Maria Callas: gloria y desventura de La Divina
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Música

Maria Callas: gloria y desventura de La Divina

“Hubiera preferido tener una familia feliz y tener hijos. Hubiera renunciado a esta carrera con mucho gusto, pero el destino es el destino. No hay salida”, se escucha decir a Maria Callas en una película sobre su vida. Esta es la historia de una de las voces más poderosas de la historia.

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“Hay dos personas dentro de mí. Me gustaría ser Maria, pero debo estar a la altura de La Callas,” le dijo la cantante al periodista David Frost durante una entrevista en 1970. Palabras precisas para condensar la dicotomía en la vida de una misma mujer: Maria Callas, quien forjó una fructífera e inigualable carrera como soprano que la hizo merecer el apodo de La Divina y le aseguró su lugar en la historia de ópera como la voz más extraordinaria del siglo XX. Paralelamente, María era incapaz de replicar en su vida privada los gloriosos momentos que cosechaba en los escenarios del mundo. 

Tercer fruto del matrimonio entre George Kalogerópoulos y Evangelia Dimitriadis, Maria Callas nació bajo el nombre de Maria Anna Cecilia Sofía Kalogeropoúlou, el 2 de diciembre de 1923 en Manhattan, Nueva York. Para fines prácticos, sus padres, quienes ese mismo año habían migrado desde Grecia hasta Estados Unidos en busca de mejores oportunidades económicas, decidieron adaptar el apellido heleno Kalogeropoúlou a simplemente “Callas”. 

El desprecio materno marcó la vida de Maria Callas desde el día en que llegó al mundo: Evangelia Dimitriadis se negó durante cuatro días después del alumbramiento a mirar a su hija recién nacida y aún más a tenerla en brazos. La mujer anhelaba dar a luz a un varón que reemplazara a su hijo que murió de tifus a los tres años de edad en Grecia. Lo que la madre de Maria Callas ignoraba aquel 2 de diciembre era que aquella niña que acababa de parir se convertiría en un signo de comunión para los adeptos de la ópera.

No pasó mucho tiempo antes de que Evangelia Dimitriadis descubriera que su hija menor poseía talento musical. A los cuatro años de edad, La Callas ya imitaba las canciones que escuchaba en la radio e incluso llegó a dar conciertos escolares. Desde entonces, la madre se empecinó en hacer de Callas una eminencia de la música y la sometió a una estricta formación en piano y canto. Pero, a pesar de la dedicación que ponía en la formación vocal de la pequeña cantante, el desprecio que Dimitriadis sentía por su hija jamás cedió.  Constantemente recriminaba a la niña por ser “gorda” y “poco agraciada”, además de compararla con su hermana mayor. 

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