Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

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Tiempo de Lectura: 00 min

Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

***

Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

***

Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

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Fotografía de
Realización de
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Traducción de

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

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Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

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En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

***

Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Archivo Gatopardo

Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
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Tiempo de Lectura: 00 min

Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

***

Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

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Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

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Traducción de

Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

***

Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

***

Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

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Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

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Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

***

Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
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06
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21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

***

Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

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Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

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Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

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Realización de
Ilustración de
Traducción de

Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

***

Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

***

Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

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Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

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Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

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En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

***

Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
30
.
06
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21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

[read more]

Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

***

Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

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Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

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Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

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Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

***

Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

***

Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

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Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

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Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

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En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

***

Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

***

Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra, llena eres de gracia

Kassandra, llena eres de gracia

30
.
06
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21
2021
Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
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Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

***

Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

*** 

En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

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Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

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Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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Kassandra Sánchez Cruz se ha ganado un espacio en la lucha por las disidencias sexuales. En una de las alcaldías socialmente más vulnerables, ha trabajado en programas para la diversidad y fundado un movimiento de activistas que velan por los derechos humanos de la población LGBT+ de Tláhuac.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Kassandra se levantó al escuchar su nombre en voz del sacerdote de la Capilla de la Inmaculada Concepción, en Santiago Zapotitlán, y de golpe sintió las miradas sobre ella.

Estaba sentada, como muchos domingos de 2011, en una de las bancas concéntricas que dan hacia la Virgen María, una imagen que representa la pureza y la exención del pecado original cristiano del cual, se dice, ningún hombre o mujer está libre. Pero lo extraño no era que la miraran: estaba ya acostumbrada a que la gente del pueblo volteara siempre en su dirección cuando entraba a la iglesia con esa blusa “a la que se le resbala todo”.

La misa terminó y el párroco continuó con los avisos dominicales, entre ellos, uno muy especial: “Quiero darle la bienvenida y agradecimiento a mi querida amiga Kassandra, una mujer que intercedió para que esta capilla ahora luzca como la están viendo: arreglada, pintada y con lámparas. Ella consiguió que en la delegación nos pudieran dar la atención y el mantenimiento. Démosle un fuerte aplauso”. Todas las personas, sin excepción, buscaron con la mirada, curiosas de saber quién era esa persona a la que tenían que ovacionar. Ese día la miraron diferente.

A diez años de este suceso, en febrero de 2021, Kassandra sonríe cuando recuerda esta anécdota desde la sala de su casa en la alcaldía Tláhuac. Actualmente lleva veintiséis años trabajando en el servicio público y recuerda ese momento cuando logró que la delegación se ocupara de la petición de reparar la capilla. A partir de ese día, sus vecinas y vecinos comenzaron a saludarla y a ubicarla por su nombre.

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Kassandra tiene 45 años. Supera por una década la esperanza de vida de las mujeres trans en México, que es de 35 años. Recuerda que tenía diez años cuando su mamá la llevó al doctor para entender lo que le estaba ocurriendo. A partir de ahí, su madre, sin saber leer ni escribir, y siendo una católica ferviente, pidió consejo a un sacerdote. Tuvo que tomar terapia para entender que su hijo era diferente.

Kassandra Sánchez Cruz es la tercera de seis hermanos, entre María de los Ángeles, Yolanda, Juan Pablo, Luz María y Martha Patricia. Vive en la casa familiar que alberga a cuatro de ellos desde la muerte de sus padres, Graciela y Florencio; una casa grande dividida en pequeños departamentos que conecta un pasillo. En una pared de la sala, hay una fotografía del día de la boda de sus padres, muy arreglados, sonrientes.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública. Fotografía por Andrés Garibay.

—Mi mejor sostén ha sido mi madre: ella me dio la oportunidad de ser quien yo quería ser. Cuando comencé mi transición, me preguntó: “¿Vas a dejar los pantalones por las faldas?” y yo le contesté que sí. A lo que me replicó: “¿Y qué va a pasar con el trabajo?” Y yo le dije que, en cuanto me lo permitieran, también lo iba a hacer. Mi madre terminó diciéndome: “Entonces sé quién quieres ser, pero si lo vas a hacer, hazlo bien”.

Ésa fue su fuerza. Lamentablemente, su padre tardó muchos años en entender qué era una mujer trans y nunca pudo llamarle por su nombre elegido.

Por el contrario, Sandy, su sobrina de dieciocho años, recuerda que desde muy niña sus padres la educaron para convivir con ella de una forma cotidiana, normal. Sandy opina que la transfobia no es un problema originado por la falta de información, sino que obedece más a una cultura conservadora inculcada desde la familia.

—Las mujeres trans son un ejemplo a seguir, porque no cualquiera se revela como es ante los demás y son fuertes porque afrontan mucho toda su vida —dice Sandy.

Las fotografías de Kassandra con sus sobrinos conviven en las paredes de su casa con imágenes y símbolos religiosos. Ella se considera una mujer creyente desde el catolicismo. El creer en Dios, en una Virgen y en todos los santos es una educación que le viene de familia. Para ella, la religión se centra en la persona, independientemente del género, a pesar de que la aceptación por parte de la iglesia católica sea compleja.

—Hay sacerdotes que son muy abiertos, como uno que me decía “el día que a ti te llame Dios a rendir cuentas, no te va a llamar ni por tu nombre elegido ni por el nombre con el que te bautizaron; te va a llamar por el nombre que él te puso cuando te trajo al mundo” —sostiene.

Desde la ventana de la sala, donde tenemos la entrevista, se alcanza a ver el gran altar a la Virgen de Guadalupe que recibe a las visitas en el patio principal. Kassandra está sentada en un sillón, se le ve muy cómoda frente a una cámara con la que la grabamos; está acostumbrada a que la vean y la escuchen. Viste unas mallas negras, una blusa floreada con vivos rojos y un suéter estilo torero y calza sandalias de medio tacón. Mientras habla, cruza la pierna, mueve el pie con gracia y estira el brazo a lo largo del sillón. Habla de la aceptación que se ha ganado en su comunidad, pero también es realista:

—Con la gente con la que he convivido, los vecinos, los amigos y en el trabajo, por lo menos, frente a mí, siempre ha existido el respeto. Claro que puede darse el caso de que te das la media vuelta y te nombren “puto”, “joto”, “maricón” o “vestida”.

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Compuesto por siete pueblos, Tláhuac está al sureste de la Ciudad de México, una zona semirural que hasta los años ochenta comenzó a crecer y a urbanizarse. Aún conserva decenas de canales por los que se puede navegar en trajineras en aguas tranquilas y poco profundas. Tláhuac conserva ahí sus chinamperías, donde se cultiva aún, en los lagos, cilantro, perejil, espinaca, brócoli, lechuga y flores. Jerónimo Monroy, arquitecto y urbanista, considera que ésta sigue siendo periferia de la ciudad “por su lejanía y difícil acceso a los servicios urbanos de calidad, así como su acceso al derecho a la ciudad que se refiere a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar en asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos para una vida digna”. El reciente colapso de la Línea 12 del metro, que conectaba a Tláhuac con el centro de la ciudad —y donde murieron veintiséis personas—, ha intensificado el debate sobre la desigualdad urbana y la periferia; sin tener el metro para desplazarse, sus habitantes hacen hasta dos horas de camino para ir a trabajar a otras partes de la capital.

En el pueblo de Zapotitlán —como muchos lo abrevian— son muy importantes las fiestas patronales, que organizan veintitrés mayordomías, encargadas del patrocinio, la comida, la música, las danzas. Existe también una época de carnavales entre los meses de febrero a mayo, donde los pobladores se juntan en pequeños grupos, llamados comparsas, para desfilar y bailar disfrazados por las calles del pueblo. En mayo de 2011 y por invitación directa a Kassandra la coronaron como reina de la comparsa de Los Cavernícolas, un colectivo de bailadores que ampliaron el rango de personas que pueden portar una corona: niñas, adolescentes, gays, mujeres trans y adultos mayores. Ese día, el delegado en turno acompañó a Kassandra en el arranque del recorrido por las calles y avenidas principales de Zapotitlán. La reina repartió besos y sonrisas encima de una libélula gigante de papel, a casi tres metros del suelo.

Tras la cuadrilla de bailadores vestidos como cavernícolas, y en compañía de sus cuatro princesas, estaba Kassandra I, la primera mujer trans en ser coronada en estas fiestas: lucía un vestido azul celeste, abierto a la altura de la pierna derecha. Saludaba a los vecinos que esperaban el paso del gran carro alegórico, bailando al ritmo de la música en vivo. Un enorme peinado la hacía lucir todavía más alta. Complementó su vestido con accesorios plateados: dos largos aretes, un collar, una pulsera y unas zapatillas. Todo hacía juego con la corona y el cetro que recibió de manos de su cuñada.

—En los carnavales o, como se llaman aquí, las “loqueadas”, los chicos heterosexuales se travisten de mujeres y comparten el baile y el festejo con los chicos gay, lesbianas y trans. De esta manera, la diversidad ya no se siente ajena, sino como parte de estas tradiciones —dice Kassandra, recordando aquellos tiempos de “reinado”.

—Entonces, ¿te gusta mucho “loquear”?

—Más que “loquear”, me gusta admirar estas costumbres; yo, la verdad, soy más de los bailes sonideros que ocupan las calles a ritmo de cumbia.

Deni, amiga de Kassandra desde hace veintiséis años, dice que ella ha podido ganarse el reconocimiento de su comunidad “gracias a que siempre ha sido una luchadora, que siempre se ha preocupado por los demás. Tiene la fuerza que se necesita para llevar a cabo un trabajo de apoyo y defensa de los derechos de las personas”.

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En 1995, meses después de obtener su primer empleo en el área de informática de la extinta Secretaría de la Reforma Agraria, nació Kassandra. En esos primeros años, sólo aparecía los fines de semana o en eventos sociales, pues aún no era el momento de poderse presentar a trabajar de lunes a viernes como la mujer que se descubría al llegar a casa. En la fiesta de fin de año sus compañeros de la oficina por fin la conocieron. Los más allegados le dijeron: “¡Qué guapa te ves!, ¿por qué no te vienes así a trabajar?”; los otros, la miraban como preguntándose “¿Qué hace un hombre vestido de mujer en mi fiesta de fin de año?”.

Fue también en una fiesta de su trabajo que su jefe y otros dos compañeros la defendieron de la agresión que sufrió por parte de otro empleado quien, envalentonado por el alcohol, se atrevió a insultarla alegando que le incomodaban “los maricones”. Le dijeron que tenía que aprender a respetarla.

—Mis jefes y jefas siempre me han apoyado porque entienden que ser trans no interfiere con las actividades que yo desempeño. Para mí, el compromiso con lo que hago me ha permitido estar en distintas áreas de varias secretarías y mantenerme.

La alcaldía Tláhuac fue pionera al tener la primera oficina de diversidad sexual en la Ciudad de México en 2010, a la que se integró Kassandra, ahora sí, de tiempo completo. La oficina dependía de la Subdirección de Derechos Humanos y Equidad de Género y era un proyecto llevado a cabo principalmente por Kassandra. Su función era atender en materia de salud y derechos humanos a la población LGBT+. Se les daba atención psicológica y jurídica a las personas que vivían con VIH, sobre todo a las trabajadoras sexuales y se hacía la vinculación con las clínicas especializadas. El 14 de mayo de ese año, el diario Metro publicó: “Se apertura oficina para ‘gays’ en la alcaldía de Tláhuac”.

—Al ser una oficina que defiende los derechos de la diversidad sexual, pensé: “Tengo que defender el derecho a que Kassandra esté representada todo el tiempo como quiere ser, como una mujer trans” —recuerda.

En aquellos años no existía la Ley Nacional de Identidad de Género, por lo que el proceso de cambio de identidad en los documentos era costoso y lento. Al presentarse a trabajar ahora sí como Kassandra, hubo un momento en el que se enfrentó a la discriminación de sus compañeras, que se quejaron de ella argumentando que “¡cómo era posible que un ‘hombre vestido de mujer’ entrara a los baños de las mujeres!”. Para ese entonces, ya habían reunido a sus representantes sindicales y tenían cerrada la delegación. Las mujeres argumentaban que a ellas les incomodaba que orinara de pie y que podía contagiarlas de alguna infección. Kassandra sabía que estaban violentando sus derechos humanos, de entrada, al vigilar lo que ella hacía en el sanitario. Además, como mujer trans, no podía entrar libremente al baño de los hombres sin exponerse al acoso o la agresión.

Kassandra Sánchez Cruz trabaja en programas con un efoque LGBT+ en una de las alcaldías socialmente más vulnerables de la Ciudad de México.
Kassandra Sánchez Cruz, mujer trans, activista y servidora pública lucha por los derechos humanos de la población LGBTQ+. Fotografía por Andrés Garibay.

En lo que se resolvía el conflicto, tuvo que ocupar el baño de su jefa a petición del delegado. A partir de ahí, empezaron a trabajar en un proyecto de sensibilización con sus compañeras y compañeros sobre los derechos que por ley —y como cualquier otra persona— tienen las mujeres trans. Mediante el diseño de un cartel titulado “Alto a la discriminación”, expusieron los artículos que las protegen, empezando por el artículo 1, párrafo quinto, de la Constitución. También incluyeron un artículo de la ley para los servidores públicos que sanciona e inhabilita de uno a diez años a los servidores públicos que obstaculicen o nieguen el libre acceso a los ciudadanos a cualquier espacio público de gobierno. La campaña liderada por Kassandra logró que las trabajadoras de la alcaldía desistieran de sus reclamos y comenzaran a aceptarla.

En el “Diagnóstico nacional sobre la discriminación hacia personas LGBTI en México” se encontró que 63% de las mujeres trans sufren de acoso laboral, 25% se dedica a la prostitución y otro 22% está autoempleado; 80% de las mujeres trans encuestadas considera que su identidad de género elegida ha sido un obstáculo para acceder a un trabajo. La primera causa de discriminación es la apariencia, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis), 2017.

—Aprendí a no bajar la mirada ni para ver si hay una piedra en mi camino. Si en ese caminar a quien le gusto, quiere compartir conmigo, es bienvenido, y a quien no, tampoco me hace falta.

El Módulo de Atención a la Diversidad Sexual en Tláhuac sólo duró tres años abierta. El cambio de gobierno en la alcaldía no retomó el proyecto y Kassandra se movió entonces a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo, de la Ciudad de México, donde labora actualmente.

En 2013 fundó un grupo de trabajo con diez personas, que se conocería después como Movimiento por la Diversidad en Tláhuac (Moditlac). Comenzó como un espacio en su casa y después se convirtió en una oficina que atiende por las tardes, en el estudio fotográfico de Martín Trujillo, integrante del movimiento. Kassandra y sus compañeros acompañaban y canalizaban de forma independiente los temas —relegados entonces por la alcaldía— de la diversidad sexual en materia de salud, derechos humanos, educación y legalidad con las instituciones correspondientes, aprovechando los largos años de experiencia, conocimientos y vínculos que había acumulado. Hoy brinda asesoría psicológica y jurídica en temas de salud sexual y derechos humanos a la población LGBT+ y, mediante atención telefónica, se canaliza a las personas con las instituciones que presten el servicio. También han realizado pruebas rápidas de VIH, entrega de condones y hasta servicio de comedor.

“Yo los apoyo en el diseño de flyers, tomas fotográficas y filmaciones. Y también en la atención telefónica. Todo el trabajo es voluntario: yo, por ejemplo, dono parte del tiempo que tengo libre”, dice Trujillo.

Benny Pichal, vecino y amigo, considera que Kassandra ha podido llevar a cabo una agenda en favor de las disidencias sexuales gracias a su carácter fuerte y perseverante. Pero también ha logrado hacer acompañamiento, sobre todo a las mujeres trans en Tláhuac, apoyándose en las herramientas que el trabajo desde la alcaldía le ha dejado.

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Ernesto Reséndiz, escritor e investigador, recuerda que las pioneras en la lucha por una libre orientación sexual en el mundo fueron mujeres trans y travestis. Las primeras marchas del Orgullo en Nueva York las lideraron Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. En México, las mujeres trans también han estado acompañando la lucha desde sus inicios, aunque no sin conflictos. “Existió un debate al interior del Movimiento de Liberación Homosexual en México, entre los ‘jotos machines’, los ‘jotos afeminados’ y las ‘vestidas’ (como se les llamaba) donde se argumentaba que estas últimas daban una mala imagen al movimiento”, reflexiona Reséndiz sobre la homofobia existente.

El primer domingo de mayo de 2018, Kassandra utilizó un vestido negro estampado con círculos color beige y escote en uve para encabezar, junto con Moditlac, la primera Marcha del Orgullo en su alcaldía. En el recorrido por la avenida Tláhuac, calzó unas zapatillas abiertas de gran tacón. Cerró el outfit con un maquillaje discreto acompañado de su peinado característico: una alta cola de caballo con dos flequitos que bajaban por la frente. Esta marcha coincidió con la conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, con el objetivo de visibilizar a las personas LGBT+ de esa zona y exponer los problemas a los que se enfrentan. Con banderas de arcoíris en mano, alrededor de 350 personas LGBT+ de Tláhuac y de alcaldías y municipios vecinos como Chalco, Valle de Chalco, Iztapalapa e Iztacalco, caminaron por un carril de la avenida Tláhuac, desde el metro Zapotitlán hasta la explanada de la alcaldía. A diferencia de la marcha que se hace en Paseo de la Reforma, aquí no se vieron las grandes marcas ni empresas “aliadas”. Fueron las compañeras y compañeros de Moditlac, quienes marcharon con sus amigas, amigos, familiares, colectivos aliados y vecinos. En el cierre se hizo un pronunciamiento, un show musical y un evento de baile público sonidero. Sin embargo, a las primeras marchas de Tláhuac no han asistido muchas de las personas LGBT+ que viven en la alcaldía por el temor a ser reconocidos y estigmatizados. A diferencia de los carnavales, la marcha del orgullo es un evento reciente que los pobladores apenas están conociendo. Kassandra sabe que ésta es una lucha que toma su tiempo.

—Necesitamos hacer que la gente que todavía nos ve diferentes o raros, empiecen a notar que somos igual que ellos. Que sólo nos define una vestimenta, una expresión o una orientación que en muchos casos no tiene que salir a la luz. Hay que fomentar el respeto desde nuestra casa [Tláhuac], porque lo que no se ve, no se respeta.

El informe 2020 sobre crímenes de odio en México, que realizó la organización Letra S, contabilizó 79 asesinatos contra personas por motivos relacionados a su orientación sexual o identidad de género, a pesar de la pandemia. En 2019 la cifra fue de al menos 117 personas LGBT+ asesinadas. Un promedio de diez por mes; es decir, 33% más que años anteriores. De los cuales, 64 fueron transfeminicidios (55%) con un promedio de edad de 32 años. Cuatro entidades concentran más de la mitad de los asesinatos: Veracruz, Chihuahua, Ciudad de México y Guerrero. Entre 2013 y 2018, hubo 473 homicidios de personas LGBT+ en México, 261 eran mujeres trans. Sin embargo, las cifras reales de crímenes de odio podrían ser de más del doble.

—Más allá de los episodios de discriminación, en Tláhuac afortunadamente, no ha habido crímenes de odio contra la población LGBT —dice Kassandra.

En Tláhuac hay pocos espacios de esparcimiento exclusivos para la comunidad. En 2019 intentó abrir un bar de ambiente llamado Los Ases, pero cerró a los tres meses porque entraba muy poca gente. Para Kassandra, esto se debe a que la gente prefiere salir de la alcaldía y viajar más de una hora en transporte público para ir a la Zona Rosa o al Centro Histórico, aunque tengan que esperar a la mañana siguiente a que les abran el metro para regresar y seguir el trayecto en microbús.

Debido a la lucha social en materia de derechos humanos que ha llevado a lo largo de los años, Kassandra ha tenido propuestas para ocupar cargos públicos por parte de diversos partidos políticos, pero ella no las ha aceptado... aún.

—Hasta el momento lo sigo pensando, ya que, para alguna diputación, yo tendría que renunciar a mi trabajo en la alcaldía, porque no puedo seguir siendo servidora pública y estar en un puesto de representación política para ser candidata. Hasta ahora me he mantenido en la generación de propuestas para nuestros representantes políticos en materia de inclusión y diversidad. Como mujer trans creo que hay que empezar a conocer el territorio y las necesidades reales de la gente, antes de saltar a una diputación.

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Kassandra Sánchez Cruz. Fotografía por Andrés Garibay.

Al terminar nuestra última entrevista, en junio de 2021, Kassandra me da un aventón en su carro para acercarme a la avenida Tláhuac. Se le ha hecho tarde arreglándose para la entrega de un reconocimiento, la constancia final de un diplomado que tomó, “Mujeres Trans Formando a México” sobre derechos humanos e inclusión.

Trae un vestido negro con un gran escote. Su amiga Deni la ayudó a maquillarse. Generalmente, se tarda 30 minutos, pero como es un acontecimiento importante, requirió de al menos una hora frente al espejo.

Entre el trabajo, la familia y las actividades que realiza en favor de la diversidad, a Kassandra le queda poco tiempo para el amor. Sin embargo, no lo descarta.

—Soy una mujer que a mis 45 años sigo totalmente soltera o, como yo lo digo, felizmente soltera. Han pasado algunos amores y desamores. El compañero que llegue debe ser capaz de compartir, más allá de las necesidades íntimas, mis necesidades de convivencia, comunicación, respeto y apoyo mutuo para formar una pareja serodiscordante.

Pisa el acelerador pero, al entrar a la avenida Tláhuac, nos sorprende el tráfico. Sin el servicio del Metro de la línea dorada, los camiones, microbuses, taxis, mototaxis y autos particulares entorpecen la vialidad. Desde el asiento trasero veo el crucifijo que cuelga de un lado a otro del espejo retrovisor, como un reloj de péndulo que anuncia que el viaje tomará su tiempo.

* Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prensa y Democracia (Prende), de especialización en Subversión Cultural y Narrativas Queer, de la Universidad Iberoamericana, con el apoyo del Proyecto de investigación “Narrativas, periodismo y regímenes discursivos de la cultura”.

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