Duque y Petro rumbo la segunda vuelta en Colombia

Duque y Petro rumbo la segunda vuelta en Colombia

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La polarización política en Colombia eliminó a los candidatos centristas en la primera vuelta rumbo a la elección presidencial.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

elecciones colombia 2018 int 1
Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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La polarización política en Colombia eliminó a los candidatos centristas en la primera vuelta rumbo a la elección presidencial.

El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

elecciones colombia 2018 int 1
Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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Ilustración de
Traducción de

La polarización política en Colombia eliminó a los candidatos centristas en la primera vuelta rumbo a la elección presidencial.

El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

elecciones colombia 2018 int 1
Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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Duque y Petro rumbo la segunda vuelta en Colombia

Duque y Petro rumbo la segunda vuelta en Colombia

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La polarización política en Colombia eliminó a los candidatos centristas en la primera vuelta rumbo a la elección presidencial.

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El domingo 27 de mayo los colombianos acudieron a las urnas para escoger al sucesor del actual presidente Juan Manuel Santos. Ninguno de los candidatos logró el cincuenta por ciento de los votos más uno que se requieren, según las leyes del país sudamericano, para evitar la segunda vuelta de unos comicios históricos: es la primera vez que un candidato de izquierda llega a este punto del proceso electoral.

Iván Duque es el delfín del expresidente Álvaro Uribe. En los últimos años, el distanciamiento entre Uribe y el presidente Santos ha sido manifiesto, principalmente por la iniciativa de este último por empujar los acuerdos de paz con las FARC, guerrilla quincuagenaria que configuró el panorama político de Colombia durante décadas. Uribe ha sido un crítico del proceso de paz, lo que ha provocado el distanciamiento con Santos: “El mayor perdedor de esta contienda fue, precisamente, Juan Manuel Santos: ni su jefe negociador, ni su vicepresidente obtuvieron más del 10% de los votos en la contienda, pese a que en el caso de Vargas Lleras, se dijo que la maquinaria lo iba a poner en segunda vuelta. Santos fue apabullantemente derrotado”, afirma Juan Sebastián Jiménez Herrera, académico de periodismo político del departamento de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana.

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Iván Duque, candidato presidencial por el partido Centro Democrático y Marta Lucía Ramírez, candidata a la vicepresidencia, festejan su paso a la segunda vuelta electoral. Getty Images

A pesar de que el acuerdo de paz fue muy celebrado en el ámbito internacional, Juan Manuel Santos no pudo convencer en casa a los votantes sobre los beneficios del mismo. A lo largo del año pasado, el debate legal y filosófico entre los partidarios de la paz y los partidarios de la justicia fue un tema central de la amplia cobertura internacional alrededor del proceso de amnistía y participación política de la guerrilla: los sectores conservadores colombianos, a los que se circunscribe el expresidente Álvaro Uribe, se decantaban por la justicia y preferían llevar a los guerrilleros a juicio en vez de a las urnas.

La primera vez en que las FARC participaron en un proceso electoral fue durante los comicios para renovar el congreso en marzo del presente año. Lo hizo bajo las mismas siglas pero diferente nombre, pues el ahora partido político está registrado como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Sin embargo, para las elecciones presidenciales las FARC decidieron retirar la candidatura de Rodrigo Londoño, Timochenko, líder de la organización, y renunciaron a presentar otro aspirante. La decisión, atribuida oficialmente a la frágil salud del excombatiente, también debió estar motivada por el hecho de que la intención de voto a Timochenko apenas rondaba el 1%.

Gustavo Petro, candidato del movimiento izquierdista Colombia Humana, es un ex guerrillero que militó en el M-19 en su juventud, una guerrilla que poco a poco moduló sus postulados radicales y terminó por formar parte del panorama político colombiano de la mano del partido Polo Democrático Alternativo. Petro ha sido señalado por parte de sus detractores como un émulo del difunto presidente venezolano Hugo Chávez. “A lo que sí le temen los colombianos es a una suerte de embeleco (enredo) que se creó en Colombia: el tal castrochavismo, algo así como que Colombia se convierta en Venezuela”, afirma Jiménez Herrera.

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Gustavo Petro, candidato por el Movimiento Progresistas, muestra su boleta electoral en una casilla bogotana. Nicolo Filippo Rosso/Bloomberg via Getty Images

Para Daniela Hoyos, estudiante colombiana de Comunicación, las elecciones fueron otro ejemplo más del encono partidista e ideológico que parece ser la pauta en las elecciones latinoamericanas: “el hecho de que (el candidato centrista Sergio Fajardo) no alcanzara (a llegar a la segunda vuelta) evidencia la polarización tan fuerte que existe en el país”, dice. Las posiciones en los polos opuestos son inusuales para Colombia, más si se toma en cuenta que la izquierda ha estado históricamente poco representada.

Para Jiménez Herrera, es precisamente en la polaridad en donde se encuentran muchas de las respuestas para estas elecciones: “Tanto Iván Duque como Gustavo Petro representan, en primera medida, a un grupo bastante ideologizado de votantes; en el caso del primero, de derecha y seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez; en el caso de Petro, de votantes de izquierda que se identifican de alguna forma con el exalcalde. En segunda medida, ambos representan también a quienes participaron en el plebiscito (sobre los acuerdos de paz) del 2 de octubre de 2016; a quienes votaron no en el caso de Duque y a quienes votaron en el caso de Petro. Son una suerte de extremos y esta segunda vuelta va a ser un pulso entre polos”, sostiene el también analista para el medio directobogota.com.

Sobre el papel que la tercera posición de Sergio Fajardo tuvo en estas elecciones hay una cierta percepción de tibieza: “Sergio Fajardo ha tratado de jugar a representar al centro político en contra de la polarización que, para su campaña, representaba votar por Petro o Duque. A modo de burla se dice que Fajardo representa al nini: ni con Uribe ni contra él; ni con el proceso de paz ni contra él; ni con Petro ni contra él (…) pese a que, en teoría, tiene mayores vínculos con Petro que con Duque. La pregunta es qué harán quienes votaron por Fajardo y, por ahora, no hay una respuesta concluyente”, afirma Jiménez Herrera. Y quizá es dentro del marco de la polarización donde se explica la alta participación del electorado.

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