Los habitantes de la Ciudad de México replantearon sus vidas durante la emergencia sanitaria. Las calles quedaron solitarias y las empresas laboraron de manera remota. Pero no todos pudieron quedarse en casa. Para miles era salir a trabajar o quedarse sin sustento; y sin ellos, la ciudad no hubiera podido funcionar. Estos son los rostros del trabajo durante la pandemia.
La crisis sanitaria ha dejado a la deriva a millones de estudiantes: los que no tienen internet, los que tuvieron que ponerse a trabajar, a quienes esta experiencia les ha generado demasiada angustia y los que, simplemente, no están aprendiendo nada. Y el sistema parece no ofrecer ninguna respuesta.
En un giro inesperado en la trama de las elecciones presidenciales, Donald Trump no llegó a lo que sería su evento de campaña en el estado de Florida. El presidente dio positivo a Covid-19. La noticia puso a las elecciones en suspenso. Hubo quien sí llegó esperando que la noticia no fuera verdad.
El festival de cine de Toronto, que concluyó el pasado 20 de septiembre, ofreció una mirada a las películas que protagonizarán los próximos festivales y temporada de premios. Aquí los favoritos de la cobertura.
El oro es lo más fácil de vender en el mundo. En las calles del Centro Histórico proliferan comerciantes que se aprovechan de la necesidad de la gente, al comprar todo tipo de pedacería y centenarios muy por debajo de su valor real. Todas estas piezas se funden y terminan en barras de mayoreo. En tiempos de Covid, esta es la crónica de un negocio en la clandestinidad.
Los fragmentos de la «covidianidad» comienzan a hilarse luego de ese silencio televisado que vimos el pasado 15 de septiembre, con la plaza vacía y la mirada cansada del presidente. ¿Con qué nos comemos este silencio colectivo? ¿Cuándo terminará?
A menos de seis meses que llegó la pandemia a México, la gente parece estar fastidiada de cuidarse y de cuidar a los demás. Hoy el descuido ya no puede atribuirse a la ignorancia. Lo que vemos tiene que ver con un fenómeno bastante conocido como “la fatiga del apocalipsis”.
América Latina está en un estadio intermedio en espera de la anhelada o temida nueva normalidad. Éstos son los apuntes de un diario personal, un recuento del año del coronavirus, de las noticias y las discusiones que inundaron nuestras pantallas. Apuntes de una intrascendencia diaria de la que fuimos testigos.
Más de la mitad de los adultos de México, Brasil y Estados Unidos ha sido afectada emocionalmente por el coronavirus. La pérdida de amigos y parientes, el aislamiento, la preocupación constante por el trabajo y los ingresos, así como el bombardeo de malas noticias (muchas, falsas) son factores que van minando a las personas.
En su más reciente libro, Lo viral, el periodista y escritor Jorge Carrión recorre los algoritmos que gobiernan nuestras vidas e interpela al poder del “ultravirus” (el SARS-CoV-2) que ha venido a cambiarnos todos los esquemas.
Fernando Polack aparece en los medios argentinos como un óraculo. Lo consultan por el plasma, la vacuna, la cuarentena, la vida y la muerte. Encabeza uno de los estudios más importantes en América Latina destinado a encontrar un tratamiento eficaz para la Covid-19, utilizando el plasma de quienes hayan pasado por la enfermedad. Los primeros resultados se tendrán este mes de agosto, pero la espera parece infinita.
Nuestros países ya hablan de “ansiedad nacional”, mientras las cifras aumentan y cada uno vive su curva depresiva. Alguna farmacéutica encontrará productos para una generación a la que le venderán felicidad artificial, mascarillas sofisticadas, más miedo a la muerte, miedo a la otredad y ansiedad social ante el contacto humano. La pandemia de la depresión.
La pandemia frenó la llegada de miles de visitantes a Cartagena, cerrando hoteles, playas y restaurantes. En uno de los puertos más importantes de América Latina, unas 200 mil personas viven del turismo y hoy intentan sobrevivir. Los barrios más pobres de la ciudad, sin los servicios básicos más elementales, luchan para que no falte un plátano y un pescado.
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Además de contar defunciones, una métrica importante en la salud pública es considerar el número acumulado de años de vida que se pierden por cada muerte prematura de Covid-19. En esta pandemia, los mexicanos perderían un acumulado de 2.2 millones de años de vida. Tiempo perdido de trabajo productivo, amistades y de vida en familia.
En un día cualquiera las banquetas ofrecen miles de historias, detalles imperceptibles desde la vista dislocada de la ventana de un auto en movimiento. Es en los encuentros cara a cara, en los cruces y roces, donde se descubre el flujo de la humanidad.
Percibald Gacía recorre todos los días las plazas y pasillos de Tlatelolco arrastrando una bocina para leerle cuentos a los niños, que cansados de la cuarentena, lo esperan con ansias asomados por las ventanas de sus departamentos.
Las casas de geishas de Kioto suspendieron actividades en marzo y las reanudaron en junio, con unas normas de operación que obligaban a un trato más distante. Pero es fácil imaginar que, una vez que han corrido las rondas de sake, las normas se relajen.
David Kershenobich, uno de los médicos más prominentes de México y director del hospital de Nutrición (INCMNSZ), nunca imaginó vivir estos tiempos. Ante la angustia máxima de no ver saturado el sistema de salud pública, el director de este centro Covid vive los días más difíciles de la medicina.
Si las autoridades ya sabían que somos uno de los países con mayores índices de obesidad en el mundo, ¿entonces por qué recurrieron a una estrategia de mitigación en vez de implementar medidas más estrictas de contención? ¿Tiene sentido? Qué está pasando con los números de Hugo López-Gatell.
Primero escaparon del hambre y la escasez de su país. Ahora retornan sobre sus pasos. El éxodo venezolano huye de la pandemia que azota a toda América Latina. Esta es la historia de seis caminantes que tomaron carreteras y pasos clandestinos para atravesar tres países, y volver a la situación de la que huyeron.
Ninguno de los dos quería pronunciar en voz alta la posibilidad de que eso fuese algo más que una simple gripe. La cosa pintaba de lujo. Una nena de 13 días en la cuna y nosotros sin poder movernos. La bromita del destino se estaba pasando de la raya.
La emergencia sanitaria estalló paralizando al mundo. A la deriva quedaron miles de pasajeros y tripulantes en el mar, que no pudieron descender por semanas y meses ante el cierre de puertos y fronteras. El hedonismo se volvió el lugar más propicio para esparcir un virus.
No tardaron en aparecer cientos de cubre bocas, guantes y botellas de sanitizante arrojados a la naturaleza. Expertos apuntan que es un escenario peligroso que debe mitigarse, mientras se impulsa la utilización de materiales de protección amigables con el ambiente.
Corea del Sur se convirtió en un ejemplo durante la pandemia. Este es un recuento de las medidas que tomaron, el testimonio de un occidental que lleva siete años viviendo en Seúl y sabe mirar la extrañeza surcoreana. Este es un fragmento de Los días de la fiebre (Temas de hoy, 2020), escrito desde el país más alabado por su gestión sanitaria.
Que una mujer embarazada se alimente como es debido, es hoy todo un reto en Cuba. Aún teniendo con qué pagarla, en las tiendas simplemente no hay comida. La escasez es tal que los cubanos reconocen aterrados la posible llegada de un segundo Periodo Especial.
El regreso a la nueva normalidad provoca replantear la forma en la que nos movemos en la Ciudad de México. El transporte público, la sustentabilidad y el acceso a espacios públicos sin riesgo a contagiarse son los principales retos del urbanismo.
En West Dallas, una procesadora de carne y alimentos puso en riesgo a sus empleados y no frenó su producción como muchas otras empresas consideradas como esenciales. En Estados Unidos suman más de 31 mil contagios en este rubro alimenticio, y las cifras siguen en aumento. Tener sueldo o no enfermarse es el dilema de cientos de latinos.