¿Cuál es la diferencia entre, digamos, Die Hard, con Bruce Willis, y Civil War, de Alex Garland? Las dos muestran la destrucción como un satisfactor, pero la primera se asume como tal; la segunda es simplemente irresponsable.
Claudia Sainte-Luce transgrede todo un catálogo de normas de la comedia mexicana tradicional. Su burla hacia lo más desesperante y vacuo del universo clasemediero (y regiomontano, para colmo) es liberadora, pero deja espacio a la compasión y demás gestos profundamente humanos.
La mejor tradición italiana del siglo XX —Fellini, Pasolini, Antonioni, Rossellini y ¡Franco Battiato!— queda a buen recaudo, como en una sorprendente urna con huesos de santo y demás reliquias, en La chimera, de Alice Rohrwacher.