Dos tuiteros y un funeral
Laura Sánchez Ley
Ilustraciones de Mara Hernández
Que la muerte accidental de Francisco Blake Mora, secretario de Gobernación de Felipe Calderón, haya provocado tal pesquisa de agentes judiciales sobre un par de tuiteros con mala suerte, solo se explica por dos hechos: eran tiempos convulsos y Twitter representaba un universo aparte.
La orden llegó desde muy arriba. El mismísimo jefe de la Policía de Investigación de la Procuraduría General de la República (PGR) exigió una averiguación inmediata. Había que desplegar agentes a cada rincón de Twitter, y convertirla en el centro de una de las investigaciones más importantes en la historia política de México. No era para menos: unas horas antes, a las 8:44 de la mañana, se había caído el helicóptero en el que falleció José Francisco Blake Mora: el segundo secretario de Gobernación que moría en el sexenio de Felipe Calderón a causa de un accidente aéreo, y en medio de una “guerra contra el narco”.
Era el 11 de noviembre del 2011. Una mañana nublada, relató el presidente de México. Por eso, a los 11 minutos de despegar de Campo Marte, simplemente se desplomó. El Eurocopter AS332 Super Puma se estrelló en un paraje del municipio de Chalco, con otros siete funcionarios.
Lo anterior es la versión que el presidente Calderón dio en público. Sin embargo, en las oficinas viejas de la PGR se empezaron a percibir señales de que las cosas no se quedarían ahí; a los escritorios desvencijados llegaron órdenes de averiguar si alguien estaba realmente detrás del accidente y descartar que hubiera sido un plan orquestado: un complot.
Se solicita realizar una minuciosa y exhaustiva investigación tendiente a determinar el modus vivendi, domicilio, origen de sus recursos, antecedentes penales y laborales, los lugares que frecuentan, ideológicas políticas y religiosas etc., de los C.C Efraín Morales ***** y Mario Flores *****.
Ese 11 de noviembre, Efraín Morales y Mario Flores, los investigados —dos chilangos, uno escritor y el otro diseñador gráfico— aún no sabían que iban a ir por ellos. ¿Por qué lo sospecharían siquiera? A fin de cuentas, lo único que hicieron el día anterior fue tuitear que se caería un avión del cielo con un secretario. Cien caracteres, una broma negra que se convertiría en una sentencia bastante “nostradámica” y en una investigación judicial frenética.
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Doce años después les mostré las órdenes en su contra. Nunca las habían visto. Las fotos, los informes que se generaron desde las áreas de inteligencia de la PGR nos llevan a una época que ya se siente ancestral: la de Twitter México, con hashtags como #juayderito, el #LeoComoPeñaNieto o el #NoVayanAPensarOtraCosa del presidente Felipe Calderón. La era de la red social considerada la más popular en el país; la que los medios referenciaban como “la adicción de muchos”; en la que mil likes eran la viralidad (aunque aún no existía ese término). En fin, el Twitter en el que fue tendencia —aunque tampoco se llamaba así— el milagro de una supuesta hada madrina que se le apareció a un obrero mexicano en Guadalajara, y que terminó siendo una figurilla de plástico.
La viralidad primitiva
@mareoflores: «No salía tan temprano desde que se cayó la avioneta de Mouriño, anden con cuidado funcionarios voladores».
Es el 4 de noviembre de 2008. Mario Flores, por ese entonces un ilustrador y diseñador de 26 años, estaba en la agencia de publicidad donde trabajaba como director de arte, frente a la Torre de Petróleos, cerca de la zona de Polanco, en la Ciudad de México. Eran las 6:40 de la tarde, cuando sintió algo parecido a un golpe, en el séptimo piso del edificio.
Personal de la empresa les dijo: “Chicos, vamos a abandonar el edificio”. Fue un “milagro”, dice, porque en la publicidad no suele haber concesiones de horarios o permisos. La alegría fue efímera: cuando salieron se encontraron con las llamas, los charcos de agua creados por los bomberos que intentaban apagar el fuego y restos humanos esparcidos por el suelo. En pleno centro financiero de la capital de México, se había desplomado un avión en el que viajaba el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño.
En un país con una cultura oficinesca que premia por encima de todo el “ponerse la camiseta”, es necesario que muera un secretario de Estado para que los empleados salgan temprano.
“En las agencias tienes que hacer el pitch, el banner de la Lechera Chiquita porque de eso depende el futuro de la humanidad, y te tienes que quedar hacia las 3 de la mañana”, dice Mario con una pizca de rencor y otra de broma.
Tres años más tarde, también sucedió en noviembre. Mario trabajaba en otra agencia de publicidad, en pleno Polanco. Ese jueves 10 los dejaron salir, en otro acto de magnanimidad, pasadas las 6 de la tarde. A las 6:50 se le ocurrió tuitear: “No salía tan temprano desde que se cayó la avioneta de Mouriño, anden con cuidado, funcionarios voladores”.
A la mañana siguiente, un amigo del trabajo se acercó y le dijo: “¿Ya viste lo que pasó?”. Unas horas después, el tuit de la noche anterior empezó a correr como pólvora: mil likes, 700 comentarios. “Eres Nostradamus, Mareo”, le decía la gente. Hoy podría parecer poca interacción, pero Mario recuerda que en ese entonces Twitter era otro: uno de early adapters. Esos números eran un bombazo.
“No había la toxicidad de ahora […] En Twitter había mucha gente, ¿cómo te diré? Entre medio techies y medio escritores; había un humor negro muy fuerte, muy marcado”. El punto es que no se quedó en la red social: sitios web que hoy suenan a prehistoria de internet (MSN, Yahoo) comenzaron a retomar su tuit con titulares que apuntaban a teorías conspirativas.
“Dice no ser militante”
En 2021, después de múltiples solicitudes de información, le “gané” a la Fiscalía General de la República —que había estado hermética— el acceso a los expedientes de los accidentes de los secretarios de Gobernación: 2 664 páginas, en conjunto.
Durante años hubo denuncias sobre cómo se llevaron a cabo investigaciones fast track, críticas en torno a la forma en que se cerraron los casos. Pero en los documentos me impactó algo más surrealista: en la página cinco —de los primerísimos actos de la autoridad—, había una hoja escrita en computadora. Uno de los altos responsables de llevar el caso solicitó una investigación exhaustiva en contra de Mario Flores y Efraín Morales, dos tuiteros. Dos días después del accidente, comenzaron a aparecer los registros de resultados. Esto, de Mario:
13 de noviembre de 2011. Se rinde informe de investigación judicial. Derivado de los trabajos de investigación se obtuvo que dice no ser militante de ningún partido político en específico, sino elegir a su candidato con base a sus propuestas, debido a que en todos los partidos políticos hay buenos y malos, candidatos y profesa la religion catolica [sic].
Analizaron sus blogs, sus cuentas personales, consignaron que le gustaba el metal ochentero, las galletas Oreo, que había ilustrado para La Mosca en la Pared, InStyle y hasta para el Gobierno del DF.
Al recorrer las páginas del expediente desclasificado también me fue posible entender que no por investigar a los tuiteros se descartaron otras líneas de investigación, como las que especulaban que Los Zetas pudieron haber fraguado la muerte de los funcionarios. Cada informe, cada archivo apuntaba a que la verdadera investigación de Estado iba dirigida a un posible atentado por parte de alguna organización delictiva. Y es que creían que los tuiteros podían estar conectados, y un documento con un interrogatorio es evidencia de ello.
Una película de espías
Es lunes, es verano y el local de comida oaxaqueña en una zona céntrica de la Ciudad de México está vacío porque va a llover. Mario Flores llega con una camiseta de Metallica, no es para menos, el concierto fue esta semana. Primero parece angustiado, tiene mucho trabajo. Noto que al primer golpe no le gusta hablar de lo que pasó el 13 de noviembre del 2011, pero vamos platicando, y entonces empieza a sonreír, a contar su historia con calma, poniendo las cosas en su lugar después de una década.
Le digo que yo también lo stalkié —como la PGR—, pero no agarra la mala broma. Las bellas ilustraciones que aprecias cuando te tomas una cerveza Indio son de él; también la edición especial de la Carta Blanca. Fue conductor en una de las estaciones de radio de culto de la capital chilanga, y tiene un video increíble con Alfredo Adame. Ya pasaron 13 años, pero está casi igual al de las fotografías que integró la PGR en su expediente.
El 13 de noviembre fue a visitar a su mamá y a su papá. Dice que los fines de semana agarraban el carro y salían a pasear, y ese fin de semana querían ir a Puebla. Eran las 3 de la tarde, su mamá estaba en el baño y él esperaba afuera del coche, cuando se le acercó una persona vestida con ropa casual. “Hola, ¿te acuerdas de mí?”, le dijo el hombre. Mario le respondió que no, mientras caía en cuenta de que no había un alma esa tarde en la calle. Tiene una imagen más bien borrosa de ese día, pero sí recuerda el jalón de dos personas que lo sometieron por la espalda.
“Luché, luché, sí. Pateé, me moví, empujé y grité mucho para ver si mi mamá salía. Recuerdo que había un viene-viene frente a un parque, pero se escondió, pues era vulnerable, y entonces me subieron a un coche particular, sin identificarse jamás”, narra Mario.
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Hizo lo que estaba a su alcance: gritar “¡hijos de su puta madre!” y soltar codazos, mientras lo llevaban en la parte trasera del carro. Mario iba reconociendo cada lugar por el que pasaban, hasta que captó que llegaban a la Plaza de la República. Y ahí, en medio del gentío, redobló los gritos, lo que llamó la atención de una patrulla. Se detuvo y Mario alcanzó a decirle “¡Ayúdame!”, “¡estos cabrones, estos ojetes no se identificaron!”.
Según los documentos, fue trasladado a la Subprocuraduría de Zona Sur, en ese entonces ubicada en un edificio de la colonia Tabacalera. Mario insiste en que toda la jornada fue muy confusa, y no es para menos, pero recuerda a una mujer policía que le dijo: “¡Ándele, por andar de verguero, por andar con sus mamadas en Twitter!”.
En el expediente ha quedado la constancia del interrogatorio que le hicieron a Mario después de prácticamente secuestrarlo. Esto recapitula el interrogado: “Hubo un momento en donde ella me preguntó, o sea, porque fueron unas preguntas… Siento que las copiaron de una película de James Bond, eran muy así de: ‘¿Ha estado usted en países con actividad subversiva?’, y hoy me acuerdo de que yo, de mamón, dije: ‘Sí, acabo de ir a recibir un chingo de dinero de los rusos para pasar una bomba atómica a México’”.
Las descripciones que hace Mario de la gente no tienen desperdicio. Dice que una señora, una burócrata como de caricatura, bajó sus lentes a media nariz para verlo fijamente y decirle: “Le recuerdo que todo lo que diga va a quedar asentado, joven”.
En el expediente puede leerse su comparecencia completa ante la agente del Ministerio Público. De hecho, los recuerdos del inopinado sospechoso son idénticos al registro del interrogatorio. Se quería averiguar si militaba en partidos políticos, si había ido a marchas, si había realizado trabajos para algún grupo de carácter subversivo y dos preguntas particularmente insidiosas: qué pensaba del trabajo de Felipe Calderón, en general, y de su desempeño en contra del crimen organizado.
Se dejó asentado que Mario respondió que tras su tuit no hubo ninguna mala intención, que solo fue una broma. “Le pido a la autoridad que sea [sic] un país libre y que es una casualidad, y que no deseo daño alguno para el gobierno”. A las 9 de la noche fue liberado.
“¿Y por qué habría de borrar el tuit?”
@Morf0: “Mañana a las 11/11 les caerá un secretario del cielo… evite reforma”.
Detrás de Morf0 (con número cero, no con “o”) estaba Efraín Morales Téllez, un programador y escritor de la Ciudad de México. Y aunque nunca fue presentado ante las autoridades, de los dos tuiteros fue a él a quien le montaron la investigación más extensa. En el expediente judicial puede leerse cómo la PGR intentó ligarlo con el entonces candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador.
En la carpeta de investigación hay pantallazos en blanco y negro de su tuit, y del ir y venir de correspondencia entre funcionarios, lo que revela que se tomaron muy en serio lo que escribió el 10 de noviembre. Hay un correo enviado a una licenciada Mireya, en el que una investigadora le dice:
El tuitero @Morf0 publicó hace unas horas: ‘Mañana a las 11/11 les caerá un secretario del cielo… evite reforma’, hecho que coincide con la caída del helicóptero del ex secretario de Gobernación Francisco Blake Mora.
Otro más:
Gírese oficio al licenciado Juan Carlos Guel López, Comisario Jefe Coordinador para la Prevención de Delitos Electrónicos de la Policía Federal, a efecto de que se realice una, minuciosa y exhaustiva investigación relacionada con la cuenta de Twitter @Morfo, en específico del mensaje/»@Morfo: Mañana a las 11/11 les caerá un secretario del cielo… evite reforma…
El 12 de noviembre el suboficial de policía federal Marco Antonio González rindió un informe de investigación sobre el tuitero. Desde la tercera página subrayó que era colaborador de RadioAmlo y del programa la Tumba del Pardo. Hay decenas de pesquisas en motores de búsqueda especializados de la policía cibernética.
“El término red social ni siquiera existía; de hecho, se le llamaba microblogging. Solo tenía 140 caracteres y hoy no tiene nada que ver con aquellos años”, me dice en una reunión por Zoom. Efraín luce cómodo, está acomodado en una silla estilo gamer, es simpático y 13 años después puede reír al recordar lo rápido que evolucionó un tuit. La edad de Morfo, por ese entonces de 34 años, jugó a su favor, pues guardó la calma.
De la mañana del 10 de noviembre a la noche una especie de trend cundió. La gente bromeaba anticipando que pasaría algo, estilo “mañana 11/11 va a pasar esto o aquello”. Efraín detectó que los tuits evolucionaban hacia un humor retorcido, así que se le ocurrió tuitear que caería un secretario del cielo. “Y, pum, enviar y ahí nos vemos”.
Tenía un iPod touch, que a la mañana siguiente no dejaba de sonar. Se asomó a su computadora y allí se dio cuenta de que su Twitter estaba saturado. Tardó un rato en entender lo que estaba pasando: el secretario de gobernación José Francisco Blake Mora sí se había caído del cielo. “Chin, dije, estoy en problemas”, cuenta.
Para el 13 de noviembre, un amigo —no va a revelar su nombre— le dijo: “Te voy a pasar el dato […] A él lo van a agarrar [a Mario Flores], tú mantente prevenido, a ti te van a agarrar tarde o temprano, pero no te han ubicado”.
“Nunca tuve así como una especie de acercamiento [con] ninguna autoridad. Nadie me dijo: ‘Oye, puedes venir a hablar con nosotros’, en absoluto. Otra cosa era que ellos querían hacerlo a su modo, levantarte y llevarte, y al final creo que tuvieron a su chivo expiatorio [Mario], y creo que la cosa se calmó de cierto modo”, reflexiona.
A Efraín también le muestro su expediente. Le pregunto por qué cree que hicieron tanto énfasis en el tema de Andrés Manuel López Obrador: “No sé por qué les pareció necesario recalcar ese aspecto tan vulgar, por así decirlo, o sea, no tiene ninguna relevancia, para nada”, y se ríe.
A la distancia, Efraín, quien aún es @Morf0 en X, cree que probablemente las autoridades hicieron lo que pudieron, tomando en cuenta lo convulsa que fue la época de Calderón y lo inconmensurable del acontecimiento que enfrentaban. Es una muestra, en todo caso, de un instante de la historia reciente en el que las autoridades no entendían aún que la virtualidad se estaba despegando cada vez más de la realidad.
“¿Por qué no lo borré? ¿Y por qué habría de borrarlo?”. Efraín no se arrepiente de nada. Era otro Twitter, uno que no existe más.
LAURA SÁNCHEZ LEY. Periodista independiente que escribe sobre archivos y expedientes olvidados. Estudió Comunicación y desde hace catorce años es periodista especializada en temas de transparencia, seguridad y desclasificación de documentos. Ha colaborado con medios como Milenio, El Universal, Los Angeles Times, entre otros. También escribió el libro Aburto. Testimonios desde Almoloya, el infierno de hielo, y actualmente se concentra en su proyecto de apertura de expedientes llamado Archivero.
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