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En las cuatro últimas ediciones olímpicas, el papel de las mujeres ha cobrado fuerza dentro del deporte nacional. Esmeralda Falcón ha sido una de ellas: una deportista que además se ha pronunciado por reivindicar los espacios de las mujeres dentro del boxeo, deporte tradicionalmente masculino.
Los domingos por la tarde, las películas de Bruce Lee en el televisor familiar se convirtieron en tal afición que llevarían a Esmeralda Falcón, de veintiséis años, a convertirse en la primera boxeadora mexicana en la historia que clasifica a unos Juegos Olímpicos. Desde chica se imaginaba dando patadas y haciendo piruetas como el maestro de artes marciales que protagonizaba estas películas con dragones, puños de furia, estética oriental y efectos especiales. A falta de clases de kung-fu, encontró un gimnasio de boxeo cerca de su casa en Santiago Tulyehualco, Xochimilco, al sur de la Ciudad de México.
Cuando iba en la preparatoria se encontró con su primera frustración deportiva: que no la dejaran jugar en el equipo de futbol, porque se agitaba mucho por el asma que padecía. Tuvo tales crisis asmáticas que se sometió a tratamientos para poderse mantener en el deporte. Así que, como la dejaban jugar muy poco por su condición médica, empezó a boxear a los diecisiete. “Sí la entrenaban, pero decían ‘es mujer, que venga como que a entrenar’”, recuerda Trinidad, su madre, sobre sus primeros encontronazos en los gimnasios de barrio, liderados por hombres. Una de las frases a las que tuvo que recurrir para hacerse espacio en los entrenamientos fue: “Yo soy un vato más”, recuerda Rocío, su hermana. “A veces los mismos entrenadores, los mismos compañeros, decían que no podía. No querían hacer sparring con ella, pero siempre les respondió que no la vieran como mujer”.
La hija más pequeña entre cuatro hermanos no sólo es la más franca sino también la más expresiva, según cuenta su papá, Pedro, desde el comedor de su casa, donde guardan decenas de medallas, trofeos, fotografías y acreditaciones de muchas competencias. “Prácticamente ella ha cambiado mi forma de ser, porque yo no tuve mucho estudio; aparte, trabajaba en la construcción y en ese trabajo uno es muy malhablado y ella me ha enseñado a cambiar, no del todo, pero ahí poco a poco voy cambiando”, cuenta el papá sobre cómo se ha sentido reeducado por su hija feminista. “Esme dice que los hombres nos pueden ganar tal vez en fuerza, pero que somos muy inteligentes también las mujeres. A mí me lo ha dicho: ‘no tenemos que estar, mamá, atenidas a un hombre: tenemos que salir adelante nosotras como mujeres’”, relata su madre, que trabaja como trabajadora doméstica.
Aunque quiso ser conocida como “Esmer Falcón” en los carteles de las funciones de box durante sus primeras competencias, al final aceptó el mote de “Pantera”, que ideó su padre. En el brazo izquierdo se tatuó una pantera negra, uno de sus distintivos, junto a la muñeca que suele llevar a todos sus viajes y que carga en las premiaciones, un regalo que le hizo una fallecida madrina de su madre, y que se ha convertido en su amuleto. Junto a ella ha enfrentando obstáculos como la falta de apoyo económico y el formarse en un entorno machista, en un deporte que se considera históricamente varonil. Vencer estos retos fue decisivo para ganar, años después, el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, 2018, y el bronce en los Panamericanos de Lima, 2019.
Para Tokio 2020 Esmeralda clasificó en la categoría de los 60 kilogramos, donde las favoritas son la brasileña y campeona mundial Beatriz Ferreira y la estadounidense Rashida Ellis. La exitosa tradición mexicana en el boxeo –que ha forjado en el pasado a atletas como Misael Rodríguez o Juan Fabila– la convertía en una esperanza de medalla, aunque en su primera pelea fue eliminada por la italiana Rebecca Nicoli en los dieciseisavos de final en la Arena Kokugikan, la sede del sumo, el deporte nacional de Japón.
***
La equidad de género es una de las premisas que el Comité Olímpico Internacional (COI) ha tomado como bandera desde 2017, cuando lanzó un proyecto para equilibrar la balanza ante tantas injusticias a lo largo de la historia del olimpismo. Esa iniciativa, de nombre Proyecto de Revisión de Igualdad de Género, incluye veinticinco recomendaciones para los Comités Olímpicos Nacionales para trabajar a favor de la igualdad. El COI creó un Grupo de Trabajo por la Igualdad de Género con el objetivo de crear campañas de concientización para aumentar el número de mujeres que participan en los Juegos, pero también su presencia a niveles directivos.
El boxeo, por ejemplo, tardó cien años en incluir a las mujeres: se convirtió en disciplina olímpica en 1904, pero fue exclusivamente para hombres hasta 2012. Al barón Pierre de Coubertin lo celebran cada cuatro años por haber fundado los Juegos Olímpicos en 1894, pero no suele mencionarse que él también puso la primera piedra de la exclusión. Promovió el “cristianismo muscular”, una doctrina que buscaba la perfección espiritual mediante el deporte y la higiene, y consideró que los Juegos eran la solemne y periódica exaltación del deporte masculino con el aplauso de las mujeres como recompensa.
La primera edición de los Juegos se realizó sin mujeres en 1896 y cuatro años después hubo apenas veintidós deportistas mujeres que participaron de manera extraoficial. Eran apenas 2.2% de la totalidad de atletas. Ese número fue creciendo con el largo pasar de los años y la primera vez que participaron de manera oficial fue en Ámsterdam, 1928, formando el 10% de los atletas participantes, pese a que el papa Pío XI había encabezado una campaña para impedir la participación femenina. Fue hasta la edición de Montreal, 1976, que llegaron al 20% de la competencia, mientras que ahora en Tokio son el 48%, con la promesa por parte del COI de que en Francia, 2026, el porcentaje será exactamente la mitad.
Más de 120 años después, Esmeralda Falcón forma parte de una legión de mujeres que ha dado la mayor cantidad de éxitos al deporte mexicano en los últimos años. Tan sólo en las cuatro ediciones olímpicas previas a Tokio, 2020 (desde Atenas, 2004, hasta Río, 2016), México ha obtenido veintiún medallas, de las cuales, catorce las ganaron atletas mujeres. Y, para los Juegos en Japón, la delegación mexicana clasificó por primera vez a cuatro disciplinas en ramas femeniles: softbol, gimnasia rítmica, canotaje slalom y box femenil.
La delegación mexicana para Tokio está conformada por 97 hombres y 66 mujeres. Entre los primeros medallistas nacionales están Alejandra Valencia, que obtuvo el bronce en la rama mixta de tiro con arco junto a Luis Álvarez, el sábado pasado. Otras mujeres que son esperanza de medalla para esta edición son la gimnasta Alexa Moreno, quien participará en la final de salto de caballo el próximo domingo, así como la clavadista Alejandra Orozco y la taekwondoín Briseida Acosta.
Dentro del boxeo, México clasificó con tres atletas, dos de ellas, mujeres. La primera fue Esmeralda, que recibió la noticia de su clasificación apenas en mayo de 2021, ocho meses después de haber padecido Covid-19 junto con seis miembros de su familia. En los Juegos también están Tamara Cruz, en la categoría de 69 kilogramos y Rogelio Romero, en la de 81. Recordemos que el boxeo es el segundo deporte que más medallas olímpicas le ha aportado a México, con trece, sólo una menos que los clavados, pero todas conseguidas por pugilistas hombres.
***
“¡A vivir la mejor experiencia de mi vida!”, fue el primer mensaje de Esmeralda en sus redes sociales una vez que pisó Tokio. Sin embargo, pese a lo que representa ser mujer boxeadora y el feliz aumento de los porcentajes de participación femenina en los últimos años, las inequidades aún son frecuentes. Esmeralda cumplió un sueño que, por ejemplo, no logró concretar la cubana Namibia Flores, una boxeadora de élite que no pudo ir a Río, 2016, porque su gobierno desde años atrás determinó que las mujeres son libres de entrenar ese deporte, pero no de competir, porque así lo dispuso la esposa de Raúl Castro, Vilma Espín, a mediados de los años noventa y sin que nada haya podido cambiarlo.
La boxeadora más famosa de Cuba se ilusionó con participar en Río porque cuatro años atrás el gobierno de la isla había recibido la visita de directivos del Consejo Mundial de Boxeo para sugerir el permiso para las mujeres, sobre todo porque estaban perdiendo medallas prácticamente garantizadas por el alto nivel con el que se practica este deporte en Cuba. Namibia Flores dejó su trabajo para dedicarse al cien por ciento a su preparación de cuatro años, luego de que ya tenía quince de experiencia sobre los cuadriláteros. Sin embargo, un mes antes del Preolímpico en Brasil, el gobierno cubano ratificó la prohibición, que se mantiene hasta hoy y por lo cual, en Tokio 2020, ese país conformó un equipo de ocho pugilistas varones.
“Me acuerdo mucho de esta diferencia entre hombres y mujeres. Cuando Esme entró al Comité Olímpico, ella platicaba bastante que el entrenamiento para los hombres era totalmente distinto, que les daban más prioridad”, relata Montserrat, su sobrina, que es un año menor que Esmeralda y quien tiene a la atleta olímpica como su referente de vida.
Esmeralda se ha preocupado por reivindicar a la mujer en el boxeo, pero también por ir más allá al hablar de temas “tabú” en el deporte, como el de la menstruación y las implicaciones que tiene en la preparación, pues las deportistas pierden vitaminas y hierro, entre otros nutrientes. Por lo que ha pugnado para que los entrenadores también sean capacitados al respecto. En México, el deporte es aún una práctica más varonil que femenil, de acuerdo con los resultados del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico 2019 del Inegi: el porcentaje de personas activas físicamente es mayor en hombres, con el 47%, contra el 37% de mujeres.
Falcón ha apuntado alto, aunque en muchos temas parta de cero. Por ejemplo, para ir a los Centroamericanos del 2018, la Federación Mexicana de Boxeo sólo le pudo pagar el boleto de avión y ella tuvo que solventar sus gastos de estancia y alimentación. Para ello le ayudaron la boxeadora profesional Mariana “Barbie” Juárez, así como Óscar Valdés, boxeador olímpico en 2008 y 2012, además de campeón mundial superpluma del Consejo Mundial de Boxeo. Como él, Esmeralda espera tener un segundo ciclo olímpico y competir también en París, 2024, para luego pasar al profesionalismo, porque lo suyo ha sido la lucha por alcanzar sus metas.
“Ella dice: ‘Ya no estamos en los tiempos de antes, de que el hombre nos maltrataba por eso. Hay muchas mujeres que son maltratadas porque no levantan la voz, se quedan calladas, y yo de esa manera no pienso’. Ahorita, con su preparación que tiene, que estudia, piensa muy diferente y la verdad, para mí, es lo máximo mi hija”, concluye la madre de Esmeralda.
En las cuatro últimas ediciones olímpicas, el papel de las mujeres ha cobrado fuerza dentro del deporte nacional. Esmeralda Falcón ha sido una de ellas: una deportista que además se ha pronunciado por reivindicar los espacios de las mujeres dentro del boxeo, deporte tradicionalmente masculino.
Los domingos por la tarde, las películas de Bruce Lee en el televisor familiar se convirtieron en tal afición que llevarían a Esmeralda Falcón, de veintiséis años, a convertirse en la primera boxeadora mexicana en la historia que clasifica a unos Juegos Olímpicos. Desde chica se imaginaba dando patadas y haciendo piruetas como el maestro de artes marciales que protagonizaba estas películas con dragones, puños de furia, estética oriental y efectos especiales. A falta de clases de kung-fu, encontró un gimnasio de boxeo cerca de su casa en Santiago Tulyehualco, Xochimilco, al sur de la Ciudad de México.
Cuando iba en la preparatoria se encontró con su primera frustración deportiva: que no la dejaran jugar en el equipo de futbol, porque se agitaba mucho por el asma que padecía. Tuvo tales crisis asmáticas que se sometió a tratamientos para poderse mantener en el deporte. Así que, como la dejaban jugar muy poco por su condición médica, empezó a boxear a los diecisiete. “Sí la entrenaban, pero decían ‘es mujer, que venga como que a entrenar’”, recuerda Trinidad, su madre, sobre sus primeros encontronazos en los gimnasios de barrio, liderados por hombres. Una de las frases a las que tuvo que recurrir para hacerse espacio en los entrenamientos fue: “Yo soy un vato más”, recuerda Rocío, su hermana. “A veces los mismos entrenadores, los mismos compañeros, decían que no podía. No querían hacer sparring con ella, pero siempre les respondió que no la vieran como mujer”.
La hija más pequeña entre cuatro hermanos no sólo es la más franca sino también la más expresiva, según cuenta su papá, Pedro, desde el comedor de su casa, donde guardan decenas de medallas, trofeos, fotografías y acreditaciones de muchas competencias. “Prácticamente ella ha cambiado mi forma de ser, porque yo no tuve mucho estudio; aparte, trabajaba en la construcción y en ese trabajo uno es muy malhablado y ella me ha enseñado a cambiar, no del todo, pero ahí poco a poco voy cambiando”, cuenta el papá sobre cómo se ha sentido reeducado por su hija feminista. “Esme dice que los hombres nos pueden ganar tal vez en fuerza, pero que somos muy inteligentes también las mujeres. A mí me lo ha dicho: ‘no tenemos que estar, mamá, atenidas a un hombre: tenemos que salir adelante nosotras como mujeres’”, relata su madre, que trabaja como trabajadora doméstica.
Aunque quiso ser conocida como “Esmer Falcón” en los carteles de las funciones de box durante sus primeras competencias, al final aceptó el mote de “Pantera”, que ideó su padre. En el brazo izquierdo se tatuó una pantera negra, uno de sus distintivos, junto a la muñeca que suele llevar a todos sus viajes y que carga en las premiaciones, un regalo que le hizo una fallecida madrina de su madre, y que se ha convertido en su amuleto. Junto a ella ha enfrentando obstáculos como la falta de apoyo económico y el formarse en un entorno machista, en un deporte que se considera históricamente varonil. Vencer estos retos fue decisivo para ganar, años después, el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, 2018, y el bronce en los Panamericanos de Lima, 2019.
Para Tokio 2020 Esmeralda clasificó en la categoría de los 60 kilogramos, donde las favoritas son la brasileña y campeona mundial Beatriz Ferreira y la estadounidense Rashida Ellis. La exitosa tradición mexicana en el boxeo –que ha forjado en el pasado a atletas como Misael Rodríguez o Juan Fabila– la convertía en una esperanza de medalla, aunque en su primera pelea fue eliminada por la italiana Rebecca Nicoli en los dieciseisavos de final en la Arena Kokugikan, la sede del sumo, el deporte nacional de Japón.
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La equidad de género es una de las premisas que el Comité Olímpico Internacional (COI) ha tomado como bandera desde 2017, cuando lanzó un proyecto para equilibrar la balanza ante tantas injusticias a lo largo de la historia del olimpismo. Esa iniciativa, de nombre Proyecto de Revisión de Igualdad de Género, incluye veinticinco recomendaciones para los Comités Olímpicos Nacionales para trabajar a favor de la igualdad. El COI creó un Grupo de Trabajo por la Igualdad de Género con el objetivo de crear campañas de concientización para aumentar el número de mujeres que participan en los Juegos, pero también su presencia a niveles directivos.
El boxeo, por ejemplo, tardó cien años en incluir a las mujeres: se convirtió en disciplina olímpica en 1904, pero fue exclusivamente para hombres hasta 2012. Al barón Pierre de Coubertin lo celebran cada cuatro años por haber fundado los Juegos Olímpicos en 1894, pero no suele mencionarse que él también puso la primera piedra de la exclusión. Promovió el “cristianismo muscular”, una doctrina que buscaba la perfección espiritual mediante el deporte y la higiene, y consideró que los Juegos eran la solemne y periódica exaltación del deporte masculino con el aplauso de las mujeres como recompensa.
La primera edición de los Juegos se realizó sin mujeres en 1896 y cuatro años después hubo apenas veintidós deportistas mujeres que participaron de manera extraoficial. Eran apenas 2.2% de la totalidad de atletas. Ese número fue creciendo con el largo pasar de los años y la primera vez que participaron de manera oficial fue en Ámsterdam, 1928, formando el 10% de los atletas participantes, pese a que el papa Pío XI había encabezado una campaña para impedir la participación femenina. Fue hasta la edición de Montreal, 1976, que llegaron al 20% de la competencia, mientras que ahora en Tokio son el 48%, con la promesa por parte del COI de que en Francia, 2026, el porcentaje será exactamente la mitad.
Más de 120 años después, Esmeralda Falcón forma parte de una legión de mujeres que ha dado la mayor cantidad de éxitos al deporte mexicano en los últimos años. Tan sólo en las cuatro ediciones olímpicas previas a Tokio, 2020 (desde Atenas, 2004, hasta Río, 2016), México ha obtenido veintiún medallas, de las cuales, catorce las ganaron atletas mujeres. Y, para los Juegos en Japón, la delegación mexicana clasificó por primera vez a cuatro disciplinas en ramas femeniles: softbol, gimnasia rítmica, canotaje slalom y box femenil.
La delegación mexicana para Tokio está conformada por 97 hombres y 66 mujeres. Entre los primeros medallistas nacionales están Alejandra Valencia, que obtuvo el bronce en la rama mixta de tiro con arco junto a Luis Álvarez, el sábado pasado. Otras mujeres que son esperanza de medalla para esta edición son la gimnasta Alexa Moreno, quien participará en la final de salto de caballo el próximo domingo, así como la clavadista Alejandra Orozco y la taekwondoín Briseida Acosta.
Dentro del boxeo, México clasificó con tres atletas, dos de ellas, mujeres. La primera fue Esmeralda, que recibió la noticia de su clasificación apenas en mayo de 2021, ocho meses después de haber padecido Covid-19 junto con seis miembros de su familia. En los Juegos también están Tamara Cruz, en la categoría de 69 kilogramos y Rogelio Romero, en la de 81. Recordemos que el boxeo es el segundo deporte que más medallas olímpicas le ha aportado a México, con trece, sólo una menos que los clavados, pero todas conseguidas por pugilistas hombres.
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“¡A vivir la mejor experiencia de mi vida!”, fue el primer mensaje de Esmeralda en sus redes sociales una vez que pisó Tokio. Sin embargo, pese a lo que representa ser mujer boxeadora y el feliz aumento de los porcentajes de participación femenina en los últimos años, las inequidades aún son frecuentes. Esmeralda cumplió un sueño que, por ejemplo, no logró concretar la cubana Namibia Flores, una boxeadora de élite que no pudo ir a Río, 2016, porque su gobierno desde años atrás determinó que las mujeres son libres de entrenar ese deporte, pero no de competir, porque así lo dispuso la esposa de Raúl Castro, Vilma Espín, a mediados de los años noventa y sin que nada haya podido cambiarlo.
La boxeadora más famosa de Cuba se ilusionó con participar en Río porque cuatro años atrás el gobierno de la isla había recibido la visita de directivos del Consejo Mundial de Boxeo para sugerir el permiso para las mujeres, sobre todo porque estaban perdiendo medallas prácticamente garantizadas por el alto nivel con el que se practica este deporte en Cuba. Namibia Flores dejó su trabajo para dedicarse al cien por ciento a su preparación de cuatro años, luego de que ya tenía quince de experiencia sobre los cuadriláteros. Sin embargo, un mes antes del Preolímpico en Brasil, el gobierno cubano ratificó la prohibición, que se mantiene hasta hoy y por lo cual, en Tokio 2020, ese país conformó un equipo de ocho pugilistas varones.
“Me acuerdo mucho de esta diferencia entre hombres y mujeres. Cuando Esme entró al Comité Olímpico, ella platicaba bastante que el entrenamiento para los hombres era totalmente distinto, que les daban más prioridad”, relata Montserrat, su sobrina, que es un año menor que Esmeralda y quien tiene a la atleta olímpica como su referente de vida.
Esmeralda se ha preocupado por reivindicar a la mujer en el boxeo, pero también por ir más allá al hablar de temas “tabú” en el deporte, como el de la menstruación y las implicaciones que tiene en la preparación, pues las deportistas pierden vitaminas y hierro, entre otros nutrientes. Por lo que ha pugnado para que los entrenadores también sean capacitados al respecto. En México, el deporte es aún una práctica más varonil que femenil, de acuerdo con los resultados del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico 2019 del Inegi: el porcentaje de personas activas físicamente es mayor en hombres, con el 47%, contra el 37% de mujeres.
Falcón ha apuntado alto, aunque en muchos temas parta de cero. Por ejemplo, para ir a los Centroamericanos del 2018, la Federación Mexicana de Boxeo sólo le pudo pagar el boleto de avión y ella tuvo que solventar sus gastos de estancia y alimentación. Para ello le ayudaron la boxeadora profesional Mariana “Barbie” Juárez, así como Óscar Valdés, boxeador olímpico en 2008 y 2012, además de campeón mundial superpluma del Consejo Mundial de Boxeo. Como él, Esmeralda espera tener un segundo ciclo olímpico y competir también en París, 2024, para luego pasar al profesionalismo, porque lo suyo ha sido la lucha por alcanzar sus metas.
“Ella dice: ‘Ya no estamos en los tiempos de antes, de que el hombre nos maltrataba por eso. Hay muchas mujeres que son maltratadas porque no levantan la voz, se quedan calladas, y yo de esa manera no pienso’. Ahorita, con su preparación que tiene, que estudia, piensa muy diferente y la verdad, para mí, es lo máximo mi hija”, concluye la madre de Esmeralda.
En las cuatro últimas ediciones olímpicas, el papel de las mujeres ha cobrado fuerza dentro del deporte nacional. Esmeralda Falcón ha sido una de ellas: una deportista que además se ha pronunciado por reivindicar los espacios de las mujeres dentro del boxeo, deporte tradicionalmente masculino.
Los domingos por la tarde, las películas de Bruce Lee en el televisor familiar se convirtieron en tal afición que llevarían a Esmeralda Falcón, de veintiséis años, a convertirse en la primera boxeadora mexicana en la historia que clasifica a unos Juegos Olímpicos. Desde chica se imaginaba dando patadas y haciendo piruetas como el maestro de artes marciales que protagonizaba estas películas con dragones, puños de furia, estética oriental y efectos especiales. A falta de clases de kung-fu, encontró un gimnasio de boxeo cerca de su casa en Santiago Tulyehualco, Xochimilco, al sur de la Ciudad de México.
Cuando iba en la preparatoria se encontró con su primera frustración deportiva: que no la dejaran jugar en el equipo de futbol, porque se agitaba mucho por el asma que padecía. Tuvo tales crisis asmáticas que se sometió a tratamientos para poderse mantener en el deporte. Así que, como la dejaban jugar muy poco por su condición médica, empezó a boxear a los diecisiete. “Sí la entrenaban, pero decían ‘es mujer, que venga como que a entrenar’”, recuerda Trinidad, su madre, sobre sus primeros encontronazos en los gimnasios de barrio, liderados por hombres. Una de las frases a las que tuvo que recurrir para hacerse espacio en los entrenamientos fue: “Yo soy un vato más”, recuerda Rocío, su hermana. “A veces los mismos entrenadores, los mismos compañeros, decían que no podía. No querían hacer sparring con ella, pero siempre les respondió que no la vieran como mujer”.
La hija más pequeña entre cuatro hermanos no sólo es la más franca sino también la más expresiva, según cuenta su papá, Pedro, desde el comedor de su casa, donde guardan decenas de medallas, trofeos, fotografías y acreditaciones de muchas competencias. “Prácticamente ella ha cambiado mi forma de ser, porque yo no tuve mucho estudio; aparte, trabajaba en la construcción y en ese trabajo uno es muy malhablado y ella me ha enseñado a cambiar, no del todo, pero ahí poco a poco voy cambiando”, cuenta el papá sobre cómo se ha sentido reeducado por su hija feminista. “Esme dice que los hombres nos pueden ganar tal vez en fuerza, pero que somos muy inteligentes también las mujeres. A mí me lo ha dicho: ‘no tenemos que estar, mamá, atenidas a un hombre: tenemos que salir adelante nosotras como mujeres’”, relata su madre, que trabaja como trabajadora doméstica.
Aunque quiso ser conocida como “Esmer Falcón” en los carteles de las funciones de box durante sus primeras competencias, al final aceptó el mote de “Pantera”, que ideó su padre. En el brazo izquierdo se tatuó una pantera negra, uno de sus distintivos, junto a la muñeca que suele llevar a todos sus viajes y que carga en las premiaciones, un regalo que le hizo una fallecida madrina de su madre, y que se ha convertido en su amuleto. Junto a ella ha enfrentando obstáculos como la falta de apoyo económico y el formarse en un entorno machista, en un deporte que se considera históricamente varonil. Vencer estos retos fue decisivo para ganar, años después, el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, 2018, y el bronce en los Panamericanos de Lima, 2019.
Para Tokio 2020 Esmeralda clasificó en la categoría de los 60 kilogramos, donde las favoritas son la brasileña y campeona mundial Beatriz Ferreira y la estadounidense Rashida Ellis. La exitosa tradición mexicana en el boxeo –que ha forjado en el pasado a atletas como Misael Rodríguez o Juan Fabila– la convertía en una esperanza de medalla, aunque en su primera pelea fue eliminada por la italiana Rebecca Nicoli en los dieciseisavos de final en la Arena Kokugikan, la sede del sumo, el deporte nacional de Japón.
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La equidad de género es una de las premisas que el Comité Olímpico Internacional (COI) ha tomado como bandera desde 2017, cuando lanzó un proyecto para equilibrar la balanza ante tantas injusticias a lo largo de la historia del olimpismo. Esa iniciativa, de nombre Proyecto de Revisión de Igualdad de Género, incluye veinticinco recomendaciones para los Comités Olímpicos Nacionales para trabajar a favor de la igualdad. El COI creó un Grupo de Trabajo por la Igualdad de Género con el objetivo de crear campañas de concientización para aumentar el número de mujeres que participan en los Juegos, pero también su presencia a niveles directivos.
El boxeo, por ejemplo, tardó cien años en incluir a las mujeres: se convirtió en disciplina olímpica en 1904, pero fue exclusivamente para hombres hasta 2012. Al barón Pierre de Coubertin lo celebran cada cuatro años por haber fundado los Juegos Olímpicos en 1894, pero no suele mencionarse que él también puso la primera piedra de la exclusión. Promovió el “cristianismo muscular”, una doctrina que buscaba la perfección espiritual mediante el deporte y la higiene, y consideró que los Juegos eran la solemne y periódica exaltación del deporte masculino con el aplauso de las mujeres como recompensa.
La primera edición de los Juegos se realizó sin mujeres en 1896 y cuatro años después hubo apenas veintidós deportistas mujeres que participaron de manera extraoficial. Eran apenas 2.2% de la totalidad de atletas. Ese número fue creciendo con el largo pasar de los años y la primera vez que participaron de manera oficial fue en Ámsterdam, 1928, formando el 10% de los atletas participantes, pese a que el papa Pío XI había encabezado una campaña para impedir la participación femenina. Fue hasta la edición de Montreal, 1976, que llegaron al 20% de la competencia, mientras que ahora en Tokio son el 48%, con la promesa por parte del COI de que en Francia, 2026, el porcentaje será exactamente la mitad.
Más de 120 años después, Esmeralda Falcón forma parte de una legión de mujeres que ha dado la mayor cantidad de éxitos al deporte mexicano en los últimos años. Tan sólo en las cuatro ediciones olímpicas previas a Tokio, 2020 (desde Atenas, 2004, hasta Río, 2016), México ha obtenido veintiún medallas, de las cuales, catorce las ganaron atletas mujeres. Y, para los Juegos en Japón, la delegación mexicana clasificó por primera vez a cuatro disciplinas en ramas femeniles: softbol, gimnasia rítmica, canotaje slalom y box femenil.
La delegación mexicana para Tokio está conformada por 97 hombres y 66 mujeres. Entre los primeros medallistas nacionales están Alejandra Valencia, que obtuvo el bronce en la rama mixta de tiro con arco junto a Luis Álvarez, el sábado pasado. Otras mujeres que son esperanza de medalla para esta edición son la gimnasta Alexa Moreno, quien participará en la final de salto de caballo el próximo domingo, así como la clavadista Alejandra Orozco y la taekwondoín Briseida Acosta.
Dentro del boxeo, México clasificó con tres atletas, dos de ellas, mujeres. La primera fue Esmeralda, que recibió la noticia de su clasificación apenas en mayo de 2021, ocho meses después de haber padecido Covid-19 junto con seis miembros de su familia. En los Juegos también están Tamara Cruz, en la categoría de 69 kilogramos y Rogelio Romero, en la de 81. Recordemos que el boxeo es el segundo deporte que más medallas olímpicas le ha aportado a México, con trece, sólo una menos que los clavados, pero todas conseguidas por pugilistas hombres.
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“¡A vivir la mejor experiencia de mi vida!”, fue el primer mensaje de Esmeralda en sus redes sociales una vez que pisó Tokio. Sin embargo, pese a lo que representa ser mujer boxeadora y el feliz aumento de los porcentajes de participación femenina en los últimos años, las inequidades aún son frecuentes. Esmeralda cumplió un sueño que, por ejemplo, no logró concretar la cubana Namibia Flores, una boxeadora de élite que no pudo ir a Río, 2016, porque su gobierno desde años atrás determinó que las mujeres son libres de entrenar ese deporte, pero no de competir, porque así lo dispuso la esposa de Raúl Castro, Vilma Espín, a mediados de los años noventa y sin que nada haya podido cambiarlo.
La boxeadora más famosa de Cuba se ilusionó con participar en Río porque cuatro años atrás el gobierno de la isla había recibido la visita de directivos del Consejo Mundial de Boxeo para sugerir el permiso para las mujeres, sobre todo porque estaban perdiendo medallas prácticamente garantizadas por el alto nivel con el que se practica este deporte en Cuba. Namibia Flores dejó su trabajo para dedicarse al cien por ciento a su preparación de cuatro años, luego de que ya tenía quince de experiencia sobre los cuadriláteros. Sin embargo, un mes antes del Preolímpico en Brasil, el gobierno cubano ratificó la prohibición, que se mantiene hasta hoy y por lo cual, en Tokio 2020, ese país conformó un equipo de ocho pugilistas varones.
“Me acuerdo mucho de esta diferencia entre hombres y mujeres. Cuando Esme entró al Comité Olímpico, ella platicaba bastante que el entrenamiento para los hombres era totalmente distinto, que les daban más prioridad”, relata Montserrat, su sobrina, que es un año menor que Esmeralda y quien tiene a la atleta olímpica como su referente de vida.
Esmeralda se ha preocupado por reivindicar a la mujer en el boxeo, pero también por ir más allá al hablar de temas “tabú” en el deporte, como el de la menstruación y las implicaciones que tiene en la preparación, pues las deportistas pierden vitaminas y hierro, entre otros nutrientes. Por lo que ha pugnado para que los entrenadores también sean capacitados al respecto. En México, el deporte es aún una práctica más varonil que femenil, de acuerdo con los resultados del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico 2019 del Inegi: el porcentaje de personas activas físicamente es mayor en hombres, con el 47%, contra el 37% de mujeres.
Falcón ha apuntado alto, aunque en muchos temas parta de cero. Por ejemplo, para ir a los Centroamericanos del 2018, la Federación Mexicana de Boxeo sólo le pudo pagar el boleto de avión y ella tuvo que solventar sus gastos de estancia y alimentación. Para ello le ayudaron la boxeadora profesional Mariana “Barbie” Juárez, así como Óscar Valdés, boxeador olímpico en 2008 y 2012, además de campeón mundial superpluma del Consejo Mundial de Boxeo. Como él, Esmeralda espera tener un segundo ciclo olímpico y competir también en París, 2024, para luego pasar al profesionalismo, porque lo suyo ha sido la lucha por alcanzar sus metas.
“Ella dice: ‘Ya no estamos en los tiempos de antes, de que el hombre nos maltrataba por eso. Hay muchas mujeres que son maltratadas porque no levantan la voz, se quedan calladas, y yo de esa manera no pienso’. Ahorita, con su preparación que tiene, que estudia, piensa muy diferente y la verdad, para mí, es lo máximo mi hija”, concluye la madre de Esmeralda.
En las cuatro últimas ediciones olímpicas, el papel de las mujeres ha cobrado fuerza dentro del deporte nacional. Esmeralda Falcón ha sido una de ellas: una deportista que además se ha pronunciado por reivindicar los espacios de las mujeres dentro del boxeo, deporte tradicionalmente masculino.
Los domingos por la tarde, las películas de Bruce Lee en el televisor familiar se convirtieron en tal afición que llevarían a Esmeralda Falcón, de veintiséis años, a convertirse en la primera boxeadora mexicana en la historia que clasifica a unos Juegos Olímpicos. Desde chica se imaginaba dando patadas y haciendo piruetas como el maestro de artes marciales que protagonizaba estas películas con dragones, puños de furia, estética oriental y efectos especiales. A falta de clases de kung-fu, encontró un gimnasio de boxeo cerca de su casa en Santiago Tulyehualco, Xochimilco, al sur de la Ciudad de México.
Cuando iba en la preparatoria se encontró con su primera frustración deportiva: que no la dejaran jugar en el equipo de futbol, porque se agitaba mucho por el asma que padecía. Tuvo tales crisis asmáticas que se sometió a tratamientos para poderse mantener en el deporte. Así que, como la dejaban jugar muy poco por su condición médica, empezó a boxear a los diecisiete. “Sí la entrenaban, pero decían ‘es mujer, que venga como que a entrenar’”, recuerda Trinidad, su madre, sobre sus primeros encontronazos en los gimnasios de barrio, liderados por hombres. Una de las frases a las que tuvo que recurrir para hacerse espacio en los entrenamientos fue: “Yo soy un vato más”, recuerda Rocío, su hermana. “A veces los mismos entrenadores, los mismos compañeros, decían que no podía. No querían hacer sparring con ella, pero siempre les respondió que no la vieran como mujer”.
La hija más pequeña entre cuatro hermanos no sólo es la más franca sino también la más expresiva, según cuenta su papá, Pedro, desde el comedor de su casa, donde guardan decenas de medallas, trofeos, fotografías y acreditaciones de muchas competencias. “Prácticamente ella ha cambiado mi forma de ser, porque yo no tuve mucho estudio; aparte, trabajaba en la construcción y en ese trabajo uno es muy malhablado y ella me ha enseñado a cambiar, no del todo, pero ahí poco a poco voy cambiando”, cuenta el papá sobre cómo se ha sentido reeducado por su hija feminista. “Esme dice que los hombres nos pueden ganar tal vez en fuerza, pero que somos muy inteligentes también las mujeres. A mí me lo ha dicho: ‘no tenemos que estar, mamá, atenidas a un hombre: tenemos que salir adelante nosotras como mujeres’”, relata su madre, que trabaja como trabajadora doméstica.
Aunque quiso ser conocida como “Esmer Falcón” en los carteles de las funciones de box durante sus primeras competencias, al final aceptó el mote de “Pantera”, que ideó su padre. En el brazo izquierdo se tatuó una pantera negra, uno de sus distintivos, junto a la muñeca que suele llevar a todos sus viajes y que carga en las premiaciones, un regalo que le hizo una fallecida madrina de su madre, y que se ha convertido en su amuleto. Junto a ella ha enfrentando obstáculos como la falta de apoyo económico y el formarse en un entorno machista, en un deporte que se considera históricamente varonil. Vencer estos retos fue decisivo para ganar, años después, el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, 2018, y el bronce en los Panamericanos de Lima, 2019.
Para Tokio 2020 Esmeralda clasificó en la categoría de los 60 kilogramos, donde las favoritas son la brasileña y campeona mundial Beatriz Ferreira y la estadounidense Rashida Ellis. La exitosa tradición mexicana en el boxeo –que ha forjado en el pasado a atletas como Misael Rodríguez o Juan Fabila– la convertía en una esperanza de medalla, aunque en su primera pelea fue eliminada por la italiana Rebecca Nicoli en los dieciseisavos de final en la Arena Kokugikan, la sede del sumo, el deporte nacional de Japón.
***
La equidad de género es una de las premisas que el Comité Olímpico Internacional (COI) ha tomado como bandera desde 2017, cuando lanzó un proyecto para equilibrar la balanza ante tantas injusticias a lo largo de la historia del olimpismo. Esa iniciativa, de nombre Proyecto de Revisión de Igualdad de Género, incluye veinticinco recomendaciones para los Comités Olímpicos Nacionales para trabajar a favor de la igualdad. El COI creó un Grupo de Trabajo por la Igualdad de Género con el objetivo de crear campañas de concientización para aumentar el número de mujeres que participan en los Juegos, pero también su presencia a niveles directivos.
El boxeo, por ejemplo, tardó cien años en incluir a las mujeres: se convirtió en disciplina olímpica en 1904, pero fue exclusivamente para hombres hasta 2012. Al barón Pierre de Coubertin lo celebran cada cuatro años por haber fundado los Juegos Olímpicos en 1894, pero no suele mencionarse que él también puso la primera piedra de la exclusión. Promovió el “cristianismo muscular”, una doctrina que buscaba la perfección espiritual mediante el deporte y la higiene, y consideró que los Juegos eran la solemne y periódica exaltación del deporte masculino con el aplauso de las mujeres como recompensa.
La primera edición de los Juegos se realizó sin mujeres en 1896 y cuatro años después hubo apenas veintidós deportistas mujeres que participaron de manera extraoficial. Eran apenas 2.2% de la totalidad de atletas. Ese número fue creciendo con el largo pasar de los años y la primera vez que participaron de manera oficial fue en Ámsterdam, 1928, formando el 10% de los atletas participantes, pese a que el papa Pío XI había encabezado una campaña para impedir la participación femenina. Fue hasta la edición de Montreal, 1976, que llegaron al 20% de la competencia, mientras que ahora en Tokio son el 48%, con la promesa por parte del COI de que en Francia, 2026, el porcentaje será exactamente la mitad.
Más de 120 años después, Esmeralda Falcón forma parte de una legión de mujeres que ha dado la mayor cantidad de éxitos al deporte mexicano en los últimos años. Tan sólo en las cuatro ediciones olímpicas previas a Tokio, 2020 (desde Atenas, 2004, hasta Río, 2016), México ha obtenido veintiún medallas, de las cuales, catorce las ganaron atletas mujeres. Y, para los Juegos en Japón, la delegación mexicana clasificó por primera vez a cuatro disciplinas en ramas femeniles: softbol, gimnasia rítmica, canotaje slalom y box femenil.
La delegación mexicana para Tokio está conformada por 97 hombres y 66 mujeres. Entre los primeros medallistas nacionales están Alejandra Valencia, que obtuvo el bronce en la rama mixta de tiro con arco junto a Luis Álvarez, el sábado pasado. Otras mujeres que son esperanza de medalla para esta edición son la gimnasta Alexa Moreno, quien participará en la final de salto de caballo el próximo domingo, así como la clavadista Alejandra Orozco y la taekwondoín Briseida Acosta.
Dentro del boxeo, México clasificó con tres atletas, dos de ellas, mujeres. La primera fue Esmeralda, que recibió la noticia de su clasificación apenas en mayo de 2021, ocho meses después de haber padecido Covid-19 junto con seis miembros de su familia. En los Juegos también están Tamara Cruz, en la categoría de 69 kilogramos y Rogelio Romero, en la de 81. Recordemos que el boxeo es el segundo deporte que más medallas olímpicas le ha aportado a México, con trece, sólo una menos que los clavados, pero todas conseguidas por pugilistas hombres.
***
“¡A vivir la mejor experiencia de mi vida!”, fue el primer mensaje de Esmeralda en sus redes sociales una vez que pisó Tokio. Sin embargo, pese a lo que representa ser mujer boxeadora y el feliz aumento de los porcentajes de participación femenina en los últimos años, las inequidades aún son frecuentes. Esmeralda cumplió un sueño que, por ejemplo, no logró concretar la cubana Namibia Flores, una boxeadora de élite que no pudo ir a Río, 2016, porque su gobierno desde años atrás determinó que las mujeres son libres de entrenar ese deporte, pero no de competir, porque así lo dispuso la esposa de Raúl Castro, Vilma Espín, a mediados de los años noventa y sin que nada haya podido cambiarlo.
La boxeadora más famosa de Cuba se ilusionó con participar en Río porque cuatro años atrás el gobierno de la isla había recibido la visita de directivos del Consejo Mundial de Boxeo para sugerir el permiso para las mujeres, sobre todo porque estaban perdiendo medallas prácticamente garantizadas por el alto nivel con el que se practica este deporte en Cuba. Namibia Flores dejó su trabajo para dedicarse al cien por ciento a su preparación de cuatro años, luego de que ya tenía quince de experiencia sobre los cuadriláteros. Sin embargo, un mes antes del Preolímpico en Brasil, el gobierno cubano ratificó la prohibición, que se mantiene hasta hoy y por lo cual, en Tokio 2020, ese país conformó un equipo de ocho pugilistas varones.
“Me acuerdo mucho de esta diferencia entre hombres y mujeres. Cuando Esme entró al Comité Olímpico, ella platicaba bastante que el entrenamiento para los hombres era totalmente distinto, que les daban más prioridad”, relata Montserrat, su sobrina, que es un año menor que Esmeralda y quien tiene a la atleta olímpica como su referente de vida.
Esmeralda se ha preocupado por reivindicar a la mujer en el boxeo, pero también por ir más allá al hablar de temas “tabú” en el deporte, como el de la menstruación y las implicaciones que tiene en la preparación, pues las deportistas pierden vitaminas y hierro, entre otros nutrientes. Por lo que ha pugnado para que los entrenadores también sean capacitados al respecto. En México, el deporte es aún una práctica más varonil que femenil, de acuerdo con los resultados del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico 2019 del Inegi: el porcentaje de personas activas físicamente es mayor en hombres, con el 47%, contra el 37% de mujeres.
Falcón ha apuntado alto, aunque en muchos temas parta de cero. Por ejemplo, para ir a los Centroamericanos del 2018, la Federación Mexicana de Boxeo sólo le pudo pagar el boleto de avión y ella tuvo que solventar sus gastos de estancia y alimentación. Para ello le ayudaron la boxeadora profesional Mariana “Barbie” Juárez, así como Óscar Valdés, boxeador olímpico en 2008 y 2012, además de campeón mundial superpluma del Consejo Mundial de Boxeo. Como él, Esmeralda espera tener un segundo ciclo olímpico y competir también en París, 2024, para luego pasar al profesionalismo, porque lo suyo ha sido la lucha por alcanzar sus metas.
“Ella dice: ‘Ya no estamos en los tiempos de antes, de que el hombre nos maltrataba por eso. Hay muchas mujeres que son maltratadas porque no levantan la voz, se quedan calladas, y yo de esa manera no pienso’. Ahorita, con su preparación que tiene, que estudia, piensa muy diferente y la verdad, para mí, es lo máximo mi hija”, concluye la madre de Esmeralda.
En las cuatro últimas ediciones olímpicas, el papel de las mujeres ha cobrado fuerza dentro del deporte nacional. Esmeralda Falcón ha sido una de ellas: una deportista que además se ha pronunciado por reivindicar los espacios de las mujeres dentro del boxeo, deporte tradicionalmente masculino.
Los domingos por la tarde, las películas de Bruce Lee en el televisor familiar se convirtieron en tal afición que llevarían a Esmeralda Falcón, de veintiséis años, a convertirse en la primera boxeadora mexicana en la historia que clasifica a unos Juegos Olímpicos. Desde chica se imaginaba dando patadas y haciendo piruetas como el maestro de artes marciales que protagonizaba estas películas con dragones, puños de furia, estética oriental y efectos especiales. A falta de clases de kung-fu, encontró un gimnasio de boxeo cerca de su casa en Santiago Tulyehualco, Xochimilco, al sur de la Ciudad de México.
Cuando iba en la preparatoria se encontró con su primera frustración deportiva: que no la dejaran jugar en el equipo de futbol, porque se agitaba mucho por el asma que padecía. Tuvo tales crisis asmáticas que se sometió a tratamientos para poderse mantener en el deporte. Así que, como la dejaban jugar muy poco por su condición médica, empezó a boxear a los diecisiete. “Sí la entrenaban, pero decían ‘es mujer, que venga como que a entrenar’”, recuerda Trinidad, su madre, sobre sus primeros encontronazos en los gimnasios de barrio, liderados por hombres. Una de las frases a las que tuvo que recurrir para hacerse espacio en los entrenamientos fue: “Yo soy un vato más”, recuerda Rocío, su hermana. “A veces los mismos entrenadores, los mismos compañeros, decían que no podía. No querían hacer sparring con ella, pero siempre les respondió que no la vieran como mujer”.
La hija más pequeña entre cuatro hermanos no sólo es la más franca sino también la más expresiva, según cuenta su papá, Pedro, desde el comedor de su casa, donde guardan decenas de medallas, trofeos, fotografías y acreditaciones de muchas competencias. “Prácticamente ella ha cambiado mi forma de ser, porque yo no tuve mucho estudio; aparte, trabajaba en la construcción y en ese trabajo uno es muy malhablado y ella me ha enseñado a cambiar, no del todo, pero ahí poco a poco voy cambiando”, cuenta el papá sobre cómo se ha sentido reeducado por su hija feminista. “Esme dice que los hombres nos pueden ganar tal vez en fuerza, pero que somos muy inteligentes también las mujeres. A mí me lo ha dicho: ‘no tenemos que estar, mamá, atenidas a un hombre: tenemos que salir adelante nosotras como mujeres’”, relata su madre, que trabaja como trabajadora doméstica.
Aunque quiso ser conocida como “Esmer Falcón” en los carteles de las funciones de box durante sus primeras competencias, al final aceptó el mote de “Pantera”, que ideó su padre. En el brazo izquierdo se tatuó una pantera negra, uno de sus distintivos, junto a la muñeca que suele llevar a todos sus viajes y que carga en las premiaciones, un regalo que le hizo una fallecida madrina de su madre, y que se ha convertido en su amuleto. Junto a ella ha enfrentando obstáculos como la falta de apoyo económico y el formarse en un entorno machista, en un deporte que se considera históricamente varonil. Vencer estos retos fue decisivo para ganar, años después, el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, 2018, y el bronce en los Panamericanos de Lima, 2019.
Para Tokio 2020 Esmeralda clasificó en la categoría de los 60 kilogramos, donde las favoritas son la brasileña y campeona mundial Beatriz Ferreira y la estadounidense Rashida Ellis. La exitosa tradición mexicana en el boxeo –que ha forjado en el pasado a atletas como Misael Rodríguez o Juan Fabila– la convertía en una esperanza de medalla, aunque en su primera pelea fue eliminada por la italiana Rebecca Nicoli en los dieciseisavos de final en la Arena Kokugikan, la sede del sumo, el deporte nacional de Japón.
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La equidad de género es una de las premisas que el Comité Olímpico Internacional (COI) ha tomado como bandera desde 2017, cuando lanzó un proyecto para equilibrar la balanza ante tantas injusticias a lo largo de la historia del olimpismo. Esa iniciativa, de nombre Proyecto de Revisión de Igualdad de Género, incluye veinticinco recomendaciones para los Comités Olímpicos Nacionales para trabajar a favor de la igualdad. El COI creó un Grupo de Trabajo por la Igualdad de Género con el objetivo de crear campañas de concientización para aumentar el número de mujeres que participan en los Juegos, pero también su presencia a niveles directivos.
El boxeo, por ejemplo, tardó cien años en incluir a las mujeres: se convirtió en disciplina olímpica en 1904, pero fue exclusivamente para hombres hasta 2012. Al barón Pierre de Coubertin lo celebran cada cuatro años por haber fundado los Juegos Olímpicos en 1894, pero no suele mencionarse que él también puso la primera piedra de la exclusión. Promovió el “cristianismo muscular”, una doctrina que buscaba la perfección espiritual mediante el deporte y la higiene, y consideró que los Juegos eran la solemne y periódica exaltación del deporte masculino con el aplauso de las mujeres como recompensa.
La primera edición de los Juegos se realizó sin mujeres en 1896 y cuatro años después hubo apenas veintidós deportistas mujeres que participaron de manera extraoficial. Eran apenas 2.2% de la totalidad de atletas. Ese número fue creciendo con el largo pasar de los años y la primera vez que participaron de manera oficial fue en Ámsterdam, 1928, formando el 10% de los atletas participantes, pese a que el papa Pío XI había encabezado una campaña para impedir la participación femenina. Fue hasta la edición de Montreal, 1976, que llegaron al 20% de la competencia, mientras que ahora en Tokio son el 48%, con la promesa por parte del COI de que en Francia, 2026, el porcentaje será exactamente la mitad.
Más de 120 años después, Esmeralda Falcón forma parte de una legión de mujeres que ha dado la mayor cantidad de éxitos al deporte mexicano en los últimos años. Tan sólo en las cuatro ediciones olímpicas previas a Tokio, 2020 (desde Atenas, 2004, hasta Río, 2016), México ha obtenido veintiún medallas, de las cuales, catorce las ganaron atletas mujeres. Y, para los Juegos en Japón, la delegación mexicana clasificó por primera vez a cuatro disciplinas en ramas femeniles: softbol, gimnasia rítmica, canotaje slalom y box femenil.
La delegación mexicana para Tokio está conformada por 97 hombres y 66 mujeres. Entre los primeros medallistas nacionales están Alejandra Valencia, que obtuvo el bronce en la rama mixta de tiro con arco junto a Luis Álvarez, el sábado pasado. Otras mujeres que son esperanza de medalla para esta edición son la gimnasta Alexa Moreno, quien participará en la final de salto de caballo el próximo domingo, así como la clavadista Alejandra Orozco y la taekwondoín Briseida Acosta.
Dentro del boxeo, México clasificó con tres atletas, dos de ellas, mujeres. La primera fue Esmeralda, que recibió la noticia de su clasificación apenas en mayo de 2021, ocho meses después de haber padecido Covid-19 junto con seis miembros de su familia. En los Juegos también están Tamara Cruz, en la categoría de 69 kilogramos y Rogelio Romero, en la de 81. Recordemos que el boxeo es el segundo deporte que más medallas olímpicas le ha aportado a México, con trece, sólo una menos que los clavados, pero todas conseguidas por pugilistas hombres.
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“¡A vivir la mejor experiencia de mi vida!”, fue el primer mensaje de Esmeralda en sus redes sociales una vez que pisó Tokio. Sin embargo, pese a lo que representa ser mujer boxeadora y el feliz aumento de los porcentajes de participación femenina en los últimos años, las inequidades aún son frecuentes. Esmeralda cumplió un sueño que, por ejemplo, no logró concretar la cubana Namibia Flores, una boxeadora de élite que no pudo ir a Río, 2016, porque su gobierno desde años atrás determinó que las mujeres son libres de entrenar ese deporte, pero no de competir, porque así lo dispuso la esposa de Raúl Castro, Vilma Espín, a mediados de los años noventa y sin que nada haya podido cambiarlo.
La boxeadora más famosa de Cuba se ilusionó con participar en Río porque cuatro años atrás el gobierno de la isla había recibido la visita de directivos del Consejo Mundial de Boxeo para sugerir el permiso para las mujeres, sobre todo porque estaban perdiendo medallas prácticamente garantizadas por el alto nivel con el que se practica este deporte en Cuba. Namibia Flores dejó su trabajo para dedicarse al cien por ciento a su preparación de cuatro años, luego de que ya tenía quince de experiencia sobre los cuadriláteros. Sin embargo, un mes antes del Preolímpico en Brasil, el gobierno cubano ratificó la prohibición, que se mantiene hasta hoy y por lo cual, en Tokio 2020, ese país conformó un equipo de ocho pugilistas varones.
“Me acuerdo mucho de esta diferencia entre hombres y mujeres. Cuando Esme entró al Comité Olímpico, ella platicaba bastante que el entrenamiento para los hombres era totalmente distinto, que les daban más prioridad”, relata Montserrat, su sobrina, que es un año menor que Esmeralda y quien tiene a la atleta olímpica como su referente de vida.
Esmeralda se ha preocupado por reivindicar a la mujer en el boxeo, pero también por ir más allá al hablar de temas “tabú” en el deporte, como el de la menstruación y las implicaciones que tiene en la preparación, pues las deportistas pierden vitaminas y hierro, entre otros nutrientes. Por lo que ha pugnado para que los entrenadores también sean capacitados al respecto. En México, el deporte es aún una práctica más varonil que femenil, de acuerdo con los resultados del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico 2019 del Inegi: el porcentaje de personas activas físicamente es mayor en hombres, con el 47%, contra el 37% de mujeres.
Falcón ha apuntado alto, aunque en muchos temas parta de cero. Por ejemplo, para ir a los Centroamericanos del 2018, la Federación Mexicana de Boxeo sólo le pudo pagar el boleto de avión y ella tuvo que solventar sus gastos de estancia y alimentación. Para ello le ayudaron la boxeadora profesional Mariana “Barbie” Juárez, así como Óscar Valdés, boxeador olímpico en 2008 y 2012, además de campeón mundial superpluma del Consejo Mundial de Boxeo. Como él, Esmeralda espera tener un segundo ciclo olímpico y competir también en París, 2024, para luego pasar al profesionalismo, porque lo suyo ha sido la lucha por alcanzar sus metas.
“Ella dice: ‘Ya no estamos en los tiempos de antes, de que el hombre nos maltrataba por eso. Hay muchas mujeres que son maltratadas porque no levantan la voz, se quedan calladas, y yo de esa manera no pienso’. Ahorita, con su preparación que tiene, que estudia, piensa muy diferente y la verdad, para mí, es lo máximo mi hija”, concluye la madre de Esmeralda.
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