El tono de piel sí determina resultados de vida – Gatopardo

La imagen de nuestra identidad: el tono de piel sí determina resultados de vida

Buscamos desmitificar la noción de que en México no existen la discriminación ni el racismo porque somos un país mestizo. La generación de datos duros ha jugado un rol primordial para rebatir esta imagen asociada a nuestra identidad y demostrar que el tono de piel puede ser decisivo para una elección política, la escolaridad y los ingresos econó­micos de una persona.

Tiempo de lectura: 12 minutos

Hablar sobre el tono de piel en México resulta controversial. Existe la percepción de que “ventilar” estos temas en público fomenta el racismo o bien, la idea de que no tiene sentido discutirlo siquiera, dado que todos somos iguales: somos mestizos. Esta ideología del mestizaje, que viene desde el siglo XIX, se afianzó en la primera mitad del XX como un mecanismo para forjar la identidad nacional. Como tantas veces lo ha discutido el historiador Federico Navarrete, el planteamiento de la identidad mestiza no promovió que las élites adoptaran las costumbres de los pueblos indígenas. Así que el racismo nació junto con esta ideología, que fue tan poderosa como para asegurar que, si había diferencias entre mexicanas y mexicanos, no se debían a su etnicidad ni a su tono de piel, sino a la riqueza acumulada o heredada; es decir, se trataba de clasismo y no de racismo directamente. 

Aunque hay quienes siguen convencidos de que en México no hay racismo, de que esto no ocurre, la sociedad respira otros aires. En redes sociales son abundantes los memes que se mofan de situaciones en las que el tono de piel más claro deter­mina la decisión más favorable. Se han creado hashtags para denunciar casos, como #HablemosDeRacismo, que provocan hilos de tuits infinitos, y tenemos colectivos y organizaciones que discuten sobre el color de la piel, como RacismoMX o Poder Prieto. Lo que sucede en la cultura y la agenda pública también ha sido importante: el mensaje de visibilización de la película Roma (2018) y los esfuerzos de los medios por cuestionar la pigmentocracia han sido muy fructíferos para mitigar este tabú. Como científico social no tengo duda de que la generación de datos duros sobre el tema en los últimos diez años ha jugado un rol primordial. Y que ha incluido a académicos, organismos del gobierno y de la sociedad civil como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). 

En este artículo abordaré algunas de estas contribuciones científicas, desde cómo se mide el tono de piel hasta qué im­plicaciones tiene la fotografía de una persona morena al momento de ser contratada, cuando se postula como candidata en una elección o, incluso, para determinar el precio de sus servicios sexuales. Con nuevos y mejores datos, en el siglo XXI sabemos que el tono de piel sí tiene impactos en resultados de vida —la escolaridad o el ingreso, por ejemplo—. Así, hoy sabemos con certidumbre que sí existe el racismo y sí existe la discriminación. No sólo hay diferencias que se deben a la pertenencia de las personas a una determinada clase social; el tono de piel añade más de­sigualdades. Por eso, es relevante discutir qué tanto y cómo afecta el tono de piel, y qué necesitamos hacer para combatir la discriminación. Pocos temas son tan importantes como la imagen de nuestra identidad. 

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