, con ese humor tan característico, y eso nos permitió entrar a todos los dramas de [la vida de] Betty, atravesarlos y tocar temas de pronto profundos, pero de una manera amorosa y divertida”.
Para este rostro icónico de la televisión, traer de vuelta a Betty significa una oportunidad “de seguir hablando de los temas que tenemos que discutir, cuestionar y poner sobre la mesa. También el poder mostrarnos como somos, con nuestras contradicciones y defectos. No somos una sola cosa, ni somos buenos o malos. Pero [esta continuación] nos permitirá hablar sobre el maltrato y también del amor que atraviesa todo, que trasciende con el humor y con la diversión. No es pretensión nuestra dejar ningún mensaje porque la telenovela ya representa muchas cosas [para el mundo]”.
El último integrante de la familia ha llegado a casa. “¿Ya la subieron?”, pregunta, con la voz agitada, al correr desde lejos para estar a tiempo. “Apenas”, le responden, mientras navegan por el catálogo de la plataforma manipulando un smartphone desde el sofá. Un par de clics en el teléfono y suena una voz que nos estruja el corazón. “Finalmente me fui. Desaparecí de sus vidas”, se escucha desde la pantalla. “No fue por mi propia voluntad. Pero hoy, verlos a todos reunidos, me parece tan extraño”. La cámara, una vez más, no nos muestra quien habla, pero es muy fácil intuirlo. Poco a poco, una figura se va develando frente a ella y a nosotros. “¿Betty?”, pregunta un canoso Armando Mendoza que mira con nostalgia a su hoy exesposa. Ella, sin decir una palabra, mira al amor de su vida como en aquel día en que los conocimos. Nerviosa, trata de contestar pero es interrumpida por alguien que la toma del brazo y no ha dejado de estar a su lado. “Betty, camine… que el diablo es puerco”, dice Don Hermes Pinzón y el público grita. Betty, la nuestra, regresó 25 años después.