En la pirotecnia todo se reduce a instantes. En escasos periodos de tiempo, trazos de colores intensos brotan adornando el cielo, por lo general nocturno, aunque suelen venir acompañados de un ruido ensordecedor. Atraído por lo efímero de la manifestación, el cineasta Emilio Maillé dedica su más reciente documental, Poetas del cielo,que se estrena este septiembre, a explorar la técnica detrás de lo que él denomina como arte absoluto. “Con la pirotecnia aprendes a vivir el momento, lo disfrutas porque sabes que es fugaz y que terminará”.
Originario de la Ciudad de México, Emilio Maillé —nominado a los International Emmy Awards y los Premio Ariel en la categoría Mejor Documental por Miradas múltiples. La máquina loca(2013) —se sintió atraído por la pirotecnia desde pequeño. Los castillos en las celebraciones mexicanas, aquellas tradicionales estructuras que cobran vida a través de una gama espectacular de efectos, figuras y colores, y donde apenas el fuego toca la pólvora, fueron sus primeros acercamientos con la técnica. Pero fue la luz, el ruido y la excesiva cantidad de pólvora utilizada en las Fallas de Valencia, una de las fiestas más populares de España, lo que terminó por encantarlo.
“Con los fuegos artificiales existe esta parte de inconciencia, pero también ese factor de libertad que a mí me pareció una cosa de locos y que de inmediato se convirtió en el motor para estar viajando durante un año por diferentes países del mundo”, cuenta el cineasta en entrevista para Gatopardo.
Aunque la idea surgió hace poco más de 15 años,Poetas del cielo se logró hace un par y consistió en un recorrido por Cuba, Brasil, Japón, España, Francia y México. En cada uno de estos países, Maillé buscó imprimir la emoción que la pirotecnia transmite al vivirla. “Una misión hasta cierto punto contradictoria al tratar de capturar algo destinado a desaparecer”, dice.
De la mano de impresionantes memorias visuales, con fotografía de Carlos de Miguel y música de Fábio Góes, Maillé acompaña su travesía con voces como la de Agustín, el cohetero de Tultepec, Estado de México, que a la fecha sigue utilizando técnicas artesanales para lograr espectáculos únicos; así como la de los organizadores de la celebración de Año Nuevo en la playa de Copacabana, Brasil; o la del genio francés detrás de la iluminación de la Torre Eiffel. “Es curioso que a pesar de que la pirotecnia tiene su origen en la violencia, pues la pólvora es un arma de guerra, la humanidad la ha convertido en algo totalmente opuesto y ha hecho de ella algo increíble, algo para celebrar”, detalla el director.
Emilio Maillé explica que un factor fundamental de su proyecto derivó de la contemplación. Poetas del cielo es sin duda un proyecto que más allá de verlo en la pantalla, exige ser vivido. “Yo buscaba avivar emociones a través de las imágenes y para eso decidí que debíamos estar en donde el espectáculo sucede”, asegura. Al final logró mostrar un reflejo de la identidad de cada país. De España y México rescata la conexión de la pirotecnia con la religión; en el caso de Japón, su sentir con la naturaleza; pero respecto a países como Francia, los fuegos artificiales son recurrentes en fiestas nacionales. “Cada país tiene lo suyo y fue muy interesante sorprenderme con todos ellos”, dice.
“Yo nunca he visto lo negativo de la pirotecnia”, asegura. Sin embargo, consciente del estigma que la acompaña, sobre todo en México, el director explica que al ser una técnica peligrosa la gente la asocia de inmediato con accidentes y, en efecto, los hay, “pero eso ocurre en todo el mundo”. Luego de seguir el rastro de la pirotecnia, asegura que la gente que se dedica a este oficio en realidad es muy responsable, que son personas muy serias que tienen presente el peligro que corren, pero que al final disfrutan cada segundo de lo que hacen. Es verdad que los contextos y oportunidades en los que se da el oficio, en cada uno de los seis países visitados, es completamente distinto y de ahí, quizás, la parte más injusta se la lleva México, donde a pesar de que los coheteros hacen su trabajo con pasión, están ligados a una mala imagen.
“Éste no es un documental de denuncia”, aclara Emilio Maillé, “ más bien, uno que pudiera transmitir el placer que tengo cuando veo pirotecnia y la belleza que siento cuando la veo, y eso es algo único. Se trata de compartir mi visión de la pirotecnia”, concluye.
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